Partida Rol por web

Nada hacía suponer que aquella chiquilla con rasgos tan dulces era una bruja, una servidora de Satán. En Cantalallana no estaban preparados para esto, desapariciones de niños, aquelarres en mitad de la noche, asesinatos, muertos en mitad de las calles con tremendas mutilaciones, todo apuntaba a esa niña de ojos dulces y tristes.

Fué su propia tia la que la encontró en medio de un aquelarre salvaje. De no ser por su tía posiblemente estaría muerta o algo peor, un grupo de soldados logró cortar de raiz el aquelarre, ajustició a los que participaron y se encargarían de Lucia, pués ese es su nombre.

Marta, su tía, pidió al consejo que la dejaran libre, a cambio del favor que le debían por descubrirles el lugar del aquelarre. Pero se negaron, le dijeron que este asunto había dejado de pertenecer a los hombres y que sería Dios el que la juzgara. Así con gran dolor de su tia, Lucía fué metida en un carro hecho de varas de madera fuerte, y enviada a Toledo donde sería juzgada y ajusticiada por el tribunal de la santa Iglesia católica, a pesar de las fuertes quejas de los hombres y mujeres del pueblo que pedían el ajusticiamiento en el mismo pueblo.

-Vamos adelante-. Dice uno de los tres soldados que custodiaba el carro. La gente del pueblo agrupada a la salida del pueblo os mira con caras serias, como no aprobando esto que estais haciendo, pero hacen falta los dineros y el trabajo no parece muy complicado, custodiar a esta niña y a su tia que cabalga al lado del carro, a lomos de un burro. Veis como casi todos se santiguan, y también veis como Lucia (la niña) les mira sonriente y después tapa su cara con un pañuelo.

El carro comienza a andar y os poneis en camino por las frias tierras de Valladolid. El camino embarrado pués la noche anterior había llovido a cántaros. El invierno estaba siendo crudo y frio. El carro traqueteaba por los caminos embarrados, los tres soldados iban delante del carro conducido por un viejo desdentado y calvo llamado José, que escupía frecuentemente hacia un lado del camino.

Después de unas dos horas de viaje uno de los guardias para a la compañía.-Este parece un buén sitio para parar un momento y comer algo, queríamos alejarnos del pueblo lo antes posible. Las gentes de allí no querían dejarla salir, de haber esperado un poco más la habrían ajusticiado allí mismo-. Os dice mientras desmonta de su caballo.

Después de reunir unas cuantas ramas y encender un pequeño fuego os dice, -siento curiosidad, pero porqué han decidido venir con nosotros, nosotros lo hacemos por obligación, pero incluso compañeros nuestros se han negado a hacerlo a pesar de lo bien pagado que está, dicen que prefieren morir pobres a malditos. ¿No les da miedo todo lo que se cuenta de la niña?- Os dice mientras la mira desde su posición, Lucía está en el carro con la cara tapada con un pañuelo negro, se mantiene sentada en las rodillas, la espalda recta y no mueve un músculo.

Su tia Marta se baja del burro y se sienta al lado del carro cerca de donde está su sobrina, saca un trozo de pan, queso y un pellejo con agua y empieza a comer. Al cabo de un rato le dice a su sobrina, -Lucia, toma come algo niña-. Lucia coge en trozo de pan y el queso y sin quitarse el pañuelo comienza a comer.

La estancia en el pueblo junto con la salida del mismo habían sido un tanto difíciles: todas las gentes del lugar parecían mirarle con odio, y no con la típica envidia que le profesaban aquellos que no tenían que comer. En cierto modo no le había faltado comida ni comodidades en la posada en la que se alojó, pero igualmente podía sentir el odio de los lugareños mientras dormía, raspándole detrás de la nuca cuando se ponía bocabajo en su catre.

La necesidad de mantener a su familia en un buen nivel le había llevado a entrar en tan difícil gesta: 'y vaya, podría ser un grupo de bandidos o una batalla contra algún reino vecino... en cambio aquí estoy, arriesgando mi alma a ser arrastrada a un infierno infinito. Espero que Dios vele por nosotros y nos ampare'.

-Realmente no solo la niña profesa un mal augurio, yo diría que todo el pueblo tiene un aire rancio alrededor... espero no tener que volver por ahí (dice mientras rebusca en su mochila intentando encontrar ciertos mendrugos de pan y cecina que había comprado en la posada). Ha sido bastante sensato por tu parte José, el sair de allí raudos.

Ya hacía tiempo que este mercenario solía vagar por la región, y pocas veces se presentaba un pago por un trabajo relativamente fácil, no lo dudó dos veces al contrario de otros compañeros, que por escrúpulos o miedos arraigados en sus almas habían rechazado el encargo.

