Partida Rol por web

—No, lo cierto es que no se nada, realmente —responde él, sonriente, con la mano detrás de la cabeza—. Pero bueno, habría dos maneras de despertarlos: instrumento arcano o situación límite.

—Tus amigos parecen haberlos despertado ya, ¿por qué no les preguntas a ellos?

Cuando veo a esa tipa usar a su arcano para abrir los barrotes con fuerza bruta todos me oyen decir.

—No, otra Kei no, por favor...

Por si acaso me pongo delante de Kokoro por si tengo que defenderla, pero afortunadamente Monique se calma.

—Ay, no me deis demasiado trabajo troncos, que ando sin arma... vayamos a comprar en el mercado, por favor.

Si Kei y Kokoro me acompañan iremos a las tiendas a mirar algún arma que me sirva.

Miro hacia Kei, quien parece tener dudas sobre los arcanos.

—Kokoro no lo sé, pero yo desperté mi arcano en esa situación en la que ese cangrejo la partió en dos. Y la verdad, no me gustaría volver a pasar por algo así, por el bien de todos.

El mero hecho de recordar aquella escena me da escalofríos.

Hum... La naturaleza de Sojiro es salvar vidas.
Es lo que estudia, es lo que hace. Es su razón de ser. ¿Quizá se haya disparado su arcano en un momento en el que para cumplir su razón de ser, tuviese que crecerse más allá de sus límites? Como si un arcano fuese todo el potencial que él no puede acceder con forma mortal.
Quizá como la fuerza misma de su alma, queriendo cumplir su razón de ser más allá de lo que es posible a la carne.

Entonces pienso ¿Cual es la razón de ser de Kokoro? Conociendola como la conocemos tras tantos años creo que se cual es: Trabajar poco.

Y si es así ¿Cual es mi razón de ser? ¿Que me haría manifestar un arcano?

Pero bueno, en estas cavilaciones, me doy cuenta de dos cosas:
Una, que no hemos acordado un sitio y una hora de encuentro con Moses y su nieta. Y es justo lo que Fleriel me recomendó que no habia que hacer en esta isla.

—En fin... Moses sabe cuidarse sólo. Fleri ¿Nos acompañas y nos guias por la isla? Para evitar que nos timen, por ser extranjeros — la invito

Tras el despliegue de poder, me quedé súper a gusto. Estaba esbozando una amplia sonrisa, había sido reconfortante.

Monique no parecía ser una persona con muy buenos humos, pero al menos habíamos conseguido sacarla de la celda. —¿Y de esta va a depender el reino?— pregunté con claras dudas al respecto. Parecía incluso más tirana que el viejo verde. Sin embargo, si Moses confiaba en ella, habría que darle un voto de confianza.

Con respecto a la pregunta de Kei acerca de la manifestación de los arcanos, me llevé la mano al mentón. —Yo toqué una flauta. Creía que me salvaría de una situación difícil... en su lugar, sentí que me moría— parece que en este mundo no dejo de hacer otra cosa —y mi arcano despertó.

—Status— seleccioné el objeto en cuestión y le tendí la misteriosa flauta de madera a Kei. —No te lo recomiendo, la puedes palmar en el intento. Pero es una de los medios para despertar a tu arcano...

Miré a Sojiro, era evidente las ganas que tenía de conseguir un arma, sin embargo yo tenía otra urgencia... —Quiero mirar primero lazos para el pelo, como me recomendó— miré a Fleriel. No era de hacerme cosas en el pelo, por lo que no sabía cómo iban realmente, pero era la mejor opción que tenía.

Contemplo la flauta de Kokoro.

¿Despertar un superpoder arcano? ¡Eso parece genial! Pero no cuando estamos en mitad de la calle de la ciudad más chunga de todo este peculiar mundo.

— Vaya ¡Gracias! En serio, GRACIAS! Te aseguro que esta noche, cuando estemos algo más seguros y resguardados, voy a intentarlo. 

