Partida Rol por web

Etienne se disponía a darle su merecido al mercenario de Hardestadt, cuando una marabunta irrumpió en la sala; entre ellos, la mujer que le había interrogado sin llegar a someterle a tormento.

Sorprendido por la interrupción, no supo ver cómo su contendiente se lanzaba hacia él, sin derribarle, pero desequilibrándole seriamente.

La mujer se acercó decidida, y en tono cruel dijo que iba a castigar a Etienne.

 - ¿Pero es que todas las brujas sádicas pretenden a Etienne? - se preguntó el borgoñés - ¿Qué fue de las damas que no disfrutaban haciéndole daño?

De cualquier manera, pareciera que a quien estuviera al mando le disgustase que la señora gozara atormentando al pobre caballero, pues con una intencionada tos cortó de raíz sus pretensiones, provocando en ella un gesto de disgusto, que rompió ordenándole que se encadenase.

Sin quererlo, como un títere cuyos hilos estuvieran sometidos a terribles fuerzas, Etienne obedeció.

 - Forzarme a permanecer prisionero es gesto de cobardía - desafió - Dadme un rival y un filo, y permitidme morir con honra...

Y añadió, en tono desdeñoso y mirando a los ojos a su captora:

 - ... "mamá".

Las piernas me fallan al tratar de hacer una finta. Tropiezo y caigo. Pensaba que tendría fuerzas para hacerlo, sobre todo después de conseguir romper las cadenas que me apresaban, pero no es así. ¿Cómo pueden quemarme los pulmones cuando ya no respiro?. ¿Es que aún no he asimilado lo que soy ahora?.

Me esfuerzo en incorporarme. Es entonces cuando llegan Hardestadt y los demás. Las cadenas vuelan para apresarme de nuevo. No puedo resistirme debido la extrema debilidad que siento y la sorpresa por semejante brujería.

- No, no debería estar aquí - me encaro a la mujer -. ¡Debería estar en mi hacienda o en la batalla! - estallo y estiro las cadenas provocando un seco tintineo para resaltar mis palabras.

Sin embargo ese es todo mi desafío. Me acomodo lo mejor que puedo contra la pared. Está visto que ahora mismo no puedo hacer nada.

Observo la escena atentamente, intentando grabarla en mi memoria ya que no puedo pintar.

-Esta escena se merece un cuadro grandioso.- Digo para mí mismo, fuera de lugar totalmente pero necesito empezar a pintar. Necesito sangre. Necesito tantas cosas y aquí encadenado...

- Piedad buenos señores. No somos bestias, pero estamos desesperados y eso nos hace realizar actos que en el fondo sabemos que nos perjudican. Pero mi señor, tened piedad de nosotros, hemos sido engañados, unos seres hijos del mismisimo infierno nos engañaron y nos llevaron a su castillo. Alli nos sometieron a su voluntad. No somos culpables. Sed justo con nosotros.

Cuando Anna y Bilyana comenzaron a devorar al hombre aquella hambre en mi interior volvió a rugir, junto con el tintineo de los grilletes que sostenían mis puños al moverlos hacia adelante, pero dejé de hacer fuerza para solo recostarme nuevamente contra la pared, sin soportar la tortura que era sometido al no poder probar ni un poco de esa sangre. Cerré los ojos y pude escuchar el cuerpo de alguien cayéndose dentro de la habitación, además de un fuerte golpe que al parecer fue contra otra persona, pero más nada.

Cuando en la habitación finalmente llegó aquella estampida de pasos dejé de recostar mi cabeza contra la pared y abrí los ojos, observando como todos comenzaban a ser tal y como dije, inutilizados y luego capturados. -Justo los que les dije... Imbéciles.- Comenté con un claro desagrado y una mueca de disgusto, mientras observaba como Anna era cargada como una cría por aquel hombre de aspecto salvaje, pero algo no estaba bien... Su oreja la cual recordaba que no estaba, volvía a estar allí. Abrí en grande mis ojos mientras no dejaba de patalear la joven. -¿¡C-Como mierda fue que le creció la oreja!?- Pregunté en voz alta, casi como un grito mientras miraba a nuestros captores, eran los más cuerdos en aquella situación como para darme una respuesta, o eso creía yo.

Albert miro fascinado a Anna, aquello habia llamado totalmente su atención borrando cualquier molestia del alrrededor quedando solo el y ella en su mente, aquella regeneración era algo que su vida pasada jamas soñaria ver.

Volviendo al mundo real cuando la oreja estuvo totalmente curada   no pudo evitar dirigirse al tal Hardestadt -
Como ha echo eso, es imposible su oreja antes no estaba- exclamo- Dime como es posible eso en nosotros, os dare lo que sea  mi vida, mi alma si hace falta, pero quiero saberlo todo sobre esos poderes y si se pueden utilizar en los demas.
Dimelooo!!

las heridas que sufria no eran suficientes para aplacar la ansia de conocimiento alli despertados, resucitación, crecimiento de miembros, aquello era irreal pero era algo que Albert habia buscado durante tiempo, quizas alli se hallaban la cura a muchas enfermedades, niguna peste podria resistir a un poder tan regenerativo y el joven queria experimentar ya.

