Partida Rol por web

A Albert le daba asco aquella gente que aun en su cara se reian de ellos, les pedian que iolvidaran y les pedian que les dieran las gracias por convertirlos en esclavos de aquella maldicion inmunda.
Estaba seguro que algunos de sus acompañantes sin duda estaba agradecidos de verdad y en cualquier momento de intimidad traicionarian a sus compañeros para lanzarlos al abismo, pero daba igual solo le quedaba la muerte y la vengaza  debia hacerse el sumiso para erradicar aquella plaga uno a uno y salvar la vida de los incautos que estos seres veian como juguetes

Miro al viejo que lo habia convertido y se trago su desprecio todo lo que pudo- Lo que haces, ansio estudiarlo esos conocimientos y como afectan al cuerpo quiero adquirirlos , ¿hasta donde llegan los limites de este poder?

Sentado al lado del sire Wenceslas, sabía que en aquella situación lo mejor era mostrar nuestra lealtad a quienes nos habían convertido. Giovanni, Wenceslas y los demás nos habrían matado y alimentado de nosotros de no ser por la llegada de las fuerzas de Hardestadt, convirtiéndonos por el único motivo de que necesitaban a alguien que les hiciera ganar tiempo para escapar. Pero Wenceslas también me había vuelto inmortal y me había dotado con algo que antes no tenía.

-No se puede llegar a la grandeza sin el dolor, mi sire -le dije a Wenceslas, en tono ampuloso, mientras me arrimaba a él-. Vos me lo enseñasteis y por ello mi lealtad está con vos, Wenceslas.

        - Supongo que además de nuestro apego a nuestros creadores esta ... situación en la que nos hemos visto envueltos nada mas ser creados nos ha ... dado la oportunidad de convivir con un grupo de desconocidos con características muy diferentes que han podido acercarnos un poco, de manera que tal vez podamos ayudarles en su misión de una u otra manera como un equipo! -      Dice la duquesa Borgia en voz alta pero respetuosa al Conde Giovanni mientras que mira por un momento a cada uno de los otros sobrevivientes del castillo de Hardestat antes de voltear a su sire para decirle con voz mas baja y siseante:

        - Por favor Lady Amisa, Basilio y yo queremos aprender todos los valiosos y misteriosos conocimientos que usted pueda ofrecernos para poder colaborar con nuestro grupo en contra los tiranos del grupo de la Camarilla! -      Dice María a su sire pareciendo convencida y tratando de convencer al resto de la sinceridad y seguridad de sus palabras

Anton se acomodó en la silla y escucho en silencio, era momento de callar y momento de escuchar y este era una de esos momentos, aunque todo el mundo se obstinaba en interrumpir.

- Está claro que sois nuestra mejor oportunidad-  Se limitó a decir Anton.

El discurso de Giovanni me suena vacío. La gran arenga de un noble que dice tener más de lo que en realidad posee, no la de un líder. Alguien que lanza la piedra mientras se esconde. ¿Por qué si no habrían huido ante otros que dice que son sus iguales?. Tanta palabrería me impacienta, hecho que queda patente en los arañazos que quedan en la madera de la mesa al rascar el material tratando de mantener el control y reprimirme.

El resto comienza a acercase a sus sires. Lo que estaba pactado. Bien, termino levantándome y uniéndome a Micezyzlav y a Zaleski.

- ¿Qué más se puede aprender acerca de esto? - digo indiferente entre pregunta y demanda, mostrando a mi sire mis manos transformadas.

Cuando Lady Theopana se acerca a mi para sentarse a mi lado me encojo un poco en el asiento, un poco incómodo mientras que a mi mente volvía la visión de aquella noche. Millones de bichos de miles de patas recorriendo mi piel, deambulando, cubriendome por completo por interminables minutos antes de terminar sujeto a la silla y apunto de ser devorado. Tengo un visible escalofrío mientras que los pelos de mi nuca se erizan, pero luego de un tiempo en que se sienta a mi lado siento una extraña conexión, una extraña sintonía mientras me voy poniendo poco a poco más cómodo con su presencia hasta que termino por sentarme normal, relajado, con la espada sobre mi regazo tratando de que no le moleste a nadie más.

Cuando Giovanni empezó a dar su discurso ahora le prestaba más atención, y al terminar no sentía.. Nada... No sé que era. Me sentía abotargado, me sentía aún confundido. Con saber un cuarto de lo que sé ahora estaría tal vez horrorizado, pero luego de probar la sangre... De saber de mis habilidades y todo lo demás no podía hacer más que inclinar la cabeza y rendirme ante la situación en lo que estábamos. En mis días como humano trataría de huir, pero ahora con lo que pasaba sentía que Dios no me perdonaría, no luego de convertirme en algo tan impío y maligno como lo que era ahora. No importaba cuantas veces en la biblia dijera lo contrario, ya que ahora mismo no soy humano, ahora soy solo una bestia.