Y ya que lo habia dicho ella, contemplo mi pantalla — Status — para ver si hay alguna sorpresa en particular. En verdad no lo hemos hecho desde que huimos de la capital.

— Podemos ver si pueden arreglarte el martillo, por si le tienes cariño. Por mi parte, creo que podría venir bien un arquito o algo, para ayudar a distancias. Que si nos enfrentásemos a una cosa que volase, sólo podríamos ver como tú, Kokoro, usas tu poder... ¡O quizá, lanzarles a Soji!

Inmediatamente, pienso en la escena de Evangelion, preparandose para arrojar la lanza de Longinos contra un enemigo en la estratosfera ¡Sólo que en vez de la lanza de Longinos, lo que sostengo es a Soji!
Definitivamente, más peligroso que la lanza. Sobre todo para mi salud, cuando él vuelva enfadado al suelo.

Me encojo de hombros.

—Sinceramente me da igual si vamos a mirar primero cintas para el pelo o no, mientras vayamos juntos. Estaría bien si nos ayudara Fleriel, que parece que se conoce la zona. Kei, mi martillo ya no tiene arreglo, como mucho sirve de arma arrojadiza. Tendré que mirar un arma nueva, me guste o no.

—Sí, recuerdo esa sensación de pensar que mueres y por parte querer hacerlo para que deje de doler.—Rio ante el comentario de lo que había sentido al tocar la flauta.—Aun bueno, no me arrepiento de ello. De todas formas, si vas a forzar el despertar de tu arcano... Posiblemente sea mejor que lo hagas mientras este Sojiro... Ya sabes, por si la palmas en mitad del proceso.

Asentí ante la propuesta de Kokoro.

—Entonces vayamos al mercado central, allí probablemente tengan todo lo que necesitemos. A decir verdad yo también estoy interesada en un arco.—Comente ante lo dicho por Kei.—Ahora que ya no tengo que ir de incognito lo prefiero antes que los cuchillos.... Aunque creo que también comprare unos recambios, los use casi todos contra aquel cangrejo.

Cuando llegamos a la plaza señale la tienda de ropa que había en uno de los laterales.

—Allí deben de tener lo que buscamos para Kokoro.—Luego señale una de las esquinas de la plaza.—Y aquello si no recuerdo mal era una herrería, iremos después a preguntar por los arcos y reparar tu martillo, si no puede, quiza podemos intentar conseguir una rebaja si le damos las antiguas piezas para fundir.

Kei se ganó una mirada de preocupación por mi parte, pero luego me encogí de hombros. Era su decisión, yo ya le había advertido de lo peligroso que podía llegar a ser...

—Kei...— sacudí la cabeza con una pequeña carcajada. La verdad es que la imagen de ver cómo lanzaba a Sojiro era graciosa.

—¡También quiero ver si venden magia! O sea, pergaminos de esos...— gesticulé con las manos para darle sentido a mis palabras. —¿Te imaginas un hechizo que, lanzado en el estuche ese de las flechas, las vuelva ilimitables? ¡Sería súper guay!— al menos útil.

—Sojiro, creo que podría intentar algo con tu martillo si encuentro algún templo mágico o algo similar... Ahora que no estoy en el gremio no sé si encontraré un sitio así buscando o por simple casualidad, pero si lo hago, ¡te arreglaré el martillo! Hasta entonces... mejor pilla otra cosa, sí.

Por motivos de seguridad, lo primero que hacen es buscarle algún accesorio bonito a Kokoro para que pueda cubrirse las orejas. No tardan en encontrar varios puestos donde venden pañuelos, bandanas, sombreros, tiaras, lazos, en fin, hay de lo que quieran y para todos los gustos.

Destaca entre el mercado una tienda con varias armas exóticas a la venta, el dueño lleva puesto un turbante y una túnica, pendientes de oro y varios anillos en los dedos. Un par de aventureros escudriña ese vistoso escaparate y él los anima, sonriente, para que se lleven algo.

