Partida Rol por web

Tras tomarse un tiempo,finalmente observa y comunica.

- Trampa no hay ,pero esta trabada,alguien,con maña, desactivo el mecanismo,creo que con algo de fuerza,y un poco de maña, cederá y podremos continuar avanzando.

Señala el marco de la puerta en su parte superior.

- Hay una plancha de acero ,que el mecanismo activado haría que cerrase el paso,pero la han desactivado y esta trabada con unas cuñas,pero si abrimos de golpe,las cuñas cederán y caerá la plancha. Alguien debe sujetar y afianzar las cuñas,mientras el resto cruzamos con cuidado y aseguramos el mecanismo desde el otro lado.

- Trampa no hay ,pero esta trabada,alguien,con maña, desactivo el mecanismo

Curioso, muy curioso...creo que le echaré un vistazo. Tharyn se agacha para susurrar algo a su compañero, mientras le acaricia el lomo. Al levantarse se dirige a la "mediana"-Isbell, creo que yo puedo sujetar mientras vosotros pasáis. Tras unos segundos de vacilación añade- ¿Llevan mucho tiempo esas cuñas ahí? ¿o es reciente?

Mientras pone voz a sus cuitas, el druida se dirige a las cuñas y las examina con atención. Desde luego no pienso apresurarme, un desliz y tendre que ponerme una mano de madera. Veamos como funciona esto...

Tres Libros, desde una distancia prudencial, observa los movimientos del resto.

No entiendo a que vienen tantas trampas....¿que guardan estos túneles?

Vuelve a hundir su vista en el mapa, como si el trozo de papel fuese a darle alguna respuesta.

El fornido bárbaro rezongaba como una bestia enjaulada. Aquel espacio era demasiado angosto para toda su desmesurada corpulencia. La mediana le echó una mirada capaz de petrifricar a una gorgona, pero para Râgnar, aquel lugar era un verdadero suplicio. Cuando tres libros realizó una pregunta al aire, el norteño no tardó en responder hastiado:

- ¡¡Porque están construidos por esos duendes barbudos!!... ¡¡A veces pienso que los dioses fueron bastante caprichosos en crear una criatura tan ladina como esos enanos!!... Protegen las tumbas que llaman hogar con artilugios letales y mutiladores... ¡¡Como viles y abyectos cobardes sin honor!!- Ante la nueva mirada de Isbell, Râgnar cerró el pico, mientras hacia caso a su "pequeña reina" e intentaba afianzar con sus gruesas manotas las cuñas.
 

Cuando se paran tanto el druida como el bárbaro a inspeccionar la trampa marcada por la hábil Isbell, el hombre de los bosques es el que nota que la plancha está trabada por las dos cuñas de manera que no pueda bajar. Ve que el bárbaro quiere afianzar las cuñas pero estas ya están martilladas fuertemente y por más duras que sean sus manos no las van a poder clavar más adentro de lo que está.

Viendo que no hay peligro en abrir la puerta Tharyn la abre y ven una habitación tipo sala, con una pequeña mesa y dos sillas. La luz de la antorcha no les permite ver todo el interior pero se ve que no es muy grande. Del otro lado hay una puerta también cerrada, pero acá lo que sienten todos es el cambio de clima, en esta habitación se siente más fresco que en el pasillo, quizás el encierro o la falta de cambio de aire genera tal efecto.

Sir Mordred entró en la última habitación. Permaneció en silencio mientras entraba dentro y solo así pudo escuchar unas voces. Antes de que nadie dijese nada, Sir Mordred se llevó un mano a los labios mientras se acercaba a la puerta. Pegó la oreja a ver si oía algo más y luego levantó todos los dedos de la mano mientras sujetaba su espada haciendo fuerza con el pulgar contra la palma. Lentamente bajó uno, mientras contaba y miraba a sus compañeros viendo si estaban preparados.

Ahora el ruido que hacen los dos es enorme, tanto que hasta les duele la garganta y la cabeza. Ya no logran saber quien o quienes están del otro lado de la puerta, pero ruegan que sea quien sea esté sobre aviso de la amenaza que se les cierne encima.

Al comprender las intenciones del caballero, Tres Libros se protege tras la mesa, de tal manera que esta quede entre ella y la puerta y lo que se oculta tras ella.

Guarda el mapa y saca su daga, en su otra mano sostiene una antorcha. Guarda silencio espectante.

Râgnar entró en la sala. Aquella estancia no era el campo de batalla que el bruto norteño hubiera deseado, pero si había que sajar y despedazar, el era el hombre indicado. Se embrazó el escudo y desenfundó su espada bastarda, cuyo filo azulado era como el perenne hielo de los eternos glaciales. La hora de combatir estaba cerca, con lo que se adelantó para ocupar la mayor parte de la puerta y exponer su intimidante corpulencia.

- Abrid esa puerta y dejad que se acerquen...- susurró el bárbaro al caballero con una sonrisa en la cara.

Penetro en la sala,en silencio ,observando los gestos del caballero. Por sus gestos,este parece creer que alguien hay al otro lado. Busca cobijo en las sombras,cerca de la puerta,mientras desenfunda su daga,a la espera de la apertura de la misma.

El caballero Camlann pide silencio mientras se acerca a la puerta que tienen por delante, el resto del grupo se prepara ante una posible amenaza que estaría del otro lado. La maga tras la mesa es la única que no está cerca de la puerta. Isbell en un descuido desaparece junto a una pared y cuando Râgnar quiere ver donde se metió la pequeñita nota que algo se mueve más en la esquina, al principio pensó que era la mediana escondida pero al ver que el brazo que se movía no tenía carne abrió grandes los ojos al ver que un esqueleto se movía.

