Partida Rol por web

Corrí a toda prisa hacia Dalfrid, enarbolando mi hacha de combate y cuando llegué hasta el primer muerto, la descargué con fuerza sobre su cuerpo putrefacto. El filo cortó hueso y carne por igual, dejando un buen tajo a lo ancho del torso. El olor a podredumbre azotaba mis fosas nasales con intensidad.

-"Ya voy amiga." Grité a la elfa.

Aquellos esqueletos habían fallado, pero no podía confiar en que su suerte durase eternamente. Tenía que tratar de acabar con uno de ellos, al que ya le había clavado una flecha. Se aparto un par de pasos y volvió a disparar. Pero en esta ocasión fallo sus dos disparos. Menuda mala suerte, ahora le tocaba esperar que los esqueletos fallasen, o lo iba a pasar muy mal.

Turno 2:

Karel corrió lo que sus piernas le dejaron correr, pero fue lo suficiente como para llegar a tiempo para auxiliar a la dama Dalfrid. Sin embargo, los esqueléticos cadáveres atacaron a ambos como pudieron, con sus desnudas y despellejadas manos...

Tres de ellos se echaron sobre la elfa, y sólo uno de ellos le dio tan severo golpe que, aparte del daño causado, logró hacer que soltara de sus manos el arco y éste cayera al suelo.

Daño (a Dalfrid): 3 puntos.

En respuesta, ésta logró herir de leve gravedad a uno de ellos con una flecha perdida...

Daño (a E4): 1 punto.

No contentos con ello, los otros dos cadáveres andantes, quienes ahora ponían la atención en el allegado Karel, se lanzaron contra él, golpeándole uno un gran tortazo en el rostro, y el otro agarrando su abdomen y apretando tanto que el enano comenzó a revolverse...

Daños (a Karel): 4 y 2: 6 puntos.

En respuesta, el enano descargó el hacha contra uno de los esqueltos (E6), destrozándolo en el aire como quien derriba un montón de monedas de oro puestas unas sobre otras;

Daño (a E6):  7 puntos (muerto)

Más atrás, cerca de la torre, Elassil trató de disparar a los dos que tenía casi encima de sí, pero ambas flechas se desviaron, como las de Dalfrid. Por contra, los dos esqueletos se lanzaron contra él. Quiso la suerte que ambos erraron sus desviados y descoordinados movimientos...

Fue entonces cuando escuchásteis un sonido agudo y colectivo.

No era aún de noche, de hecho aún brillaba alto el sol, pero oísteis el crujido de ramas cercano, el traqueteo de patas acercándose al claro donde luchábais y por un momento en vuestra mente algo temió lo peor: ¿Arañas de nuevo?

Que me apretaran o me hirieran no me importaba, ¡pero que me dieran una bofetada y encima en la nariz hinchada, fue lo que me volvió totalmente ido! Esos condenados se iban a enterar de lo que valía un peine. Zafándome un poco del esqueleto que quedaba a mi lado, descargué con furia el hacha sobre su cuello. La cabeza salió volando a quince metros. Con la inercia del golpe, di un par de pasos y descargué otro golpe sobre la espalda de uno de los esqueletos que golpeaban a la elfa.

-"¡AAAHHHH!" Gritaba rabiosamente.

Nadie me abofeteaba...

Elassil trato de concentrarse, necesitaba acertar al menos a uno de los esqueletos, que ya estaba herido. Pero estaba claro que no tenía el día. Las flechas pasaron lejos de los enemigos, desde luego que tendría que mejorar en su tiro con arco. Era una calamidad, lo que iba a tener que aguantar de Karel, si es que salía vivo de esta.-¡Maldita sea! El ataque que le has hecho con tu nariz a la puerta, me ha causado tal impresión que me es difícil concentrarme en el combate.-

Y al escuchar aquellos ruidos, pensó en las arañas gigantes que parecían obedecer al abab. Justo lo que necesitaban, cuando aun estaban luchando contra los esqueletos. Miro para tratar de ver, que podía ser esta nueva amenaza. 

Turno 3:

Andábanse los inhumanos rivales de Dalfrid y Karel tratando de apalear a la elfa, pero ninguno de ellos logró golpearla. Por contra, ésta se agachó a recoger su arco y disparó contra el más cercano (E3). ¡¡FFFF...Zas!! Una flecha voló y se incrustó en su maltrecha y visible caja torácica.

Daño (a E3): 6 puntos de daño.

Estuvo tal esqueleto tambaleándose hasta que dejó de hacerlo cuando su cabeza rodó por los aires... Karel, quien un instante después de actuar su compañera se había movido, logró derribar al contrincante que tenía al lado (haciendo que la calavera volara), y lo mismo hizo con el rival de Dalfrid, rematándole y dándole igual muerte; y así mismo ocurrió con un tercer enemigo, al que eso sí... quedó maltrecho tras el tremendo hachazo.

