Partida Rol por web

El ahora ampliado grupo reanudó la marcha al lento ritmo del carro, como era habitual. Seguramente los Gorriones acabarían por separarse para seguir su camino, ya que con sus caballos podían recorrer mucha más distancia a mayor velocidad, y, al contrario que los que iban a pie, la pequeña caravana solo los ralentizaba. Pero por el momento, se entrenteían charlando con los otros viajeros. Al menos, algunos de ellos.

En la retaguardia, el arquero charlaba con Syndra y Ussia, aunque la primera parecía estar de morros, como iba siendo costumbre cuando alguien no la trataba como consideraba o la ofendía mínimamente. Lo que venía a ser lo mismo.

Yriel se separó de ambas mujeres y cruzó el grupo de lado a lado, atrayendo la sileciosa mirada de Atheld mientras pasaba por su lado. Al llegar a la parte delantera, donde Wülf hablaba con el hombre mayor y el orco trataba de llamar la atención de Gorsha sin aparente éxito, se acercó a Gwyl y ambos se apartaron un poco del resto para discutir algo en privado.

En la parte central, cerca del carro, ambos enanos seguían conversando con los de su misma raza, mientras que Erizo se acercó hasta el líder de los mercenarios, poniéndose a su altura para tratar de averiguar algo más sobre el lugar al que se dirigían todos.

- No estoy tan seguro - respondió Logan al semiorco - Los pasos llevan una semana abiertos, y en el Descanso ya nos informaron de que varios grupos de mercenarios los habían cruzado ya. Los Bravos de Rojas son unos viejos conocidos, pero nos han hablado también de una compañía bajo el mando de una mujer, cosa que no estoy seguro de si creérme, pero, sabiendo como es este mundo... - se encogió de hombros - Respecto al dónde iremos, probaremos suerte primero en el Reino de Cregan. Es de los pocos "monarcas" que tiene dos dedos de frente, y si sabe lo que le conviene, contratará todas las espadas que pueda para enfrentarse a Odrin - negó con la cabeza, como si no se acabara de creer algo - Odrin... Su rey es un gordo borracho que solo piensa en comer, beber y en metérla en caliente... pero el año pasado sorprendió a todos con una serie de ataques que pilló desprevenidos a sus vecinos. Muchos dicen que no es cosa de él, sino de esa mujer con la que se casó... Vino del sur sin apenas nada, y ahora es reina del mayor pedazo de tierra del Norte... Algunos dicen que es una bruja...

Sintiendo la mano de la mediana sobre la suya, la sombría no tardó mucho en desviar su mirada hacia ésta, permaneciendo un tanto hipnotizada por un momento, antes de recobrar la capacidad de pensar. Aquel tacto la había tomado por sorpresa, si bien no podía decir que le desagradara. Después de todo, no había nada que disfrutara más que el tacto de otra mujer, aunque bueno, usualmente acostumbraba a que fuera de una manera más... íntima. De cualquier forma, no pudo evitar sonreír complacida, ante el hecho de que la mercader se hubiera molestado en intentar tranquilizarla, por lo que no tardó mucho en relajarse un poco. No quería que Ussia se preocupara por ella, por algo que no tenía mucho sentido molestarse demasiado. Sin decir nada, apoyó una de sus manos sobre la de la mediana, con cierta ternura, no muy propia por parte de la sombría, dedicándole una sonrisa gentil, antes de centrar su mirada nuevamente en el mercenario.

- Todo siempre es extraño para los humanos. Viven muy poco, y por eso no llegan a verlo todo en sus cortas vidas, querida. - Le respondió a la mercader, mientras mantenía sus ojos fijos en aquel sujeto que tardó cierto tiempo en presentarse, a pesar de haberse mostrado de acuerdo con las palabras de la hechicera anteriormente. Parecía que tenía un poco de cerebro, para ser un hombre, incluso si era bastante maleducado al no haberse presentado desde el principio, o tras decir aquellas palabras tan molestas para la bella mujer. Los humanos eran casi igual de detestables que la mayoría de los orcos, principalmente por la similitud en cuanto a falta de cortesía que los caracterizaba. No obstante, decidió que no valía la pena insultar al sujeto, al menos no cuando éste decidió dedicarle algún que otro cumplido, incluso si no era de la boca de un hombre que la sombría deseaba oír dichas palabras.

