Partida Rol por web

La rápida iniciativa de Ogna fue seguida al instante por Losse y Davros quienes no perdieron tiempo en despedidas y salieron corriendo hacia la pasarela más cercana a su posición. Esquivando carretas, cajas de madera, barriles de pescado y a aquellos que los transportaban o que simplemente pasaban por allí, lograron llegar a los muelles de la zona de carga de mercancías rodeados por miradas curiosas. No había tiempo de pararse a pensar en qué podrían imaginar aquellos piratas junto a los que pasaban y que de vez en cuando les dedicaban algún insulto debido al sobresalto.

Dejaron a mano derecha un gran edificio de tres plantas que servía como lonja y en el que multitud de piratas se reunían a su alrededor para comprar pescado fresco, puesto que la carne era un bien caro y escaso allí dentro. Las formas de casas pasaban una tras otra por sus ojos como formas difusas las cuales importaban poco ahora. Era imperativo llegar tan rápido como fuese posible a la primera pasarela del otro lado.  Con el corazón en un puño y entre jadeos lograron llegar hasta el corte en la roca en el que se había instalado la pasarela de madera que ascendía al nivel superior. No había rastro de Jedrekal aún. Ogna se adelantó para subir hacia arriba mientras Losse, preparado para lo que pudiese suceder, aguardaba abajo a que apareciese Davros quien se acercaba metros por detrás de ellos.

El enano no se enteraba de nada, de repente como si fuese un avispero todos se pusieron a ir hacia muchos lados, asustados y acobardados. La pareja se fue a un callejón - Espero le clave la daga... - pensó a sus adentros. Zanc había desaparecido y junto con Allen y Cuinther inició un rumbo que pensaba aleatorio. Y así el "muro" se puso en marcha.

Allen, Kormack, Morwing y Cuinthere, caminaron manteniendo la distancia con el grupo de piratas ya a la vista y sin motivo alguno para ocultarse. Una vez el grupo estaba separado desde luego no parecía tan llamativo pero aún así sabían que no tenían todas consigo una vez el rumor de que se encontraban dentro de la Boca de la Sirena se extendiese a lo largo y ancho de ésta. Aunque no podían verlo, Zanc, como una sombra más en el interior de la cueva, se deslizaba por las partes traseras de las casas para evitar se detectado por los piratas que caminaban por la calle contraria.

Jedrekal y los suyos lanzaban miradas descaradas hacia atrás, mirando a los aventureros a los ojos. Los piratas sabían que aquellos perseguidores no se arriesgarían a levantar la voz puesto que sería un auténtico suicidio y la última vuelta a la soga que ya se enrollaba en torno a sus cuellos. Con esas mismas llegaron hasta la primera pasarela y se detuvieron antes de poner un pie en ella.

Vamos, no os paréis. - Susurró Jedrekal a Kins mientras lo empujaba por la espalda para que se apresurase en tomar la pasarela que los llevaría al Hijo de Thunas, sin embargo el pirata se detuvo en seco tan pronto agarró la soga que servía de pasamanos para descender por la empinada escalinata. Frente a él se interponía la chica ojerosa de la que había hablado su compañero. Parecía extasiada pero aún así se plantaba firme entre ellos y la cubierta vacía del barco al cual pertenecían. Mierda. - Susurró de nuevo. Tranquilos, no pasa nada.

Jedrekal echó un vistazo hacia atrás para ver con desilusión como dos de compañeros de ésta y aquel lagarto nauseabundo estaban casi encima de ellos también. 

Jedrekal levantó las manos en señal de rendición luciendo sus amarillos dientes en una sonrisa malvada. Su compañeros, confiados por las palabras del pirata en la taberna, aguardaron su movimiento. 

¿Y bien? - Preguntó - ¿Es aquí cuando vais a hacer lo mismo que hicisteis con los mercenarios Zokk? ¿Os habéis parado a pensar qué pasaría si doy una voz? - Preguntó en tono amenazante.