Quiso decir algo pero de pronto eran un montón de brazos moviéndose por todas partes y el resto del grupo se da cuenta de lo mismo. Giran la cabeza de un lado para el otro y ven que están rodeados de esqueletos vivos, una docena quizás porque nadie se tomó el tiempo de ponerse a contarlos.

Había tratado de mantener la sangre fría pero fallo tras fallo, en su in crecendo de desesperación la enana ya había probado y descartado todas las posibles maneras para salir de aquella cárcel que se le podían haber ocurrido, siempre sin éxito. Aquello era como recorrer un laberinto de una sola salida, o como la maldición del dios Dumathoin a Thirifos, el enano blasfemo, obligado a pasar la eternidad cavando en una mina abarrotada de oro solo para que este transmutara en herrumbre en sus manos. Por mucho que se esforzara, al final, siempre acababa en el punto de partida. Pronto sus advertencia a sus salvadores enanos -que con todo probabilidad solo habían existido en su imaginación, primera señal de que empezaba a volverse loca- empezaron a desbocarse hasta convertirse en desgarrados gritos de auxilio alentados por la desesperación de su corazón que, en los gritos, había encontrado por primera vez una auténtica vía de escape. Pronto su voz quedó desgañitada y sentía que su cabeza se había hinchado como un balón de gas a punto de estallar. La sangre le había subido a la cara hasta teñirla de rojo púrpura y su corazón ya no daba más de sí. Un agudo dolor en el brazo izquierdo le hizo flaquear. Finalmente la enana se derrumbó en el suelo. Simplemente su cuerpo, como un mecanismo de defensa antes tanta presión acumulada, había decidido apagarse. Para desesperación de Brok la sacerdotisa tardaría unos minutos en recuperarse.

ISBELL! CUIDADO!- Grita Tharyn, cuando ve aparecer el primer esqueleto. Por la gran arboleda, no hay nada que odie más que la necromancia.. -Esto es antinatural- farfulla el druida, mientras mientras saca un pequeño tarro, de agua del estanque del Gran Roble.

-Malpura bruto, nek vin mem for aŭ soifanta ĝi efikis- se oye decir al druida en un idioma por todos desconocido. Cuando termina un leve resplandor rodea a Tharyn cuando se le mira de reojo.

Mientras se apresura a echar mano de la maza y el escudo para protegerse

Los grandes y almendrados ojos de Râgnar no daban crédito de lo que allí estaba sucediendo. Los difuntos se alzaban descarnados, para combatirlos en aquella sala angosta. Se encaró contra el enemigo más cercano y descargó la pesada hoja de su enorme espada bastarda en un ataque fallido, pero que le permitió coger cierta distancia para calibrar lo que se les venía encima...

- ¡¡Por la Gran Maza de Kjeldorän!!- exclamó al tiempo que intentaba proteger a Isbell y Tres Libros, anteponiendo su robusto físico y su enorme escudo - ¡¡No temáis muchachas!!... Se necesita algo más que unos huesitos para tumbarme- mientras apretaba las quijadas con fuerza y sostenía la empuñadura de Nirthul.
 

Tres libros lanza sobre si misma protección contra el mal, sostiene en alto la antorcha para intentar dar la mayor cantidad de luz posible a sus compañeros, y se mantiene a la defensiva usando la mesa como parapeto.

¡Juntemonos!, intentad formar un círculo alrededor de la mesa -grita mientras mira alrededor, para hacerse una idea de la situación- ¡Evitad que os rodeen!

Sir Mordred avanzó hasta el centro de la sala y se puso junto al giganton. Cuando tuvo a uno a su alcance, lanzó un tajo. No fue muy acertado pero se apresuró a recuperar su posición todo lo rápido que pudo. - Luchemos juntos no podrán con nosotros.

Rápidamente el grupo se va viendo rodeado y cierran un poco las filas, solo la pequeña Isbell quedó afuera del círculo defensivo del ataque de los esqueletos que poco a poco se cerraban entorno al grupo. Tharyn y Tres libros se conjuran protecciones contra la maligna amenaza mientras que el caballero y el bárbaro con sus armas barren de un costado al otro para mantener la amenaza a distancia. Pero pareciera ser que estas criaturas carentes de mente no tienen miedo y siguen se avance atacando con sus garras pero por fortuna ninguna llega más que a tocar el escudo de Camlann.

Sir Mordred siguió lanzando cortes con la espada para mantener a los esqueletos a distancia al tiempo que intentaba llamar su atención para que no se diesen cuenta de que la mediana estaba detrás de ellos. - Aguanten caballeros, saldremos de esta. - dijo el joven caballero mientras se refugiaba tras el escudo para aguantar la acometida de los esqueletos. 

Râgnar contempló como las huesudas criaturas avanzaban sin dilación, acotando el espacio del grupo. Durante unos segundos, el bárbaro aguardó agazapado tras su escudo de madera y metal, esperando a que aquellos no-muertos estuvieran a la distancia adecuada. Llegado el momento, el mocetón lanzó dos nuevos mandobles de Nirthul, que en esta ocasión sí que impactaron.

-¡¡Venid a mí!! ¡¡Venid a mí!!... ¡¡Con vuestros cráneos me haré un orinal!!- gritaba furibundo Râgnar.