Partida Rol por web

Lo de Karel le tenía preocupado, había subido el solo a la torre, sin esperar a nadie, este tipo de temeridades algún día podían costarle muy caras al terco enano. Pero en esos momentos era la anciana la que requería de toda su atención. Ante sus palabras, le dijo:-Lamento mucho que Fessus sea su hermano, se ha convertido en un monstruo que se rodea y persigue el mal. Aun así, si hay alguna posibilidad de que cambien, deberemos intentarlo. Aunque ya son muchas las vidas que su maldad y su locura se ha cobrado, si fuera posible, habría que intentar que su hermano cambiase. Aunque no creo que eso vaya a ser fácil, pero desde luego tenemos que intentar detenerle.-

-Karel y yo estamos buscando a un mediano amigo nuestro, Togol. Y creemos que es prisionero de Fessus. Este es el principal motivo que nos ha traído hasta aquí. Pero ahora, la necesidad de acabar con esta maldad nos ha quedado a los dos marcada como una prioridad. No deben morir más inocentes, ni ser profanado el bosque de esta manera.-

Era lamentable que aquel monstruo hubiese sido el hermano de esta amable anciana. Habría que tratar de ayudarle, y librarle de la locura que se había apoderado de el. 

Estaba muy, pero que muy cabreado. No solo tenía la nariz hinchada, si no que además un esqueleto me había abofeteado la cara. Y para rematar, la hermana del chalado este había venido contando monsergas y aburriéndonos con sus historias de vieja. Me acerqué despacio hacia el abad, con el hacha agarrada fuertemente, pero sin levantar. La llevaba mirando al suelo, para dar la sensación de que no iba a atacarle. El maldito clérigo seguía amenazándome y contándome lo que había hecho.

-"Bla, bla, bla, bla... Ya te he escuchado bastante Fessus. Ríndete ahora mismo y dejaré que te vayas con tu hermana. ¿No lo sabías? Acaba de llegar y está abajo, en el pie de la torre. Ha venido a buscarte para darte u par de azotes, por hermano descarriado. También tienes otra opción..." Dije mirando hacia atrás un instante, para asegurarme de que estábamos solos. "Te dejaré ir si me hablas más de ese ORO. ¿Dónde lo tienes? ¿Está aquí? ¡Y dame al zopenco del mediano, Togoll! Si no vuelve conmigo, el orejas puntiagudas se va a poner muy pesadito conmigo. Si no aceptas ninguna de estas dos opciones... te enfrentarás a esto." Dije, levantando el hacha de combate.

Me quedé en tensión, esperando su respuesta.

¡Ah! Esa anciana decrépita, ¡otra más de los intrusos de este bosque! -repondió ante tu comentario-. Sólo sabe pavonearse con sus lobos entre los arbustos. ¿Entonces habéis venido por ese diminuto ser? -te preguntó, al referirle a Togoll-, ¡JA JA JA JA! -se reía a carcajadas muy altas-. Suerte que tuvo ese pequeño ser que se salvó de ser merienda para mis arácnidos. Los lobos de Ledicia le despojaron de las patas de una de ellas... En fin, ese cretino no valía ni media onza de rubí...

Entonces abrió los ojos cuando le mencionaste el oro.

Ya os lo dije antes: sucubiréis antes de encontrar el oro del Gran Dios en este bosque -respondió, mientras ahora tenías el hacha tomado entre tus manos y elevado en el aire (y el anciano estaba sentado como si nada-. Ese conde de mala muerte ya lo ha intentado, y sus soldados ahora yacen despiezados o enterrados junto a las raíces de este paraje.

Entendiste entonces su clara su posición sobre el oro. Al menos Togoll no estaba en su poder.

Su mente hecha blanco está, como un pergamino vacío, y no encontrará paz en ella nunca más... No creo que haya forma de salvar a mi hermano -mientras hablábais escuchásteis una severa carcajada en el interior de la torre, en alguna parte elevada de la misma, y a Hilthear se le encongió el corazón por momentos...-. ¡Ah sí! Togoll, el mediano... -añadió Ledicia-. Mis lobos lo salvaron, y ahora mismo está en mi cabaña, no muy lejos de aquí. Estuvo a punto de ser devorado por una araña, y ello parece haberlo traumatizado. No te preocupes -te dijo-, está bien, al menos físicamente.

Tal vez... -interrumpió Hilthear- debiéramos acompañar a Karel ahí adentro -opinó el joven novicio-. Quiero irme de este bosque cuanto antes...