-Dejar el pasado atrás...- Murmuré por lo bajo con un tono melancólico antes de soltar un suave suspiro.

Sonrío de oreja a oreja al escuchar a Giovanni. Mis retorcidos dientes forman dos hileras irregulares que parecen a punto de caer de su sitio, una desagradable y siniestra mueca que helaría la sangre a cualquier mortal. 

Miro a la Matrona Violeta, a la que antaño percibí como una pobre leprosa abandonada por todo y por todos que, por alguna razón, había acabado como divertimento de un noble excéntrico. Ahora me doy cuenta del monstruo que es, de que su apariencia bajo la máscara es igual de retorcida que la mía, y de que su forma exterior es fiel reflejo de su interior. 

-Dejar el pasado atrás... - Pienso en voz alta. -Para eso hay que tener un pasado... Y yo hace años que no lo tengo. No obstante, como dice la señora, quizá debierais, por ejemplo, enseñarnos a valernos en esta nueva existencia. No conozco del todo los cambios que he atravesado... Y con este aspecto... En cualquier aldea me quemarían vivo. Si buscáis demostrar buena fe, quizá debierais empezar por ahí. 

Constanza se acerca a su sire. La cabeza queda baja, la mirada esquiva. Sabe que ahora debe permanecer sumisa hasta que sea su momento.

-¿Mi señor me permitireis aprender de vos?

Allan maldijo para sus adentros la actitud de sus acompañantes, caballeros, nobles sumisos y sucumbidos al mismisimo diablo y sus diferentes formas. ¿Acaso habían olvidado lo que les habían hecho? despojarles de su vida para convertirlos en sicarios del diablo y en esclavos de la sangre... simplemente le daba asco verlos.

No, desde luego que Allan no tenía nada que agradecer a quien le había convertido en aquella criatura, aquellos poderes, aquel mundo podía resultar tentador para algunos, pero no para la parte de Allan que luchaba por seguir siendo el mismo.

El médico, no había probado la sangre, se negaba a ello por el miedo que le daba que la poca humanidad que aún le quedaba se fuera en el primer sorbo.

Aquellos seres le habían convertido, pero nunca serían sus señores, aunque de momento Allan debiera aparentar que lo aceptaba...

El simplemente permanece en silencio, esperando la respuesta de su sire a lo que sea que preguntó la dama Borgia, no le gustaba ser el lacayo de nadie, pero tenía que comerse sus cuestionamientos si quería sobrevivir lo suficiente para hacerse más fuerte, era obvio que debía de sobrevivir cómo sea, ya que su fe ciega en dios desapareció hace relativamente poco.

Un pensamiento fugaz y un poco fuerte le asaltó momentáneamente, preguntándose qué sería de su pobre madre, ahora no tenía recursos ni verdadera libertad, siendo el lacayo de esa criatura que lo había convertido.

Y de nuevo volvía a maldecir en su subconsciente, por su puesto, mantenía la cara de póker que hacía difícil adivinar que estaba pensando, por momentos quería salir al sol y morir abrazado por los resplandecientes rayos dorados de su magnificencia, pero hasta ese entonces, debía cumplir con su objetivo principal.

-Me alegra que hayáis escogido el camino correcto -dice Giovanni cortando cualquier posible conversación con vuestros sires-. Sé que tenéis dudas, inquietudes, ganas de explorar los nuevos dones que poseéis, pero tenéis toda la eternidad para aprender, ahora debéis mostrar vuestra lealtad. Debéis darle un mensaje a Japheth, en el monasterio de los Capadocios -saca una pequeña carta lacrada-. Está a media noche de viaje, si partís ahora llegaréis antes del amanecer. Si cumplís vuestro cometido con éxito habréis demostrado vuestra lealtad hacia nosotros.

Giovanni hace un gesto al posadero que comienza a traer jarras llenas de un espeso líquido rojo, no os hace falta preguntar que es, el olor os inunda, se trata de sangre. Pero parece que Giovanni espera una respuesta afirmativa a que haréis su encargo antes de ofreceros la jarra

-Se hará como ordenéis, lord Giovanni -dije, en tono servicial, cuando el líder del complot nos indicó la tarea de llevar aquella pequeña carta lacrada al monasterio de los Capadocios-. Llevaremos el mensaje.

Siempre me había gustado permanecer en un segundo plano y no destacar y, al fin y al cabo, me encontraba en compañía de guerreros y nobles, pero no quedaba más remedio que ser yo quien tomara la iniciativa, dado que el resto permanecía en silencio en esos instantes. Tomé la carta entre mis regordetas manos, aunque no quería ser yo quien cargase con tamaña responsabilidad, por lo que se la tendí a Nicolae.

