Partida Rol por web

No es... que se estuviese hablando de algo demasiado complejo... ¿o sí? Al menos para Stella, sí que parecía serlo. Estaba intentando seguir todo, pero poco era más bien lo que entendía. Por si fuera poco, el asunto era mucho más complicado de lo que creía en un principio, siendo que realmente no era un tema aparentemente agradable para su amiga. Conocer lo de Alain cuanto menos había sido interesante, y aunque no tenía mucho que ver, le recordaba a la historia de alguien más por alguna razón.

Lo de Hogward le hubiese hecho gracia en otro momento, pero no justo en ese. Sentía que había algo de tensión en el aire, y eso no le era muy agradable. Sinceramente, hasta ese momento se estaba perdiendo de mucho. Se limitó a únicamente tomar té y escuchar, dando unas cuantas miradas a Parfait y Dante, así como a Fiorella.

Rin puso mala cara ante el reproche de Parfait, pues no era nada cierto, si que se podía decir que estar maldita le aportaba algo (en ese momento) pero la decisión de romper la maldición era sincera, no por ella precisamente... Si, por los afectados.

- es posible que sea el único motivo por el que quiera romper su maldición Parfait, no seas tan dura con ella - dijo Eses con su voz apagada. Aunque Rin prefirió no añadir nada, se sentía un poco frustrada.

Eses sabía bien que su hermana era mala pensando en cosas que podían parecer obvias, en cambio enseguida pensaba en cosas extrañas o enmarañadas. Culpa seguramente de su enseñanza, cazar a seres mágicos no requería pensamientos simples siempre tenías que pensar en segundos y terceros planes, y olvidar que a veces lo más simple es lo màs correcto. Eses era por ello quien le hacía ver esas cosas sencillas.

No se sintió aliviado al hablar de su historia, no se quitó un peso de encima. De algún modo, al volver a ponerla en palabras, todos los demonios que llevaban días atormentándolo volvieron con renovadas energías, con una intensidad devoradora. Durante un breve lapso de tiempo fue como si todo fuera demasiado, mucho más de lo que podía aguantar, tironeando de él hacia todos lados para romperlo en pedazos. Seguía sin ver a Claire desde hacía días aunque quería hablar con ella, seguía atormentado por aquel asesinato que cada vez con más frecuencia se le aparecía en sueños. La culpa, en lugar de palidecer, iba en aumento cada día.

Oyó a Rin hablar con Eses y a Parfait reprimiendo a la niña pero no escuchó realmente sus palabras mientras su cuerpo se cubría de sudor frío en un silencioso ataque de pánico, bajó la mirada para encontrarse con sus manos temblorosas, al punto de bajarlas al regazo para que nadie fuera testigo de aquello. Menos en un momento en que había cosas mucho más importantes que tratar.

Al cabo de pocos minutos el momento pasó, sus manos dejaron de temblar casi al completo, dejó de sudar profusamente y pudo volver a alzar la mirada para seguir escuchando la conversación a tres partes que tenía lugar delante de ellos y de la cual no deberían ser espectadores.

Fiorella sintiendo la agonía de Alain le puso la mano en la espalda para cosolarle. Enfrentarte a sus demonios de esa forma no debía ser fácil, y menos cuando otros lo exponían antes de que tu estuvieses preparado. Una mueca de preocupación apareció su rostro pero que fue desplazada por otra de comprensión. Le sujetó la mano un momento con timidez por debajo de la mesaantes de devolver la atención a su hermano abriendo los ojos cuando Parfait hablo sobre la replicación. 

- ¿Eso significa, que él estaba allí cuando me maldijeron? - Aquí fue cuando se quedó totalmente descolocada y miró a su hermano, sus ojos demandaban una explicación que sabía que no iba a recibir pero... tampoco hubo tiempo porque Parfait los llevó de nuevo al terreno que importaba en ese momento, la maldición.