- No has visto muchos vestidos de gala, ¿verdad? Es una túnica negra... y una capa de viaje con una capucha. Aunque tengo algunos vestidos entre mis pertenencias. - Le aclaró al mercenario, un tanto mosqueada por el hecho de que alguien pudiera equivocarse entre una túnica y un vestido costo como los que ella acostumbraba a vestir... cuando no estaba viajando, claro. Era verdad que tenía vestidos entre las cosas que cargaba su caballo, si bien no sería tan ilusa como para vestir esa clase de vestimenta en ese momento. No tenía el gusto de arruinar buenos vestidos. - Una armadura sería una molestia para mí. Por cierto, Petyr... tienes mucha confianza en ti mismo, aunque siempre puede haber uno perteneciente a mi pueblo en ese espacio que has mencionado... y estoy segura de que serían mejores arqueros. Aunque bueno, has sabido no incluir a los reinos élficos. - Comentó con cierta frialdad, no porque deseara insultarle, ni destruir su confianza, sino porque poco le importaba a ella si alguien era o no un buen arquero. Aunque tenía que reconocer que la confianza del humano era admirable, por lo que le dedicó una sonrisa brillante, complacida con su actitud, incluso si tan sólo era un hombre. No obstante, tendría que ver esa proeza en acción, si esperaba que la elfa le tomara realmente en serio.

No obstante, las palabras del líder de los Gorriones, capturó por completo la atención de la sombría, quien no dudó en oír cada palabra que éste expresó, en cuanto comenzó a explicar la situación en el norte. El saber hacia dónde irían los mercenarios, no fue algo que le importara mucho. Si bien, las siguiente información, relacionada al reino que la sombría deseaba visitar, no hizo más que crear un claro interés en la hechicera. Antes no había estado muy segura si dirigirse hacia ese lugar pero... ahora, sabía muy bien que debía ponerse al servicio del "rey" de Odrin, o más bien, al servicio de su reina. Estaba interesada en conocer a esa "bruja" de la cual hablaban, y no sería una mala idea que dos hechiceras pudieran unir fuerzas... Bueno, si es que realmente se trataba de una hechicera como ella. Incluso si no lo era, no estaba mal buscar el... patrocinio de una mujer ambiciosa, incluso si ésta era una humana, claro. Una sonrisa divertida se dibujó en su rostro, sabiendo muy bien que si la supuesta bruja, era una mujer inteligente, nunca dudaría en emplear a alguien como Syndra. De seguro tendría la necesidad de adquirir todo el poder que le fuera posible obtener. - Interesante... muy interesante... - Murmuró por lo bajo, demasiado complacida con aquella información. No había duda, el reino que adquiriría su poder... sería Odrin.

Erin se fijó en el hombre maduro, Dalton. Parecía muy seguro de sí mismo: había que estarlo, para hablar así a un orco. La chica miraba de reojo aquellas fauces, que muy bien podían arrancar trozos de carne del cuerpo de cualquier persona. Curiosamente, Erizo le parecía mucho más peligroso que aquel mercenario, pero no le daba miedo, al igual que Gorsha. ¿Estaba Erin entablando amistad?

 - Sólo nos juntamos para sobrevivir al viaje - se dijo, con desilusión - En cuanto alcancemos un lugar seguro, nuestros caminos se separarán.  

Hablando de aquello, ¿qué haría Erin más adelante?  Unirse a alguna banda de mercenarios parecía una opción razonable, pero apenas sabía combatir...  De hecho,  NO sabía combatir. 

 - ¿Qué haré en una batalla? ¿Tirar a un borracho al suelo?

Diciéndose esto a sí misma, Erin giró la cabeza para mirar a Atheld. La pelirroja marchaba en silencio, quizá escuchando, o puede que absorta en sus propios pensamientos. De pronto, la mercenaria debió percatarse de la atención que estaba recibiendo, y miró con fijeza a la chiquilla. Erin apartó la mirada de inmediato; azorada, se dirigió a Dalton. 

