Partida Rol por web

Sin llegar a ver nada destacable en medio de la espesura, Gorsha e Yriel se limitaron a esperar a sus compañeros. Erin ya les había guiado anteriormente por los bosques norteños y los silvanos tenían una especial afinidad con la naturaleza, o aquella fama tenían, por lo que quizás ellos pudieran encontrar lo que no lograban ver, además de aumentar sus posibilidades en un enfrentamiento, si bien no parecía que los imperiales estuvieran dispuestos a iniciar uno.

Los árboles se movieron detrás de ellos, y tanto Erin como Arahan aparecieron, acercándose hasta la otra pareja. No había rastro de Ussia, que se habría quedado con su carro, ni de Thánur, que había manifestado su voluntad de quedarse con el pequeño Aidan.

Por una parte, el verdor y la humedad resultaron reconfortantes para Erin: estaba en su elemento. Aquel bosque era impresionante, mucho más frondoso que el que había sido su hogar en Altairea... y más antiguo. Erin se imaginó que entrar en un paraje así era como hacerlo en una catedral, aunque nunca había estado en una: los majestuosos troncos de los árboles parecían columnas que se elevaban hasta cerrarse en un techo de ramas y hojas, y la luz solar llegaba hasta el suelo teñida de verde como si atravesara una vidriera.

A su espalda sentía sin oírla la presencia de Arahan, y Erin avanzó con pasos leves sobre el suelo húmedo, procurando no hacer el menor ruido: más adelante pudo ver a Yriel y Gorsha, que se habían internado en la foresta antes que ellos. Alzó su arco levemente como saludo hacia el semielfo, que se giraba para verles.

Tragó saliva, y miró alrededor, en los huecos que quedaban entre los árboles, en todas direcciones. ¿Estaban al acecho, o les acechaban a ellos?  Como fuera, Erin sabía que allí podía contar con un pequeño ejército a su disposición... y sonrió.

Pendiente como estaba del bosque no fue difícil advertir que había movimiento detrás, con una rápida mirada se aseguró de que se trataba de sus compañeros. Los fugitivos estaban logrando pasar desapercibidos, pensó que debían de ser expertos. Yriel se imaginaba a la pareja como asesinos de élite, esa facilidad para haberles dado esquiva confirmaba aquella creencia.

- Tienen que estar cerca pero no les hemos podido localizar, el bosque es muy espeso y ellos expertos.

Miró ahora a Arahan y a Erin, el elfo le parecía el más adecuado para cambiar las tornas.

- Hagamos un intento por dar con ellos. Que empiece la caza.

Una de las cosas que no le había encajado era que Erin no hubiera usado ningún truco antes, habían todavía muchas cosas que se le escapaban de ella. El semielfo volvió a repasar el verdor que había delante, este bosque le parecía muy poblado y venía a significar que los asesinos supieron elegir el terreno que más les convenía. Pero ellos eran cuatro y no eran mancos, algo lograrían.

Notó que el verdor de los vegetales le atraía, producía un efecto en él que ya había notado otras veces, el Norte era muy bello en ocasiones aunque esta vez esa belleza estaba ocultando a dos peligrosos hombres.

Para desgracia de la orca, las únicas personas a las que encontraron fueron a Erin y Arahan. Y en realidad ellos les habían encontrado a Yriel y ella, así que... Sin embargo su compañero tenía razón, había que intentarlo por lo menos. Y ahora que contaban con la ayuda de Erin y Arahan, lo tendrían algo más fácil para intentar localizar a aquellos esbirros.

 -Muy bien. Vamos allá, los ojos bien abiertos.

Esta vez Gorsha pudo fijarse en más detalles de los alrededores, pero seguia sin ver nada concreto que le dijera que los tipos a los que buscaban estaban por allí. Maldita fuera su suerte...

Arahan, arco presto, llegó a buen paso junto a Erin. El elfo se sentía como en casa, ese era su terreno, por lo que en seguida sus ojos se entornaron y olfateó un poco el aire tratando de vislumbrar por donde se habían ido esos canallas. A veces se preguntaba como había acabado en un enredo como ese, pero sin duda, ya tendría tiempo para figurarse porque había acabado ahí, por el momento, tenía una presa que rastrear. Mientras los otros iban hablando en voz baja, Arahan se mantuvo en silencio, ligeramente encorvado y preparado. 