- Sí, deje caer el brazalete por si Ezio era capaz de encontrarlo. Para que supiese que sigo viva. No pensé en el cuento de hadas, sólo fue un acto visceral después de haber compartido un rato con él, aunque él no pudiese reconocerme. Entonces... ¿Si Ezio me encuentra y el brazalete encaja se romperá la maldición? - 

Hogward bajó lentamente, paso tras paso para evitar que la cebeza le diera mas vueltas de las que ya le daban y terminar vaciando el estomago. Cuando llego al comedor, vio a todos sentados reunidos con un desconocido. Hubiera encarnado una ceja de intriga, pero en este momento no tenía ni energías ni ganas de interesarse por algo más. 

EL peliblanco fue directo a la cocina para servirse el estofado tan altamente mencionado para luego sentarse en otra mesa. No sabía que estaba pasando, pero si podía sentir la tensión en el aire que se exudaba de la conversación. No queriendo involucrarse, el chico solo comió en silencio mientras los demás terminaban de hablar. Tal vez lo dejarían en paz unos momentos luego de terminar el estofado.

La conversación iba y venía, dando la sensación de que Réamann no estaba prestando atención. ¿Y cómo no? La resaca parecía ser muy fuerte en él con su mirada cansada y ojeras algo marcadas a pesar de que había dormido bastante, aunando una cara que parecía indicar que no quería estar ahí, pero claro, cualquier observador sabría que sí estaba escuchando, pues cada mención de algún nombre o comentario sus ojos posaban rápidamente en aquél o aquella que fuese el centro de las palabras de Parfatir y los demás. Además, simplemente se limitó a asentir cuando Parfait aclaró su situación y de ahí en fuera ya no volvió a hablar, respetando que el tema era de Fiorella y de nadie más. Eso sí, miró a Alain como si se percatase de cómo le afectó contar su maldición y asintió levemente, pues... para cualquiera que hubiese averiguado un poco más, Réamann no había contado lo suyo a pesar de que era uno de los más antiguos miembros de The Marchen hasta hace poco. ¿Tenía empatía?

Cuando Dante se iba a ir, el peliblanco tuvo un pequeño impulso de levantarse que se vio interrumpido por el hada y el joven se limitó a estirarse un poco. Capaz y esa era su propósito original y no detener al pelirrojo, no se sabría. Pero había esperanzas para la joven de ojos rojos... si él ya estaba a un paso de liberar el suyo, eso le permitía creer que en los demás igual.

Annice era dulce y recatada, pero sí que era insistente. Apenas Hogward bajó, se aseguró que comiera su estofado, incluso le llevó algo de té para que lo bebiera. De seguro ayudaría a su estómago para no terminar botando todo lo que pudiera comer. Aunque no solamente le dio uno de esos a Hogward, sino que pasó por el otro peliblanco, también por Stella, Fiorella y Alain, mas a Rin le entregó una espumosa taza de chocolate con malvaviscos. El aroma de este resultaba relajante y agradable. Tal vez lo hacía porque podía sentir el malestar de algunos y el ambiente.

Al llegar con Alain, echó dos o tres gotas en el té, haciéndolo ligeramente diferente, pero para que pudiera ayudar a calmar sus nervios. Esta vez fue cuidadosa con la dosis. Cuando Eses habló, la conversación tomó curso otra vez.

Parfait miró a Rin y a Eses y negó con la cabeza - Pues debería pensar en más motivos. Es importante aprender a vivir y enfrentar nuestros errores - y tras esto, decidió volver a enfocar su atención en Alain. Lo miró preocupada y le dijo - Lo lamento. Solo quería que nos compartieras lo que aprendimos junto a ti. Pero agradezco tu esfuerzo - y con ello, volvió su atención a Fiorella. Al escucharla hablar, asintió. Dante, por otra parte, chasqueó la lengua con fastidio por segunda vez y apretó los puños con fuerza. En su mirada había una sombra diferente al enojo, pero era difícil saberlo con el joven mirando hacia un lado constantemente.

