Partida Rol por web

Tras la puerta de la discoteca, no se encontraba el interior de un edificio abandonado, sino el mágico y a la vez terrible reino del Seto. En aquel lugar, tenía el aspecto de un denso bosque mediterráneo. Versiones espinosas, más altas y amenazantes, de olivos, naranjos, nogales, almendros, encinas, hayas, sauces, chopos y olmos componían la mayor parte de sus arboles, formando las paredes naturales que limitaban la visión y las sendas. Los arbustos espinosos que cubrían todas las zonas fuera de los estrechos caminos de tierra despedían aromas a romero, viña, tomillo, zarzamora y aliaga. Todas aquellas plantas daban frutos, como sus contrapartidas del mundo humano, pero eran frutos extraños; las olivas eran negras y resbaladizas, y las naranjas, bulbosas. El aire olía a salitre marino, y si uno prestaba atención, podía escuchar el rumor del mar a lo lejos, esperando en algún lugar entre las espinas, pero imposible de alcanzar si uno no conocía bien el camino. Además, mientras se permaneciera cerca de las sendas que conectaban los diferentes portales desperdigados por la ciudad, se podía escuchar el ruido amortiguado del tráfico y ver alguna que otra estructura artificial, como farolas que iluminaban con luces de colores extraños, y señales de tráfico cuyos dibujos eran parodias de los de las auténticas señales, con figuras achaparradas y de orejas picudas cruzando pasos de peatones y carrozas tiradas por lobos adelantándose. La principal referencia eran las agujas de la catedral, que se veían por encima de las copas de los árboles; lejanas e inalcanzables desde aquel lado de la realidad, pero claramente reconocibles.

La luz del sol era escasa, filtrada entre la maraña de vegetación espinosa que cubría el cielo, pero era suficiente para ver con claridad. Una farola solitaria, levantada al lado de un camino pavimentado con adoquines grises, emitía una extraña luz púrpura parpadeante. Una ráfaga de aire con olor a lluvia arrastró unas pocas hojas amarillas y rojas hasta donde estaban Mar y Hieronymus; el Seto los había reconocido como cortesanos cenicientos, y les daba la bienvenida.
 

Y puesto que aún faltaban 10 minutos para la hora acordada no me preocupó ser el primero, iría buscando mesa para poder pedir nada más llegase, la verdad es que el sitio tenía pintaza. Theo echó un vistazo a los rostros de su alrededor, después de tanto tiempo solo y en la oscuridad le gustaba fijarse en la gente, analizar sus rostros, sus gestos, tratar de hacerse una idea de la persona viendo solo su mirada... Bueno, mejor buscar primero la mesa y después ya se distraería observando alrededor, no solo la gente, sinó lo que pedían, a ver si había que llamase especialmente. Y con esa idea entró en el local.

- No os preocupéis, me se de memoria esta zona del Seto. Llegaremos al mercado en unos minutos -comentó Natalia mientras abría la funda de guitarra que llevaba encima.

De la funda no extrajo una guitarra, sino un largo y viejo rifle con bayoneta. Estaba desgastado, con marcas de óxido en el metal, y arañazos y abundantes marcas de desgaste en su culata de madera. Colocó un cargador, y accionó una palanca para preparar el arma.

- Lista. Seguidme, y no os despisteis. Si oís o veís algo, hacédmelo saber, y no se os ocurra saliros del camino por nada del mundo. Los que se adentran en las Espinas rara vez vuelven, y si vuelven no lo hacen cuerdos.

Las hamburguesas era lo más pedido del restaurante, y eran grandes, abundantes y muy variadas. Pero no era lo único; costillas, chuletones y alitas de pollo también formaban parte del menú, así como empalagosos postres de helado y chocolate. Desde luego no era un restaurante para vegetarianos y gente a dieta.

Una camarera se acercó a Theo sonriente, y le tendió una carta

- Buenos días, bienvenido a Bacoa. ¿Vienes tu solo?

Mi cara por lo general, siempre se mantiene fría y serena, en ocasiones una que otra sonrisa o mueca de burla, pero esta vez ante el mágico reino del seto mi cara reflejaba angustia e intranquilidad, aunque encuentro la situación algo mas amena estando tomada de la mano de Hieronymus y guiada por alguien que sabe el camino en este horrible lugar. 

-Puedes tenerlo seguro - Digo a las palabras de nuestra guía - Por curiosidad que de saber que hay en estos sitios, prefiero mantenerme a salvo, no vale el sacrificio de una vida para saciar la curiosidad...

Comienzo ha seguir a la guía mientras pienso, pues es verdad, el distante sonido del mar me llama la atención, también los arboles y sus frutas, pero se que no alardea diciendo que muchos de los que se internan en el seto no vuelven jamas. Intento concentrarme en nuestros objetivos para no distraerme con pensamientos de lo que podría haber mas allá de las espinas.

Durante un instante, el aire parece cargado de energía. Se siente como un viento que anuncia una tormenta, cargado de electricidad, pero se trata de una energía más sutil y a la vez más profunda. La impresión solo dura unas décimas de segundo, antes de que todo vuelva a la "normalidad".

Natalia se alteró ante la súbita ráfaga de energía y comenzó a apuntar su rifle a todas partes

- ¿¡Pero que...!? ¿¡Que está pasando!?