-Llevadla vos. Sois quien mejor la defendería en caso de que fuéramos atacados de nuevo -razoné, tras pensar quien era el mejor combatiente de entre los presentes y que podría transportar la misiva sin que se la arrebatasen.

Acto seguido, olisqueé la sangre de una de las jarras y decidí acercármela a los labios para poder saciarme con aquel suculento elixiar y curarme de las heridas que había sufrido durante el ataque dentro del carruaje.

Albert detecto el olor a sangre recorrer sus fosas nasales y bajarle por la garganta ,aquello le hizo la boca agua y aunque se asqueba del sentimiento  la necesidad de beber de aquellas jarras se  hacia acuciante.

Acompañare al artista, quizas mis viejos conocimientos de medicina puedan hacer falta - que otra cosa podia decir de todos modos, su venganza llevaria tiempo y cuanto mas demostrara su compromiso con la cuasa mas facil seria evitar una prematura muerte

Despues espero a que le sirvieran la sangre para beber con gusto intentando olvidar de donde podia provenir

             - Si dios nos lo permite usted y nuestros señores pueden contar conmigo Lord Giovanni, aunque me parece que para poder realizar su urgente pedido de entrega además de conocer algunas ventajas, defectos y condiciones de nuestra condición de vampiros también nos sería muy útil saber quién y cómo es su pariente?     Así como donde podemos encontrar y si nos esperan en el monasterio Capadocio? -     Responde y pregunta la duquesa a Lord Giovanni tras mirar de reojo por un momento a Lady Amissa y Basilio para saber si estaban de acuerdo o no con su repuesta y no tomo sangre hasta que alguno de ellos lo hubiera hecho 

Dios no tendrá nada que ver en todo esto Lady María, somos siervos de Lady Amisa y Lord Giovanni, no podemos encomendarnos a nadie, solo a nuestra propia fuerza y voluntad, más concuerdo con ella, esa información extra. La sería muy útil-

Agregó de forma respetuosa Basilio, respaldando a su "hermana" por decirlo de alguna forma, no sólo por que había sentido la mirada de reojo, también había tenido la necesidad de superar esta prueba para probar que era digno, la venganza tomaría su tiempo, pero al ex monje eso no le importaba, ahora tenía la eternidad para ello. 

La mención de Japheth por parte de Claudius Giovanni me trae a la memoria la cena. La cena de la que fuimos el plato principal. La cena en la que morimos; en la que volvimos a esta existencia impía. No se me olvida. La tengo grabada a fuego en mi mente. Algunos de los brindis pedían la muerte del tal Japheth. Lo que contenga la carta no puede ser nada bueno.

Sin embargo, Mantegna me devuelve a la realidad al mencionarme. Mecánicamente tomo la carta, aceptando así en silencio el encargo. Sin embargo, no la custodio con cuidado sino que la mantengo, observando distraído a Giovanni, y reuniendo mi mano con la otra tras mi espalda.

Miro con desconfianza a Giovanni. ¿Tantos para solo entregar una carta? Perdone que le diga pero no me parece que vaya a ser tan sencillo. De todos modos pueden contar con mi espada... o mis garras añado mirando de reojo a Lady Dimitra con una leve sonrisa.

Me quedo esperando que sirvan mi jarra, si es que la sirven, mientras presta atención a lo que sucede.

No les habían ofrecido nada, pero les pedían que sirvieran de vulgares mensajeros. Una prueba quizá, algo de poca importancia para ver si la información se filtraba de algún modo.

- ¿Sin tiempo para charlas insustanciales? ¿Que mensaje? - Inquirió Antón.

El nombre de Japhet lo recordaba, no era un nombre común y en su última velada juntos Giovanni clamaba por darle muerte.
La sangre delante de él le llamó poderosamente. Se sirvió una copa.

Etienne asintió a su nuevo patrón: llegados a ese punto no tenían otro remedio que obedecerle.

Cogió la jarra con su mano enguantada y miró a Marchetus alzándola en un brindis silencioso, al tiempo que enarcaba una ceja. ¿Llevar una carta?

—Mi señor — interpeló a Giovanni — Entiendo que la misiva es lo bastante importante como para no encomendársela a cualquiera de vuestros criados: de ser así, no mandaríais a una docena larga de emisarios con nuestras capacidades.

—Y, si no vas tú mismo a entregarla, es obvio que nos vamos a jugar el pellejo — pensó.

—Ninguno de los presentes rompería el lacre de esa carta, pero agradeceríamos saber qué tipo de mensaje estamos transmitiendo.

Seguramente las jarras rebosantes eran un modo de intentar comprarnos tras mis palabras, lo que evidenciaba que seguían viéndonos como niñatos a los que comprar con dulces.

Muy bien. Juguemos.

No había otra opción que seguirles el juego hasta que llegara el momento de darle la vuelta a todo esto pero, hasta entonces, simplemente me dejaría llevar.