- Así es. Si él logra ponerte el brazalete y comprende que eres tú, tal vez podrá reconocerte. Es lo más fiel al cuento de hadas que podemos tener y con eso, se rompería la maldición. Al menos en teoría, pero debemos intentarlo. Es la mejor apuesta que tenemos por el momento - y luego se gira hacia Stella -. Pero eso no es todo. Hay rumores que alguien ha encontrado una ortiga con propiedades especiales en una ciudad que queda a dos días de aquí. Viene de fuentes confiables esta vez - y como si dejara que alguien más completara el mensaje, calló allí. Dante seguía sin mirar a su hermana y aún lucía esa extraña sombra en sus ojos. 

Stella se limitó a dar pequeños sorbos a su té, oculta tras la taza mientras sus ojos bailaban de un lado a otro entre los involucrados en aquella conversación. Pese a no entender lo que a ella se le hacía más complejo, sí que podía comprender que había una posibilidad de que su amiga rompiese la maldición, así como también podía percibir que, a pesar de la noticia, la tensión en el ambiente entorno a Fiorella y su hermano era casi palpable. Del mismo modo, también lo era la molestia de Rin con Parfait. Stella pensó en que tal vez debería hablar con ella luego. De cierta manera, la pequeña le recordaba a sí misma. Sin embargo, eso no fue lo único que pudo percibir, sino también cómo Alain se había alterado. Por un momento estuvo por dejar la taza en la mesa y decirle algo, pero vio que Fiorella le puso una mano en la espalda al chico. No pudo menos que sonreír un poco, volver a tomar la taza y ocultarse tras esta, casi agradeciéndole a Annice por la taza de té, pero logrando detenerse a tiempo. La resaca la había dejado con la guardia baja.

Una vez más, reanudada la conversación, Stella comprendió lo fundamental: había una gran posibilidad de que Fiorella rompiese su maldición, cosa que le alegraba en demasía. Mucho más después de saber cuál era. Sin embargo, no se esperaba lo que vendría después. Aún oculta tras su taza, miró con cierto recelo a Dante cuando este clavó la mirada en ella. No obstante, no preparada para la información que vendría luego, la mirada de Stella pasó a ser una de sorpresa y terminó ahogándose con el té. Con premura, puso la taza de té sobre la mesa y se llevó una mano a la boca, tosiendo. Cuando recuperó la compostura, cosa que fue algo realmente breve, aún con sorpresa, se quedó mirando a Dante, y luego a Parfait... y luego a Réamann. ¿Acaso sería...? No, no podía. Tomando una servilleta para limpiarse la boca, Stella decidió seguir guardando silencio, ahora muy nerviosa de repente.

La mano de Fiorella en su espalda hizo que diera un respingo en lo que él creía que era su mayor acto de discreción, inconsciente de que todos o casi todos había percibido aquel momento de debilidad. A pesar de ello, agradeció en silencio el apoyo de Fiorella dándole a su vez un suave apretón en la mano en el que, esperaba, ella apreciara su intento de darle ánimos. Sabía que aquello era mucho que afrontar y la situación no era la idónea para hacerlo.

Miró cómo Annice le servía el té y le echaba gotas, lo cuál le distrajo un momento. No pensaba tomarse aquello. Ya lo había tumbado una vez, dejándolo fuera de combate. No volvería a suceder. Y, de todos modos, Alain no quería ese tipo de auxilio, le parecía un salvavidas en un momento crítico pero no la mejor forma de afrontar su situación.

En su lugar, miró a Parfait y se encogió ligeramente de hombros con un gesto que pretendía mostrar indiferencia, en parte con la intención de que dejaran de llamar la atención sobre su estado y en parte porque la situación no debía versar sobre él.

Sin embargo, algunos cabos que ató lo dejaron aturdido.

- Ezio...¿el espadachín de la plaza? - esperó un momento en silencio antes de decir -. ¿Le dejaste el brazalete por si recordaba?