Ocho ojos veían más que dos, sobretodo los de aquellos más familiarizados con la naturaleza. Erin se sintió revigorizada al encontrarse sumida en un ambiente tan lleno de vida y virgen, pero no pudo detenerse a deleitarse con el momento. Los agentes les llevaban ya demasiada ventaja.

Aunque todos estaban alerta y atentos a cualquier posible rastro, tuvo que pasar un rato más hasta que los ojos del elfo dieron por fin con una pista. Unas gotas de sangre entre las raíces de un árbol, ocultas por su sombra salvo si se miraba desde una dirección concreta, desde la que Arahan se había encarado por casi pura casualidad. La sangre no era fresca, los imperiales no estaban allí para tenderles una posible emboscada, sino que habían seguido huyendo. Era imposible saber con certeza en qué dirección, pero, viendo que no se habían detenido a nada, ni siquiera a curar al herido o sacar la flecha, lo más probable es que simplemente hubieran continuado en línea recta.

Tendría que bastar por el momento. Sin perder un segundo, los aventureros se adentraron más en el bosque, continuando la caza.

La joven recordó aquellas partidas de caza junto a su padre, y cómo el Sol podía cruzar todo el cielo sin que Breann y ella intercambiaran ni una sola palabra. A pesar del peligro, y de la culpabilidad por haber dejado atrás a Aiden, se sintió bien: le gustaba aquella situación.

Avanzó deprisa en la dirección marcada por la sangre, intentando ver algún otro rastro de sus presas.

Ussia permaneció con la mirada fija en los bosques, esperando que Thánur se hiciera cargo del niño. Temía que en cualquier momento volviera todo el grupo, con la mirada derrotada y sin haber sido capaces de encontrarlos. Sus ojos se entrecerraron ligeramente al escuchar al mago. Era consciente del peligro que habían supuesto, pero ¿qué pensaban hacer si no? Erin no quería entregarles al niño y aunque no iban a tomarlo por la fuerza, solo les habrían seguido más y más hasta conseguir llevárselo. 

- Tal vez mi virote haya sido el primer ataque, pero viendo la actitud de los demás, podría haberlo hecho cualquiera. Ya fuera hoy o la siguiente vez que se presentasen. Y tengo bastante claro que todos somos conscientes de las consecuencias. - terminó respondiendo al hechicero, girándose hacia él. 

Se quedó muda al escucharle hablar de Syndra. Sentía que había pasado mucho tiempo desde la primera vez que les conoció a todos en aquella posada y en realidad había sido menos de un mes. Bajó la mirada, sin saber cómo responderle. Tal vez antes se hubiera disculpado del comportamiento de su compañera, pero tenía claro que no dependía exclusivamente de ella. 

- Syndra era... Complicada. Sobre todo teniendo en cuenta tu condición de hombre. - soltó un breve suspiro con una ligera sonrisa, sin querer ofenderle para nada - No, no era amable. Y sí, a cualquiera le podría resultar algo extraña, incluso siniestra a veces. Pero tenía decisión. Tenía muy claro qué quería hacer en su vida, aunque fuera un imposible para muchos. Era fría con casi todo, pero realmente se preocupaba por las cosas que le importaban. Me salvó más de una vez y yo no pude devolverle ese favor cuando más lo necesitaba. - la mediana seguía con la mirada gacha y aunque su tono seguía sonando triste, aquella vez no había lágrimas de por medio. Volvió a levantar la cabeza con gesto decidido hacia el hechicero - Habrá consecuencias, lo sé. Lo llevo sabiendo desde que entré en estas tierras malditas, sé de sobra que cualquier futuro feliz y tranquilo que tuviera planeado, ha desaparecido. Pero ya lo he dicho: Sé que ha sido mi sed de venganza lo que ha llevado a esto pero también sé que para los demás era algo inevitable. - dicho esto, se volvió hacia el bosque, esperando de nuevo ver alguna figura entre los árboles y vigilando que no llegara nadie por las zonas cercanas.

Arahan descubrió el rastro, y así se lo hizo saber al resto conforme avanzaba en esa dirección mirando de un lado para otro, temiendo que se escaparan o que decidieran emboscarlos a ellos mismos. El cazador cazado.

La orca avanzó despacio por el bosque, junto a sus compañeros. Aún le costaba distinguir nada que no fueran ramas y maleza, pero sus entrenados ojos consiguieron encontrar el leve rastro de sangre que Arahan les había señalado.