El frío en los pies hacía entumecer sus piernas y el descansó propuesto fue acogido placenteramente, pronto se sentó a calentar sus extremidades cerca del fuego y empezó a escuchar las historias de los demás componentes de tan rara expedición.

No tardó en confraternizar con los demás soldados, apenas unas pocas palabras y gestos a la hora de compartir la comida, cualquiera que se fijara en Francisco podría pensar que estaba en guardia siempre observando con el cuello en una permanente posición rígida, para ver por encima de los demás y frunciendo el ceño.

No le pareció que la pregunta fuera expresamente a su persona y descartó una contesta por su parte, él era un soldado y eso era lo que solían hacer, cumplir órdenes, y cobrar por ello, así que esperó que aquellos a quien les iba dirigida la pregunta se pronunciaran.

Entre sus camaradas se atrevió a frivolizar ante tanta seguridad para una sola niña, -Quizás deberíamos pedir mas dineros por este tan peligroso encargo. unido a unas risas de complicidad.

De modo que estas eran las aventuras que me esperaban lejos de Gijón. Llevar a una hermosa joven a los tribunales por corretear desnuda por los campos. A fe mia que no me habria importado ser el zagal que corría detrás de ella.

¿qué porque hemos venido? por la estupidez de la gente

Por las vistas caballero,por las vistas Digo de forma teatral.

Si me disculpan Me levanto, hago una reverencia a mis contertulios y me dirijo hacia la jaula.

De modo que vos sois la bruja Digo a Lucia Jamás imaginé que las brujas comiesen queso cabeceo negativamente aparentando decepción, me saco la flauta y toco unos acordes para intentar animarla. De mi flauta sale una hermosa melodia.

El soldado mira a Rodrigo y le dice -José es un bonito nombre pero no es el mio muchacho-. Le dice mientras saca de su morral un poco de pan y tocino.

La chica no se inmuta ante las palabras de Ivan, y sigue comiendo con el pañuelo negro cubriéndole el rostro. Es Marta, su tia,  quien lo mira mientras está tocando la flauta y con voz lo suficientemente alta como para que la oiga le dice a Ivan. -A ser posible me gustaría que vos no hablase con Lucia. ¡Y por cierto que no es una bruja, que para eso la llevamos a juzgarla a Toledo, bufón insolente!.- Le dice con evidente enfado.

Yemení.

Mi caballo era yemení; o como en la antigüedad se conocía, de Arabia, de una de las tres regiones, concretamente en la que encontrábase el reino de Saba. Habíalo traído por tierra y por mar, y habíame costado una fortuna, mas confiaba tanto o más en él que en la palabra de cualesquier desconocido.

Era negro como el azabache, una sombra más bajo la noche, y apenas veíase completo sino fuera por su excepción colorida, que no eran sino sus blancas patas sobre la pezuña, color blanquecinas. Sin embargo, cuando hacíale yo trotar con gran prisa, esa blancura convertíase a efectos del ojo en gris, y si apretaba más el paso eran negros ¡era invisible!

Pues a mi querida montura habíala dejado atada a otro árbol, a cierta distancia dela carreta, aunque visible para mí. No acostumbraba a viajar en compañía, mas en Cantalallana vivía algún amigo que me había granjeado en el pasado, y que ahora precisaba de mis servicios por el tema de la supuesta bruja. Me dijo que sería un buen efectivo para trasladar a una herética prostituta del demonio, y que, pese a hombres de armas que fueran como séquito y cautela, prefería a un hombre docto en otros menesteres, aunque fuera un sefardí como un servidor.

Y mientras andábame sentado junto al fuego y al resto de señores allí pronunciados, oía la suave melodía de la flauta, y mi capucha me cubría mi viejo rostro. A mis cuarenta, un servidor había visto mucho, y sobre todo, habíalo visto tanto en las tierras de Aragón, Navarra o Barcelona, como más allá del mar, mucho después de cruzar Alejandría, el Cairo o la Meca, tan querida por los musulmanes...

Y sin embargo, había vuelto a los caminos de Sefarad para un encargo tan pintoresco: escoltar a una bruja, pero...: ¿acaso unos no rezan tan fervientemente de forma ortodoxa como lo hacía esa chica con sus heterodoxas actuaciones? En mi vida y preparación aprendí que sí, que cada uno es creyente y ferviente a su forma, y que ninguno tiene el verdadero don de la verdad bajo los cielos.

Extraño es, señora -dije dirigiéndome a la Tía, esa tal Marta, con la mirada clavada en el fuego-, que parezca su sobrina tan cándida y aún así tan señalada con esmero. ¿Es cierto que vos la encontró de aquella guisa? -me refería, con mi acento ladino propio de las aljamas judaicas, a las prácticas aquelárricas por la que iba a ajusticiar-.

