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Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

―No me voy a enfermar..., tonto ―fue lo que dijo bien bajito antes de que el chico entrase a la tienda. Realmente había sido algo rápido, porque a los pocos minutos ya estaba saliendo con las especias que de la lista. Para ese entonces Stella ya no necesitaba el pañuelo, aunque su nariz estaba un poco irritada. Cuando Réamann llegó a su lado la consiguió dedicando miradas hostiles a todos aquellos que la miraban. Eso le quitaba bastante feminidad.

Siguió a Réamann a por las frutas sin rechistar. Caminaba a un lado de él con la misma mirada hostil y, aún cuando empezó a escoger frutas, tenía esa mirada en su rostro. Si las frutas que Stella estaba escogiendo tuviesen sentimientos, probablemente más de una hubiese salido corriendo mientras lloraba.

Cuando terminó de escoger lo requerido hizo una seña con la cabeza a Réamann, indicándole que ya había terminado. Se acercó al chico y se quedó sosteniendo la cesta con las cosas. Mantuvo su fría mirada clavada en el suelo, esperando que Réamann pagase para irse del lugar. Allí había mucha más gente y eso no le gustaba demasiado.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Vaya dupla que hacía las compras: él, poco elocuente y vacío en sus palabras; ella rebosando de frialdad en su mirada. Si eran objeto de miradas debía ser de curiosidad porque cómo era posible que esos dos estuviesen así nada más. Cualquiera podría pensar que eran perfectos desconocidos de no ser porque caminaban en la misma dirección y miraban la misma lista a veces.

El tiempo transcurría mientras caminaban a la segunda plaza para comprar el pan y con ello terminar sus obligaciones. Cada vez que se topaban con un guardia o cualquiera de la milicia, el peliblanco  jamás los siguió con la mirada para ignorarlos por completo; además, eso mismo hacía ante algunos edificios específicos y con otras personas. Sin embargo, antes de pasar a buscar algún sitio para comprar las hogazas de pan, el joven entró a una licorería y hasta donde se sabía, no se encargó alcohol pata The Marchen. Sin embargo, salió tan rápido que hasta parecía que no había adquirido nada en ese sitio.

De ahí entraron a una panadería y seleccionaron el pan más fresco y del día para que éste perdurase según las necesidades de la taberna, Réamann pagó todo e incluyó una ración extra de pan de anís. Cuando salieron del local partió ese extra a la mitad y le tendió a Stella dicho pedazo.

-Busquemos una banca para descansar-señaló con su voz vacía. A diferencia de sus demás intervenciones, las cuales aunque carecían de emoción sí tenían un sentido de atención a Stella, esta vez se escuchó como cuando la saludó el primer día-. ¿Quieres ir a otra parte antes de regresar?

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

A Stella poco le importó que los miraran raro. Le daba igual; después de todo hacía un buen día. Lo que su mirada reflejaba quizá no era todo lo que sentía, porque, por momentos, cuando miraba la lista junto a Réamann, parecía divertirse un poco... aunque solo un poco.

Le dio curiosidad verlo entrar en la licorería y, más aún, verlo comprar cosas que no estaban en la lista. Se preguntó si Parfait podía molestarse algo así... ¿Parfait podía molestarse, en primer lugar? Era un hada de lo más maja. Stella era su admiradora en secreto. 

Después de terminar las compras, la mirada de Stella, sin bien se había vuelto menos fría, seguía dando algo de miedo. Tomó el pedazo de pan que Réamann le ofrecía con delicadeza y se preguntó si lo que estaban haciendo estaba bien. No ganaban dinero en la taberna, pero tampoco creía que Réamann se estuviese tomando el dinero que les había dejado Parfait para las compras. ¿De dónde lo había sacado?

―Eso estará bien. Mis pies duelen ―mientras buscaban un banco para sentarse, con su mano libre Stella se llevó el pan a la boca, dándole un gran mordisco. Toda la delicadeza se había esfumado allí. ¿Qué había pasado con la Stella que comía frutas con tanta elegancia?―. Yo no. Pero sí tú quieres ir a algún sitio te acompañaré ―le respondió mirándole de reojo. Había notado cierta actitud del chico ante estímulos específicos. Eso le daba curiosidad, pero no era nadie para preguntar el por qué de aquello.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Al encontrar un banco en el que pudiesen sentarse, Réamann esperó a que su acompañante se sentara primero y luego lo haría él, suspirando mientras dejaba los víveres a un lado para estirarse un poco y permitirse respirar para relajarse. Aunque las compras no lo habían cansado ni el cargar las cosas, parecía que hacía eso para prevenirse o solo era un pretexto para sentarse. Negó levemente al querer ir a otra parte y contestó sin verla.

