Partida Rol por web

El enano arrugó el gesto y relajó la postura. La mano seguía sobre su hacha pero la actitud era mucho más relajada.

—Esta bien, supongo que tendréis razón —grunó entre dientes —. Un enano dejando a los orcos campar a sus anchas... habráse visto.

Después de refunfuñar unos instantes se volvió hacia el grupo.

—Bien, pues andando entonces antes de que nos los crucemos en nuestro camino porque en ese momento... —dejó la frase en el aire pero la continuación era evidente, si se los cruzaba en su camino nada detendría a su hacha.

- Orcos... el mediano tembló. Bestias despiadadas, restos de un mal antiguo. Pero también, tenía que reconocer que no estaba ya en la Comarca. Y tú mismo te lo has buscado, eh? Tal vez madre tenía razón, mejor estar en casa con los pies hacia el fuego que cociéndose sobre ese mismo fuego...

- La misión del Mago es lo primero desde luego. Solo... espero que estén atentos, ehem, verdad? Su vocecito tenía algo de miedo, tuvo que reconocer un poco avergonzado. No era un guerrero de pelo en pecho, o un valiente y duro enano. Solo soy un cuentacuentos, por los Valar!

Y evitando sonreir, me giro hacia nuestro compañero mediano y digo tras sus palabras.
Sabia manera de pensar la tuya. Yo he de admitir, que por la cabeza se me han cruzado pensamientos similares a los de maese enano. No obstante, comprendo que no son las circustancias adecuadas para dedicarnos a una caceria de orcos.
Señalo con el pulgar detrás de mi, pues me he girado, antes de añadir.
Mucho mas con ese paisaje a la vista. Pues bien. Puesto que todos estamos de acuerdo, creo que lo mejor sera que nos larguemos de aqu. Esta posicion es algo expuesta y he de admitiros, que no me gusta el paisaje.
Tras estas palabras, miro los alrededores tratando de buscar una via que nos lleve a nuestro destino, sin desviarnos demasiado a causa del rastro descubierto.

El periannath despertaba lo mejor de Borgil, aunque él no supiera muy bien porqué. Por ello, al escuchar sus palabras sonrió de forma tranquilizadora

Que Maese Till no se preocupe, que nosotros nos encargaremos de evitar los mayores riesgos posibles a fin de cumplir nuestra misión... y riendo, añade en tono bromista Aunque si encontramos un orco pequeñito, de su tamaño, se lo dejaremos para él solito ¿eh?

Sobresaltado, Till levantó la cabeza rápidamente de su atado, el cual estaba re-acomodando a su espalda para continuar camino. Oh no, señor elfo. Le agradezco, pero el enfrentarme a un monstruo como ese seguramente me helaría la sangre! No, no... no estoy hecho para esas emociones. Pero seguramente podré contar las hazañas de los maeses por cada parada en mi camino, del Este al Oeste, por donde estos pies me lleven, cuente con ello.

Sonreí de forma amistosa a las palabras del enano que una vez más demostraban su valentía, yo me encontraba ya preparado desde hacia un buen rato para proseguir con el viaje – Tranquilo maese enano, raro es que no encontremos algún enemigo que pueda probar tu afilada arma.

Iba a tranquilizar al mediano, pero de eso ya se encargó el efo.

- Vamos amigos, aún nos queda un buen trecho por delante - Dije animado y con ganas de proseguir

El camino a través del bosque Negro meridional es mucho más fatigoso que el descenso por el valle del Anduin, pero conseguís ir encontrando trochas que os permiten pasar, a veces en fila india, y tenéis que deteneros a medio camino, hartos de tanto verde,  pero por fin conseguís llegar a distancia visual del peñasco.

El pequeño hobbit casi trotaba para mantener el ritmo de los piernas-largas; pero al menos de momento lo iba consiguiendo. Por fin divisaron el peñasco; la verdad le apetecía un descanso. O dos. Y una comida. O tres.

Al acercaros a Ceber Fanuin te das cuenta de que os observan. Tus aguzados sentidos te permiten fijar exactamente la vista en un lugar en concreto y consigues verlo: elfos silvanos.

Allí, mirad... elfos! No hagáis gestos bruscos y dejadme a mí susurra Borgil a sus camaradas, al mismo tiempo que hace un gesto de saludo a los silvanos que acaba de divisar...

En cuanto le contesten en el mismo tono, el elfo se acercará hasta ellos para saludarles más propiamente...

Mae govannen!

—¡¿Elfos?! —exclamó Anar—. No se si prefería a los orcos —continuó entre dientes.

Podría haber sonado mal pero el tono empleado por Anar invitaba a la concordia en lugar de a la disputa sobradamente conocida entre elfos y enanos. Anar no disfrutaba de la presencia de elfos pero tampoco tenía nada en su contra así que de vez en cuando lanzaba una velada acusación por respeto a su pueblo.

Inconscientemente la mano volvió a apretar la empuñadura del hacha. Instintivamente iba a acompañar a Borgil pero finalmente obedeció al elfo y permaneció en retaguardia alerta.

Calma amigo mio.
Le digo yo a Maese enano en voz baja pues por todos es conocida la agudeza de los oídos elfos.
He de admitir que no solo no me disgusta este encuentro si no que, quizás podamos obtener información sobre la posible ruta hacia nuestro objetivo. Dejemos que Borgil trate con sus hermanos.

- Oh! Elfos! La sonrisa inundó la cara de Till. Estos no eran orcos! Maese Borgil, suelen cantar y hacer música sus congéneres de esta región? Ya puedo verme aprendiendo alguna tonada nueva!

El mediano se quedó con la pregunta, y el deseo, en los labios, mientras Borgil se dirigía a saludarlos.

¿Elfos? Miré en la dirección que miraba Borgil, bueno, se supone que deben de estar de nuestro lado…

Me mantuve en segunda fila esperando que el elfo de nuestro grupo contactara con ellos, eso era lo bueno de la variedad que nos caracterizaba, se podía sacar provecho como en estas circunstancias.

Sonreí a la reacción del enano y me acerqué a él – Tranquilo maese enano, como dice Menalcar seguramente nos presten ayuda o consejo

Uno de los elfos, un elfo silvano, sale de la penumbra y se acerca a Borgil: Mae govannen, hermano. Soy Garali*, de la casa Hlaenddare**. Tu rostro me resulta familiar. ¿Quién eres y qué buscas en este lugar, con tan variopinta compañía? Sabes que estáis bastante lejos del Men-i-Naugrim***