Partida Rol por web

En menos de un segundo los barrotes son desplazados como si fueran de plástico y los dos muchachos pasan a ser libres como el viento, como el sol cuando amanece y como el mar.

Delante ven la entrada a una de las tiendas de campaña en cuyo interior está la mesita con sus cosas, pero hay dos bandidos armados interponiéndose. Tienen además a otros tres aproximándose, alertados por el grito de Sojiro y son conscientes que ni de cerca esa es la cantidad total de personas en este campamento, debe haber muchos más en las otras tiendas metidos en sus asuntos y, en una de esas tiendas, debería estar Kokoro.

—Qué carajo, ¡ese chaval ha doblado los hierros de la jaula! —grita uno de los que se acercan.
—¿Acaso le tienes miedo a un par de mocosos? Me das risa —le reprocha el otro.
—¡¿Tú has visto lo que acaba de hacer ese mocoso?!
—¡Calla y detenlos, merluzo! Que si no acabaremos viendo lo que nos hará el jefe a nosotros.

Kei, con su portentosa fuerza dobla los barrotes como si fueran de mantequilla. Lo malo es que hemos armado tanto jaleo que los bandidos se han dado cuenta. El asunto está feísimo y lo mío no es precisamente el pensar buenas ideas. Kei tampoco es de darle mucho al coco. Mierda, ¿no tenemos a nadie inteligente que nos guíe? Espera... ¡claro, puedo preguntarle a Orphea!

Junto mis manos fervientemente, cierro los ojos y...

—Guidance...

Lanzo mi plegaria con la esperanza de que Orphea nos diga una forma de salir de ésta y rescatar a Kokoro. Por favor, sácanos de ésta, tronca...

Me crujo el cuello, con un aspecto de autentico odio.

— Soji, tu diosa puede ser sabia, pero te voy a decir que es lo mejor que podemos hacer: Y es que corras detrás mia ¿Vale?

Nos han secuestrado
Han esclavizado a Kokoro
Nos han quitado las armas

Y nos han dejado sin desayuno

Así que trato de derribar a los guardias, cargando al estilo quarterback, para poder entrar en la caseta y recuperar las armas.

Quizá otro dia no me atrevería, pero ¿Hoy? Estos merluzos se han pasado.

— Ora ora ora ora ORA ORA ORA ORA ¡ORA ORA ORA ORAAAA!
> Wryyyyyyyyyyyy!

Kei sale corriendo como un poseso y los guardias que cuidaban vuestras pertenencias salen despedidos en direcciones opuestas. No le lleva mucho tiempo alcanzar su espada y su escudo, pero ya no le quedan manos libres para recoger el resto de las cosas.

—Es absurdo, ni que nos hubiera embestido un buey —exclama uno de ellos, atónito. Con prontitud se levanta y corre hacia el muchacho blandiendo su espada.

El otro, aún tendido en el suelo, recoge una ballesta y apunta a Kei.

Otros tres aparecen rodeando la jaula rota donde todavía se encuentra Sojiro, están armados con garrotes pinchudos.

Al considerar que el de la ballesta es el principal peligro (Por eso de que es una ballesta, lo más parecido a una pistola, y todo japo y japa tiene ese problema con las pistolas decido que es el principal problema aqui

— A ver, lo primero es lo primero ¡Venimos en son de paz! —  digo cargando, y tratando de destrozar sus tripas, de despedazarle con mi pedazo'espada, y de machacarle a manotazos.

Mientras Kei logra abrirse paso algunos matones empiezan a rodearme. Entonces veo un rastro de luz que emana desde mi símbolo sagrado y trata una línea que me indica por dónde ir. Parece que nos está indicando el lugar donde está Kokoro (o eso asumo yo), así que viendo el panorama lo primero que necesitaré es recuperar mi Mojon-lir.

Sin dudarlo voy corriendo hacia Kei (si esos matones me lo permiten) para recuperar mi martillo.

—¿A dónde crees tú que vas? —el bandido que estaba frente a Kei lo toma del cuello tan pronto él se había encarado al de la ballesta y lo rodea con el brazo, inmovilizándolo.
Acto seguido el otro hace una mueca maliciosa y dispara la saeta, que va directo a incrustarse en el brazo del muchacho, atravesando la armadura y dejando en ella un buen agujero. Siente él entonces un dolor agudo allí y ve correr su propia sangre que mancha de rojo la placa de metal.

Sojiro por su parte intenta maniobrar rápidamente entre sus agresores, aunque justo cuando va a alcanzar a su amigo siente un garrotazo en la espalda que lo empuja y lo derriba contra la mesa donde está su martillo, rompiéndola y cayendo todo al piso: el libro de Kokoro queda abierto boca abajo en el suelo y se desparrama parte del contenido de la bolsa de monedas.

