Partida Rol por web

La luz se filtraba y con su funesta amenaza, algo dentro de Paolo se sacudió como una bestia encadenada. Sintió el pánico recorrer todo su cuerpo, un terror atávico y ancestral atado a su nueva maldición que lo hacía rehuir la sagrada luz de dios. Recordándole cuan maldito estaba, cuan hondo había caído en la maldición del diablo.

Cuando esgrimieron la antorcha frente a el trató de arrastrarse al fondo del carromato, arañando las paredes como un gato asustado tratando de poner distancia entre el y la ardiente tea que suponía su completa destrucción.

- ¡Noo!!Apartadlo de mi!

                - Por favor dios mío, discúlpanos por haber perdido el control ante los engaños del maligno y sus huestes!      Se encuentran bien ustedes?    Puedo ayudar les?-        Susurra la duquesa Borgia a los otros presos cuando volvió en si tras haberse dejado llevar por la bestia interior de su nueva naturaleza de cainita y por el poderoso dominio que en ella y otros de los presentes tuvieron temporalmente el Conde Giovanni y sus aliados, sin poder personarse al estar sus manos encadenadas contra la pared como los otros e iguy que el resto comenzó a acercarse una vez que la luz amenazaba con terminar con su no vida, sin tener una idea exacta de esto, por lo que trato de controlar ese miedo irracional que le afectaba al reconocer la cercanía de la luz, entonces dice María Azkarizade con voz más alta a sus captores:

             - Por favor perdonen nuestra reacción en el castillo del Conde Giovanni!    Fuimos obligados a reaccionar así!     Díganos por favor qué podemos hacer para que nos perdonen la vida? -

Maldita sea. Esto es un infierno. ¿Porqué no me habré quedado tranquilamente en Florencia con el maestro Donatello? ¿Por qué tendría esos aires de grandeza?¿Por qué sentí envidia de Piero?

Miraba la estancia según se iba iluminando. Empecé a analizar la situación. Nos invitan a un montón de gente dispar y variada a un banquete. El banquete somos nosotros para celebrar el haber acabado con otra familia, supongo que de vampiros también. Pero no deben de haber acabado con todos, porque si no ¿Quien les ha atacado? Entonces nos convierten en ¿vampiros? para lograr escapar de los atacantes. Nos embrujan para que luchemos y somos derrotados. Ahora estamos presos.

-¿Creeis que estaremos en manos de esos Capadoccios?- Dije preguntando a nadie en particular.

Entonces el sol empezó a aproximarse a nosotros, lo cual sin saber muy bien porqué, me ponía nervioso. Pero aproveché la luz para observar los grilletes con los que nos habían encadenado, la cerradura y las bisagras de la puerta, el grosor de muro. Mi vista fué recorriendo poco a poco todo detalle de la celda. 

Los nervios hacían mella en mí. No tenía nada en lo que apuntar mis observaciones, no tenía lápiz, no tenía las manos libres. No soporto estar sin hacer nada. Concéntrate Enrico. Tienes que descubrir como escapar.

Viendo como el resto grita y llora desesperadamente, trato de mantenerme concentrado y de buscar con toda la concentración posible en estas circunstancias el contacto con los espíritus. Estamos en una mazmorra, con lo que probablemente el espíritu de algún inquilino de los que aquí moraron antaño pueda seguir por aquí. 

En vida fui capaz de comunicarme con ellos en ocasiones. Sólo eran vientos fríos al principio y puede que algún objeto que se movía o un susurro a mi alrededor. En esos casos aprendí a hablarles con voz amable, ruegos y súplicas, y aprendí a rogar su ayuda en momentos de necesidad. 

-Espíritus de los que aquí yacieron.-Empiezo susurrando.-Si aún me oís escuchad mi triste lamento. Ruego que desde el fondo de vuestro corazón os apiadéis de este pobre infeliz al que la vida le acaba de ser arrebatada. Decidme, por favor. ¿Existe entre vosotros, si es que alguno puede oirme, alguien que pasara por el mismo trance que yo?

No sé en qué me he convertido, mi cuerpo se ha deformado, pero el de los demás no. ¿Acaso soy diferente? ¿Acaso estoy maldito? Amparadme en este momento de necesidad, os lo ruego. 

              - Por favor ayuden nos Roderigo!   Fuimos obligados de alguna manera a enfrentarlos para distraer los mientras escapaban el Conde Giovanni y sus aliados!  Pero si intercedes con Hardestat por nosotros, con gusto les ayudaremos si está en nuestras manos! -.    Dice la duquesa agotada malherido y con un hambre de sangre medio completa

Una inmensa alegría se apodera de mí cuando veo que las puertas de las celdas vuelven a abrirse y que en esta ocasión los guardias de Hardestadt traen a más supervivientes. No veo por ninguna parte al mercader árabe, para mi disgusto, pero me alegra comprobar que la joven albina también ha sobrevivido y, sobre todo, a mi amigo Enrico di Empoli.