-Solo descansamos y nos vamos-dio la sensación de que diría algo más, pero no fue así. Dio un mordisco al pedazo de pan y lo  masticó mirando al cielo, sin detenerse siquiera en las personas que caminaban al frente de ellos ni por las voces de los niños alegres que querían ir al espectáculo de Waltz-. De regreso pasemos a ver al show y saludarlo, nos queda de camino-no vio necesidad de indicar a quién se refería, pues parecía esperar que Stella entendiese de quién hablaba. Dio otro bocado, masticando lento para no generar una sed temprana-. Si no quieres verte rodeada de más extraños puedes decirlo.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Después de sentarse, Stella puso la cesta a un lado de ella, dejó por un momento el pan encima y estiró sus brazos hacia arriba. Dejó escapar un suspiro de alivio y volvió a tomar el pan, mirando a Réamann de reojo. Ella no venía cargando tanto peso como él y eso le preocupaba un poco. Aunque a simple vista no parecía cansado, a Stella solo le bastó recordar lo que había pasado el día de su llegada para preocuparse.

―Está bien ―respondió Stella, también sin mirarlo. Su expresión se había suavizado y ahora solo tenía la mirada fija en el pan―. No estaría mal, me gustaría ver su show ―sí que había entendido sobre quién se refería el peliblanco. Se llevó el pan a la boca y esta vez le dio un mordisco normal. Masticó con calma y apenas volteó a ver a Réamann cuando dio en la tecla indicada―. No es que no quiera, es que no puedo ―llevó sus manos con el pan agarrado a su regazo y volvió a mirarlo―. Es por su bien.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

El adquirir todos los elementos de la lista les había tardado dos horas aproximadamente, así que podrían tomarse un descanso. Angielle no era un pueblo tan grande, así que recorrerlo no era una tarea tan difícil. Con el descanso, unos treinta minutos más, así que aún había tiempo que aprovechar. Mientras tanto, la gente seguía aglomerándose para ver el show de Waltz, quien sonreía con entusiasmo mientras contaba la historia de un niño valiente que había ayudado a derrotar a una malvada bruja. Había partes que los chicos repetían junto a él, casi como si ya conocieran la historia de memoria. Llegada al final de la historia en el clásico "Y vivieron felices para siempre", dio una palmada y pétalos de flores caían del cielo sobre los pequeños, quienes daban vueltas para intentar alcanzarlos. Corrían en círculos emocionados, como si siempre hubieran esperado aquello.

A pesar de ser muy joven, Waltz parecía tener gran talento para contar historias y su oratoria era exquisita. Al terminar el show, muchos niños aún recogían pétalos mientras los adultos se disparsaban y al verlos, Waltz se acercó a ustedes con una enorme sonrisa.

- Hola, Réamann. Stella. Qué gusto verlos. ¿Vieron el show? - sonreía emocionado.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

En lo que caminaban para llegar a Waltz, Réamann guardó silencio haciendo lo mismo desde que habían llegado: evitando miradas e ignorando deliberadamente otras cosas, aunado a su típico silencio que no veía que le incomodase o le agradara, solo era ausencia de sonido y voz de su parte y ya, como si así hubiese sido toda su vida. Cuando llegaron al show miró a su compañero contar la historia y entonces dejó de moverse, parpadeando un par de veces nada más. 

No aplaudió cuando los demás lo hicieron, pues ambos brazos estaban ocupados por los víveres que llevaba. Cuando el ojirojizo llegó a ellos, lo saludó con un movimiento de cabeza agitando levente su cabello blanco.

-Sí, llegamos al inicio-contestó al chico sin emocionarse por el espectáculo, pero sí lo vio sin perder ningún detalle-. Tu público es muy ruidoso-eso era... ¿un halago? -. Se ve que lo pasaste bien. 

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Stella, tal como Réamann, tampoco habló de camino al show de Waltz. No tenía nada qué decir. Pero así estaba bien, se sentía feliz después de todo. Había conseguido hablar mucho con Réamann esa vez; al conocerlo pensó que era un grosero muy odioso, pero el día que lo compensó con un festín y el presente que estaba viviendo, le cambiaron por completo la imagen que tenía sobre el peliblanco.