Todo se volvió un caos, algunos consiguieron liberarse, como anteriormente hicieron ellas, aunque no recordaban como, pues por más que forcejasen, ahora no lo conseguían, tampoco es que pudiesen hacer mucho, los liberados eran guerreros ellas... no eran para nada guerreras, poco podrían hacer.

Sonia apoyo la cabeza en el regazo de Sofia, y esta acarició el pelo de su hermana, mientras ambas miraban sin poder hacer nada todo lo que allí acontecía. Anna y Bilyana se alimentaba de un guardia, de su sangre y por alguna razón extraña les parecía completamente normal, es más, querían hacer como ellas, les faltaban fuerzas y estaban seguras que esa sangre se las daría, luego otros dos de sus compañeros luchaban como buenamente podían, algunos mejor que otros, pero todo acabo como empezó, de nuevo todos encadenados.

-Pedís piedad, decís que no sois monstruos, pero mirad lo que le hacéis a uno de mis hombres -dice señalando al guardia al que Bilyana y Anna han desangrado-, lo justo, uno de los míos por uno de los vuestros

Hardestadt se agacha y agarra la cabeza de Paolo, de un fuerte empujón la saca de su sitio y se la queda en la mano, la tira lejos. Ha separado con tanta facilidad la cabeza del cuerpo que cualquiera pensaría que era de quita y pon. Después su dura mirada pasa a Bilyana.

-Vuelve a tus cadenas o la siguiente serás tú -no había poderes por medio, solo una amenaza tácita.

Los guardias que habían arrastrado a los inconscientes Pietro, Robert y Allan, los colocan en las paredes, encadenandolos y golpeando su cara para que despertasen.

-Anciana, ¿qué desea hacer con esta basura que tan mal nos ha entretenido esta noche?

La anciana que ha estado presente en todos los interrogatorios, se acerca a vosotros cloqueando y murmurando para sí en un idioma que ninguno de vosotros comprendéis. La anciana va uno a uno por todos vosotros, moviendo súbitamente una retorcida uña, haciéndoos un profundo arañazo en la mano. La anciana deposita unas pocas gotas de sangre sobre su uña, la olfatea y después deja caer caer un poco del fluido sobre su lengua.

Tras repetir este ritual con cada uno de vosotros, la anciana se vuelve hacia Hardestadt:

-¡Bien, mi joven gigante, parece que ninguno de tus pollitos es un gallo! Son pizarras en blanco, tabulae rasae, y no saben nada de nuestro mundo. Y si ni siquiera tienen el sentido de reconocer en qué han sido convertidos ahora... ¡no hablemos de qué hacer con sus nuevas alas!

Disfustado, Hardestadt lanza una fusta ensangrentada al suelo antes de agarrar descuidadamente al guardia que casi derriba a Etienne y echa un rápido trago de su cuello, el guardia se derrumba a los pies de Hardestadt, este suspira hastiado:

-Acabemos entonces... ¡al tejado con ellos! Faltan sólo unas horas para que amanezca, y aún nos queda mucho por hacer esta noche

-Pero, mi señor Hardestadt -interrumpe educadamente la dama Fanchon-, no creo en malgastar recursos, aunque sean tan... insignificantes como éstos. Estaría encantada de crear un Vínculo de Sangre con cada uno de ellos para que no nos pudiesen hacer daño. Así podrían servirnos, ayudándonos a rastrear a sus sires, que han violado conscientemente las Tradiciones de Caín

Hardestadt ríe a carcajadas ante la sugerencia de la dama Fanchon, y algunos de los demás se unen a él

-¿Acaso creéis que los esfuerzos de esta noche me han sacado los sesos del cuerpo, señora? No, no... no vincularéis a ninguno de estos neonatos, Tremere. ¡Si sus amos volviesen a por ellos podrían traicionarnos!

-Pero son bastante poderosos, Hardestadt. Serían unos excelentes esclavos -comenta Josef, pellizcándose distraido una verruga particularmente purulenta

-Son ignorantes y podrían desenmascararnos a todos -la voz de Rafael gotea desprecio. Después baja el tono, y señalando a Allan, dice: -Aunque podría ser convencido para tomar a éste como esclavo 

-Quizá podría coger a unos pocos y vincularlos a mi! ¡Serían mis niños, mis propios queriditos! -tercia en éxtasis Camilla-. ¡Entonces me comería su carne, me bebería su médula, y todos estaríais satisfechos! -termina jovialmente

Tras una pequeña pausa, la discusión comienza de nuevo con Hardestadt, Rafael y Milov argumentando a favor de vuestras muertes. La dama Fanchon y Josef von Bauren se inclinan más por el vinculo de sangre, mientras que Adana de Sforza se mantiene indecisa y Camilla pasa continuamente de un lado a otro del debate.

Cuando el debate se acentúa y los ánimos empiezan a calentarse de verdad, llegando a insultarse entre ellos llamándose idiotas, la anciana parece intervenir

¡Idiotas todos!

-No nos interrumpas, anciana madre -advierte la dama Fanchon

-Será mejor que no te excedas, gitana -dice Hardestadt-. Estás aquí gracias a nuestra indulgencia