 - ¿Cómo...?  - le faltó la voz. El hombre miró sorprendido a la muchacha flacucha, con un arco y una flecha en las manos, que de repente le hablaba. - ¿Cómo se une uno a una compañía como la vuestra? 

Aquella pregunta le pareció de inmediato una idiotez, y Erin se maldijo a sí misma con palabras antiguas. Intentó rectificar:

 - No sé...  ¿Cómo te uniste tú, por ejemplo?  O tú - añadió, esta vez mirando al enorme orco que pretendía a Gorsha. 

Al escuchar al lider de los Gorriones Gwyl se mostró interesada y curiosa, desviando su atención del semielfo para atender a lo que el hombre decía. Sin embargo cuando mencionó a la misteriosa mujer sureña que se había hecho con el reino de Odrin casándose con el gordo borracho del rey, su expresión se tornó tensa, oscura y agresiva. Duró unos instantes, pero alguien que la estuviera observando podría haberse dado fácilmente cuenta de su expresión.

No tenía duda de quien era esa mujer... Tenía que ser ella, sin dudas. ¿Qué habría pasado con el pequeño Aidan? Quizás había mandado a su hijo a otro sitio lejos, donde creyera que estaba a salvo, o quizás se había deshecho de el en pos de quitarse de encima un posible estorbo para un matrimonio ventajoso... Aunque Gwyl lo dudaba. Mildred era una arpía asquerosa que merecía sin dudas las peores penas del infierno... Pero estaba bastante segura de que quería a su hijo. Al fin y al cabo, todo lo que había hecho, lo había hecho por el. O quizás no, y todo, incluyendo tenerlo, había sido un plan para conseguir poder del único modo en que parecía que las mujeres podían mantenerlo en este mundo de mierda, a través de matrimonios, parir crios y manipular hombres inútiles. Chasqueó la lengua asqueada y dió una patada firme al suelo. Esto ponía las cosas difíciles para ella... Si Mildred era la reina de Odrin no tenía mucho sentido intentar buscarla allí, es decir, ya sabía donde estaba... Y era difícil que se pudiera acercar, así por las buenas, a...a.... ajusticiarla. Por otro lado estaba en tema del niño, Aidan. ¿Dónde estaba? ¿Qué haría con el? Según el posadero había cruzado el paso solo... ¿Querría decir que su madre le habría enviado por separado para protegerlo o protegerse ella misma? ¿En ese caso estaría o no estaría en el mismo lugar que ella?

La mestiza desconocía por qué, pero el asunto le preocupaba lo suficiente como para considerarlo un problema a solucionar. Quizás porque no le hacía gracia dejar a un niño huérfano a la buena de dios, o quizás porque era su hermano, o porque de alguna forma se sentía responsable de lo que le ocurriera. Al fin y al cabo, lo que hiciera con Mildred cambiaría el destino del chiquillo (y con semejante madre, probablemente para bien).

Entonces miró a Erin, preguntando acerca de unirse a los gorriones... Si no podía acercarse a ella en Odrin entonces quizás la mejor opción fuera unirse a sus enemigos, del Reino de Cregan, y buscar información y su oportunidad desde allí... Fuera como fuera, saldaría sus cuentas con aquella mujer.

- Parece que mi destino en el Norte ha sido decidido - le dijo Gwyl a Yriel con una sonrisa significativa, algo sanguinaria, como si se tratara de un perro taimado. - Voy a preguntar algunas cosas - le dijo señalando a Erin y los tres gorriones con la cabeza, antes de encaminarse hacia ellos.

Gwyl se alejó de Yriel y se encaminó hacia donde se encontraba el lider de los mercenarios junto con la pelirroja, los el calvo, los dos enanos y el semiorco Erizo. Sonrió a Erizo situándose a su lado y se dirigió al hombre rubio lanzando miradas rápidas a el calvo y la pelirroja.