Una vez aclarado que la anciana no veía forma de salvar a su hermano, sino que más bien lo veía fuera del alcance de cualquier posible regreso a la normalidad, y además sabiendo que Togoll estaba a salvo, tocaba centrarse en ayudar al impulsivo enano. Cualquier día estas prisas les iban a salir muy caras, esperaba que ese día aun no habría llegado. Pero al escuchar las terroríficas carcajadas de Fessus, Elassil se temió lo peor y salió corriendo hacia la torre, no sin antes decir.-Me alegra mucho saber que Togoll esta a salvo, y lamento que nada se pueda hacer por ayudar a su hermano. Ahora voy a ayudar a Karel, que sin pensarlo mucho ha ido el solo al peligro.-

Al ver que el decrépito abad no me iba a decir nada del ORO, ni tampoco de Togoll, solo quedaba una opción: darle de sopapos y arrancarle la información mediante el dolor. Me acerqué a él, ceñudo.

-"Está bien, tú lo has querido así." Le dije.

Me lancé contra él para darle un buen golpe con la parte roma del hacha. No quería matarlo de momento, si no que hablara...

Abajo quedó Hilthear con la anciana de los lobos, junto con Dalfrid. Al entrar en la torre viste un lugar confuso y lleno de telarañas. Enseguida subistes en una escalera cuadrada y de caracol. Había dos pisos en esa planta, según pudiste deducir entre la amalgama de telarañas que adornaban aquel interior (tanto como la cantidad que había en el monasterio de Moralaevar). Tras registrar con la mirada el par de salas de la primera planta (una especie de almacén y una sala vacía), subiste al segundo piso, epicentro de los ruidos y carcajadas.
 
Allí los tablones crujían más, y tras una cortina más de telaraña bastante gruesa pudiste ver a alguien en la sala grande (que hacía de habitación personal y que contenía el balcón en el que escasos segundos atrás habíais visto al abado convocar al rayo y a los esqueletos). Contemplaste que había una una figura sentada, mirando hacia tí, débilmente iluminada por la luz escasa que entraba por la balconera (ya sabemos, las telarañas a modo de cortinas casuales). Y entre la figura y tú estaba Karel, con el hacha en alto hostigando al sujeto...

Está bien, tú lo has querido así... -Karel pronunció tales palabras, sin percatarse de que Elassil había llegado y estaba tras de sí.

Con la parte roma del hacha, elevada un instante atrás, la descargó contra el abad Fessus, que era aquella su identidad según observó ahora el elfo. Entonces, cuando el hacha golpeó en el objetivo, Karel no sintió el impacto entre sus manos. Lo que ocurrió fue que en ese mismo momento el cuerpo del abado se deshizo o se transformó en decenas de pequeñas arañas (tan pequeñas que cabíanen la palma de una mano, y todas ellas comenzaron a corretear de la silla hacia todos los rincones de aquella sala... Karel se dio cuenta ahora de que su compañero estaba allí, con él.

No sabíais si había sido una ilusión o un truco (o si aquel era el verdadero abad Fessus), pero el caso es que todas las arañas comenzaron a arder espontáneamente mientras huían entre vuestros pies rápidamente... Y ello hizo que las llamas que las devoraban se propagasen por la cantidad de telarañas que había colgadas en las paredes y el techo. Enseguida, comenzó a propagarse un gran fuego en toda la sala... y la torre era de madera...

Fue entonces cuando tuvísteis que bajar para no sucumbir allí dentro. En cuestión de minutos estábais fuera...

Una vez en el exterior, observásteis que la torre estaba en llamas también en la parte de fuera, y poco a poco iba calcinándose bajo vuestra atenta mirada

¿Qué ha pasado ahí dentro? -preguntó Dalfrid- ¿dónde está el abad Fessus?

Será mejor que nos vayamos -insistía Ledicia, sin esperar a que respondiérais-. Os llevaré con el mediano...

Muchas fueron las cosas que les sucedieron en un corto periodo de tiempo. Al entrar corriendo en la torre, y llegar al segundo piso. Elassil pudo ver como Karel trató de atacar al abab, pero este de alguna forma desapareció allí mismo, ante sus ojos, transformándose en una miríada de pequeñas arañas. Aquellos pequeños animales corrieron alejándose por toda la habitación, cuando de repente comenzaron a arder, extendiendo rápidamente las llamas. Echaron a correr y cuando llegaron al exterior, pudieron ver que el fuego se había extendido con gran rapidez y toda la torre ardía.

-Yo tampoco entiendo que es lo que ha ocurrido. No puedo comprender como el abab se ha transformado en pequeñas arañas. Ni porque motivo estas han ardido. Poco o nada más podemos hacer aquí, así que lo mejor será que te acompañemos y nos reunamos por fin con nuestro amigo Togoll.-

Cuando le iba a poner la cara como una patata, este se transformó en arañitas pequeñitas que saltaron del asiento al suelo y corretearon por la sala. Miré atrás y vi a Elassil plantado en el dintel de la entrada.