Y, volviendo a sus inicios como grupo, fue pisar la Boca de la Sirena y cagarla. Al menos, ésta vez la obligada improvisación fue la culpable, con una pequeña ayuda de la más que conocida imprudencia, sí, pero menos que antes.

Jedrekal podría echar a perder en un segundo lo que habían ganado en todo éste tiempo, y no lo podían permitir. Retomando la improvisación por enésima vez, Ogna y Loose corrieron a interceptarlo por el único camino alternativo, Davros los siguió de cerca todo lo rápido que pudo, unos metros atrás, la incomodidad de la coraza se hizo presente otra vez y, además ésta vez, cargaba con más equipo que antes de pisar el baluarte.

Como pudo, esquivó cada obstáculo, aunque eso resultó más fácil que para los dos que le abrían camino, él llegaba justo para que le gritaran al oído los insultos dedicados a Loose y Ogna, a los que seguían otros para él.

Al llegar a la primera pasarela, vio a Loose esperando y a Ogna comenzando a subir por ella. Buscó un buen lugar para esperar mientras recuperaba el aliento, uno dónde pudiese ver a Loose y a quien pasase por la pasarela, a la derecha de ésta, para los que subían, y esperó, intranquilo.

El enano miró al tipo que tanto miedo daba a sus compañeros, al parecer Davros y la pareja habían creado una trampa para aquel tipo. Kormack, se acercó y dijo bastante alto. ¿Así queeee es este, no?-  golpeando el hombro de Enclenque. ¡Ese es el que te debe dinerrrro! JA! Sucio perrro, serrá mejor que nos acompañes... - Dijo seguido de un crujido de los puños. ¿Acaso crrrreías que no pagarrrrías tus deudas? - La cara del enano reflejaba las ganas que tenía de una buena pelea. Serrrá mejor que nos lo entrrrreguéis. Dijo señalando a los acompañantes de Jedrekal. ​Ese perrro mentiroso es capaz de contarrr cualquierrrr cosa porrr no acorrrdarrrrse de pagarrr! JA! Haberrrrrlo pensado antes... Aparrrrtaos, he dicho!!!! - Dijo ya por segunda vez de muy mala gana. La tensión estaba clara.

Jedrekal rió ante las palabras del enano aunque pudo notarse cierto nerviosismo en ellas. - ¿Qué dices desgraciado? - Preguntó echando la vista atrás. ¿En serio crees que alguien va a creer tus tonterías? Vamos, ven aquí si tanto quieres cobrar, me ahorrarás un buen paseo. - Contestó llevando la mano a su espada. 

Área seleccionada en rojo

Diversos curiosos se arremolinaron en las inmediaciones atentos a qué se cocía entre aquellas personas. Por suerte, nadie de los que por allí caminaba era miembro de la tripulación del pirata, El Mazo del Ocaso, o de la de sus compañeros, el Hijo de Thunas. Ello hacía que los curiosos simplemente dejasen sus tareas y aguardasen para ver qué como iba a terminar aquello, ajenos aún a la identidad de los amigos.

¿QUEEEEEÉEE????? - gritó sonoramente el enano. - ESTÁ BIEN... TÚ CONTRA MI! - Dice el enano. - TE DESAFÍO!!!! Si gano... me quedarrrrré tu barco como pago a tus deudas! Y si no te quedas mi orrrro y todas mis posesiones. Pasando entre los tripulantes del mazo del ocaso dijo - Aparrrtaos... y ni se os ocurra entrrrometerrros... Dijo con gran ira. ESTO ES ENTRRRRE TU Y YO!!! 

Tan pronto el enano caminó hacia los piratas estos desenfundaron sus armas sin dudarlo ni un instante. ¿Y que me va a impedir coger ese dinero de tu cuerpo muerto? Yo no tengo ningún barco...aún - Contestó ahora más confiado aún. Tirad las armas y acompañadnos, y si no...la única pega será que tendremos que compartir el dinero de vuestras cabezas con más gente. - Dijo señalando a los curiosos que le rodeaban y que poco a poco prestando más atención a lo que hablaban los contrincantes.

