Partida Rol por web

Cierro los ojos esperando con suerte un chapuzón bien gordo cuando noto que la caída está siendo muy larga. Cuando abro los ojos veo que estoy flotando por encima de una roca puntiagua contra la cual he estado a punto de empalarme.

—¡¡¡HOSTIA PUTA!!!— grito de la impresión.

Entonces escucho la voz y veo a una chica increíblemente adorable quien me recrimina que insultáramos al rey.

—Eh, que él empezó arrestando y tratando mal sin motivo a mi amiga. ¿Qué le pasa a esa peña? Y por cierto, ¿qué haces aquí? ¿Te has perdido? Puedo acompañarte a la comisaría más cercana si quie... ¡UN MOMENTO, QUE ESTÁS FLOTANDO, TRONCA!

En ese momento termino de caer al agua, dándome un buen chapuzón. Sin problemas voy nadando hasta la orilla junto a un muelle, y al girarme veo que la niña me ha seguido flotando. Ahí empiezo a analizar todo lo que he visto y vivido desde que entramos en ese restaurante y no me está cuadrando nada. Y solo tengo a esa niña adorable que flota para preguntar.

—Vale, esto empieza a ser demasiado raro y no entiendo una mierda. ¿Me puedes decir qué está pasando aquí, porfa?

Ozax responde a tu mirada con un gesto de impotencia, apretando los labios y desviando la vista a otra parte.

...

—Espera.
Cuando vas abandonando el lugar, se te aproxima Ozax bastante preocupado.
—Lamento esta introducción tan complicada, rezo para que tus amigos se encuentren bien —te dice caminando junto contigo, notas que su altura es casi igual a la tuya—. Creo que aunque haya ocurrido todo esto, tengo derecho a darte permiso de que vayas a ver a lady Kokoro a su celda, ¿me acompañas? Es lo menos que puedo hacer.

Todo había sucedido demasiado rápido, si no fuera por mi frente que aún me duele diría que todo esto es un sueño y uno muy raro, sin embargo, las señales ahora estaban claras, me miro mis temblorosas manos y trago saliva mientras organizo mis pensamientos.

- Entremos a un restaurante... pero aparecimos en una sala del trono... donde unos brutos tocaron mi hermoso cuerpo... que ahora tiene orejas y cola de gato, de seguro mis dientes también cambiaron o quizás no... eso no es importante ahora, y además me han enviado a un calabozo por crimines que no cometí... no... si le dije viejo verde al rey, si que cometí un crimen parece, ah pero ellos me transformaron en esto así que se lo tienen merecido ¡No! ¡Eso no tiene importancia ahora mismo! - Niego con la cabeza un par de veces - Y cuando han abusado de mi les di su merecido... es esto.... lo que pasa en esas novelas y mangas y animes cliche... ¿¡Un isekai!? 

Me pongo en pie y miro el agujero que causaron mis poderes y a los dos guardias ahí tumbados. 

- ¿¡Es este el inicio de Mahou Shojo Kokoro!? - Exclamo haciendo una pose "kawaii". 

Sin perder mas el tiempo salgo por el orificio que cause y busco en lo que queda de las ropas de los guardias las llaves de la prisión con una sonrisa maligna en mi cara, una vez las encuentro me las guardo en el bolsillo, si encuentro a mas prisioneros los voy a liberar y armar un maldito motín en el castillo, yo no soy nada la tonta del escudo como para que vengan a tratarme de este modo. 

- Nos vamos - Digo a nadie en especial - Espero que los chicos estén bien - Comienzo a buscar una salida de este lugar. 

Al menos, parece que no todo el mundo quiere ahorcarnos, meternos en una celda y quitarnos el dinero. Al menos, no sin decirnos que demonios pasa aqui

— Por favor... Y digame, si es tan amable ¿Donde estamos y de que va todo esto?
Y dejo que me guie hacia donde han llevado a la pobre de Kokoro. Me preocupa que lo pueda estar pasando mal.

La niña flotante iba a responder a tus primeras preguntas, pero tu grito sorpresa la corta y no dice nada.
A tu alrededor ves algunos botes diseñados para navegar ríos cortos y poco profundos, alguna que otra barca más grande y al final una carabela pequeña situada bastante más lejos para que no encalle. Hay alguna gente pescando y marineros trabajando en sus embarcaciones, ya sea limpiándolas o manteniéndolas. Las gaviotas son pocas, ya que está por ponerse el sol.
A tus pies el agua golpea el borde del muro, no hay más que unos mojones indicando que ahí se acaba el camino, para evitar que algún distraído se vaya abajo.