- Esta historia - dijo entonces, sonriente - La del rey gordo y borracho y su bruja, es interesante... ¿Sabes más de esa mujer? Suena como alguien de quien hay que saber.  - preguntó con sinceridad. Dudaba que el hombre tuviera problemas en contarle unos cuantos rumores sobre ella, sobre todo si se dirigía a ver si le contrataba el reino enemigo. - Por cierto... Yo también me dirigiré a Cregan, así que si puedo viajar con vosotros mejor que mejor. Soy bastante buena en varias cosas, podría ser de ayuda- añadió la chica morena encogiéndose de hombros y dedicando una mirada al hombre calvo que la había estado mirando desde que apareció. No era una mirada hostil, pero si intensa. - A noche nos conocimos de mala manera, pero esta mañana, por mi parte al menos, arreglamos todo, creo. Mi nombre es Gwyl, y vengo de Viavenna, bueno, de Altairea, pero estuve viviendo un tiempo en Viavenna. - añadió ofreciéndole una mano pequeña, morena y nerviosa al lider de los gorriones. Esperaba que esa presentación ayudara a empezar con buen pie. No le hacía gracia viajar con alguien que la equiparaba con los piratas que secuestraron a su familia, pero menos le hacía gracia atravesar una tierra en guerra y desconocida para ella sola. ¿Y quien sabe? El de mercenario no parecía mal oficio. Era bastante más honrado que ser ladrona.

Las razones que daban los demás para explicar la presencia de magos no le terminaban de quedar claras a la guerrera, pero esos pensamientos pronto pasaron a segundo plano cuando se dio el aviso de la presencia de jinetes en la retaguardia.

Gorsha aferró su hacha, más que dispuesta a usarla si se necesitaba, pero dudaba que fuera a ser un ataque. ¿A la vista y sin rodearles por varios frentes o bloquearles el camino? O no eran atacantes o eran unos atacantes muy, muy estúpidos. La joven Erin parecía preocupada, claro que no era de extrañar, el lugar era perfecto para una emboscada a la pequeña caravana.

 -No creo que nos ataquen. Se han cargado la sorpresa al aparecer por detrás. Las emboscadas juegan con la sorpresa, si se la cargan no hay emboscada que valga.

Con alegría la orca comprobó que sus suposiciones eran correctas al ver que los jinetes no eran otros que el grupo de los Gorriones. El orco con el que había estado la noche anterior se le acercó para flirtear un poco, a lo que ella contestó con una sonrisa de igual calibre a la que él le había dedicado. Lástima que aquel bigotudo fuera a regañar a Brogg como si de un niño se tratara.

 -No me estaba molestando, así que no hace falta que le tires de la correa como si fuera un chucho.

Gorsha miró a Brogg de nuevo y dijo:

 -Acompaño a esta gente en su viaje, su destino es el mío. Viajar y conocer mundo es lo que busco, acumular conocimiento para crecer como guerrera y así servir mejor a mi tribu. ¿Y vosotros a dónde os dirigís?

Al poco Yriel había entendido que Gwyl quería acabar con una mujer. Su impresión inicial era que buscaba a su madre, ciertamente debía de haber algo familiar en todo ese asunto, algo muy emocional.

La joven entonces le dedicó una cálida sonrisa y aquello provocó otra en el semielfo, más contenida. Pero le agradó que ella se sintiera bien con él incluso en mitad de ese enredo.

Todo indicaba que Gwyl tenía una misión muy poderosa para ella, hecho que fue luego reforzado cuando alguien curiosamente habló sobre una bruja del sur y la faz de la mestiza cambió, mostrando expresiones mucho más agresivas. La historia de la recién casada tras el rey y la frase final de ella le hizo pensar que era la mujer que buscaba. La emoción en su rostro era tan intensa que no le pareció un asunto de una madre abandonando a su hija, sino de una mujer que destrozó a su familia.

El semielfo tan sólo asintió a la morena. Iba a ir a Odrin a enfrentarse a una reina, nada más y nada menos. Una reina que parecía astuta y que quería conquistar el Norte. Que podía haber contratado a la loba de Viavenna, ¿cuántas cosas más? Al final parecía que la ciudad que le había criado iba en su búsqueda incluso en tierras tan lejanas.

