Partida Rol por web

Segunda parte: la búsqueda

Con Hilthear como nuevo compañero, salísteis del monasterio de Moralaevar con la intención de encontrar a vuestro compañero de aventuras (y podríad decirse "amigo") Togoll, el mediano cuyo rastro y estado aún no estaba demasiado claro. Una vez fuera, aún siendo de mañana, los tres tomásteis rumbo al norte del Páramo de los Bustos a través del valle, y pudísteis observar de nuevo los arbustos de hoja alargada y plana en que sobresalen del suelo forma de cabezas prominentes.

Tras ese tiempo llegásteis hasta el linde del bosque del Amarrado, guiados por la compañía del joven Hilthear, quien debido a su corta edad conservaba gran energía y viveza en sus piernas.

Aquí estamos... -decía resignado el novicio, cuando estábais aún en la entrada del bosque-. Aún desde fuera podía notarse que el interior del bosque era, ya desde el comienzo, una zona sombría, donde apenas se escuchaban alimañas cerca, y donde los árboles crecían altos y con frondosas copas, pero cuyo colores y pigmentos no eran del todo comunes (diversas tonalidades de gris, negro y un extraño color rojizo en sus raíces y troncos). ¿Creen ustedes que éstos árboles tienen algún tipo de enfermedad? -en realidad el joven Hilthear preguntaba ésto lanzando una indirecta, y era que tal vez causado por Fessus, el antiguo abad del monasterio-. No he visto nunca el extraño y putrefacto colorido que presenta ahora el bosque...

Tras una larga caminata por fin llegaron a la linde del bosque del Amarrado, y en verdad que se trataba de un curioso lugar. Los colores no eran los comunes de otros bosques, aquí el rojo, el negro y el gris daban extrañas tonalidades a los árboles. Casi parecía que se estaban oxidando o sangrando en algunos lugares.-El bosque parece de buen tamaño, ¿hay algún sendero o camino que hayas seguido en alguna anterior ocasión Hilthear?-Y según lo dijo se puso a buscar algún camino o sendero que se introdujera en el interior del bosque, así como de paso escuchar por si hasta el llegaba algún indicio de actividad.-A partir de ahora, tendremos que extremar las precauciones y mantenernos alerta. Ya que no sabemos donde puedan estar el antiguo abab y sus arañas.-

El muchacho me hizo caso y se unió a nosotros. Recogió una capa para el camino y partimos raudos hacia el Bosque del Amarrado. Mientras íbamos hacia allí, entablé conversación con el chico, para saber más de él. Hablar le vendría bien para tranquilizarse y liberarse de la culpa de ver a sus hermanos sacerdotes muertos.

-"... Pues sí. Estaba yo combatiendo contra la arañota, que se me había tirado encima, cuando aquí mi amigo elfo estaba distraido jugando con el palito curvo que llama arco. ¡Ni una flecha le dio! Bueno, sí, una, y porque se le había escurrido de los dedos, si no, ni le da. Pues le di tal hachazo que..." Le contaba al chico.

Me paré en seco y miré adelante. Habíamos llegado a la linde del triste y oscuro bosque.

-"Sí, aquí estamos. Pues no sé qué decirte... Parecen enfermos, sí. Quizá Elassil sepa algo, que le gustan mucho las hortalizas y los árboles." Le contesté al muchacho.

Mientras el elfo oteaba y miraba alrededor, con el gorro echado sobre los ojos, yo me rasqué la entrepierna.

-"¿Qué ven tus ojos de elfo?" Le dije riéndome.

Miré al chico.

-"¿Y bien? Tú eres el guía. Te seguimos." Dije.

Me preparé con el hacha y el escudo en ambas manos, y con los sentidos al máximo de sus capacidades. 

Tras escuchar el resumen que hizo Karel de la lucha contra la araña en el monasterio, el joven elfo habló.