—Esa pregunta es muy amplia, Sojiro, están pasando muchas cosas —te responde ahora, cruzando los brazos y acercandose a ti suavemente, su movimiento por el aire hace ruiditos.
—Pero dentro de lo que a ti te concierne, los he llamado con una misión y ya la han cagado.
Su lenguaje no es el apropiado para una jovencita de la edad que aparenta, mucho menos la vocecita que tiene.
—Este mundo está en peligro y necesita héroes, aventureros dispuestos a arriesgar sus vidas, por eso he estado implorando a mis superiores para que ayuden —explica mientras van andando—. Pero parece que me han asignado al clérigo más idiota del continente. Digo, eres un clérigo, ¿verdad? porque ni siquiera me conoces, o al menos no lo estás demostrando.

Ozax alza extrañado las cejas, respondiendo a tu pregunta.
—Estás en Dustrun, la ciudad humana más importante de la Gran Unión, hogar del rey Grilloc, la Universidad y el Gremio de Aventureros. Hasta en las tierras más lejanas se ha oído hablar de nuestra capital, ¿puedo saber de dónde eres?

Mientras tanto siguen andando, ya has perdido la cuenta de los escalones que has ido bajando en una angosta escalera en espiral. El ambiente se está volviendo más frío y húmedo, muy diferente al del salón donde estabas hace un rato.

—Tengo algunas teorías sobre lo que está pasando —continúa—. En principio mis colegas y yo intentamos convocar un héroe legendario, acatando las órdenes del rey, pero entre todos apenas tenemos magia suficiente y realizar un ritual así es completamente imposible.
—Mi plan de contingencia era, por ridículo que te parezca, rezarle a los dioses, y parece que dio resultado. Pero los noto desorientados...

Ya están en el calabozo, delante de ti se extiende un largo pasillo oscuro, con la excepción de antorchas distanciadas dispuestas en las paredes. Sientes olor a algo quemado.

—¿Cagarla? Eh, un momento, nos traéis aquí de pronto sin información, ¿cómo queréis que reaccionemos? Espera, ¿el mundo en peligro? Esto suena a típico videojuego que...— entonces mis ojos se abren de par en par al empezar a comprender mi situación —Espera, espera... ¿me estás diciendo que nos habéis traído a otro mundo para ser héroes? ¿Y que ese imbécil de la barba de punta es un rey de verdad? Mierda, qué cagada...

Mientras proceso la información me doy cuenta de otra cosa que dijo aquella chica.

—No no no, eso no puede ser. No puedo ir a otro mundo para ser el médico del grupo. Tendría que ser un palaca con una espada toda molona o un pícaro con la capacidad de robar cualquier cosa con solo mover los dedos. No puedo haber venido a este grupo para hacer lo que odio del otro: ser un médico. No no no, bastante tengo con venir de una familia de médicos. ¿Acaso esto es un castigo por la cagada de antes?

Mi protesta es vehemente, y es que la verdad no me hace ninguna gracia ser el clérigo del grupo. Sin embargo hay asuntos más acuciantes.

—Por cierto, aún no sé por qué se han enfadado, no es que directamente le hayamos insultado ni nada hasta que se pusieron borde con mi amiga. Además, ¿quién eres tú? Que ni te he dado las gracias por evitar que me atravesara esa roca afilada...

Mientras ella me responde empiezo a hacer algo que hago poco: pensar en alguna forma de arreglar este desaguisado. Y la verdad es que pensar no es algo que se me de especialmente bien.

—Mierda, aun tengo el cerebro fundido del examen de inmunología...

Por desgracia las llaves que encuentras se desmenuzan tan pronto las tomas en la mano, quedando completamente inútiles. De hecho, todo lo que portaban estos hombres ha quedado reducido a poco más que cenizas, es un milagro que no te los hayas cargado.

Tras acercarse, Kei distingue la silueta pequeñita de una persona, que no es otra que Kokoro, de pie allí sobre dos cuerpos rostizados haciendo una pose rara de esas que se ven en los dibujos animados de chicas mágicas.