Al notar aquel garrote impactar en mi espalda siento bastante dolor, lo suficiente como para que cayera sobre la mesa donde están las cosas. Aun con todo y el dolor que siento agarro tanto mi martillo como el libro de Kokoro antes de incorporarme.

—Os la acabáis de cargar, capullos...— afirmo furioso antes de blandir mi arma contra el tipo que me había golpeado hace un momento.

Tras recibir el virotazo, todo se vuelve rojo. Muy rojo. Y de pronto, se vuelve... ¿De un color blanco plateado? 
Una parte mia pierde la conciencia. Frente a mi, veo algo.

Dos brazos, dos piernas, una cabeza. De pie. Es la forma de un humano, y a la vez... es... ENORME. Imponente, más allá de lo que un humano puede alcanzar.

Un humano en forma de deidad. 

La guerra encarnada, con forma de deidad

La cruzada misma, con forma de deidad

Y cuando mi mirada se posa en él, y la mia sobre mi, lo comprendo. En este mundo alocado, violento, demente, degenerado e indigno, sólo él se merece mi veneración. Pues él es el único que puede estar a mi lado.

Es un héroe legendario, el legendario Strongheim, tambien apodado DOOM. siempre en mayúsculas. Había tenido una levísima ocasión de leer acerca de él en los libros de Kokoro. Y... No se si ha sido una alucinación o una presencia real, pero lo cierto es que me devuelve los ánimos ¡Y vaya si lo hace!

Tras eso, recupero la conciencia, pues sólo la habia perdido durante un instante, y como un poseso, exalo la plegaria a este campeón de antaño, venerado por tantos guerreros de este mundo

— RIP AND TEAR ¡¡RIP AND TEAAAAR!!
> Get out of my way. THERE'S GONNA BE HELL TO PAY

Y doy la madre de todos los golpes. Pero eso si, lo hago con el canto de la espada, con la parte que no corta. Como si de pronto tuviera un amor intensísimo por la vida y por la violencia.

—¡Está loco! ¡Es un desquiciado! —gritan los bandidos, pero nada de huir, sino que intentan con todas sus fuerzas reducir a los prisioneros escapados.
Entonces Kei le propina un golpazo en la cara con la empuñadura de su espada al quien lo apresaba y éste se desploma en el suelo con varios dientes menos. El otro se pone a recargar con desesperación su ballesta y apunta de nuevo.

Sojiro por su parte se la devuelve a quien lo había agredido, pero dado que su arma es de una calidad considerablemente mejor y el acero bastante más duro que la madera, el cráneo del desafortunado no aguanta en una pieza. El golpe ha sido tan fuerte que casi que se le salen los sesos por la nariz, quedando inerte en el piso, probablemente ya cruzando el Éstige.
—¡A por él! ¡Es sólo un muchacho! —Los dos restantes cargan contra el agresivo clérigo, cerrándose cada uno desde un flanco diferente.

Me siento poseido. 
Una furia blanca, a diferencia de la rabia negra que consiste en aullar, gruñir y babear, la furia blanca consiste en mantenerse firme, sin desperdiciar energia. Por mucho que odies al enemigo.

¿Es ese el regalo de DooM? ¿Una furia como esta?

Como sea, trato de darle a uno de los rivales dos golpes con el pomo de la espada en la cocorota y luego una patada, con intención de dejarlo inconsciente. Mientras pienso "Esto lo aprendí en el Golden Axe"

Mojon-lir da buena cuenta del que me había golpeado y otros dos van a por mi mientras Kei va causando estragos como si estuviera poseído.

—¡Tío, a ver quién abre más cabezas!— exclamo antes de blandir mi arma contra el de mi derecha, balanceándolo de forma que ésta impacte "suavemente", planchándole toda su cara.

Cualquiera diría que los dos estamos poseídos, pero la realidad es que estoy descargando toda mi furia.

La patada de Kei manda a volar al delincuente, estrellándolo contra una de las columnas de madera que soportan el techo de la tienda, la rompe y todo se empieza a desmoronar. Justo antes de quedar cubierto con la lona el muchacho siente otra saeta, ahora en su muslo izquierdo, esta vez ha perforado menos la armadura y sólo es un pinchazo incómodo.

Mientras tanto Sojiro arremete al que queda en pie y, de igual forma que al anterior, le destroza la testa de un martillazo. Da un poco de impresión verle la cara completamente deformada por el contundente golpe.