Abrió la boca de nuevo para seguir preguntando lo que en realidad quería saber pero no era el lugar. Pero la palabra "príncipe" seguía rondando en su cabeza.

Rin entendía más o menos de su maldición, pero los cuentos que a ella le contaban estaban deliberadamente modificados para que está viera a todo ser mágico como a presas o malvados sin remedio. Era a través de su hermano que comenzaba a escuchar algunas noches algunas de las historias originales.

Intuía más que sabía cuál era su forma de rompe protocolo la maldición, pero... No recordaba haber ayudado a ninguna entidad mágica más allá de lo normal. Aceptar o ser aceptada por aquel círculo debería ayudar si su historia era la que ella venía entendiendo... Pero sentirse algo perdida era inevitable, pues el contraste de las historias que conocía y las reales eran muy diferentes.

Algo había en la mirada de Fiorella que buscaba inquisitiva a su hermano mientras él la evitaba. ¿Por qué hacía esas cosas? Dante siempre había sido un quebradero de cabeza y ahora parecía que iba a repetir el esquema de siempre. Obviamente omitió su pregunta y eso le hizo fruncir el ceño pero desvió su atención hacia Alain.

- Así es, Ezio es nuestro hermano. El mayor de los Van Hauber y el cabeza de familia. Fue él quién me enseñó a luchar con espada y a bailar ya que nuestros padres murieron cuando yo era muy pequeña. El no me reconoció pero yo a él sí. Por eso tras haber estado aquella fiesta con él deje caer el brazalete para darle una pista de que seguía viva. No pensé que fuese a ser tan importante. - Suspiró con tristeza.

Otra pregunta pasó por su mente mientras cavilaba con los ojos clavados en Dante - Parfait, ¿Si se rompe la maldición principal, la maldición secundaria se rompe también, o cada uno debe lidiar con la suya? - Tras eso devolvió su atención al tema principal. - Entonces, ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Tengo que ir con Dante a ver a Ezio? - 

Hogward dejo de comer cuando escucho sobre la ruptura de la maldición de Fiorella. Se sorprendió al principio de que fuera tan fácil, luego se sintió celos y envidia. Sabía que no podía ser tan fácil y que no había escuchado toda la historia, pero eso no quitaba los sentimientos que empezaban a aflorar. Esto mas la resaca del día de ayer no hizo más que ponerlo de malhumor, mas de lo que estaba. -¿Por que tenía que ser tan fácil para algunos?- Entendía por completo que esa pregunta que surgió en su mente estaba totalmente fuera de lugar, pero esta no hacía mas que repetirse entre quejas y auto-lamentos.

No queriendo escuchar mas, intento concentrarse en su estofado. Sentía que si seguía escuchando empezaría a despotricar. Necesitaba calmarse un poco, tal vez después de que se le pasara la resaca tendría la cabeza mas despejada. Por lo que quería poder dormir lo antes posible, antes de explotar y hacer algo que lamentaría despues.

El hada, a pesar del gesto despreocupado de Alain, seguía mirándolo con preocupación, pero prefirió no hacer nada. Era su decisión, después de todo. Luego, posó su mirada en Rin al verla guardar silencio y negó con la cabeza sin decir nada más. No le dijo nada, pero tampoco se veía del todo contenta con su actitud, aunque tal vez solo las dos sabrían por qué.

Las preguntas surgían y apenas Alain habló sobre el espadachín de la plaza, Parfait asintió con una sonrisa. Después de eso, se giró hacia Fiorella - No es solo que sea importante, es que seguiste la historia del cuento de hadas. Cuando se hace eso, el cuento de hadas se hace real. Cenicienta fue descubierta por su príncipe gracias a la zapatilla de cristal que dejó atrás. Tú "perdiste" tu zapatilla de cristal y el príncipe la encontró. Sé que recuerdas la condición para que fuera rota tu maldición, pero toda maldición se acoge a la historia del cuento. Si el príncipe le pone la zapatilla a Cenicienta, sabrá que es ella y vivirán felices para siempre. Ese es tu cuento de hadas. Si tuvieras a tu propio príncipe azul, sería más sencillo, pero Ezio te ama de otra manera, así que será igual. El amor va más allá de lo que dicen las historias románticas, y por eso es que pocos son los malditos que logran liberarse. Hay muchas formas de ver las maldiciones - y aunque parecía estar hablando exclusivamente de Fiorella, los miró a todos. Tal vez era una lección.