-"¡No te quedes ahí plantado, como las zanahorias que tanto te gustan, písalas!" Le dije al elfo.

Pero ya era tarde. Estas empezaron a arder y a quemar las telarañas, haciendo que toda la torre ardiera hasta sus cimientos. Bajamos corriendo y nos apartamos de allí unos metros, para estar seguros por si se derrumbaba. Miré a la vieja fijamente.

-"Me da igual que sea tu hermano, anciana, pero se merece un buen sopapo." Le dije seriamente.

Al oír que nos iba a llevar con el mediano, levanté una ceja. Entonces las palabras del abad tuvieron sentido en mi cabeza. Al parecer la vieja y los chuchos pulgosos le habían rescatado de las arañas y se encontraba a salvo en alguna madriguera.

-"Bien, sí, vayamos a ver a ese atolondrado. Seguro que ya le ha robado la vajilla, si es de metal." Solté iracundo.

Una vez todos reunidos abajo, y entendiendo Karel que la anciana Ledicia, lobera en el bosque del Amarrado, tenía a Togoll a buen resguardo, salísteis del claro no sin antes ver cómo la torre se acababa de consumir rápidamente en las llamas del fuego provocado. Al internaros en el bosque los lobos de la anciana echaron también a correr en la misma dirección que vosotros, y parecía que todos ellos marcaban el lugar al que os dirigíais. No tardásteis ni diez minutos (después de subir una elevación del bosque llena de arbustos) en llegar a una cabaña de madera con una diminuta chimenea cilíndrica en su tejado. Era la vivienda de la anciana. Dalfrid, por su parte, parecía reconocer el lugar. Tal vez hubiera vivido allí algún tiempo. Junto a la cabaña había una zona vayada, y algunas gallinas correteando asustadas por los lobos (que parecían respetarlas).

De la chimenea salía un pequeño humito blanco y enseguida Ledicia entró en su hogar, ella en primer lugar, para avisar al mediano. El resto esperásteis fuera un instante. Enseguida salió por la puerta una figura pequeña, rechoncha y descalza. Era Togoll, quien se presentaba con una pieza de carne entre las manos (y entre los dientes) bien charruscada. Los lobos de Ledicia miraban sentados delante de la casa el pedazo tostado de carne, relamiéndose.

¡Amigos! -dijo con la boca llena de carne, aún sin haberla tragado-. Entonces tosió un poco, pues casi se atraganta. ¡Creí... creí... -glup, tragó finalmente el bocado. Y esta vez no era una enigmática ilusión-, ¡Creí que no volvería a veros!

¿Éste es vuestro amigo Togoll? -Dalfrid sonrió, pensando en lo bien que lo estaba tratando Ledicia mientras vosotros estábais pasando penurias por él, buscándolo-.

¿Y los hermanos del monasterio? -preguntó de repente Hilthear-. ¿Alguien más ha... sobrevivido?

Togoll enseguida recordó a Hilthear, pues había convivido con él durante su estancia temporal en el monasterio de Moralaevar.

Un par de ellos lograron salir con vida -ahora comenzaba a relatar algo más serio lo vivido-: Cuando esas asquerosas arañas invadieron el monasterio pude tomar una carreta y dos pequeños pequeños barriles... lo que me correspondía por ayudaros. Pero a las puertas del monasterio me asaltó uno de esos grandes insectos y aplastó la carreta y rompió las barricas... La araña me atrapó y bummm... ¡Me trajo hasta aquí! ¡Hasta este bosque! -las explicaciones de Togoll eran imprecisas y muy tajantes, pero Togoll era así, muy bruto para algunas cosas-. Vi morir a varios frailes, y hubo alguno que huyó... pero no sé mucho más. Fue terrible...

Le encontré embadurnado de telarañas. Bueno, mis lobos lo hicieron. La gran araña que custodiaba su cuerpo huyó ante la presencia de los animales y yo me encontré con él. Luego lo traje hasta aquí... Al parecer le gusta la carne bien hecha... -remarcó Ledicia, aludiendo al pedazo de carne que aún masticaba-.

No sé si todavía tendréis ganas de ir al Festival del Desbarrilamiento. Con esos dos pequeños barriles hubieramos conseguido mucho oro, pues era un vino excelente -apuntó Togoll, resignado-. Por mi parte no tengo problema en ver qué se cuece allí, yo estoy preparado para partir... Ehmm... ¿Y ésta quién es? -dijo mirando a Dafrid con su típica cara de asombro mientras se limpiaba las grasa de las manos en las solapas de su chaqueta-.