Estaba visiblemente nerviosa e incluso sudaba

- ¿Vosotros... vosotros lo habeis sentido también?

El lugar, el Seto, de por si lo intranquilizaba pero cuando aquella sensación los abordó todos los bellos de su cuerpo se erizaron y su figura felina emergió en su totalidad.  No contribuyó la reacción de su guía quién también parecía alterada.  Soltó la mano de Mar y automáticamente se preparó para combatir, quizás no fuese necesario, esperaba que no lo fuera, pero prefería estar preparado si un inesperado peligro se hacía presente, se movió detrás de Mar, de modo que ella quedase entre él y Ojosfrios y husmeó el aire en busca de algún aroma que dalatase una presencia, una entidad

No, espero a una amiga. Si pudieras traerme otra carta. -Exclamé animado a la camarera.

El lugar se había quedado en calma; solo se oía el rumor de las olas, y el aroma de la vegetación y el mar. Fuera lo que fuese lo que hubiese ocurrido, ya había pasado.

- Claro. Por favor, siéntate donde quieras -respondió la camarera, señalando una serie de mesas libres cerca de la puerta

A Natalia le temblaba el dedo en el gatillo del rifle, y durante unos segundos siguió apuntando alrededor, esperando a que algo saliese de entre las espinas. Sin embargo, pasó el tiempo y todo seguia en calma. Suspirando, recuperó la compostura y relajó los músculos

- Que extraño... He sentido algo similar cuando algo o alguien intenta usar el Wyrd para cambiar el Seto, pero no de esta manera tan... profunda. Y tampoco he percibido ningún cambio físico.

-Yo también lo he sentido - Digo mirando inquieta los alrededores intentando divisar algo diferente - Ha sido toda una sorpresa, aunque preferiría continuar este viaje sin sorpresas, sean agradables o no, no me agrada mucho estar aquí - Miro a nuestra guía y le dedico una sonrisa sincera, seguramente se perturbo tanto como yo por aquella extraña sensación - Supongo que es mejor continuar. 

No entendía, no sabía que había sido aquello, no había vuelto a pisar el Seto desde que escapó de él, de hecho se había concentrado en evitar, a través del miedo, que otros ingresaran en él.  La sensación había despertado un temor oculto, olvidado en su memoria y ahora, pese a que sus compañeras parecían relajarse él se mantenía en máxima alerta

Natalia guió a los dos Changelings hasta el mercado. A medida que avanzaban por las sendas del Seto, el rumor de las olas y el olor a salitre se fueron haciendo más intensos, hasta que después de girar en una curva, se encontraron de frente con el mar. El camino conducía hasta una ensenada en la que se había construído un puerto. En la parte externa se agolpaban varias casuchas y puestos de madera y piedra, mientras que en la zona más cercana al mar había varios atracaderos junto a extensas bahías de carga. Junto a pequeñas balsas pesqueras habían tres grandes barcos atracados; uno parecía un montón de madera claveteada y apilada sin orden ni concierto, y parecía un milagro que se mantuviera a flote. Otro tenía el aspecto de una fragata de la era de la exploración, y aunque tenía porte regio y aspecto sólido, sus velas estaban raídas y la madera negra de su casco parecía algo maltratada y cubierta de percebes, algas y coral. El último era una reluciente construcción de bronce, latón y acero con dos gigantescas ruedas de palas a ambos lados del casco, y un gran cañón de arpones en la proa.

El sitio era un hervidero de actividad; criaturas de los más diversos aspectos, tamaños y colores iban ajetreadas de un lado para otro, cargando y descargando mercancias, comprando en las casetas y puestos, y patrullando la zona.

Justo donde el camino se abría hacia la ensenada, había una caseta de madera, y un goblin equipado con una lanza y lo que parecía una especie de armadura hecha de piezas metálicas sueltas montaba guardia. En cuanto se acercaron, el goblin les dio el alto.

- ¡Alto! -dijo el goblin, alzando una mano mientras con la otra sujetaba la lanza en alto. Su voz era aguda, y retumbaba en las paredes del casco metálico que le cubría la cabeza, que más que un yelmo parecía una olla a la que le hubiesen hecho unos agujeros para los ojos.

Cuando llego a la altura, se echó la mano libre al cinturon, como tratando de inspirar autoridad, aunque visto el aspecto de su armadura, y que su estatura apenas daba para llegare a Mar al cuello, no era muy convincente.

- Bien, esto es solo un procedimiento rutinario. ¿Que motivos les traen aquí?

- Escolta, nada más -respondió Natalia con sequedad. Se notaba que era algo que hacía habitualmente

Theo ocupó un asiento en una mesa apartada de los sectores más ruidosos, de cara a la puerta, y esperó la carta. Observó las caras a su alrededor, trato de sentir el distendido ambiente y disfrutando del buen rollo del lugar le vino una sonrisa a la cara.

Laura apareció diez minutos pasada la hora. Se la veía algo fatigada; seguramente habría hecho el camino desde la boca del metro hasta el restaurante corriendo

- ¡Perdón, llego tarde! Tuve un cliente a última hora y cerré algo más tarde de lo normal

No te cuesta darte cuenta de que muchas miradas se dirigen a Laura en cuanto entra en el local. Si el aspecto de su Máscara es como el que viste en el sueño, no es algo de lo que extrañarse, aunque quizás hubiese algo más.