- Me gustaría saber más sobre Odrin.

Comentó a modo de deseo. Parecía que había una historia también ahí, una que podía ser decisiva para toda la región.

La conversación con Gwyl había arrojado información que le volvió pensativo, solo que después los gorriones complementaban todo aquello de un modo que parecía orquestado por el destino. El tema de la bruja del sur le resultaba preocupante.

- Fiora Valenti, la líder de la Compañía Azul.

A Fiora tan sólo la llegó a conocer siendo niños, ni habían cruzado una conversación, pero la había podido ver crecer, más rápido que él mismo dada su sangre élfica. Recordaba aquellas polémicas sobre la importante familia de ella y como terminó marchándose para convertirse en mercenaria.

- De prestigiosa familia y muy buena conocedora de las intrigas de la aristocracia. Me pregunto si estará en Odrin y si no habrá acabado otra vez envuelta en un plan tejido desde las sombras.

Posiblemente todos los mercenarios acababan entre alguna telaraña siendo los brazos ejecutores de algún o alguna intrigante. Era así como funcionaba el mundo y el Norte funcionaría del mismo modo. Iba a desarrollarse una buena guerra en aquellas tierras, pero Yriel pensó que no le afectaría. Él era un simple viajero, sería fácil evitar cualquier cruce con tropas o saqueo. Salvo que optara por intervenir de modo más directo que era la opción que se había abierto.

Le sorprendieron las palabras de varios de sus acompañantes. Y también que la pelirroja le hubiera seguido con la mirada, se preguntaba si querría algo de él tratando de desechar que fuera un interés romántico. Él había hecho caso omiso, en verdad si era algo importante se le acabaría acercando ella, así que el semielfo tan sólo tenía que esperar.

- Creo que la opción de viajar a Cregan es muy interesante.

Añadió finalmente creyendo que si iban hacia allí quizá le podría convenir.

- Bueno, provengo de Viavenna, así que estoy acostumbrada a ver bastante mezcla entre la gente del puerto. Pero no suelen partirse la cara. No mucho. - se encogió de hombros con una sonrisa, recordando la cantidad de peleas de taberna que había visto de pequeña - Y sobre los norteños, nos acompaña uno en el grupo y tampoco me ha parecido tan... 

No llegó a acabar la frase. Tampoco podría definir a Wülf como normal. Y se le seguía haciendo extraño que viajase solo siendo curandero. Y a pesar de lo enigmático que era, había depositado algo de confianza en él, decidiendo acompañarle. Del tiempo dependía poder decir si había sido acertado o no.

- Los medianos tampoco es que vivamos mucho más que los humanos... - comentó levantando un poco la cabeza para mirar a Syndra tras oír su comentario.

"De hecho, sabiendo dónde nos estamos metiendo y que voy sin armadura, seguramente viva mucho menos que cualquiera de las dos razas." pensó con amargura. Aunque había tratado de calmar a Syndra antes, estaba claro que su orgullo era imposible de acallar, viendo cómo estaba tratando a Petyr. Sólo esperaba que el hombre no se molestase por aquello y decidiese probar su puntería con ellas. Las palabras de Logan la distrajeron un momento, mientras le escuchaba pensativa. Tal vez Odrin no fuese una mejor primera opción, a pesar de contar con una hechicera. Quizá Cregan...

- Yo soy Ussia. - se presentó rápidamente a Petyr, viendo que era la que faltaba - Parece que os habéis informado bastante de los reyes en vuestro grupo. ¿No sabrás, por curiosidad, alguno que se dedique a coleccionar objetos exóticos, verdad?

Thánur asintió preocupado ante las palabras de Thorskar, los rumores de guerra habían llegado a oídos del arquitecto, pero los caprichos de los señores de esas tierras parecían ser volátiles y peligrosos. Luego el mercader prefirió mantener en privado sus temas de familia, lo cual comprendió al instante, y poniendo una mano en su hombro agregó -  Amigo, respeto vuestra intimidad, no volverás a oír una pregunta mía al respecto - luego se realajó y prestó atención a la conversación entre Belandir y Therm.