Ozax, que viene con él, carraspea y mirando a Kokoro muy serio pregunta:
—¿Qué ha ocurrido aquí?

Kei y el hechicero se encuentran con un agujero perfectamente circular en los barrotes de la celda detrás de la chica, dos guardias sin conocimiento tirados en el piso y un fuerte olor a quemado.

- ¡Ah! - Exclamo de forma ruidosa y salgo por el agujero. 

Me llevo mis manos a la cintura y apunto con mi dedo índice a aquel tipo que estaba en la sala del trono y luego a Kei que viene con el. 

- La traición, la decepción - Exclamo de forma exagerada mirando con los ojos entrecerrados a mi amigo, luego miro al otro y muevo los dedos de forma "mágica".

- Así que se han vuelto buenos amigos - Exclamo hinchando un poco los cachetes - Les daré a ambos una lección, encerrarme aquí y hacer que unos brutos froten su... su palo por mi frente, eso jamás se los voy a perdonar. 

La niña se lleva una mano a la frente, negando y murmurando un "lo sabía" con una expresión de abatimiento.
—Pues de nada —te responde dándose aires y aclarándose la garganta se presenta—: Soy Orphea, la guardiana de los secretos. Soy además la diosa que te guiará por este mundo, siempre y cuando no hagas nada estúpido, o podrían revocarte mi guarda.

A medida que el sol se va poniendo, ves que la gente empieza a desmontar lo que podría haberse tratado de una feria en la plaza, los vendedores se disponen a cerrar sus puestos y muchos están regresando a sus casas. Ves a un señor muy anciano de barba completamente blanca y larga hasta su ombligo que muy alegremente se dedica a encender las lámparas que hay cada determinada distancia.
—No eres un médico, los médicos no usan magia divina, los clérigos sí. ¿Cómo es que no sabes eso? —Orphea frunce el ceño, claramente molesta.
Guarda silencio mientras te quejas de todo, para luego proseguir.
—No, no se trata de inunomonogía, es magia divina. Por medio de mi intercesión podrás obrar milagros. ¡No puedo creer que no tengas idea, maldición! ¿de dónde has salido? ¿de una lata de atún? —Da un pisotón al aire, mascullando luego más para sí misma que para ti—: Ay, no puede ser que tenga que enseñarle todo desde cero a este paleto.
—¡Sígueme! Iremos a la catedral a llenar un poco de información esa cabeza vacía.
Dicho esto se aleja de ti a toda velocidad.

Los transeúntes no parecen percatarse de la presencia de este pequeño ser, en los casos que giran sus cabezas, sus miradas se posan en ti y en la extraña ropa que llevas en vez de en ella.

—Pues mucho gusto, Orphea. Intentaré no hacer muchas estupideces, pero no prometo nada.

Escucho las demás cosas que va diciendo Orphea, y voy respondiéndole.

—Eso ya lo sé, pero también cuidan de la salud de la gente. A eso me refería. Y lo de la inmunología fue un examen que hice antes de ir a parar aquí, va de la defensa del cuerpo humano ante enfermedades por si te interesa saberlo. Verá, el cuerpo humano tiene también sus propios soldados o héroes para defenderlo de los intrusos que provocan las enfermedades, y hay de varios tipos. Espera... igual ese examen lo bordé— me ofendo ante su afirmación —¿Eh? ¿Que de dónde he salido? Pues de un mundo muy diferente a éste. Allí no tenemos magia ni muchas cosas de aquí, siento ser tan ignorante.

La chica se adelanta rápidamente, dejándome atrás rápidamente.

—¡Oye, espera! —exclamo antes de seguirla corriendo.

Mientras la sigo me doy cuenta de que aquí puedo correr a gusto, sin tener que preocuparme por los coches. Y ni qué decir del aire que respiro, el cual es muy puro. Supongo que habrá cosas buenas de esta situación, pero lo primero es no perder a esa diosa protestona y gruñona. ¿No se da cuenta de que su actitud le hace perder adorabilidad?

Tras ver esto me quedo ojiplático

— P... pero que demonios está pasando aquí?

— ¿Habeis intentado quemar a Kokoro?" Maldita sea, caray!

Me fijo en la compañera

— ¿Estas bien, amiga mia?