Lo he cruzado con los hermanos -respondió Hilthear a Elassil-. Recuerdo que dos veces cuando acudí, y otras dos para ir y volver a varias aldeas. Siempre tomamos varios caminos, pues este bosque no tiene senderos, sólo hay un arroyo llamado Grobhor en medio del mismo...

Mientras Elassil se esforzaba por escudriñar elementos de importancia, el enano se cercioró que no había compañía de ningún tipo en aquella linde (de momento no había ni alimañas ni ruidos de éstas). Entonces Karel dio paso a Hilthear para que avanzara. El muchacho se apretó el cuello de la capa contra su cuerpo, con ambas manos, resoplando mientras daba el primer paso hacia el interior del bosque.

Tras unos segundos de marcha, volvió a hablar.

Vuestro amigo Togoll o el abad Fessus... pueden estar en varios lugares: las estribaciones del norte, que son unas zonas de montaña al norte del bosque -explicaba, rascándose un poco la cabeza-; también hay unas ruinas de un antiguo templo, y un molino viejo, cerca de un puentecillo... ¡Ah si!, y una torre, o algo parecido, según me comentó fray Brohl -otro de los monjes-, pero no la he visto nunca..., sólo sé que está cerca del molino ¿A dónde vamos? -preguntó finalmente Hilthear-.

El maldito enano estaba muy parlanchín, ya podía dedicar parte de sus esfuerzos a asearse un poco el muy cerdo.-Chico ten cuidado y no te acerques tanto al enano. A ver si te va a pegar cualquier enfermedad, o incluso esa pestilencia que a el parece agradarle tanto.-No había caminos, tendrían que utilizar senderos y había varios lugares en los que podían encontrarse su amigo, el abab o ambos. Cuando no se tiene más información es el azar el que puede guiar el camino, o errarlo. Con mala suerte tendrían que ir a todos esos sitios, y con buena a menos.

-Como no sabemos donde están tendremos que ir a uno o varios de esos sitios hasta que les encontremos. Así que lo mejor será ir al más cercano. Y si la distancia es parecida, en mi opinión son las ruinas o la torre donde podrían estar. Mejor la torre que podría ser la guarida de ese villano.-Ahora tocaba a esperar a ver que decía el enano cabezón, seguro que a la torre no quería ir. Y a el en verdad le daba lo mismo, por algún sitio tenían que comenzar.

Mientras avanzábamos por el bosque, sonreía ante las palabras del elfo. Sabía que se había cabreado al fallar tanto con su arco y eso que tenía la arañota a escasos metros. Seguramente se hubiera cagado de miedo y el tembleque le hizo tirar erráticamente. El chico por fin habló y nos contó que había más de un sitio donde podía estar el malvado abad.

-"Pues la torre y el molino no es mala decisión, ya que están al lado, peeerooo... preferiría ir primero a esas ruinas del templo. Me da la corazonada de que es allí donde se ha iniciado todo este asunto. Quizás el abad encontró allí un nuevo dios al que adorar... ¿quién sabe? Además, no me fio de las decisiones de Elassil. Si piensa igual que dispara, mal vamos. Así que venga, chico, guíanos al templo derruido." Dije aguantando la risa.

Aquel cabezón, otra vez a llevar la contraria, como siempre, que tormento tener a un amigo así.-Vale, maldita sea, vayamos en primer lugar a las ruinas. Mira que eres cabezota Karel. Pero ala, vayamos para allí.-Y todo esto poniendo cara de desesperación por el comportamiento del enano. Pero solo de cara al exterior, en realidad ya contaba con que el enano quisiera ir a otro sitio, y a el le daba igual. Por algún lugar tendrían que comenzar.

Sonreí ladinamente.

-"Ya has oído muchacho, a las ruinas del templo." Dije mientras comenzaba a adentrarme en el siniestro bosque.