Daño (a E7)... 8 puntos. muerto.
Daño (a E3)... 8 puntos. muerto.
Daño (a E4): 6 puntos de daño.

Por otro lado, Elassil cargó dos flechas más, pero no pudo lograr acertar a los rivales, al igual que ellos, con torpes movimientos, no lograron acertar al elfo, pese a que trataban de derribarle.

Acto seguido, el primero que se percató de la situación siguiente fue el propio Elassil; el elfo escuchó en medio de la lucha el rugido de animales cuadrúpedos que llegaban a la carrera... Entonces, en los límites del claro, donde comenzaba de nuevo el bosque, aparecieron diversas criaturas. Efectivamente, eran lobos. Dos de ellos corrieron rápidamente hacia Dalfrid, pero ambos se lanzaron contra el esqueleto que aún quedaba en pie (E4):

Daño (a E4):... 4 puntos... muerto.

Ambos lobos se peleaban por sus huesos (literalmente), tratando de desmembrar sus fémures y radios para darse un buen festín. Otros dos lobos del mismo pelaje (oscuro y muy recio) acudieron en pos de el elfo. Elassil notó como los animales corrían hacia él, pero de igual modo saltarón contra los esqueletos que tenía delante. Éstos, a su vez trataron de revolverse...

De los cuatro lobos que aparecían, faltaba uno por hacerlo, pero tú lo divisaste entre los arbustos al final del claro. A su lado había una anciana, junto al animal. Ambos observaban la escena de dentelladas desde las sombras que ofrecían dichos arbustos...

De la nada aparecieron cuatro lobos que se lanzaron sobre los esqueletos, creyendo que estos eran huesos que el viejo de la torre les habia dejado para que se alimentaran.

-"Rápido, entremos en la torre y dejemos a los lobos que se encarguen de los esqueletos, porque viendo tu puntería, Elassil, seguro que te matan. Vamos, seguidme." Les grité a mis compañeros.

Eché a correr hacia la entrada de la torre, pero esta vez no le daría una patada a la puerta, que no quería que me volviera a dar en la magullada nariz. Todavía estaba cabreado por el manotazo del esqueleto y se lo haría pagar al viejales del abad.

Elassil aprovecha la ayuda de los lobos para tratar de acabar con los esqueletos. Disparando en primer lugar contra el que ya ha herido. Acierta al esqueleto que ya había herido y también al otro esqueleto. Al ver que Karel va hacia la puerta de la torre, le dice:-¡Espera un momento Karel! Tenemos que agradecer esta inesperada ayuda.-Lo dice mientras señala con la cabeza el lugar en el que aguardan la anciana y el lobo.

Turno 4:

El enano Karel no se lo pensó y echó a correr hacia la puerta de la torre. Mientras se quedaba en la puerta de la misma, Elassil disparó de nuevo hacia los dos esqueletos y, mientras estaban siendo hostigados por los lobos, los remató allí mismo. El elfo no corrió hacia la torre, pero si lo hizo Hilthear, quien se percató como el resto que ahora no había peligro en la zona. Elassil quedó esperando para agradecer aquella ayuda, pero Dalfrid se adelantó a sus intenciones. 

¡Ledicia! -la Elfa echó a correr hacia el borde del claro del bosque, con evidentes muestras de alegría, pues parecía conocer a la mujer que, en estos momentos, entraba en el mismo acompañado de un lobo que caminaba a su lado-. ¡Espera! Espera... ¿Eres tú también una ilusión? -referido a las ilusiones del necrófago y al propio Togoll en el molino-.

¿Una ilusión...? ¿Acaso no soy yo quien te enseñó a hablar con los lobos? ¿Qué haces aquí, Dalfrid? -le preguntó la mujer, acercándose junto al quinto lobo y abrazando a la mujer-.

Entonces la elfa le explicó sus peripecias en el bosque, así como su viaje al bosque del Amarrado para buscarla, tras haber estado vagando por el reino durante un tiempo. Luego os reunísteis todos en la misma puerta de la torre de madera, donde aún aguardaban Karel e Hilthear.

¡Señora Ledicia! -el elfo de Moralaevar se acercó a la mujer y se arrodilló, besando sus manos un instante en señal de respeto-. Parecía que la anciana era conocida en la zona para los lugareños.

Tranquilo, señor enano -le dijo despues a Karel-, estos lobos sólo comen arañas y huesos -sonrió-.

He aquí a Karel y Elassil, recientes amigos -explicó-. Vienen a buscar a alguien y nuestros pasos nos han llevado hasta... aquí -explicó Dalfrid, y luegomiró hacia arriba, hacia la torre, sabiendo que aún estaba ahí el anciano Fessus-.

Los lobos, entonces, os rodearon, sentándose muy tranquilos y obedientes delante de la sombra de la torre.