En otro puesto hay un cazador que se dedica a hacer arcos y flechas, ven colgados allí un montón de ellos y otros tantos sobre el mostrador. Así como también ofrece presas de carne: conejo, jabalí, venado, todo listo para el fuego.
—Oh, sí, tengo lo justo para ustedes —les dice cuando le piden algo bueno y confiable—. Estos son de madera de cerezo élfico, bien flexibles y resistentes, no se parten nunca y son muy ligeros. Normalmente cobraría doscientas monedas, pero por ser ustedes, les dejo cada uno en ciento cincuenta.
Tiene otros arcos en venta, que se ven más aparatosos, mucho más baratos, pero más pesados e incómodos de cargar.
—Cien monedas los de tejo largos, los cortos por cuarenta, ¿a que son una maravilla?

—Tengo estas flechas de punta de obsidiana a una moneda cada una, una ganga.

La verdad es que un arco corto me vendría bien, pero que  muy bien. Mi idea era simplemente tener un arma secundaria, así que aprender a disparar destrozando un carisimo arco élfico me parece un desperdicio. Pero aun así, el arco corto y las flechas entran demasiado en mi presupuesto

Por otro lado, está el tema de las flechas ¿La obsidiana es un buen material? Me suena de haberlas visto en museos, de cuando los hombres de Neardenthal.

— ¿No tienen flechas de metal? En paquetes grandes, quiero decir. Que es para practicar, al fin y al cabo — pregunto inocentemente al vendedor.

Si es acerca de elegir lo que comprar, se que es mejor preguntar a un guerrero veterano antes que a un vendedor desesperado.

— Viejo amigo, sabes de armas, de haberlas usado y de haberlas combatido — musito, acariciando la hoja de la espada Durandal, aun sin sacarla de su vaina — ¿Qué impresión te dan estas piezas? No se si el cerezo o el tejo son buenos materiales, o si la obsidiana es un material para flechas, así que te dejo elegir a ti el arsenal.

Voy acercando la otra mano a las distintas armas, como para observarlas, como para apreciar su calidad, pero en verdad estoy dejándole una oportunidad a Roldán para que me transmita algo, si le parecen buenas piezas, si cree que son objetos baratos, o si le parecen que son una basura que intentan vender a precio de oro.

No tardamos mucho en encontrar un buen accesorio para Kokoro. La ayude a colocárselo con cuidado haciendo que sus orejas pasaran desaparecidas ocultas por aquel objeto que llamaba la atención sobre su cabeza. ¿Cuando había sido la última vez que había llevado uno de esos? ¿La mansión Fitzgerald quizá?

Sin mediar palabra me limite a coger uno de los arcos para moverlo entre mis manos durante unos momentos y estirar la cuerda unos momentos antes de destensarla y seguirlo mirando. Cuando acabe lo volví a dejar sobre el mostrador mientras mi mano se quedaba encima de una del mismo lugar donde la cuerda hacia contacto con la madera.

—No pongo en duda que el arco es bueno pero... ¿Cerezo élfico?.—Aquellas ultimas palabras las dije en voz más baja mientras me acercaba a el y me apoyaba en el mostrador para que nadie más me escuchara. —Amigo, quizá te estás viniendo arriba diciendo que el espino Osage es cerezo élfico. Es buena madera y de la forma adecuada puedes hacerla pasar pero estos arcos tienen algunas imperfecciones que denotan su origen... ¿Qué tal si le pones otro precio y te recomiendo como evitar que la gente pueda darse cuenta que no es...?

—Se nos escapa de presupuesto por desgracia. —Dije mientras me reincorporaba del mostrador.—¿No nos puedes hacer una mejor oferta? ¿Quizá un lote de dos arcos mas unas de esas buenas fechas de obsidiana?— Mire a mi compañero durante un momento— Y quizá algunas flechas simples de entrenamiento, quiero enseñar a mi amigo a disparar y seria una desgracia desaprovechar obsidiana templada para ello... ¿Por qué supongo que la habréis templado en forja de la forma correcta verdad?