Al llegar al Show disfrutó tanto como los niños pequeños a los que Waltz contaba la historia. Mostró sorpresa, tensión y alegría, por fin, cuando llegó el "Y vivieron felices para siempre". Stella sonrió mientras juntaba sus manos y aplaudía con ganas; en verdad había disfrutado de la historia. No se había permitido en dejar fluir sus emociones durante todo el día, pero con el show de Waltz habían estallado.

―Fue muy bueno ―dijo Stella, aún emocionada. Recalcó sus partes favoritas a Waltz y se tranquilizó luego de ruborizarse un poco, dándose cuenta de cómo estaba actuando―. Eres genial haciendo esto.

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Waltz sonrió más ampliamente al ver la reacción de Stella - Me alegra que lo hayas disfrutado. Por cierto, te ves linda cuando sonríes - y luego se giró hacia Réamann.

- Sí, bueno, son niños. Pero sus reacciones hacen que me esfuerce más en mis shows y que le ponga más empeño a mis marionetas. Al fin y al cabo, hago esto por ellos - se giró hacia donde estaban con orgullo y luego miró las bolsas que llevaban.

- Así que de nuevo Parfait te envió a comprar cosas. Afortunadamente pueden cargarlas juntos. Karma me hace cargar todos los paquetes solo - miraba con algo de enojo a un lado.

- ¿Cómo se han sentido en The Marchen? Creo que no había podido preguntarles eso desde que llegaron - Waltz siempre se comporta sociable y cercano con todos los que viven en la taberna, así que su actuar no es tan sorpresivo.

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Réamann guardó silencio en lo que Waltz y Stella conversaban, mirando de reojo una que otra vez como si quisiera eludir atenciones aunque eso era lo único que su mirada indicaba, pues su porte era el mismo de siempre. Atendió al ojirojizo asintiendo cerrando los ojos un momento.

-Es bueno que sean ruidosos, se trata de una buena señal-contestó mirándole de nuevo-. Karma quiere que seas fuerte, por eso lo hace.

Esa fue su respuesta acerca de por qué la pelirroja hacía que cargase las cosas en vez de que fuera distribuido. No se sabía si lo decía en serio, bromeando o en sarcasmo. Era complicado saber las intenciones de Réamann y lo que podía sentir o interpretar si no era cuando tenía mucho dolor debido a su maldición.

-Es un buen lugar-expresó para luego mirar a Stella, tronó su cuello haciéndolo a un lado y luego vio a Waltz-. Te da un propósito, con eso es suficiente.

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Stella se puso roja ante el halago de Waltz, apartando la mirada hacia los niños. Se volvió a mirarlo en breves, pero estaba un poco avergonzada, la había agarrado fuera de base.

Ver a Réamann hablando con Waltz hizo que Stella prestase bastante atención. En verdad era muy diferente a lo que ella creía. No se dio cuenta de que se le había quedado a Réamann de reojo. Había escuchado la pregunta de Waltz, pero ni siquiera haciéndolo salía de su ensimismamiento. No reaccionó sino hasta que Réamann la miró a ella, cosa que hizo que se ruborizase una vez más, mirando rápidamente a Waltz.

―Ustedes son agradables. Siento que ahí... puedo ser yo misma.

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Waltz asintió complacido ante las palabras de Réamann - Es cierto. Un artista vive de los aplausos de su público - aunque sonrió incómodo ante el comentario de Karma.

- Creo que le das demasiado crédito - rió.

Los miró expectantes ante sus respuestas y sonrió complacido. La verdad es que era raro verle enojado por alguna razón.

- Comprendo lo que sienten. Cuando me maldijeron, perdí algo muy preciado para mí y gracias a Parfait, encontré una familia - miró alternativamente a ambos y luego a los pocos niños que aún quedaban -. Me dio la posibilidad de sentirme acompañado en esa terrible situación y no perder la esperanza de recuperar aquello - se volvió a girar hacia ustedes.