—Qué pu-
Habían aparecido otros dos, pero la lona se les cae encima y ahora están todos sepultados bajo ella, forcejeando para salir de la tienda derrumbada. Kei puede fácilmente cortarla con la espada, pero una vez fuera, se le vuelve una tarea considerable el diferenciar a su amigo de los que no lo son.

Sabiendo que eso de estar bajo la lona no es divertido, abro esta de un desgarro

Y claro, me rasco la cabeza. Maldita sea ¡si fuera más inteligente!
Entonces se me ocurre algo. 

— Esto... A ver, rendios y no os ensartaré. Soy un super-mago y puedo ensartaros a los tres, y curar a mi amigo

Esta claro: ¿Los dos que esten más asustados ante lo que he dicho? esos son los bandidos.
Y lo único que tengo que hacer, es librerar a Soji.

Arg... lo que faltaba, nos cae encima la lona. En cuanto Kei logra raja la lona yo me escabullo y enfilo mi mirada al capullo de la ballesta que se empeña en disparar a Kei, si es que logro distinguirlo.

Agarro con fuerza el martillo, tomo carrerilla y lo blando hacia él apuntando a su espalda. Cuando antes nos ocupemos de ellos antes podremos ir a por Kokoro.

Ninguno responde a Kei y permanecen quietos en el lugar, pero ahora que ambos amigos están fuera se dan cuenta de que hubiera sido muy sencillo darse cuenta de que los dos que estaban cerca de la entrada eran a quienes había que pegar. Como el de la ballesta estaba tumbado en el suelo, su bulto apenas se distingue, pero tampoco le será sencillo a él disparar metido ahí abajo.

Sojiro le da un revés con ganas al bulto que está en la entrada y se oye un grito ahogado debajo de la lona, los tipos se ponen a forcejear con más fuerza pero les es imposible por ahora liberarse.

Aún hay gente viniendo a por ustedes, tienen el tiempo justo para salir de ahí y dirigirse, guiados por Sojiro, a una tienda que parece un almacén, repleta de cajas de madera y barriles, pilas de frutas y semillas, telas, cueros, sacos con especias y ropa y armas de pinta muy cara. Toda una despensa. Si bien está repleta de cosas, la tienda en sí es pequeñita y allí tras buscar por encima no ven a Kokoro por ningún lado.

Viendo la oportunidad agarro a Kei y fvamos por donde me guió la diosa. Al llegar vemos que se trata de un almacén llena de mercancía (probablemente robada) y alguna que otra arma rara y con pinta de ser cara. Pero eso no es lo que me mitneresa, estamos buscando a Kokoro... pero ella no está allí.

—¿Koko? ¿Dónde estás?— La llamo procurando no alzar demasiado la voz. No hace falta ser un genio para comprender que se ha liado parda por el escándalo que causamos.

Visto que no hay rastro de ella mi vista vuelve a posarse sobre la mercancía, por si hubiera algo mejor que lo que poseemos.

Me dejo llevar por Soji, pero no sin antes darle un pisotón en lo que adivino que deben de estar las mano del ballestero.

"Así no podrá disparar más" pienso. Si le doy en las manos, no podrá seguir luchando, y si le doy en la ballesta, mejor que mejor

— Soji ¿Crees que tienen una fábrica de bandidos por aquí?
— Con todo, creo que... humm... ¿Crees que tendrán Fuego Griegro? Lo digo porque si es así ¡Tenemos al mejor rehen de todos! ¡Sus tesoros!

Ni rastros de Kokoro, tampoco los llamados de Sojiro tienen respuesta, o almenos ninguna que sean capaces de oír. Lo que sí oyen son los alaridos del bandido al cual Kei le pisó la mano y ahora se retuerce de dolor, aunque no lo pueden ver porque aún permanece bajo la lona de la tienda que se vino abajo.

No tardan en aparecer más tipos por la vuelta, buscándolos con muchas ganas de aplastar sus cabezas.
—¿Dónde se han metido?
—¿Los perdiste? ¿Cómo puede ser que los perdieras? ¡Inútil!
Oyen un sopapo y un gemido de dolor. Pueden respirar tranquilos, pues en esa despensa parece que pueden ocultarse de momento, pero es cuestión de tiempo de que venga alguno a revisar allí.

Se escucha jaleo a nuestro alrededor. Nos están buscando, pero por suerte no están haciéndolo cerca de aquí.

Vuelvo a centrarme en buscar algo aquí que nos sea de utilidad o que me dé una idea, pero nada. Miro a Kei con cara de estar realmente perdido. Y así me siento, la verdad. Estoy mentalmente bloqueado.

—Oye, tío, ¿qué hacemos ahora? Koko no está aquí y empiezo a preocuparme demasiado.