¡Tiradlas ahora! - Gritó de forma terminante.

¿Soltarrr mi arrrrma? JA! Clarrrro, que te acompañarrré, pero arrrmado y si quieres mi arrrrma ven a cogerla hijo de mil padrrrres! - Dijo con una sonrisa malvada dando unos golpecitos a su hacha de guerra.

El inexistente plan no salió bien, según iban cruzando palabras, Davros empezó a temerse lo peor, que no era difícil de preveer desde un principio, la voz de Kormack sobresalía de las demás, si no se le bajaban los humos, moriría allí mismo. Davros comenzó a mirar alrededor, cada vez más gente giraba la cabeza hacia la pasarela y se acercaba. Pensó en sus amigos, o lo más parecido que había llegado a tener como tal, y una sensación de rabia comenzó a invadirle pero, inmediatamente, pensó en qué hacían allí, una empresa mayor que cualquiera de ellos, la salvación de toda la Costa de la Espada, puesto en la balanza y contemplando lo acontecido, se acercó a Loose, apenado y con la mirada baja, le agarró del pecho con firmeza, pero lentamente y le susurró: - Aquí ya no podemos hacer nada, amigo, si nos quedamos, seremos muertos o prisioneros, tú decides, pero una cantidad enorme de gente depende de nosotros ahora mismo -. Y, soltándolo, comenzó a andar cabizbajo en dirección a la pasarela cercana al callejón del gato, sin saber dónde le llevarían sus pies o si estaría sólo o acompañado.

Sabía que pasaría cerca el barco que señaló Cuinthiere como el Hijo de Thunas, al menos podría ver lo que les esperaba a sus compañeros si hacían lo que debían y se rendían. - Aún no os he dado por perdidos, amigos. No deseperéis -

Losse apretaba la mandíbula con fuerza ante la impotencia de no poder ayudar a sus amigos y, quizá también a Pelusilla y a Enclenque. Davros se acercó y compartió la misma postura que guardaba el elfo lunar. - Llevas razón. Con suerte podremos averiguar a donde fueron, incluso en esta fría piedra. Vamos a alejarnos de la muchedumbre. Ponte a salvo y yo vigilaré para saber qué les ocurre. -

Pero entonces se acordó del calor de la magia de Ogna antes de que le abandonara con un beso. - No te preocupes, Ogna. Si no puedes ponerte a salvo te seguiré desde la distancia. Con suerte podremos seguir comunicándonos de esta forma - No te arriesgues si no lo ves claro.

Todo pasó tan rápido… Sin apenas darse cuenta, una serie de desafortunadas circunstancias hicieron que el grupo de aventureros se encontrarse en una situación muy poco favorable y casi imposible de reconducir.

Las sospechas del elfo sobre Jedrekal eran acertadas, y ahora el grupo se encontraba frente a él y sus camaradas amenazándolos con delatarlos ante las miradas de numerosos espectadores piratas que iban creciendo por momentos.

- ¿Pero por qué aun no nos ha delatado?, se cuestionaba Morwing mientras veía como el enano, para variar, se envalentonaba contra ellos. – No dejan de ser piratas, quizá podríamos intentar llegar a un acuerdo…aunque no será barato claro. Con esta idea en la cabeza, el hechicero colocó la mano sobre el hombro del enano susurrándole: - ¡Guarda eso!.

- Jedrekal, amigo…, se dirigió al pirata con los brazos extendidos. - No es necesario montar una escena aquí. Podemos dejar pasar todo esto sin necesidad de un derramamiento de sangre… Hombres de negocios como nosotros seguro que podemos llegar a un acuerdo, y bien sabes que con nuestras últimas incursiones en alta mar podríamos  ser generosos con vosotros  en un trato justo, concluyó guiñando el ojo. – ¿lo discutimos en otro sitio?, no te arrepentirás…

El pirata dio la espalda a Ogna y se dirigió al elfo con el que había tenido la charla en la taberna de Blogar. Justamente eso es lo que quiero amigo. Ya os lo he dicho, soltad todas las armas, venid con nosotros y entonces hablaremos. En otro lugar mucho más tranquilo por supuesto. - Contestó sin perder la sonrisa. 