Avanzó procurando hacer el mínimo ruido posible para no alertar a los asesinos. Si el rastro era tan fiable como parecía, los encontrarían en breve.

Nimrod calló durante un momento, reflenxionando sobre la respuesta de Ussia - Hmmm... Quizás. Supongo que quién diera el primer paso no importa, si todos estaban dispuestos a lo mismo... - por como lo decía, parecía que el hechiero no estuviera muy de acuerdo con lo sucedido, y ciertamente no había mostrado ningún tipo de reacción durante todo el encuentro y lo sucedido una vez Ussia apretó el gatillo.

También se mantuvo en silencio respecto a Syndra, al menos al inicio - Ya veo. Supongo que lo que mostraba a los demás era tan solo una faceta suya. Dudo que pocos la hayan podido conocer tanto como tú. Deberías encontrar consuelo en eso, tuvo a alguien a su lado en sus últimos momentos - hizo una pausa antes de seguir - La muerte de un mago es siempre una tragedia, y se notaba a la legua que Syndra tenía talento, sin mayúsculas. Cuando uno esgrime semejante poder, es fácil olvidar que se sigue siendo un ser tan frágil.

El viento meció con suavidad los árboles cercanos, pero de momento, no hubo señal alguna del retorno de sus compañeros, o de que los agentes hubieran dado la vuelta para dividirlos y atacarles ahora que junto al niño apenas quedaban cuatro personas.

- En cualquier caso - siguió diciendo Nimrod, girándose para mirar de reojo a Aidan, abrazado a sus rodillas en el pescante del carromato - La relación con el Imperio no es la única consecuencia a la que deberéis hacer frente. Ahora tenéis a vuestro cargo a alguien que depende de vosotros. Me temo que esa será la mayor dificultad a la que os hayáis enfrentado hasta ahora.

Había que continuar con la caza, alertas, el bello bosque guardaba escondía a dos letales asesinos que no dudarían en matarles. Ahora se convirtió todo en un juego mortal en el que los dos grupos pugnaban por sobrevivir. Se jugaban todo en poco tiempo y era algo que le disgustaba, que ellos caían en la trampa, que se enredaron en la más alta política movidos por la venganza.

Yriel tenía buenos sentidos, esperaba que con la pista encontrada por Arahan lograran avanzar hasta ellos. Con la rabia carcomiendo su corazón, sintió el deseo de acabar con la pareja sabiendo que tras eso tendrían que planificar cómo saldrian adelante.

Estaban cerca. Muy cerca de hecho y aquella flecha ensangrentada era la prueba de ello. Les tenían contra las cuerdas, obligándoles a retroceder y a poner cada vez más terreno entre ambos grupos. Gorsha empezó a sentir la emoción de la caza con aquella persecución. Y eso hizo que se pusiera a mirar rastros de manera más activa, como lo hacía cuando perseguia un corzo herido a punto de convertirse en su cena.

Permaneciendo en silencio, la orca siguió avanzando junto a sus compañeros, señalando mediante gestos cada pista o marca que le indicaba por dónde continuaba el rastro a los demás. Igual esos asesinos se la podrían pegar a un cazador solitario. Pero ellos eran cuatro. Lo que uno no veía, lo verían los demás. No tenían escapatoria.

Aquella flecha era cuanto necesitaban. O al menos, cuando necesitaba Gorsha. Con aquella cantidad de sangre, el olfato de cazadora de la orca tuvo una buena muestra que seguir, guiándolos en la dirección correcta a través del bosque. Fueron reduciendo la distancia que los separaba, ya seguros de ir tras su pista, hasta que finalmente, dieron con ellos.

Había atravesado el bosque de un lado a otro, llegando hasta la linde contraria a por la que habían entrado. Atadas en dos árboles vieron un par de cuerdas que habían sido cortadas apresuradamente, y cuando por fin salieron de la línea de árboles a campo abierto de nuevo, vieron el motivo.

Los imperiales escapaban a lomos de sendos caballos, que habían estado allí esperando el regreso de sus amos. Los agentes los espoleaban con brío, sobretodo una vez se dieron la vuelta y vieron que los aventureros les habían dado alcance. Aun así, no debían de haber salido hacía mucho, porque todavía estaban relativamente cerca. No obstante, una vez cogieran velocidad sería imposible alcanzarles.