Los jinetes los alcanzaron pronto y pudo reconocer a algunos de los Gorriones, que se distribuyeron junto a la caravana. Ahora si es un grupo numeroso, pensó. Ese refuerzo le vendría bien para cruzar el paso, pero tal vez podría ser de ayuda más adelante, si los temores de Thorskar finalmente sucedían. El que parecía su líder comenzó a hablar de las ciudades cercanas y sus líderes, dando un panorama poco alentador para el arquitecto.

Volvió a dirigirse al Wedrun - Ya habéis decidido a dónde ir? Me hablaste de Penda, Odrin y Cregan, pero según parece estos jinetes y algunos de los que vienen conmigo quieren ir a Cregan... hacia dónde prefieres ir? He prometido acompañarte hasta la primer ciudad y así haré, hermano - preguntó, expresando su convicción de no separarse de ellos.

Thánur hablaba en enano con Thorskar, sus rostros eran serios, hasta que el arquitecto puso su mano en el hombro del mercader y dijo unas palabras. Tras ello, el silencio los acompañó por un tiempo mientras los jinetes los alcanzaban. El anciano enano comenzaba a prestar atención alrededor, primero sobre el diálogo entre Belandir y Therm y luego en el que mantenían Erizo con el líder de los Gorriones.

Saludó con un gesto a la mujer mercenaria con la que había cruzado palabras la noche anterior, pero sus ojos se abrieron sorprendidos cuando escuchó a Gwyl hablar, acercando posiciones con las personas que había tratado de tan mala manera horas atrás. Vaya, está aprendiendo... puede que su padre enano haya hecho un gran trabajo con ella después de todo, pensó y asintió hacia la joven en señal de aprobación. Luego se volteo para cruzar otras palabras con el enano que estaba junto a él.

Erizo escupió al escuchar las palabras del mercenario, una espesa flema que quedó colgando de los rayos del carro.

—Parece que la tal bruja es la que tiene a mano ganadora en este momento. Yo no conozco al tal Cregan, tal vez sea tan bueno como dices, pero si algo he aprendido es a estar con quien tiene la mano ganadora —le respondió. Y a degollarle y cambiar de bando apenas cambien las tornas, ¿seguiré siendo ese hombre? ¿o este viaje me ha cambiado y soy un mercenario noble, leal y confiable, como los cantos de las tabernas?

Volvió a escupir otro amargo salivazo, que fue a instalarse junto al primero, girando acompañando las vueltas de la rueda. ¿Una metáfora de mi vida? Un escupitajo insignificante colgado de la rueda del poder, que quedará enterrado en el barro del camino, y nadie más pensará en él?

Se le había agriado el humor, y siguió viaje en silencio, masticando su lento pero inexorable retorno a su vieja vida, y con ella, a las viejas costumbres que quería dejar atrás.

Ante la aparición de los nuevos actores, Belandir los ignoro como si fuesen solo un grano de arena de un infinito desierto, para el enano, aquellos humanos no le reportaban ningún tipo de utilidad ni interés, por lo que solo se limitó en mantener su marcha y su actitud de alerta como lo haría cualquier gran veterano de guerra. A él no le importaba a donde iba a parar, solo el cumplimiento de su contrato era su prioridad, todo mientras seguía dialogando, en su idioma natal, con el joven comerciante enano…

Las palabras de caído comandante comenzaron a relatar una antigua proeza de cuando aún era parte del gran ejército de Kazad Drakk, su tono de voz era ronca y lleno de un aura oscura que invocaba una nostalgia suicida que maldecía y al mismo tiempo anhelaba ser transportado una vez más a ese tiempo que luchaba codo a codo con el rey que juro servir hasta su muerte…

La historia siguió como una deprimente, pero fascinante poesía en donde relata de forma sublime las artes de la guerra que tanto esmero habían forjado por siglos, describiendo perfectamente como la valentía, la tenacidad y la disciplina daban cara de forma gallarda a la emboscada que los elfos oscuros habían planeado para asaltar la gloria de su señor.