- Y bueno, creo que va siendo hora de que regrese. ¿Tienen algo más por hacer en el pueblo o solo disfrutan de la compañía? - su comentario iba hacia el hecho de verlos juntos, obviamente.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Réamann atendía a las palabras de Waltz hasta que habló de la esperanza de recuperar lo que había perdido. Sutilmente había desviado la mirada y por unos breves momentos dio la sensación de que una pared lo rodeó separándolo del chiquillo y de Stella, junto a un vacío en su mirada que pareció acomodarse de manera natural en su porte. Sin embargo, tales sensaciones se desvanecieron en poquísimos segundos y era como si nunca se hubiese mostrado así, sino que era el mismo peliblanco de siempre.

-Estábamos volviendo y tu show quedaba de paso-señaló el joven respirando en silencio mientras acomodaba los víveres que llevaba cargando-. Una buena compañía siempre es bienvenida-miró a Stella ladeando un poco su cabeza y la miró bastante sonrojada- ¿Necesitas descansar? 

De fondo se podían escuchar a las personas andar y a algunos niños que continuaban por ahí, pero Réamann no les prestaba atención por estar observando a su compañera.. o al menos posar sus ojos sin brillo en ella.

Recuperar aquello... Aquello era algo distinto para cada quien y cada uno estaba allí porque tenía la esperanza de recuperarlo. Por eso se comprendían y podían convivir. Solo ellos podían entender el peso de estar maldito y, entre ellos, aligerarlo. Sí, ella también debía agradecer a Parfait. A pesar de no llevar mucho en The Marchen... se había sentido como hacía mucho tiempo no lo hacía. Eso la hizo sonreír un poco.

Iba a responder a Waltz, pero Réamann una vez más fue quien lo hizo primero. Cuando miró a Stella esta, aún sonrojada, no pudo evitar reír un poco. Se llevó una mano a la boca para intentar ocultar un poco esa risa ―No, ya he descansado demasiado ―dijo, llevando la mano detrás de su espalda aún riendo un poco―. Quizá también deberíamos volver, ¿te parece? ―dijo mirando también a Réamann con una sonrisa.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Réamann observó a Stella por unos segundos como si quisiera ver por su propia cuenta que sí se encontraba bien o a lo mejor su mente se encontraba en otra parte; pero parpadeó y asintió para luego centrarse en Waltz. 

-¿Vamos? -invitó al resto para irse ladeando un poco su cuerpo para comenzar a caminar, luego vio a su compañera-. ​​​​​Si te sientes mal avísanos, Stella. O tú, Waltz. 

Y en cuanto todos estuvieran listos se irían de ahí para volver a The Marchen.

Una semana después de la llegada de Stella. En el pueblo

Waltz asintió sin perder su sonrisa - Seguro, creo que ya es momento de volver - y siguió caminando con los dos en dirección a The Marchen.

El clima era fresco, pues el invierno aún no llegaba, aunque no tardaba tanto en hacerlo. Las calles seguían llenas de gente vendiendo y visitando las diferentes tiendas mientras otros parecían terminar sus labores e irse. En The Marchen, el lugar estaba lleno de gente, lo cual era una constante por esos días. ¿Seguiría la maldición expandiéndose a tal velocidad?

Con esa pregunta en mente y con la tranquilidad del nuevo día, volvieron a descansar y disfrutar de la paz que tal vez solo allí podrían encontrar.

Llegada de Rin a The Marchen. Habitación de Rin

UN NUEVO... ¿HOGAR?

Mientras le hablaba la primera chica, le sorprendía un poco ver que no era de piedra y solo cuando la según explicó que allí su poder no les afectaba. Una sonrisa algo fingida y asustada se dibujó en su cara. A saber lo que había contado su hermano, con lo vago que era ni siquiera mentía por pereza.

Habíamos capturado a algunos eenlos suyos, estaba claro que les iban a torturar... ¡Incluso alomejor ya estaba envenenada! Tan pronto como cerraron la puerta miró la ventana dispuesta a escapar - vámonos antes de que nos maten...

- debes descansar... - su voz era tenue, de hecho ya solía hablar flojo, pero con la maldición aún más.

- ¿Estás loco? A mi me despellejar y a ti te utilizarán para girar la basura o algo así - intentó levantarse para escapar pero su hermano se realizó en su cuello y de ahí a la pata de la cama - he dicho que desvanecer - hablar realizado no debía ser fácil.

- lo que a ti te pasa es que te has enggghhhcaprichado de algghhuna aggghh - el forcejeo pintaba a favor del hermano mayor...