Aunque Fiorella seguía mirando a Dante, este seguía evitando su mirada y mostrándose fuertemente inmerso en sus propios pensamientos. Era como si realmente no estuviera allí.

- No, el príncipe debe encontrar a Cenicienta. No puedes ir tú a él. Y aquí es donde se complica todo. Debemos lograrlo, pero la maldición está jugando a nuestro favor en algo, y es que Ezio ya te está buscando - sonrió y luego miró a Dante -. Pero ahora le corresponde a Dante explicarte su idea. ¿Por qué no pasan a la sala? Aunque hay cosas que debíamos discutir con todos, hay muchas otras que es mejor hablarlas en privado - y le dio un golpecito a Dante en un hombro. Este entendió qué pasaría y suspiró fastidiado.

- Bien. Qué molestia... - y empezó a caminar a la sala de estar, sin siquiera esperar si Fiorella vendría con él o no quería hablar.

Esperó la decisión de Fiorella, pero era fácil ver que la incitaba a ir con entusiasmo. Era un hada obstinada, sin duda. Además, parecía haber pasado a propósito de la última pregunta de la chica implicada. Después se giró a Stella otra vez al ver su estupefacción. En verdad esperaba que dijera algo, pero no lo hizo. ¿Por qué? Eso solo lo sabría ella misma. Asintió cuando la miró a la cara y agregó - Es muy posible que no sea una leyenda después de todo -.

Ezio... Oh, Ezio. Ese nombre le sonaba. ¿Entonces era el hermano de Fiorella? ¡...! Eso quería decir que... Claro, ahora tenía sentido. Miró a su amiga sin poder ocultar un poco de su sorpresa, mientras ponía la servilleta sobre su regazo y volvía a tomar la taza de té. Vaya que Fiorella de verdad había hecho algo muy inteligente. Definitivamente era una chica que estaba a otro nivel, y había estado conviviendo con ella todos esos días...

Mientras Parfait explicaba a Fiorella lo que tenía que ver con su maldición, a Stella le vino a la cabeza una charla que había tenido con alguien unos días atrás. Recordar esa cosa la enfadó un poco de nuevo, pero había algo que le empezaba a hacer eco en la cabeza. Lo que decía Parfait encajaba mucho con lo que le había dicho la otra persona, cosa que le molestaba... sobre todo por cómo la otra persona se lo había dicho.

Mientras estaba inmersa en sus pensamientos, que Parfait se dirigiese a ella le hizo mirarla con algo de duda.

—Pero... después de todo es imposible, ¿no? No vale la pena que me haga falsas ilusiones —de repente, sintió que ya no quería estar allí. Puso la taza de té casi vacía sobre la mesa y se levantó, únicamente para tomar la taza de nuevo así como su plato de estofado sin acabar—. Iré arreglando las cosas —con algo de premura, se dirigió a la cocina.

Hermano. Se preguntó por qué aquello le producía una ligera sensación de alivio, aunque no tardó demasiado en diluirse y caer en el olvido ante el peso de todo lo demás y la conversación en clave entre Stella y Parfait. Además, resultó que la maldición que pesaba sobre Fiorela la del cuento de hadas de Cenicienta. En el cuál, por lo visto, el príncipe debía retornar un objeto a la princesa. El brazalete. Y Ezio como el hermano mayor debía encontrarla.

