Partida Rol por web

Todos llegáis a la comisaría de la policía nacional sin problemas un poco antes que la hora convenida, con el ajetreo Ángela y Julio llegan sin comer, pero en una cafetería cercana pueden tomar un pequeño tentempié para calmar el apetito al menos durante el rato suficiente que vayáis a estar en la comisaría.

Samuel llega el primero, poco después aparecerá Jose y Horacio. Julio y Ángela llegarán en último lugar unos 20 minutos antes de la cita.

Confirmáis con los funcionarios de la comisaría que el señor Santilla (el responsable del caso en el que estáis trabajando) os va a recibir a la hora convenida. Por lo que en esos pocos minutos que tenéis podéis terminar de pulir pequeños detalles con los compañeros, o hacer un repaso rápido para ver que puede ser lo más interesante para el agente de la ley.

- Hola compañeros - saluda la pizpireta abogada. - ¿Alguna novedad? - observa a Samuel. - Me alegro de ver que estás bien. ¿Han hablado ya con Santillana? - comentó esperando que el policía aún no hubiera llegado para poder preparar a conciencia la entrevista, dado que el tipo no era precisamente de trato fácil.

Samuel sonrió y asintió:

- Pues no tengo muchas novedades, pero queria saber qué tal habia marchado todo... A decir verdad, andaba preocupado por todos. - Miró al resto.- ¿Alguien puede resumirme las novedades? - Dijo con una sonrisa, antes de volver a mirar a los ojos a Angela.

Me adelanto un poco y tiendo mi mano al recién llegado , Hola , creo que no hemos sido presentados , mi nombre es Julio , estoy aquí para ayudar en lo posible....

Samuel saluda al hombre que habia aparecido con el grupo:

- Encantado Julio, yo soy Samuel, me alegra contar con más ayuda en este tema. - Miró a Julio de nuevo un segundo.- ¿Detective por casualidad?

Arribé a la comisaría solo, sin la compañía del sacerdote. Mis manos en los bolsillos y el típico cigarro encerrado entre mis labios. A lo lejos pude ver que varios de mis colegas ya habían llegado, por lo que pude comprobar que mi pequeño recreo había durado más de lo dispuesto.

-Buenas- saludé escuetamente, sin atender demasiado a las trivialidades que iban revoloteando de boca en boca. Me rasqué la barba con serenidad, ya un poco más relajado después de un modesto descanso. -Ninguna novedad. Estuve esperando a la hora de la reunión simplemente. Creí que no llegarían, pero mejor así- Si no tengo que abrir la boca, mejor. -José fue a la iglesia. Naturalmente, terminamos separándonos- aclaré, ansioso por dejar eso en claro.

-Díganme. ¿Qué pudieron averiguar en Madrid?-

Sonrío ante el comentario de Samuel , va a ser que si , otro detective mas , me giro antes la llegada de nuestro amigo Horacio , de momento estamos igual que al principio , pero con un poco de suerte pueda conseguir algo de una pieza del ordenador que traemos , en cuanto tenga un rato me pondré a ello , supongo que esta noche ya tengo faena , miro a Ángela con sonrisa burlona.

- El login que teníamos ya no sirve. Han cambiado la contraseña, así que la que tenemos ha quedado inservible. Teníamos que haber sido más rápidos. Podríamos contactar con el administrador de la red, pero haría falta justificar que somos ese usuario.

Ángela parecía bastante perdida. Esperaba que de la conversación con Santillana sacaran algo, o si no, el callejón sin salida sería más y más y más profundo. Luego mira a Julio.

- Podrías haberlo hecho allí, total, nadie andaba vigilandonos... o eso creo.

No se si habría alguien espiándonos , la lastima es que llegamos demasiado tarde , pero de todas formas hasta que no examine con detenimiento el disco duro no sabré si puede ser de alguna utilidad , posiblemente me lleve toda la noche intentar averiguar algo , esperemos tener suerte ya que el premio podría ser muy interesante , no crees...muestro una sonrisa sincera , lo que no debemos perder es el buen humor y la esperanza...