Elassil se acerco a la anciana, cuyos lobos habían venido en su ayuda. Al oír que Dalfrid la conocía y que ambas podían hablar con los lobos, comprendió el comportamiento de aquellos animales.

-¡Muchas gracias por su ayuda, y la de sus lobos, señora Ledicia!-Y no supo que más poder decirle a la anciana, pero no pudo reprimir una pregunta que hacia tiempo le venía rondando y para la que aun no conocía una respuesta adecuada.-Señora Ledicia, no sabrá usted por un casual, que es lo que ha llevado al abab Fessus a su actual situación, matando a sus hermanos del monasterio, y aliándose con arañas y esqueletos.-Una vez hecha se quedo más tranquilo, aquello era un misterio, que deberían tratar de resolver si querían entender que es lo que estaba pasando. 

Llegué corriendo a la entrada de la torre, pero alguna fuerza mágica me paralizó. No podía entrar y eso que hacía fuerza para ello. Detrás mía, los elfos, los lobos y una anciana que había aparecido se pusieron a charlar amigablemente y a tomar el té con pastas. Mientras yo trataba enfurecido de entrar, ellos se ponían a contarse la vida. Poco a poco, fueron paseando hasta llegar a mi vera, en la entrada del torreón. Dalfrid me presentó como un reciente amigo... ¡Como si no hubiéramos corrido aventuras juntos en el pasado! Seguía empujando, pero la fuerza mágica no me dejaba entrar, así que desistí y apoyé la espalda en la pared. Cuando se pudiera entrar ya entraría. Saludé a la vieja ñoña.

-"Hola, soy Karel Drûm, encantado. Y no se preocupe, no me asustan cuatro chuchos pulgosos." Refunfuñé.

Dejé caer la punta del hacha al suelo, y me apoyé en su empuñadura, a modo de bastón. Escuché a los demás, esperando a que la fuerza mágica desapareciera y pudiera subir corriendo de una vez para ajustar cuentas con el abad.

Conocía al abad Fessus antes de que viniera a morar aquí, claro. Es mi hermano. Le visitaba de vez en cuando en el monasterio de Moralaevar, pero ahora ya está perdido: he encontrado cuerpos dentro del bosque -se refería a cadáveres de fieles del monasterio-, fruto y consecuencia de sus artes... Pero como os digo, "conocía" al señor abad, no al monstruo en el que se ha convertido. No sé las razones de ello, pero algo ha infestado de maldad y vileza su mente, y a su vez ha atraído a malas criaturas a este bosque -como las arañas o los esqueletos andantes...-.

Karel trató de entrar de nuevo en la torre*, después de la explicación, pues no quería dejar que el abad huyese. Abrió la puerta y con su hacha a un lado subió los escalones que se elevaban llenos de telarañas. Desde fuera, Dalfrid, Elassil, Hilthear y Ledicia escuchaban las tremendas pisadas que retumbaban en los tablones interiores. Luego siguieron hablando mientras esperaban al elfo.

Subías y subías, en una escalera cuadrada y de caracol. Había dos pisos en esa planta, según pudiste deducir entre la amalgama de telarañas que adornaban aquel interior (tanto como la cantidad que había en el monasterio de moralaevar). Tras registrar el par de salas de la primera planta (una especie de almacén y una sala vacía), subiste al segundo piso. Allí los tablones crujían más, y tras una cortina más de telaraña bastante gruesa pudiste ver a alguien en la sala grande (que hacía de habitacion personal y que contenía el balcón en el que escasos segundos atrás habíais visto al abado convocar al rayo y a los esqueletos) contemplaste en penumbras una figura sentada, mirando hacia tí. La figura estaba débilmente iluminada por la luz escasa que entraba por la balconera (ya sabemos, las telarañas a modo de cortinas casuales), y entonces, ante de que hicieras nada, te habló, teniéndote a cierta distancia.

Nada podéis hacer contra mí... Moralaevar no permitirá que os llevéis su oro. Los soldados del conde Leonard ya lo han intentado... Levantaron torres y vagaron unos meses por aquí... hasta que les prendí fuego a todas menos a ésta, y luego los estúpidos sucumbieron ante la "ira de Moralaevar" JA JA JA -añadió la voz del anciano abad, ronca y tétrica, como antes, pues era él, desde su particular trono de madera (que en realidad era una simple silla). ¡Marchaos, o el bosque volverá a echarse sobre vuestras cabezas como pasó con los soldados! -esta vez las amenazas eran más sosegadas, como resarcido ya de venganza-.

Mientras Karel estaba dentro, los lobos rompieron la formación y fueron a dar una vuelta por los alrededores, tras una pequeña orden de su anciana ama; todos excepto el lobo que tenía al lado ella, sentado y tranquilo, y un poco más grande de lo habitual. Entonces Ledicia siguió hablando.

Señor elfo, dice Dalfrid que venís buscando a alguien... ¿de quién se trata? -preguntó interesada-.