Abrió la boca para decir algo más pero la cerró al darse cuenta de que la conversación iba a desplazarse a otra parte y la reunión pronto empezaría a disgregarse. Se quedó mirando la espalda de la joven mientras el grupo se marchaba antes de ponerse él también en pie, decidido a buscar a Karma antes de ir al pueblo a hacer sus tareas.

Hacía demasiado tiempo que tenía una conversación pendiente con él y en ese punto se le sumaban otras dudas y preguntas que habían ido surgiendo.

Rin seguía el hilo de cerca, y escucharía cuanto pudiera, ciertamente le faltaba algo de tacto y le costaranpensar las cosas, pero para eso estaba "su candelabro", su hermano era quien le ayudaría a entender lo incomprensible, pues donar a una bestia nunca es sencillo.

Era una situación conflictiva para Fiorella que se encontraba dependiendo de un hermano que ni siquiera le miraba a la cara. ¿Cómo iba a negociar con él? Parfait los animaba a hablar en privado pero ella no confiaba en que fuese a salir bien. Quería torpedearle a preguntas y el parecía que iba a ignorarla. Se mantuvo unos segundos indecisas sentada sobre la mesa y tras eso se levantó, si su hermano tenía un plan, tenía que hablar con el, por muy problemático que fuese. 

Se puso en pie y miró a sus amigos. - Bueno, veremos que plan tiene. - Les dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de dar unas cuantas zancadas hacia la salita mientras cogía por el camino una tetera para preparar algo de beber. 

Una vez estuvo a solas con su hermano lo primero que hizo fue cerrar la puerta para gozar de algo de privacidad. Tras eso puso la tetera al fuego para preparar algo de beber mientras miraba a Dante en silencio. Era tan difícil siempre tratar con él, parece que eso no cambiaría nunca, ni siquiera con una maldición.

- ¿Vas a responder a mis preguntas o simplemente a contarme tu plan? - Fue lo que le salió preguntarle, quizá debería intentar un acercamiento más amable, pero no le salía, no cuando era él quien había empezado a llamarla niñata. ¿Por qué las cosas tenían que ser siempre tan difíciles entre ellos? 

Todos parecían dispuestos a dispersarse y mientras Stella se marchaba, Parfait la miró preocupada. Le pidió a Annice que se quedara con Hogward vigilando que comiera y luego miró a Rin - ¿Vendrías conmigo? Hay algo que debes saber de todo esto - mientras seguía a la fugitiva Stella.

Por su parte, Alain fue a buscar a Karma, pero hablando de eso... ¿Dónde estaba? No se le había visto por ahí. Por lo que había escuchado, la forma más segura de toparse con Karma era en el bosque. Al parecer, estaba haciendo guardia. El pelo negro emprendió camino, dejando a Fiorella atrás.

Réamann no se encontraba muy bien, y es que su resaca tenía un peso mayor en su cuerpo, por lo que tuvo que quedarse allí. El gesto tranquilizador de Parfait le indicó que ella se encargaría de todo, que podía descansar. Eso fue algo que agradeció. Solo esperaba poder compensarlo después. 

Tras esperar a la pequeña Rin, Parfait fue con Stella a la cocina. Como le había pedido, la pequeña la acompañó, aunque aún sin enterarse. 

- Stella... Sé que es difícil de creer, pero no podemos permitir que una oportunidad como esta pase. ¿Crees que te lo diría si creyera que fue falso? - suspiró mientras la miraba -. Y a pesar de todo, siento que algo más te molesta. Llevas aquí suficiente como para notarte extraña - y se giró hacia Rin.

- Rin irá contigo. Partirán mañana. Eso si aún quieres ir. Pero te aseguro que es tu mejor compañía. Tal vez te mande con Hogward es un chico extraño, pero es de ayuda cuando se lo propone. No hay nadie que conozca esas tierras mejor que los gemelos. Después de todo, es su lugar natal - y miró a Rin otra vez -. Hay circunstancias de tu escape que llevaron a la creación de una ortiga especial. Es la mejor hipótesis que tengo -.