- si la ver... ¿¡!? ¡Claro que no! Por quien me tomas? Solo que son buena gente... - incluso intentandoalzar la voz, está era débil.

- aggghh maldito, si te puedes mover porque no caminas tu mismo aggghh a... Salti..tos o al...go aggghh

- maldito si, pero caminar cansa...

- aggghh va...le... Me fin...do~... Nadie llegaría a adivinar que ese día Rin hubiera desperdiciado su única oportunidad de romper la maldición, seguramente, los hermanos incluso gatos que prefieren no moverse, sacan fuerzas cuando se trata de luchar contra su hermana.

Nunca sabrá nadie, sí solo lo hizo para ayudar a Rin o si de verdad se había encaprichado "de alguna".

Fiesta de bienvenida, después del incidente de Annice. Habitación de Stella.

Debido a lo lento que había subido las escaleras, lo que habría tomado solo un minuto o menos, a Réamann le llevó más tiempo de lo que hubiese sido normal. Incluso cuando ya estaba en el segundo piso, el peliblanco se tomó unos segundos para respirar hondo un par de veces y caminar en búsqueda de la habitación de Stella, al cual nunca había ido pero conocía su ubicación por la convivencia de dos meses que había tenido con ella.

Cuando dio con la puerta, tocó con suavidad utilizando uno de sus dedos flexionados esperando ser recibido por la chica. Luego, parpadeó un poco y habló en un tono de voz bajo.

-Stella-llamó sin identificarse, suponiendo que con eso era suficiente. Su voz se escuchaba algo apagada, pero no era algo que fuese preocupante... ¿O sí?

Fiesta de bienvenida, después del incidente de Annice. Habitación de Stella.

La habitación de Stella era idéntica a todas las demás, apenas podía identificarse que era la de ella por los vestidos que tenía colgados en el guardarropa y sus dos pares de zapatos favoritos bajo la cama. Además de ello Stella no había hecho más por personalizar su pieza.

Cuando el tocó la puerta Stella estaba acostada boca abajo, con la cabeza hundida en la cama. Ya se había quitado el calzado, dejándose únicamente el manchado vestido. Su cabello negro estaba disperso por las sábanas de la cama. El silencio reinaba en la habitación, así como la carencia de la luz de alguna lámpara; siendo únicamente iluminada por la débil luz nocturna que penetraba por la ventana abierta. Las cortinas bailaban suavemente, tal como lo hizo el cabello de Stella al escuchar aquella inconfundible voz tan característica que conocía ya.

Levantó la parte superior de su cuerpo apoyando ambas manos sobre el colchón y giró un poco su cuerpo, topándose su mirada con la puerta cerrada. Se pasó con rapidez una mano por la cara y se apresuró a sentarse en la orilla de esta. 

―Un... momento ―Stella se apresuró a enjugarse el rostro con la falda de su vestido y, cuando hubo soltado un profundo suspiro, volvió a hablar, con un tono de voz bastante frío―. ¿Se te ofrece algo, Réamann? Si es así, puedes pasar.

Fiesta de bienvenida, después del incidente de Annice. Habitación de Stella.

Pasaron unos segundos de silencio al otro lado de la puerta donde Réamann debía estar. Tal vez ya se había ido al escuchar aquella voz fría porque no se le ofrecía nada, alguien más debió llamarle o el hecho de subir las escaleras le había agotado lo suficiente como para no lograr mantenerse en pie...

... Pero no. Se vio que la perilla giró y poco a poco se abría para dar paso a la figura alta del peliblanco. El joven no observó la habitación como tal, solo depositó sus ojos en  Stella y luego al suelo. Miró de un lado a otro y cuando dio unos pasos al frente, cerró mientras se recargaba en una pared.

-Dame solo unos minutos-y, sin venir a cuento, se sentó cruzándose las piernas y recargando todo su peso en el muro, incluyendo su cabeza para centrar su vista al techo. Suspiró profundamente, pareciendo que se dormiría de un momento a otro-. Solo se me ofrecía una cosa-bajó su vista para ver a la pelinegra sin notarse preocupado o nervioso-. ¿Necesitas compañía? Si no, me voy. Pero solo dame unos minutos para recuperarme.

En esos dos meses jamás se le había visto subir las escaleras de The Marchen. Aunado a que había estado trabajando todo el día, seguramente requería descansar un poco para no sufrir un ataque... o se hacía el tonto. No se sabía con Réamann exactamente.