Cada palabra seguía avanzando, el ambiente oscuro aún se mantenía, sin embargo, esto no evito que una sonrisa sádica, digno de un adicto a la batalla, se mostrara en el rostro de Belandir en el momento que describía como las tripas y la desesperación comenzaron a gobernar en las filas enemigas como un tributo al dios de la carne, una imagen que cualquier insano pintor desearía inmortalizar mediante su creación.

Pero mientras la historia iba finalizando, la presencia oscura del viejo enano comenzaba a ponerse aún más densa, especial momento cuando, en su mente, revivía las celebraciones junto a su hermano, a su rey… sus ojos enmarcaban un odio a sí mismo como si aquella nostalgia solo fuese una muestra de debilidad, un pasado ya muerto que jamás volverá.

Una vez que la prosa había terminado un silencio sepulcral envolvió el lugar, el viejo Belandir se mantuvo pensativo, asumiendo el garrafal error de añoran algo que, ha muerto junto a su reino…

El arquero alzó una ceja ante el comentario de Syndra, teniendo en cuenta que se notaba a la legua que ambos pertenecían a clases sociales bien diferentes - Puees... No. Difícil verlos cuando lo poco que ganas tienes que usarlo para alimentar a tu familia. De donde yo vengo, algo así se usaría solo los días de fiesta - dijo, señalando la túnica de la hechicera. Su cara de incredulidad aumentó al escuchar lo que opinaba la elfa sobre las armaduras - No sé, yo creo que más molestia sería ser impactado por una flecha o algo similar - se encogió de hombres ante la defensa de Syndra sobre los de su raza - Puede. Me he enfrentado antes a elfos con arco... pero no son ellos los que ahora están hablando con vosotras - dejó caer.

Se giró hacia Ussia - Bueno, ya son varios años los que pasamos en estas tierras. Casi les acabas cogiendo cariño a esos viejos cabrones - entonces volvió a poner cara de extrañado - ¿Coleccionar objetos exóticos? Dudo mucho que entiendan siquiera... Bueno, espera. ¿Consideras exóticos los cráneos de tus enemigos?

- ¿Mmm? - el viejo mercenario se giró hacia Erin al escuchar la pregunta de esta - Bueno... Es más fácil de lo que parece. Tienes que encontrar alguna que sepas que está buscando nuevos miembros, y ver si te aceptan, normalmente porque tienes alguna habilidad que consideran útil o que les hace falta. Y como trabajo no les falta, es raro que no tengan que reponer bajas de tanto en tanto - iba gesticulando mientras hablaba - Las hay de varios tipos, claro. Pueden ser pequeños grupos como el que tenemos montado, en el que todos nos conocemos, o pueden llegar a tener miles de hombres, y su líder tener más poder que incluso algunos nobles. Esta forma es más habitual en las tierras al sur de la Liga.

- Personalmente, yo me uní de tamborilero, hace demasiados años ya, en una compañía que dejó de existir hace tiempo. Fui yendo de una a otra hasta que en una campaña aquí en el Norte me encontré con Logan y Atheld. En cuanto a Brogg... - dijo, mirando al orco, que estaba entretenido hablando con Gorsha - podría decirse que lo adoptamos.

Brogg devolvió a la orca una sonrisa similar a la de Gorsha, viendo que se mostraba receptiva a sus atrevimientos, aunque en cuanto esta se puso a hablar se apartó un poco y le prestó atención - Grandes aspiraciones, espero que lleven mucho honor a tu tribu - hablaba con una fuerte voz gutural, típica de los de su raza - A mí me da igual dónde mientras me paguen por partir cabezas. El jefe dice que a Cregan, pues a Cregan. Para mí la única diferencia es cuanto hay que caminar para llegar a uno u otro - dijo, acabando con un fuerte soplido por la nariz, cual toro.

Thorskar pasó la mirada por los mercenarios mientras pensaba, antes de responder a Thánur - Mi idea era dirigirme hacia el reino de Penda en un principio, puesto que es el más cercano, y desde allí, ir probando suerte hasta que consigamos un buen trato. Pero no te preocupes por esa promesa, amigo. Si prefieres seguir viajando junto a tus compañeros, lo entenderé y no habrá problema alguno. Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar tarde o temprano por estos lares.