-¡Enrico! ¡Enrico, estoy aquí! -le grito a mi amigo. En otras circunstancias, hubiera llorad lágrimas de alegría, mas en aquellos momentos me sentía vacío, como si el Piero sensible sólo fuera cosa del pasado. Un Piero a quien Wenceslas había corrompido.

Por algún motivo que desconocía, la visión de ese rayo de sol me llena de temor y ladeo la cabeza hacia un lado, intentando no mirarlo directamente. Nunca me había molestado la luz del sol, pero por algún motivo percibía que en mi actual estado la luz sería dañina. "Los demonios no caminan a la luz del día" pensé para mis adentros, convencido de mi pensamiento. Y a la vista de cómo alguno de mis compañeros se retorcía, encadenado por los grilletes, para impedir que el sol incidera sobre ellos, no iba muy desencaminado.

Las do hermanas hicieron el viaje en silencio, tenían mucho en que pensar, por suerte, con solo mirarse sabían que pensaban ambas. Su nueva condición no las disgustaba, si las historias que habían oído eran ciertas, seguirían jóvenes y guapas para siempre, era algo a valorar, si, quizás el precio era beber sangre, pero.... el precio era bastante pequeño para algo tan ventajoso. Llegaron a unas celdas donde las empujaron para entrar, y allí las encadenaron, miraron a su alrededor reconociendo a todos, muchos de ellos los que estaban ya fuera del control de Giovanni, aunque algunos faltaban aun ¿habrían muerto definitivamente? No pensaban que los quisiesen matar, ya podrían haberlo hecho mucho antes y más cuando ellas, Anna y unos cuantos mas, se habían rendido, podían haberles cortado allí mismo el cuello.

Pero estaban allí el rayo de sol avanzaba, entraba en la celda y sin remedio no podían soltarse de aquellas cadenas, por más que lo intentaban y forcejeaban, habían tenido una segunda oportunidad una segunda vida, y no la iban a perder así por las buenas.

Constanza miró alrededor todavía con la voca pastosa y se aclaró la garganta en un intento complicado de poder hablar de nuevo. Una de las voces había hablado preguntando sobre los Capadocios; intentó escrutar sobre la penumbra que le nublaba los ojos y finalmente logró disipar la oscuridad que anegaba sus pupilas para ver en la sala tenuemente iluminada por la luz del sol decayendo, aquello tan irrisorio y tan normal que tanto les había asustado y sorprendido al mismo tiempo. Dio con Enrico di Empoli y giró el rostro surcado de ojeras hacia él, mortecinamente pálido y con las líneas del rostro agudamente marcadas.

— No... no tiene sentido. Hardestadt es un nombre alemán. Flamenco, si me apuras... —se pasó la lengua por los labios resecos—. Y creo que Capadocia está en algún lugar de Grecia. Pero sin duda, estos son rivales de nuestros... antiguos anfitriones. Si nos han mantenido con vida... —tosió cuándo se volvió a dar cuenta de que no respiraba. Aquello aún le era difícil de asimilar— Es porque algo quieren de nosotros.

La condesa viuda agachó la mirada al suelo y resopló pensando a toda prisa. Esperaba estar en lo cierto y que sus captores no estuvieran demorando una ejecución sumaria. Lo deseaba más que nada en el mundo.

Apenas y logré hacerle algo al guardia al que ataqué, pero rápidamente mi victoria fue arrancada por como destrozó con facilidad mis piernas, haciéndome gritar y aullar de dolor mientras escuchaba a los demás como eran atacados, gruñidos y el sonido de la carne siendo cortada, hasta que solo quedé tirado en el suelo antes de ser apresado y llevado lejos del castillo.

Sin casi energía y totalmente adolorido solo pude sentir el brusco tramo que tomó el cochero, como si acaso se estuviese desquitando de toda la injusticia y cosas que le hicieron con el por como de incómodo fue el viaje, hasta que entonces solo llegamos a dormir, luego desperté, con las mismas personas para luego sentir como los guardias que nos acompañaban comenzaban a pincharnos, haciendo que me retorcira, tratando de apartarme sin mucho éxito de ellos hasta que no tenía nada de fuerza, solo quedándome allí como un costal de papas esperando que llegasemos pronto a nuestro destino.

