Partida Rol por web

No me hacía ninguna gracia aquello. Una cueva con unos cantos que provenían del interior. Parecía cosa de adoradores del maligno y tenía toda la pinta de que nosotros íbamos a entrar de cabeza.Asentí a las palabras del pequeño Damaso a la vez que sacaba mi daga, esperé que alguien más diestro se situara en cabeza y me dispuse a entrar-Sea, investiguemos pues-

Fadrique sacó la espada et embrazó el escudo. Todo aquesto sonaba non sancto. Pero no estaba de más parar a escuchar qué se cantaba ahí, no fueran pastores entrados el el campo ensayando loas para las fiestas de su patrona o alguna reunión de poetas pastoriles que tan en boga estaban últimamente.

En tanto se hubo asegurado de que ninguna nueva información llegara a sus oídos, más que ese gori gori que se oía, encabezó con Xilda la entrada a la cueva.

PNJOTIZADO.

Sabien las intenciones de Fadrique, me coloqué con el hacha entre las manos en la vanguardia del grupo. Los rostros de mis compañeros no eran peores que el mío propio, infundados en cierto miedo y desconfianza por esos cánticos y esa cueva. Dejé que pasaran y avanzamos todos hacia dentro.

Entrásteis pues a la gruta, de la cual emanaba cierto humo bastante molesto y degradante. La entrada era estrecha y alargada, y tornábase poco a poco el interior rocoso en ovladado, todo en pendiente. Por ello descendísteis poco a poco (habienod en algunos de los tramos algunas escaleras talladas para el mejor acceso). Los cánticos cada vez eran más claros, y era fácil saber la procedencia del humo porque estábais siguiendolo en sentido contrario (y éste era cada vez más y más denso). En pocos minutos llegásteis a una sala donde vísteis varias cosas que os horrizaron:

Había un hombre desnudo y encadenado a una pared lateral. Era Fernando el encargado de la mina al que le habíais perdido la pista la noche anterior. A su lado se encontraba un tipo como custodiándole, no muy lejos no había sino tres mujeres vestidas con ropajes oscuros y pardos. Una de ellas estaba junto una gran olla apoyada sobre una gran hoguera en el suelo. Estaban removiendo su asqueroso contenido (y claramente el humo procedía de tal caldero). Otras dos estaban profiriendo los cánticos más atrás, en el fondo de la cueva. La dantesca situación no os dejó indiferentes.

Fue entonces que la mujer que removía el caldero, al veros, dió aviso al resto, y el tipo que custodiaba a Fernando avanzó hasta la hoguera. Otra de las mujeres avanzó hasta donde estaba ésta. Por ello, la "cocinera" y el "custodiador" y la tercera mujer os encararon, quedando la cuarta en el fondo, aún cantando tales chanzas.

¿Quién coño...? -murmuró el hombre crudamente mientras se acercaba a vosotros-.

¡¡No dejéis ninguno con vida!! -decía la mujer que removía el caldero y ahora esgrímia un cuchillo-. Los cánticos al fondo que profería la cuarta mujer no cesaban y eran más y más altos a cada instante.

Pero qué...me quedé de piedra ante lo que veía, sin duda se trataba de algún tipo de aquelarre y Fernando parecía el plato principal. No tenía muy claro que haríamos con Fernando si lográbamos salir de esta situación, siempre se había portado bien con nosotros y alguna simpatía quedaba...por otro lado me recordaba la masacre que perpetramos. De cualquier modo, no merecía morir aquí de este modo.

Agarré con fuerza mi daga y me dispuse a pelear con las brujas y el tipo, por suerte Fadrique y Uloxio eran diestros con las armas, y Xilda también se daba cierta maña. Eso debería compensar la torpeza de Dámaso y la mia propia.

¡¡Por la Santa Madre!! grita Uloxio deseoso de que el grito atormentase a estos malnacidos sectarios mientras carga con su hacha de batalla al combate cercano.

No iba a dejar titere con cabeza.

Fernando era un buen tipo, no podíamos dejarlo ahí para que acabasen con su vida y mandasen su ánima al infierno. Desenfundé mi espada y mi daga para enfrentarme a los que amenazaban nuestras vidas.

¿Para qué más alharacas? ¡A tomar por saco todo! ¡Tocaban a muerto! Bien que todavía no se sabía quién fuera tal, la Parca estaría ya frotándose las manos, y Pedro Botero templando su fragua.

Enfiló a una de las brujas, que eso debían ser, et preparose para machacarla a conciencia con la espada.

Xilda desenfundó su cuchillo y adquirió su peculiar postura de combate,ligeramente encorvada dándole un aspecto casi felino. Con el cuchillo cogido con el filo hacia abajo y la mano izquierda retrasada se dispuso a cortar a cualquiera que se le acercare mientras intentaba buscar un hueco por el que entrar a atacar.

Xilda entra en melé y ataca.