Samuel miró a un lado, como si buscara algo que no encuentra:

- Creo que lo verdaderamente interesante, será cuando tenga al que le ha hecho eso a ese pobre chico a mano... Quisiera tener una "charla amistosa" con él. - Miró a Julio.- Si necesitas algo puedo ser de ayuda, eso sí, el trabajo de informático es para ti, yo soy más de trabajos fisicos y algo intelectual en algunos casos.

Llega la hora prevista de la cita y dos funcionarios os acompañan a una sala de reuniones, allí os esperan de pies dos personas un hombre de unos cincuenta años con barba y gafas y otro que debe rondar la treintena, con barba de un par de días, ojos claros pero con una mirada algo inquietante como si intentará leer la mente del que observa.

El hombre mayor de los dos toma la iniciativa y por favor os pide que os sentéis.

- Buenos días soy Ramiro López y este es el señor Raul Santillana. ¿Con quién tenemos el placer de hablar caballeros y señorita?

Toman los dos asiento también, estáis en una mesa redonda y no demasiado grande pero cabéis todos más o menos de forma cómoda. Una vez os sentáis todos y después de un gesto de Santillana los funcionarios que os acompañaban salen de la sala y tras ellos cierran las puertas.

Ángela se dirige junto con el resto a la sala de reuniones. Le ofrece la mano a López y a Santillana antes de tomar asiento. No sabía muy bien como presentar al variopinto grupo de investigadores.

- Mi nombre es Ángela Merchán - prefirió que sus compañeros se presentaran a si mismos, por si alguno no quería ofrecer su verdadero nombre o prefería mantenerse en un segundo plano. - lamento haberles tenido que hacer venir desde Madrid, quería pedirles disculpas en primer lugar antes de comenzar nuestra charla - la abogada sonríe.

Quizá el ofrecimiento de un café suavizaría el momento, ciertamente todo lo que había oído sobre Santillana era cierto, parecía tan frío y calculador como le habían advertido.

Samuel observaba todo detalle que aconteciese en la sala con minucioso detalle:

- Encantado, soy Samuel, espero que el viaje haya sido lo más comodo posible. - Estaba expectante por la situación, verdaderamente, la cosa avanzaba con buen rumbo, o eso creia.

Por desgracia para él, no era de las personas que confia en los demás asi como asi. Y aqui habian suficientes cosas raras y accidentes "oportunos" como para desconfiar hasta de uno mismo.

Una vez todo el mundo se presenta (cada cual que lo haga con los credenciales que le parezca mejor), Santillana lanza una mirada de escrutinio al grupo en general.

- No voy a andar con rodeos, si estoy aquí es porque mi superior me lo ha pedido (mira al señor López), espero que esto no se convierta en una rueda de prensa ni nada por el estilo con mi y una preguntas que no llevan a ningún lado o que saben de sobras que no serán contestadas. Así que vayan directos al grano señores, ¿qué quieren de nosotros?

El señor López permanece impasible como si conociera de sobra el temperamento y "delicadeza" de su fiel "perro de presa". No obstante al ver la cara de reacción de gran parte del grupo no puede evitar sonreír ligeramente por debajo de su barba, casi más para sus adentros que otra cosa. Lo peor de todo es que no se trataba del típico duo peliculero de poli bueno y poli malo. Santillana se había ganado el mote por parte de algunos compañeros del "Alemán" por su eficacia, su tenacidad y porque no por su "cabeza cuadrada", el "mercedes de la nacional" quizás pero López estaba contento con su más que efectivo trabajo y una vez más dejaría que Santillana llevará la voz cantante.

Apagué el cigarrillo y me dejé guiar por el par que había sido enviado a recibirnos. Aún no había abierto la boca desde mi pregunta, y tampoco lo hice en el trayecto. Esperaba que el tal Santillana fuera fumador, ya que un hedor cancerígeno impregnaba mis ropas. Pocos segundos después estábamos en una sala de reuniones, con otro par diferente de personajes frente a nuestras narices.