- Arf, arf.- Así jadeaba Ogna subiendo las escaleras. La pobre iba mirando los irregulares escalones para no darse de bruces mientras Davros y Losse se quedaban en la retaguardia. Cual fue su sorpresa cuando al levantar la cabeza casi se topa cara a cara con Jedrekal. Lo peor de todo es que sus palabras demostraban todos sus temores. Ya sabían quienes eran ellos. Tenía que contestar al pirata, decirle algo ingenioso como haría Morwing. Ella también era rápida de intelecto y si se lo curraba bien podría, al menos, entretener al bocachancla ese. No era el plan que había elaborado en su cabeza. Hubiera preferido poder usar un conjuro ilusorio para hacerles tomar la otra pasarela. Cuando por fin recobró el aliento y se decidió a hablar, la inconfundible voz del enano llegó a sus oídos.

¡¡¡No, no, no, no, por los Dioses, noooo, que no le dejen a hablar a él!!

La situación iba por unos derroteros que no le gustaban nada a la muchacha de las ojeras. Apretaba los dientes cada vez que el enano abría la boca. El sentimiento de derrota fue como un jarro de agua fría. La inundó un odio irracional hacia Kormack. Sus compañeros nunca habían tomado muy en serio a Ogna cuando ésta advertía que el enano acabaría con ellos y, ahora, así parecía ser. Era incapaz de trabajar en equipo. Sólo Losse la había escuchado y comprendido. Y justo entonces escuchó la voz de su amado, fugaz como un suspiro y sólo audible en su cabeza. Se retiraba. Fue como una puñalada en su pequeño corazón. Aún tenía la esperanza de que con su extremadamente buena puntería y la inestimable ayuda de Davros, El Salvaje, hubieran conseguido algo. La visión se le volvió borrosa, a punto estaba de derramar una lágrima por la frustración. La voz desesperada de Morwing atrajo su atención y la sacó del pozo donde se había metido. En cuanto vio que Jedrekal le dio la espalda, comenzó a bajar lo más rápido que pudo los escalones, rebuscando en sus bolsillos una bolsita de abrojos

- Si hay buena voluntad por ambas partes no serán necesarias las armas, ni las nuestras ni las vuestras… , contestó a Jedrekal.- Entiendo tu desconfianza, pero para llegar a un acuerdo debemos estar en igualdad de condiciones. Escoge a uno de tus camaradas, yo haré lo mismo y vayamos a discutirlo a solas, sin trampas ni trucos… Llegaremos a un acuerdo te lo aseguro… 

Una risa por lo bajo denotó que Jedrekal no era otro ingenuo de los que el grupo había encontrado a lo largo de la isla. El pirata se ganaba la vida con su instinto y con su palabra y sabía por los rumores que allí, entre aquellos que tenñia delante, había al menos un mago. No mi buen amigo elfo. Vas a hacer lo que te digo por las buenas, y si no quieres será por las malas. Como ya te he dicho valéis lo mismo vivos que muertos, pero hay alguien que le encantará mantener unas palabras con vosotros. - El isleño caminó con paso tranquilo hacia Morwing abandonando la pasarela. Mira, estos hombres tienen muchas más ganas que yo de trincharos la carne. Por favor, no le deis motivos para ello. Tirad las malditas armas de una vez o aquí acabará aquello por lo que hayáis venido hasta el Atolón de la Sirena Muerta.

¡Jedrekal, la niña! - Gritó uno de sus compinches señalando a Ogna que corría pasarela abajo.

Nada, dejadla. No llegará al anochecer, ha firmado su sentencia de muerte. Vosotros, no seáis insensatos y rendíos. - Hizo un gesto desdeñoso y siguió halando hacia los que tenía delante. Acompañadme a hablar con un amigo mío. Eso sí, entregad las armas antes a mis compañeros porque de verdad que al final vais a acabar enfadándome.