Nunca antes habías visto una catedral tan hermosa, ni siquiera en fotos, bueno, sí, tal vez en alguna película, pero nada que se viera tan real. Te recuerda a Notre Dame, con vitrales y estatuas, imágenes de santos por donde se mire, ángeles, gárgolas, hasta grabados con frases que desde la altura a la que están no distingues a leer.
Esto último te hace notar que no estás teniendo problemas con el idioma, al menos hablando.
Allá arriba ves dos torres de campanarios con alguna que otra paloma blanca revoloteando, mientras que en el centro hay una cúpula acabada en punta con un símbolo que se compone de un sol, una luna, una cruz y haces de luz que salen desde el centro.
—¿Ves allí? —Orphea te señala aquello—. Esa luna me representa a mí, ¿a que es bonita?

La puerta hace un leve ruido al moverla para entrar y se cierra detrás tuyo. Es un lugar amplio como era de esperarse, los vitrales vistos desde dentro son preciosos y ni se compararían con lo que serían con el sol dándoles más de lleno. El el altar hay una estatuilla de una mujer con alas que sostiene el mismo símbolo que había allá arriba y más atrás hay un esplendoroso órgano cuyos tubos alcanzan hasta el techo altísimo.

—La cruz representa a Varus, señor de la vida, el sol a Uvborh, maestro del cosmos. —Continúa explicando—. Entre los tres crearon este maravilloso mundo.
—Ahora mismo estás pisando el continente Aezios, hogar de la Gran Unión, un imperio forjado por una alianza milenaria entre humanos, enanos, elfos y otras razas menores. Esta alianza es la que ustedes han venido a proteger.

Ahora mismo no hay nadie aparte de ustedes y una persona más sentada en uno de los primeros bancos, una muchacha de figura esbelta, algo más joven que tú, de espaldas sólo ves su melena rubia que cae por el respaldo del asiento.
—No me encargaré de darte lecciones de historia, todo eso lo puedes averiguar leyendo en la biblioteca o en la universidad.
Se aleja flotando con esos ruiditos que ya te has acostumbrado a oír en este rato. Enseguida la ves asomar la cabecita desde unas cortinas que dan a la sacristía.
—Ven.

Sigo a Orphea hasta el interior de la catedral. En un primer vistazo me sorprende lo bella que es por dentro, y me recuerda las imágenes que vi de la catedral de Notre Damme de las fotos que sacaron uno de mis hermano al visitarla, meses antes de que acabara calcinada.

Observo en silencio los detalles de la catedral mientras escucho a Orphea, y observo la luna que según ella la representa.

—Sí, está guay. Quiero decir que mola... que es bonita.

Entro con cuidado para ir a otra sala amplia. Las vidrieras son impresionantes a pesar de la ausencia de la luz del sol. Tanto que apenas presto atención a la muchacha que está allí.

Escucho el resto de lo que tiene que contarme Orphea hasta que comenta sobre lo de averiguar la historia en la biblioteca o universidad.

—Espera, ¿tenéis universidades aquí? ¿También va la gente allí a estudiar carreras?

Vuelve a alejarse antes de responderme, y la sigo tras su petición.

De los dedos mágicos de Kokoro lo único que sale es vergüenza, Ozax contiene una risa detrás de sus lentes brillantes, pero se mantiene serio en todo momento.
—¡Tranquila! —exclama un tanto nervioso—. Tu amigo no te hará nada, ni yo tampoco.

El hechicero se lleva una mano a los labios, pensando.
—No, imposible, los guardias no podrían hacer esto jamás, los únicos magos en la corte somos mis subordinados, mis estudiantes y yo, y nadie de ellos se encuentra aquí abajo —side y su mirada se posa en Kokoro, caminando entonces hasta ella.
—Dijiste que te dieron con un palo, ¿estás bien? —se inclina un poco para levantarle el flequillo con la mano y verle la frente—. No tienes nada, pero está un poco colorada, tal vez haya que poner hielo.