Por suerte después de unas horas nos detuvimos, luego siendo cargados por los guardias hasta llegar a una carcel, donde nos apresaron las muñecas contra una pared. Solamente sentía el ansia de más sangre, escuchaba voces las cuales no les pertenecía a algunos de los presentes los cuales hablaban de puras estupideces, mientras solamente mi vista iba de un lado a otro, con una mirada vacía... ¿Acaso algo estaba mal conmigo? ¿Ahora solo escuchaba demonios después de los que nos pasó? Puede ser, eran voces distantes y raras, las cuales no entendía que era lo que querían, o si acaso las palabras que decían tenía sentido alguno.

No sabía cuando había pasado, pero otras voces se escucharon a la distancia, y aunque no estuviesen en la habitación, sabía que estaban al menos en este espacio. Algo me decía que venía a por nosotros, pero eso era el menos de mis problemas una vez vi aquel rayo de sol entrando en el lugar de nuestro cautiverio. Abrí en grande los ojos, sentí un pánico en el instante pero este se desapareció a los pocos segundos. Tendría que ver como salir de allí, que hacer. Lo primero que hice fue tomar las cadenas y jalar de ellas, era inútil, pero al menos comprobaría si acaso estuviesen bien colocadas o si estas podrían llegar a ser arrancadas.

-¡¿A a-alguien se le ocurre que podemos hacer?!- Pregunté, dirigiéndome hacia el resto que estaban allí después de una gran jornada de silencio por mi parte.

-¡¿A a-alguien se le ocurre que podemos hacer?!- Pregunté, dirigiéndome hacia el resto que estaban allí después de una gran jornada de silencio por mi parte.

no creo que podamos hacer mucho en nuestro estado- se atreve a decir el medico, que intenta acostumbrarse al dolor que recorre su cuerpo-  no hace mucho estabamos muriendo, ahora nos encontramos en una nueva condición que es la vez prodigiosa y blasfema , digno de estudio sin duda  cuantos secretos escondera esta nueva vida- comenta mientras  mira el sol con cuidado sintiendo una clara e instintiva  adversion contra el- Bueno quizas no tengamos tiempo de descubrilo, total hemos muerto una vez  quizas nuestra inminente destino sea volver a fallercer

Despertó obnubilada por las nuevas sensaciones, como si por primera vez aprendiera a oír, a ver y a tocar. Hasta que cayó en la cuenta de que no estaba respirando...

Tosió varias veces, tratando de expulsar un aire que hacía horas que no estaba ahí. La angustia aumentó al notar que sus pulmones estaban vivos, y que no eran ellos quienes sostenían su cuerpo sino su propia fortaleza, una existencia más allá de la mortalidad. Se puso en pie, temblando por puro instinto, y de nuevo visionó la secuencia de los acontecimientos. ¡Habían muerto todos y cada uno de ellos! Por primera vez centró su atención en los comensales, y comprobó que en mayor o menor medida se encontraban en un estado parecido al suyo

Oyó un maullido lejano, y no creyó a sus oídos. ¿Luminitsa?, preguntó en voz baja, extrañada de su propio timbre, y trató de izarse en algún rincón para otear el exterior, cosa que era harto complicado. Escuchó el suave retumbar de las acolchadas patas de su gata avanzar en su dirección y, por primera vez, sonrió...

1. El interrogatorio

La crueldad seria deliciosa si se pudiese encontrar alguna clase que no hiciese verdadero daño.

George Bernard Shaw, "La casa de los corazones rotos"

Sois llevados a los mismos carruajes por los que llegásteis pero en esta ocasión han cerrado los pesados postigos, y queda claro que el carruaje está especialmente preparado para que ni un rayo de sol penetre en su interior

-Me temo que este viaje no será tan cómodo como el primero -os comenta Roderigo

Duraante toda la noche y todo el día siguiente, sufrís el continuo traqueteo del largo e incómodo viaje. El camino lo hacéis atados y con tres guardias en el interior del carruaje, unos guardias especialmente fuertes, aunque lo que más llama la atención son unos bastones de metal de metro y medio que llevan todos los guardias, el bastón termina en una afilada cuchilla. Muy pronto veis para que son las varas, ya que comienzan a cortaros para que perdáis sangre, por lo que el viaje lo hacéis bastante atontados por culpa de la pérdida de sangre, veis que vuestra sangre no llega al suelo, sino que son depositadas en jarras a las que después tapan.

En la noche del día siguiente llegáis a vuestro destino, una pequeña y retorcida fortaleza, tenazmente aferrada a una abrupta ladera. Llegáis por la entrada trasera del castillo, os sacan del carruaje y os llevan a paso vivo al interior por una docena de guardias con antorchas encendidas.