Uno, un tipo barbudo y, en apariencia, algo más suelto que el otro. Ese otro era el famoso Santillana, con la misma cara de culo con la que lo imagine al principio, sugestionado por las descripciones de la abogada. López sonreía satisfecho por el trato que su agente nos daba, pero su dureza no consiguió amilanarme. Peor la había pasado cuando era un pequeñajo.

-Detective Molina- me presenté, adelantándome al grupo desde la retaguardia e intentando estrechar la mano de Santillana con firmeza, más no con intenciones dañinas. -Tenemos entendido que usted está a cargo del caso de... Jaime. Ya sabe, el portero del sacerdote Arnoztegui, que en paz descanse. ¿Acaso la policía llevó a cabo un allanamiento en su oficina? En la del portero, quiero decir- Hablé sin esperar a que el hombre contestase, ignorando cualquier gesto por parte suya.

Cualquiera puede jugar a ser malo...

Santillana algo divertido responde a Horacio.

- Estimado Horacio no se como serán las cosas por su tierra, pero aquí la policía tiene que tener ordenes para realizar las cosas y no se denomina para nada "allanamiento" , pero quizá por lo que dice usted, si que sabe que es esa palabra ¿no?

 El cura se mantenia en silencio, apartado de la discusion que se empezaba a crear. Parecía que no iba a ser de gran ayuda la policia, habian empezado con mal pie...

La conversación parece que no tenía un buen comienzo.

- Supongo que el juez habrá decretado secreto de sumario para los casos tanto del sacerdote Arnoztegui como del portero de su bloque. También imagino que usted, Santillana, sabe perfectamente quienes somos y a qué hemos venido.

Un detalle que le resultò curioso a Ángela, es que Horacio no dijo su nombre, tan sólo su apellido, y a pesar de todo, Santillana le había llamado por el nombre de pila. No bastando con eso, también sabe que Horacio no es de por aquí precisamente. Un pequeño escalofrío recorre su espalda. ¿Tan pocos días de investigación y la policía ya los tenía vigilados? Tras esta reflexión, Ángela continúo.

- Tanto usted como yo buscamos la respuesta de este caso, y ambos que las pruebas no están demasiado claras. Usted sabe perfectamente que nosotros vamos a seguir trabajando en el caso. - Sonríe sincera y agradable - Sabe tan bien como yo que a ambos nos beneficiaría que nuestro grupo se convirtiera en una cooperación eventual, en lugar de un incordio, que no haría si no entorpecer la investigación.

Era un envite muy arriesgado, pero si lograba establecer una colaboración, por ínfima que fuera entre policía e investigadores, algo habrían ganado.

Oír mi nombre, así como una provocativa indirecta sobre mis actividades, en boca de aquel fanfarrón me enervó seriamente.

Hijo de puta. Nos vigilan.

Fue el primer pensamiento que cruzó mi cabeza. Entrecerré los ojos involuntariamente, como tratando de comprender, mientras maquinaba teorías paranoides. Me acerqué un paso y encaré a Santillana, levantando el mentón, dejándole en claro que no le temía. Me tentó la idea de darle un firme y seco cabezazo en la nariz, un reflejo primigenio, cuya violencia había plagado ciertas etapas de mi vida, períodos sombríos que prefería olvidar pero que siempre amenazaban con volver. La sed de sangre inherente a la condición humana, siempre acechando en donde menos uno la espera.

La abogada intervino con su palabrería judicial. Internamente, lo agradecí. A pesar de su sonrisa femenina, que sólo un necio tomaría por inocente, se notaba en las palabras de la mujer que intentaba poner los puntos sobre las íes, aunque con algo más de sutileza. Indirectas, indirectas. Así no llegamos a ningún lado.

-La abogada tiene razón. Vinimos en busca de colaboración, retracto mis palabras. Fue tan solo un desliz. Permítame reformular la pregunta. ¿La policía realizó una pesquisa en el despacho?-