Se endereza y continúa explicando cosas.
—Le venía diciendo a tu amigo que su aparición aquí no es coincidencia, pero no estoy seguro de si se debe a nuestra proeza como invocadores, cosa poco probable, o a una intercesión divina.
Mira un rato a los guardias chamuscados gruñendo de dolor, luego a ustedes.
—Hay una enorme cantidad de cosas que explicar, pero ahora mismo no hay tiempo, deben irse de aquí hasta que pueda tranquilizar al rey y pase a ser un poco más razonable.
Entonces extiende un brazo y pronuncia las palabras "mass teleport", frente a él se forma un círculo mágico muy similar al que creó Kokoro hace unos momentos.
—Ustedes dos y sir Sojiro son héroes importantes para este mundo, por favor encuentren a su amigo y reúnanse conmigo en la biblioteca frente a la plaza en un par de horas. Este portal los dejará afuera, es probable que la guardia los trate de buscar, así que evítenlos a toda costa.
Cerca de la pared aparece un portal de metro y medio de diámetro, Kei tiene que agacharse para poder meterse.
—Cuando estén solos, quiero que pronuncien la palabra "status" de forma clara —les explica Ozax mientras que uno de los guardias está moviéndose para levantarse del suelo—. ¡Rápido!

Es un cambio súbito de humedad y encierro por aire fresco y luz tenue de atardecer. Han aparecido en un callejón bien escondido en alguna parte de la ciudad, al salir de allí descubren que están en pleno centro urbano, el portal se cierra detrás de ustedes.
A medida que el sol se va poniendo, ven que la gente empieza a desmontar lo que podría haberse tratado de una feria en la plaza, los vendedores se disponen a cerrar sus puestos y muchos están regresando a sus casas. Ven a un señor muy anciano de barba completamente blanca y larga hasta su ombligo que muy alegremente se dedica a encender las lámparas que hay cada determinada distancia. Frente a la plaza hay dos edificios que destacan de sobremanera, una mansión enorme con un letrero que dice "Biblioteca de Gaius" y una estatua de bronce al costado de la puerta y una catedral masiva, con vitrales coloridos, imágenes de santos, gárgolas y letras grabadas formando frases religiosas. Allá arriba ven dos torres de campanarios con alguna que otra paloma blanca revoloteando, mientras que en el centro hay una cúpula acabada en punta con un símbolo que se compone de un sol, una luna, una cruz y haces de luz que salen desde el centro.

—¡Claro que tenemos universidades! —Se enfurruña otra vez—. ¿Qué pensabas? ¿que son todos monos aquí?

En la sacristía hay un montón de instrumentos litúrgicos, entre los que Orphea te señala un hábito, un tabardo y una túnica de mallas muy brillante y bonita.
—Ponte eso —te ordena—. Estás desentonando demasiado con esa ropa rara que traes, además es horrible.
El tabardo tiene delante y detrás el mismo emblema que ya has visto, pero ligeramente diferente, con la luna más grande y con más énfasis en su representación.
Junto al armario de donde sacas todo hay un soporte en el que descansa un bonito martillo de acero, te recuerda mucho al de los paladines barbudos de aquel juego donde orcos y humanos se guerreaban sin parar. También tiene el mismo símbolo que tu tabardo.
—Más te vale que puedas blandir eso o estaremos en problemas —murmura preocupada la diosa. Si bien parece un objeto tremendamente pesado, lo quitas de allí sin problemas en absoluto.
—¡Fantástico! —por primera vez sonríe y parece la cosa más adorable del universo—. Finalmente, para continuar explicándote las cosas necesito que digas la palabra "status" fuerte y claro.

Se cruza de brazos y te espera.

—Para nada, ni lo he insinuado tía. Pensé que tendrían otro sistema educativo más bien elitista. Ya sabes, en plan que solo los nobles y los adinerados pueden estudiar y tal— me explico.

Observo con interés la sacristía y me fijo en el tabardo y la cota de mallas.

—Mooolaaaa...— digo justo antes de que esa diosa enana me ordene que me la ponga —¡Wow wow wow! Oye, que en mi mundo esto no tiene nada de raro. Bueno, vale, es muy informal y llama mucho la atención, pero a mí no me importa lo que la gente piense de mí, ¿sabes? Pero supongo que aquí habrá que seguir otras reglas. Esto... ¿puedes darte la vuelta un momento? Me va a dar corte si me miras mientras me cambio.

Me quito con cuidado mi ropa, salvo mi camiseta pues es mi preferida. Qué cuernos, me pondré la cota de mallas encima y el tabardo encima de todo. Una vez me la pongo me observo con curiosidad. Bueno, puedo pasar por un paladín de ésos novatos de los juegos.

Cuando Orphea me dice que co0ja el martillo de guerra mis ojos brillas emocionados.