- ¿"No te ha parecido tan..."? Es un mentiroso, de eso estoy segura. Deberías tener cuidado en quién confías, mi querida Ussia. Todos tienen máscaras en este largo juego. - Le aseguró a la mediana, en un tono gentil que demostraba que no quería que le pasara algo a la mercader, luego de que le hubiera agradado que ésta la invitara a acompañarla, y no pareciera mostrar desagrado con su compañía. Le había tomado cierto cariño, por lo que no le gustaba mucho que la pequeña le tuviera tanta confianza a aquel humano que decía ser un curandero. Sin embargo, tampoco podría hacer mucho al respecto, si Ussia decidía creerle más a Wülf que a ella. Eso sería la decisión por parte de la mediana, y a la vez, demostraría que la sombría no debía encariñarse demasiado con alguien que no sabía escuchar sus consejos.

- Ah, por supuesto. No desconozco la corta vida de tu raza aunque... - Aseguró con tranquilidad al escuchar las palabras de la mercader, antes de acercar sus labios lo suficiente a la oreja de la misma, con la intención de susurrarle algo para que sólo ella pudiera escucharla. - ... si permaneces a mi lado, tal vez eso no sea un problema con el tiempo. Mi pueblo tiene muchos secretos... - Susurró divertida, en un tono sensual, suave, al mismo tiempo que le dedicaba una delicada caricia sobre su mano. Tras decir aquellas palabras, no tardó en volver a mirar a Petyr, teniendo que escuchar, lamentablemente, la voz del humano, que parecía que estaba dispuesto a continuar conversando con ellas. Bueno, al menos, existía la posibilidad de obtener algo de información de importancia de aquel sujeto. De lo contrario, no sería más que una pérdida de tiempo para ella.

- Lo lamento por ti, Petyr. Es una pena cuando no puedes disfrutar de una buena vida y obsequiarle a tu amante algo bonito... - Comentó con sinceridad, como si lamentara la idea de una vida así, aunque no porque sintiera lastima por el humano, sino porque no podía imaginar el no poder tener lo que deseaba, incluso si actualmente no se encontraba en las condiciones en las cuales se encontraba cuando estaba en su hogar. No obstante, por el momento, podía darse  ciertos lujos, aunque era necesario que obtuviera el patrocinio de alguien con poder. Por eso necesitaba visitar aquel reino, ya que estaba segura que una mujer así no rechazaría sus servicios. Estaba claro que era una reina ambiciosa, y la ambición no tenía limitación a los métodos necesarios para obtener lo que deseaba.

- En ese caso, eran débiles, y una vergüenza para su pueblo. Te agradezco que te deshicieras de ellos. - Comentó con frialdad, tras oír las palabras del humano, un tanto cabreada por el hecho de que el mercenario hubiera podido contra algunos de los suyos. También estaba molesta con aquellos que habían perdido en combate contra un simple humano, si bien se tenían merecida la muerte por mostrar semejante pobreza en cuanto a desempeño. De cualquier manera, no tenía sentido dar mucha vuelta al asunto, ya que aquello no haría más enfurecerla más de lo debido. Incluso ignoró el comentario de la armadura, ya que no deseaba explicarle al patético arquero, lo que ella era. Mejor dejarle en su ignorancia.

- Y dime, Petyr... He de suponer que sabes cómo llegar a Odrin, ¿verdad? Me gustaría visitar ese reino, en lo posible, pero desconozco cómo llegar. - Si bien Wülf había asegurado que la guiaría a ese lugar, prefería en lo posible evitar la compañía de ese humano. No confiaba demasiado en él, y aún recordaba que este le había faltado el respeto anteriormente. Si podía obtener información del reino que buscaba, por medio de otra fuente, sería más que ideal para ella. El único problema, era que no sabía si Ussia estaba interesada en visitar el mismo reino pero... bueno, podría invitarla a acompañarla. Si la mercader aceptaba o no, sería su decisión, pero la sombría sentía la necesidad de unir fuerzas con esa supuesta bruja. Era una buena oportunidad, y todos sabían que las oportunidades no debían ser desperdiciadas.