La situación era horrorosa para el paladín y sus ya pocos compañeros. Los desafortunados que siguieron al grupo de piratas se vieron en una situación imposible de solucionar si no atendían a las demandas de Jedrekal. Allen no temía morir allí, si por él hubiese sido ya habría clavado su espada en el pecho de aquel pirata, pero con ese gesto condenaría a sus compañeros. Siempre tenía en su mente esas divagaciones sobre el honor, la lealtad y la justicia, y se sentía frustrado por el lugar al cual le habían llevado.

Las palabras que prunció después fueron como una hoja envenenada que se hundía en su corazón, pero si quería salvar la vida de sus compañeros, tenía que pronunciarlas. -Hagamos lo que dice-, dijo con voz seria sin dejar de mirar a los ojos a Jedrekal, -No tenemos otra opción- teminó diciendo mientras desenfundaba su espadón para después lanzarlo delante de Kormack.

El enano miró atónito como Allen arrojaba su espada - P-perrro Allen! - Dijo con la boca entreabierta. El paladín se había ganado el respeto del enano y verle hacer eso le impresionó. Confío en ti, perrro... - decía a Allen - No de ese tipo. Además el muy cobarde rehusaba combatir con el enano. Una sonrisa de superioridad brotó en su cara. Cobarrrrde. Le dijo al pirata, eso le bastaba. Detrás de unos estúpidos secuaces y cagado de miedo por la simple presencia de Kormack. Te mataré por Moradin. Lo juro! - Pensó con los ojos bien abiertos clavados en su presa.

Morwing se veía acorralado, ninguna de la sugerencias que le aportaba al pirata parecían doblegar su empeño para que el grupo se rindiese. – ¡Maldito seas!, se decía una y otra vez enfurecido…

Con cada palabra de Jedrekal, Morwing miraba a su alrededor. La multitud de gente que se agolpaba frente a la escena cada vez era mayor, piratas, mercaderes, todas las personas que llegaban querían averiguar que estaba pasando allí. Miraba hacia el puente y no había rastro ni de Losse ni del bárbaro, Ogna huía… Zanc imaginó que también lo habría hecho. Para colmo Allen, sin la fe que tanto le caracterizaba, se disponía a rendirse… estaban perdidos.

Morwing dio unos pasos hacia atrás, agachó la cabeza con los brazos en jarra y guardó silencio mientras Jedrekal se adelantaba dirigiéndose a él. – Jejeje, una risa nerviosa y difícil de parar se adueñó del hechicero hasta que por fin articuló palabra hacia el pirata. – Bien..., suspiró, - Creo que sólo me queda una opción, ¿verdad?, dijo apenado. Con estas palabras la amarillenta sonrisa de Jedrekal aumentó gradualmente mientras afirmaba con la cabeza satisfecho y victorioso… - Tan tan… tan sólo, tartamudeó…. - Tan sólo me queda la opción… ¡¡LA DE JURAR QUE REBANARÉ TU GARGANTA EL DÍA MENOS PENSADO!!...  ¡Perniciosum!

Tras esas palabras la figura de Morwing se convirtió en la de un individuo mugroso de unos cuarenta años, que miraba hacia los lados sin saber cómo demonios había llegado a ese lugar…. ¿Pero dónde estaba  el hechicero? 

Alejado del grupo de Jedrekal gracias a su hechizo, Morwing inició la carrera hacia los callejones que estaban al sur. No podía dejar abandonados a sus compañeros si en su mano estaba la posibilidad de evitarlo... quién sabe de las armas que contaba Todler para poder sacar información a sus prisioneros, había que evitar que esa situación se produjese.

De este modo el hechicero fue repitiendo el mismo conjuro una y otra vez, intercambiando a sus compañeros por mercaderes indefensos que iba divisando a su paso mientras se dirigía a toda prisa hacia los callejones de los que habló Cuinthere, el cual dejó abandonado a su suerte confiando que no aportase demasiado al ejercito de piratas.

- ¡Perniciosum!

- ¡Perniciosum!