—¡Pero qué guay!— la cojo sin ninguna dificultad —¡Ésta es la típica arma de los paladines más molones!

Blando emocionado el martillo un par de veces y luego me percato de que ella está sonriendo.

—Vaya, así te ves mucho mejor. Bueno, veamos...— tomo aire para decirlo bien alto —¡Status!

—Sabes que puedo leerte el pensamiento ¿verdad? —comenta Orphea con una mueca de disgusto, parece que lo de "diosa enana" no ha pasado desapercibido.
—El sistema es elitista, hay becas, pero es muy difícil conseguirlas... ¡ey, te ha faltado el hábito! —señala la capucha que ha quedado solitaria en el cajón—. Oh bueno, el hábito no hace al cura... probablemente.

Tan pronto dices la palabra, delante de ti aparece una pantalla translúcida con una variedad de símbolos y números.
—Este es tu estado de héroe, servirá para llevar medida de tus capacidades y mejorarlas cuando subas de nivel. —Se queda un rato mirando contigo los valores—. Hm, ahora entiendo... tu inteligencia es nueve. Y ese carisma explica por qué eres tan palurdo.
Se cruza de brazos y asiente varias veces.
—Sin embargo tu sabiduría es admirable, es evidente por qué has sido elegido como clérigo. Se ve que eres alguien realmente atento.

Abajo de esos números hay una lista vacía qeu poco a poco se empieza a llenar.
—¡Esos son los conjuros que te he dado! Y... ah. —Se materializa entonces en torno a tu cuello un medallón con forma de luna de color esmeralda—. ¡Y ha aparecido tu símbolo divino! ...momento, ¿por qué es verde? esto puede ser un problema.
—El verde está muy relacionado con los pieles verdes, ya sabes, orcos, goblin, mucha gente aquí no los tiene en buena estima y odia ese color. Espero que pase inadvertido.

Ves que junto a los conjuros de la lista hay un cuadradito vacío, arriba de todo un gran número 2.
—Cuando te comuniques en calma conmigo podrás activar hasta dos conjuros de nivel uno. Puedes hacerlo ahora mismo si quieres.
Cuando tocas el segundo los demás se ponen en letra gris y ya no puedes seguir pinchando más.

—Lo siento— digo inmediatamente cuando me pilla ese pensamiento.

En cuanto aparece la pantalla translúcida pego un salto por la impresión.

—¡Woah! ¡Esto es como en un videojuego!

Observo con atención mi panel de héroe mientras la diosa va explicándolo todo.

—Es verdad, muy listo no soy y nunca he sido bueno dando discursos, pero me doy cuenta de las cosas, ¿sabes? Y verás que también tengo buena constitución, será por eso que se me dan bien los deportes sin ser el mejor.

Me sorprendo al ver el colgante en mi cuello. Dice que es mi símbolo divino, pero parece tener un problema con el color. Cuando explica el motivo empiezo a encajar las piezas.

—Espera un momento. ¿Me estás diciendo que ese rey ha encerrado a Kokoro solo por decir "verde"? ¿Solo por mencionar un color? ¿Por mero racismo?— Es evidente que eso me indigna mucho —¡Eso es una idiotez! ¡Ni siquiera sabíamos que estábamos en otro mundo diferente al nuestro! ¡Si tuviéramos que vetar un color por cada cosa que nos desagradara nos quedaríamos sin colores!

Repaso mi lista de conjuros y selecciono dos de ellos: curar heridas leves y provocar miedo. Tras eso tomo mi hábito y me lo pongo, oculto mi símbolo divino y me cuelgo en el cinto el martillo de guerra. Estoy decidido a actuar, y mi cara lo refleja con total transparencia.

—Oye, Orphea, tengo que ir a ayudar a mis amigos cuando antes. Es posible que acabe armando un buen jaleo, así que me disculpo de antemano por los problemas que muy seguramente voy a causarte. Siento no ser un héroe más listo o competente, pero mis amigos son lo más sagrado para mí y no puedo dejarlos colgados. Y ellos son los otros héroes, ¿no? Así que esto es lo que hay.

Con esas palabras me dispongo a abandonar la catedral a toda prisa para ir hacia el castillo. Tengo una idea, de mierda, pero es una idea. Y lo llevaré a cabo si el intentar resolver las cosas por las buenas no funcionara (total, tengo un carisma nulo según mi estado de héroe).