Sois conducidos por una estrecha escalera colgante que baja a los más profundos niveles de la estructura. Veis a dos personas que están atentos a vosotros pero no comentan nada, solo os observan

Los guardias os dejan en una gran celda sin ventilación, cubierta de paja podrida y haces casi petrificadas. Os encadenan a la pared y se alejan, dejándoos sumidos en la oscuridad

Las puertas se abren dos guardias entran para encadenar con el resto a Luigi, Etienne y Robert, en ese momento Sonia y Sofía rompen las cadenas que las aprisionan, en su afán de supervivencia se lanzan hacia el más cercano a ellas, el pequeño Marcos, ambas muerden al pequeño clavando sus dientes en él.

Mi precaución por vigilar el rayo de sol demostró no ser en balde, pues terminé por confirmar que no iba a alcanzarme aunque eso no era lo mismo a estar a salvo. Algunos habían mantenido la calma lo suficiente para seguir hablando, pero otros habían enloquecido y habían comenzado a comportarse como animales, como auténticas bestias sedientas de sangre e incluso Sonia y Sofía rompieron sus grilletes y se abalanzaron contra aquel crío... justo cuando más guardias traían a otros invitados.

- ¡De acuerdo! ¡Hablaré con Hardestat!

Aseguré a los guardias mientras traían a los más resistentes. Con suerte me sacarían de aquí antes de que las gemelas llegaran hasta mi presas de la locura.

-Más como tú hay, mas no todos sobreviven... dolor y pena, horror y belleza, sombras y luz, todos siguen su camino, cada uno con su maldición, con su debilidad, pero solo uno con dolor en su transformación, no eres el único, aquí yace un igual, pronto lo verás o puede que no, la luz se acerca y es vuestro final

Rompieron los grilletes en el momento mas inoportuna para ellas y más oportuno para todos los demás ¿De no haber estado los guardias quien hubiera sido el siguiente?
-"Acabas de ver hasta donde desciende la locura que han introducido en tu corazón" - pensó Antón, todos ellos eran animales si se les apretaba lo suficiente reaccionarían como perros hambrientos.
Cuando Ana comenzó a gritar sabía que tardaría en aparecer, por dos motivos, sospechaba que Hardestat compartía su naturaleza y hasta que el rayo de luz no desapareciera no aparecería él y por que lo lógico y sensato es hacerse desear ante los desesperados, cuanto más desesperados peor.... más barato se venderían, mas enfrentados estarían.
Pugnaba por mantenerse cuerdo, pero a duras penas lo conseguía.
Si otro rompía las cadenas... sin los guardias presentes...

-Si es así, contadme.-Susurro entre dientes con cierto temor.- Explícame, tú que fuiste como yo, lo que yace oculto tras esta miserable existencia. ¿De qué luz me previenes? ¿Cuál es tu historia? Si tal como dices afronto mi fin, al menos te habré servido de entretenimiento, pero si logro perdurar, vuestro recuerdo lo hará conmigo. Espíritus de Lamias, que hollasteis mi camino. Escuchad mi humilde súplica, os lo ruego.

No habia terminado de matar a aquel monstruo, estaba moribundo en el suelo cuando entre tres lo derribaron. Forcejeó y maldijo mientras pudo hasta estar atrapado en el carro.

Un poco mas sereno, en su cautiverio, sabiendo que su muerte no era inminente pudo darse cuenta de ciertos efectos de su nueva condición como que su herida apenas sangraba, que sus corazón ya no palpitaba y no tenia alientos salvedad de cuando hablase.

-¿Un No-Muerto? ¿Eso es lo que soy?

-El traqueteo y el sangrado no ayudó a conciliar el sueño a pesar de que hasta este lo notaba distinto, como un losa de cientos de quintales sobre su cabeza y parpados, apenas pudo resistirse hasta que cayó en la cuenta que mejor dormir y descansar y estar listo para poder huir dada la ocasión.

-Lo lamento de veras Sir Etienne, no he estado a la altura, esos hombres de armas cada uno valía por diez hombres.

Llegan a la celda que les han preparado, en la poca luz que entra antes de quedarse a escondidas en la lóbrega mazmorra puede ver que varios de sus compañeros de cena. Le consuela saber que fue de los últimos hombres en pie, incluso entre soldado y hombres de armas, le pareció ver a su amigo Rossi y fue bálsamo para su corazón.

Pero esperaría a que se fuesen los guardias antes de decir nada.

Que alguien las pare por favor, van a acabar con el niño - piensa Albert al ver a las jovenes gemelas atacar a uno de su compañeros de cautiverio- maldita sea en que nos hemos convertido.
No dice mas.simplemente se queda mirando Horrorizado pero tambien curioso, un poco hambriento y deseoso de liberar aquellos instintos que tiene en su interior