Tras esperar unos instantes a que os pusiérais de acuerdo, el joven Hilthear puso rumbo a las ruinas. El muchacho sabía que éstas se situaban, más o menos, en el centro del bosque, por lo que trató de seguir la senda que su mente podía recordar. Las raíces sobresalían de la tierra en algunas partes del bosque, y los troncos estaban negruzcos y rojizos. A veces atravesábais tramos más densos que otros, lo cual os inquietaba por momentos.

Años atrás, los monjes de Moralaevar contaban con un templo al que acudían para realizar rituales -explicó Hilthear mientras caminaba, sin dejar de mirar a un lado y a otro-. Hoy en día son ruinas atestadas de maleza... Estamos a punto de llegar.

Tras atravesar una zona de arbustos y peñas bajas, pudísteis escuchar el rumor de un arroyo cercano, pero aún no vísteis nada. Eso sí, ante vosotros se os presentaba un conjunto arquitectónico de piedra rojiza; una amalgama de muros, arcos de medio punto y otros de gran agudeza, y huecos de ventanales poderosos, que ahora eran pasto de la maleza, el abandono perenne y la desolación. Había columnas que aún permanecían en pie adosadas a los muros que aguantaba, pero otras ya no estaban donde alguna vez crecieron (y tan sólo quedaban sus rescoldos). Algunos nidos en los despojos de los techos avisaban de que aquel sitio yacía de habitabilidad alguna, al menos en lo visible.

Después de una buena caminata llegamos a nuestro destino. Por el camino, intenté contarle algunas anécdotas al muchacho, para hacer el viaje más ameno.

-"... Sí, sí, como te lo cuento. Togull emborrachó a Elassil y le dibujó un pene en la cara mientras éste dormía. Al día siguiente nadie le dijo nada y se paseó por toda la ciudad con ello dibujado. ¡Se tiro así casi todo el día! No me he reído más en mi vida, jajajajaja. Aunque a él no le hizo ninguna gracia, ¿verdad, Elassil? Jajajajaja."

El sitio era desolador y parecía que no había signos de arañas o del fraile desertor.

-"Bien, vamos a separarnos unos metros para abarcar más terreno. Buscar cualquier huella o indicio de que alguien ha pasado por aquí. ¡Y no os acerquéis a los muros! Dejar siempre unos metros de distancia. Por lo que veo, este sitio se desmorona." Dije mientras investigaba el lado derecho de las ruinas.

Este enano siempre contando las cosas a su manera.-Veras joven monje, la cabeza de este enano hace ya tiempo que dejo de funcionar bien. Togoll que estaba también muy borracho, me dibujo algo en la cara si. Pero al día siguiente, yo que no soy un guarro, me lave bien la cara. Por lo que quedo algo manchada mi cara, aun así mucho más limpia que la de Karel. Y esto le causo gracia al enano.-Cuando llegaron a las ruinas, aparentemente no vieron nada de interés en ellas. Pero no podían fiarse, había que registrar a fondo el lugar.

-Si separémonos un poco, así dejaremos por un rato de oler a enano podrido, y de paso podremos tratar de ver si hay algo por este lugar.-Y trato de explorar las ruinas. 

Hilthear se ruborizó un poco al escuchar la anécdota de Elassil por boca de Karel,y miraba a su congénere elfo con cierta sonrisilla (intentando esconderla), pero aún tenía en la mente la muerte de algunos de sus hermanos de confesión y la desaparición del resto. Después escuchó la respuesta de Elassil ante la anédcota. El joven elfo enseguida entendió la buena relación entre vosotros dos, cuando al principio no se había dado cuenta aún estando dentro del monasterio.