Me quede mirando al tipo con una curiosa sonrisa en el rostro, como si mis palabras tuvieran quizá una segunda intención. Aquel tendero había intentado timar a la persona equivocada, pero le dejaría escapar por el precio adecuado.

No estaba prestando mucha atención en la tienda de arcos hasta que mencionan las flechas de punta de obsidiana. Sé que se usaba para puntas de flechas en la prehistoria pero no es el material más idóneo por lo quebradizo que es. Y lo sé porque también se usa para hacer bisturís quirúrgicos por lo afilado que puede ser. Es una de esas curiosidades de medicina que me contó mi padre una tarde hace tiempo.

Pero no voy a decir nada, igual la obsidiana en este mundo no es tan quebradiza y tendrá propiedades mágicas, yo qué sé. De hecho ni siquiera estoy prestando atención a lo que está respondiendo Fleriel, limitándome a observar los arcos que hay expuestos en la tienda.

Bajo petición personal, habíamos parado primero en la zona de accesorios. Tras mucho debatir y probarme diferentes cosas, opté por un par de lazos huecos de color vino, como la parte delantera de mi corsé. Era con lo único que no sentía las orejas presionadas y, la verdad, me quedaban adorables.

—¡Gracias!— Fleriel demostró tener tan buena mano con los lazos como con los cuchillos.

Luego fuimos a por armas, aunque no les presté demasiada atención. —Igual consigo algún objeto para tener flechas infinitas...— mi mente rácana trabajaba a niveles insospechados por ahorrar todo lo posible. —¿Dónde venden bolsas infinitas?— era un objeto que me había parecido leer en algún lugar, un libro acerca de rituales.

"Eso no es cerezo élfico ni de lejos. Probablemente sea tejo, igual que los otros, pero le eche un barniz especial o algo, para que parezca de mayor calidad. Tu compañera tiene razón."

Fleriel descubre los intentos del cazador para sacar algo extra de dinero, el hombre empieza a ponerse nervioso y a traspirar.
—Ah... eeh... 
A medida que la muchacha va hablando, se inquieta más y más, hasta que, finalmente, baja los hombros y los mira con cara de circunstancias, arrugando la frente.
—Vale, vale, sí, es osage. ¡Pero igual es bueno! Es una madera mucho más ligera que el tejo, e igual de flexible. No soy tan estúpido como para arriesgarme a vender porquerías. ¡Noventa monedas y casi que estoy perdiendo dinero!

Toma una de sus muestras y la prueba delante de ustedes, comprobando lo que dice.

—De verdad es obsidiana al crisol, imbuida con energía disruptora, estas puntas atravesarían cualquier cosa, ¡lo juro por mi madre! Veinte monedas las dos docenas, no puedo bajar más que eso.
Luego saca de un petate varios juegos de flechas, fabricadas por él:
—De fajo, de francotirador, de plumas, las que quieran. 

La mirada de Sojiro se desvía al otro puestito cerca de allí, donde puede ver a una aventurera que está husmeando las armas exóticas que ofrece ese curioso individuo de turbante y túnica.
—Marhaba, joven promesa, ¿interesado tú en las armas de Arul? —le habla al clérigo con un poderoso acento muy esperable en él, dado su aspecto—. Adelante, adelante, sin miedo.
Este Arul tiene la piel bronceada, una barba cuadrada negra muy espesa y nariz ganchuda, su maxilar inferior presenta un diente dorado. Su barriga está ceñida por una faja de tela que retiene una daga curva con un mango cubierto de gemas.

La mujer que estaba allí, ataviada con una armadura de cuero y una espada a la espalda, sujeta por un arnés, se puso a mirar un escudo de plata hermoso y muy bien fabricado, en el que podía ver su cara pelirroja reflejada.
—Tienes tú en tus manos una joya de tiempos inmemoriables, el Espejo de Cetrinio, se dice que perteneció a un gran rey de Dyoztropeth, cuando no era un yermo desolado—. Se frota las manos, esbozando una sonrisa—. Mil monedas y es tuyo.
La aventurera abre los ojos como platos, negando en silencio con la cabeza, y vuelve a dejar el artefacto en su sitio. 
—Caramba, y eso que lo rebajé, sólo porque los ojos tuyos me recuerdan a la luz de qamar en el desierto.