Al verse perseguidos, los altaireanos compartieron una mirada y acto seguido, ambos se separaron, yendo cada uno en una dirección, aunque siguiendo en línea recta para ofrecer el mínimo blanco posible a cualquier proyectil que les dispararan de nuevo. Uno de ellos se balanceaba levemente sobre la silla y su montura iba algo más lenta que la del otro, señal de cuál de los dos era el herido.

Se escapaban. Y les sería imposible seguir hasta donde se fueran. Iban en caballo y ellos a pie, llegado ese punto era evidente que la persecución había acabado, pero Arahan no dudó como era habitual en el. El elfo había tensado su arco y había dedicado unos instantes para hacerse uno con el, sintiendo el viento y agudizando la vista. En cuanto percibió la llamada de la caza, el elfo soltó la flecha que iba directa hacía el que ya estaba herido.

El bosque les cobijó facilitándoles la huída, no era tan grande como para que pudieran reducir la ventaja y ahora podían ver que sus esfuerzos iban camino de ser en vano. Ya sobre los caballos estaban casi a salvo, solo podrían lanzarles algunas flechas como última medida.

- Si pudiéramos acabar con uno y herir el caballo del otro.

Los estoques cayeron al suelo cuando Yriel los desestimó en favor de su arco, lo tomó para lanzar una flecha dirigida hacia el jinete más herido como había hecho Arahan. El disparo de Yriel fue un poco a ciegas, al salir la flecha había tratado de tener en cuenta la dirección del viento y ahora no sabía si iría en la dirección correcta, hubo de confiar en su instinto pues de algún modo sentía que un rasgo propio de los elfos le había hecho disparar sin necesidad de apuntar, a ciegas pero consciente de la trayectoria. Había tanto que no sabía de esos parientes suyos.

Su mano fue hacia el carcaj de nuevo preparando una nueva flecha.

Valientes hijos de puta... ¡Se les iban a escapar como no hicieran algo! Correr estaba descartado, ya que por muy rápida que ella pudiera llegar a ser, no alcanzaría a esos jamelgos al galope. La única alternativa que tenían era atacar desde donde estaban, con arcos y flechas.

Estaba claro que su fiel hacha de batalla no le iba a servir de mucho en aquella lucha, así que imitando a Yriel, Gorsha soltó su hacha y sacó su arco y una flecha, apuntando al asesino que estaba sin heridas. Porque aunque Yriel no decía ninguna tontería estratégicamente hablando, la orca no tenía nada en contra de aquel caballo. Si podía evitar matarlo, mejor.

Ussia se mantuvo en un silencio incómodo mientras el hechicero hablaba, sin llegar a mirarle directamente en ningún momento. Su voz no dejaba claro que apoyase aquel ataque y aunque lo de Syndra en parte era cierto, no sentía que realmente quisiera compartir esas palabras con ella. Es educado, pero nada más que eso. O por lo menos, era lo que ella percibía.

Viendo que sus compañeros todavía no volvían, la mediana reaccionó por fin a las palabras de Nimrod, sobre el niño. Se giró hacia él, con la mirada algo apagada. La parte más racional de ella seguía preguntándose por qué no les habían entregado al niño. Seguramente estaría mejor viviendo como el hijo de un emperador que como el compañero de una banda de mercenarios. No tenía relación con ninguno de ellos, excepto tal vez con Erin. Y aún así, solo porque supuestamente era el hermano pequeño de Lesil... Ussia alzó una ceja con incredulidad. No entendía qué querían decir con ello en su momento y seguía sin entenderlo. El parecido era nulo. 

En cualquiera de los casos, el hechicero tenía razón en una cosa y es que aquel niño era ahora su responsabilidad. Como hermana pequeña, poca idea tenía de cuidar niños. Sabía qué cosas les gustaban, pero no es que llevase muchos juguetes en la mochila, precisamente. No se le ocurría cómo hacer que aquel chiquillo aterrado dejase de estarlo... Y aún así, solo se le ocurrió algo que tal vez necesitaba.

- ¿Y tú cómo te sientes respecto a todo esto? - le preguntó directamente, sin disimular su curiosidad - Puedes decir lo que pienses, sin miedo. Aprovecha ahora, que no están los demás. - terminó con media sonrisa de complicidad.