Instantes después os separásteis unos metros, para tratar de cubrir más terreno dentro de aquellas ruinas a cielo abierto (debido a la caída de sus tejado, techos y bóvedas). Ninguno de vosotros vio nada de especial (pues sólo os cerciorásteis de que la vegetación cubría poco a poco el lugar). Fue entonces que, tras caminar y girar en torno a un muro, vísteis una imagen algo aterradora: tres fardos formados a base tela de araña, en cuyos interiores se adivinaba una figura con brazos y piernas, colgados de los techos aún en pie como si fueran jamones curados. Los tres pendían de un hilo grueso de araña, y los tres oscilaban a una altura superior a vuestras cabezas, en torno a diez metros de altura (puesto que los techos del lugar se adivinaban bastante más altos).

Hiltear miró hacia un lado, evitando ver el horror que allí se dibujaba. ¿Eran aquellos monjes cubiertos por la tela de araña del abad Fessus? Estaba claro que, por el tamaño, no eran ni medianos ni enanos, pero al estar cubiertos del viscoso fluido tenso no podían siquiera reconocerse sus rostros.

Sin embargo, no fue aquello lo que más os alertó. 

¡QUIETOS AHÍ! -gritó uno de ellos-
¡Rodeadlos! ¡Rodeadlos! ¡Tened en cuenta a ese enano! -gritó otro-.

El resto no habló, sino que se fue moviendo en torno a vosotros, haciendo un amplio círculo hasta que os rodearon por completo. Por vuestra parte, os volvísteis a juntar, casi espalda contra espalda.

Se trataba de bandidos, bandidos del bosque del Amarrado. Eran cinco hombres, y habían salido todos de detrás de unas ruinas. Llevaban todos unas prendas de cuero, algunos mejores remendadas que otros, y los cinco contaban con botas altas (robadas, seguramente), pero lo suficientemente útiles como para andar por ese bosque. También llevaban algunos una capucha parda, cosida malamente a sus prendas. Eso sí, los cinco sujetos llevaban cuchillos en sus manos (no algo exagerado, sino filos normales).

Sólo lo diré una vez... -dijo uno de ellos con voz sosegada-: Tirad las armas.

Hilthear quedó muy quieto, muy asustado.

Y justo cuando parecía que aquello estaba tranquilo, a tomar por culo la excursión. Unos ladrones aun mas sucios que Karel, lo que tiene su mérito. Van y nos rodean. Que tiremos las armas.-Si claro, a eso hemos venido, a rendirnos a las primeras de cambio.-Pero luego le pudo su buen corazón de elfo.-Mirad chavales, no tenemos nada en contra vuestro, pero ya os podéis ir largando y rapidito o esto no va a terminar bien.-Y tenso su arco, listo para disparar al menos movimiento de estos malandrines. Esperaba que estos chicos se diesen cuenta de que no eran unos excursionistas a los que fuese fácil intimidar. Y sino, pues tendrían sangre.

Al final parecía que no estaba el sitio carente de actividad. Unos bribones nos rodearon, armas en mano, amenazándonos. Estaba claro que eran unos cabezas de chorlito, ya que nadie le dice a un enano que tire su arma ancestral, y menos unos pordioseros. Elassil tomó la iniciativa, intentando convencerles de que huyeran, para evitar un baño de sangre. ¡Siempre tan pacificador! Yo rugí y agarré mi hacha fuertemente, dando a entender mi respuesta. Dejaría unos segundos al elfo, pero ya sabía yo que estos tipos iban a catar el filo de mi hacha...

-"¡Grrrrr...!"

Aquellos tipos no parecían muy listos, seguro que las palabras por si solas no les iban a servir para nada. Así que tenso su arco y disparo.-Esto es solo un aviso, si os acercáis un solo paso, os atravieso la cabeza.-En su línea un disparo había salido realmente mal, pero el otro no tanto. A ver si ahora se lo pensaban y les dejaban tranquilos. Y sino pues había desaprovechado una magnífica oportunidad de comenzar bien el combate, lo que no era ninguna novedad. 

De reojo veo como Elassil vuelve a errar los disparos de nuevo. Si tuviera una mano libre, me la llevaría a la cara y suspiraría.