El comerciante vuelve entonces su atención a Sojiro, otra vez. Había allí un estoque de aspecto curioso: su hoja no es recta, sino torneada y espiralada, como si fuera...
—¡El cuerno de unicornio alabastrino! —exclama animosamente—. Buen gusto tienes, muchacho. Sólo hay unos diez en todo el mundo, y Arul está dispuesto a desprenderse del suyo por quinientas monedas, ¿a que sí?

¡Pues de menuda estafa nos hemos librado, gracias a Fleriel!
Pensando en lo que pasó en el reino élfico de Tirisfal y cómo se perdió y su reina tuvo que exiliarse, me imagino que un arco de madera élfica tendría que ser una pieza realmente valiosa, guardada tras una vitrina. Y no algo que esté al alcance de unos jóvenes forasteros como nosotros como para que lo podamos manosear.

Lo mismo se aplicaría seguramente al escudo del rey de Dyoztropeth y al cuerno de unicorñio. 
Sin embargo, quizá pueda obtener algo de este saca-cuartos.

— Ehmmm, si. Me llevaré el arco corto, y dos fajos de flechas, las normales y las de obsidiana — digo depositando 31 monedas en la mesa. Y pronunciando la consabida palabra, trato de llamar a mi inventario para reflejar mis nuevas adquisiciones — ¡Statús! quiero decir... ¡Status!

Luego me acerco a Arul, el comerciante.

— Hum ¿Señor mercader? — le inquiero al responsable de la tienda —  ¿Podría contarme más acerca de Dyoztropeth y de cómo consiguió sacar esta reliquia histórica de allí? Todos los que conozco mencionan ese nombre con temor, pero usted lo menciona alegremente ¡Comparta su sabiduría!

Me puedo imaginar que con tal de vender un objeto de su tienda este mercader diría que los humanos tenemos cuatro brazos y por lo tanto necesitamos cuatro guantes. Pero quizá saquemos algo de verdad de entre sus palabras.

Te llama la atención que Kokoro sepa sobre las bolsas infinitas. Son el sueño de cualquier ladrón, recipientes sin fondo en los que se puede guardar todo, pero sin que por ello incremente su peso ni sus dimensiones. Las hay de muy variadas formas y tamaños, pero son algo excesivamente caro y escaso. Los precios rondan las quinientas monedas, y eso si encuentras a quien las venda, puesto que nadie, mucho menos un mercader, querría deshacerse de una.

Existen también otras de menor calidad, las bolsas contenedoras, que, si bien no son de capacidad ilimitada, pueden guardarse en ellas una enorme cantidad de objetos, pero son menos fiables y lleva algo más de tiempo hurgar dentro de su contenido.

Las bolsas infinitas son el sueño de cualquier ladrón, recipientes sin fondo en los que se puede guardar todo, pero sin que por ello incremente su peso ni sus dimensiones. Las hay de muy variadas formas y tamaños, pero son algo excesivamente caro y escaso. Los precios rondan las quinientas monedas, y eso si encuentras a quien las venda, puesto que nadie, mucho menos un mercader, querría deshacerse de una.

¿Quizás puedas usar un lugar mágico para crearla? Seguramente necesites un recipiente el cual encantar, pero, poca idea tienes sobre cómo realizar el encantamiento. Habrá que investigar más.

Niego con la cabeza al conocer el precio de ese extraño estoque.

—Me temo que no tengo suficiente para pagar algo tan exclusivo, tronco. ¿No tiene algo más económico? Como mucho dispongo de 50 monedas...— le enseño mi martillo roto —Como ve, con esto no puedo proteger a mis amigos.