Cuando la tia se dirige a mi, dejo de tocar la flauta. Siempre con una sonrisa de oreja a oreja. Echo un vistazo a la sobrina, ninguna reacción por su parte, esperaba que se sonriese o echase a llorar, pero no esa indiferencia Interesante

Luego abro mucho los ojos y me dirijo a su tia aparentando indignación ¿Bufón habéis dicho?

Ya se que no es una bruja. Y si no es por esta comitiva y ese juicio los animales de tu pueblo la habrían linchado, quemado o algo peor......y a ti detrás

Gracias digo con mi mejor sonrisa. Acto seguido hago una referencia a la muchacha y me doy la vuelta y empiezo a tararear para mi y a hacer algún paso de baile no muy complejo.

Chalaneru, chalaneru,
¿qué lleves na to chalana?
Llevo roses y claveles
y el corazón d'una xana....

¿ El viejo le sacará algo a la tia?¿qué dicen? Pienso mientras escucho a Moshe hablar con la tia

Marta se levanta y se dirige a Moshe.-Por favor, le ruego no hable tan fuerte, Lucía está sufriendo muchísimo por esta causa. Sí la encontré en medio de un aquelarre. Un grupo de brujas la raptaron y finalmente pude dar con ella. De no ser por la ayuda de los soldados del pueblo no habríamos podido sacarla de allí. Estaba al lado de la hoguera, desnuda y pura como vino al mundo. Estaba en trance esperando a que saliese algo de la hoguera que ardía con las llamas del infierno, pués eran altas como árboles.-

Uno de los guardias miraba fíjamente a Marta, mientras los otros dos comían y bebían vino. José el que guia el carro de Lucia, bebe vino a caño de un pellejo, y come pan y cecina por uno de los lados de la boca.

El día se va oscureciendo, hace mucho frio, y las nubes negras comienzan a cubrir todo el territorio.
 

Asentí ante la petición de la tía Marta, asintiendo cabalmente, pues razón llevaba en sus palabras.

Habréis de perdonarme por mi elevada voz y mis preguntas, mas no hartos hombres harían lo que nos hacemos -y miré al que había dejado de tocar la flauta y andábase ahora "a las suyas"-. Sin embargo, habéisnos vos de respetar también, señora, desde al más viejo -referíame a mí, e lo hize con cierta sonrisa-, como al bufón más belicoso de la corte -y me refería a Iván, no llamándole "bufón" como tal, sino más bien defendiéndole de la forma peyorativa de desingarle que había hecho Marta-. Y es que ninguno de los presentes, ante tal empresa, debería ser manchado o faltado.

Señores... -dije entonces al resto de mis compañeros-, ¿habremos de viajar de noche o menester sería descansar y hacer guardias?

Escucho por encima a la tia y a Moshe, por hoy no daré más guerra.

Con mi bailoteo me acerco a los guardias que están bebiendo vino ¿Un trago para un compañero? digo con una sonrisa. Si me acercan la bota bebo un trago y devuelvo la bota.

Escucho a Moshe proponer los turnos de guardia y miro a Don Rodrigo, esperando su respuesta. Estoy acostumbrado a ir donde los pies me lleven y dormir cuando me canso, eso de hacer guardia es nuevo para mi.

de momento a dos horas de ese enjambre de avispas no estamos seguros, sigamos hasta que la noche nos impida avanzar y ya hablaremos quienes vigilan el sueño de los demás.

La comida y el fuego habían reconfortado al soldado que estaba ya dispuesto a seguir con la marcha.

Escucho a Francisco lo que dice y no puedo estar más de acuerdo, cuanto más lejos del pueblo mejor. Pero el resto de soldados no hacen amago de moverse y Don Rodrigo no ordena nada. De modo que me acomodo sobre mi macuto, saco una cebolla, un poco de pan duro y me pongo a comer.

Señalo con el cuchillo las nubes y con la boca llena digo Eftá pá llovéf

A ver si a los señores les da por ponerse en marcha

Después de comer, José se monta de nuevo en el carro y cada uno de los soldados en sus respectivos caballos. Comenzais el camino y una pequeña llovizna comienza a caer,empezais a andar un poco más de prisa.-El cielo está contra nosostros-. Dice uno de los soldados mientras veis como las nubes cierran cada vez más el cielo y hay menos luz.

Entonces comienza a llover, como si nunca hubiera llovido. Grandes gotas de agua caen sobre vosotros empapandoos al instante. Veis a lo lejos como el camino continua hacia adelante pasando por en medio de una tremenda sierra que se extiende al este y al oeste.

Vaya, esto empeorara el viaje y tiene pinta de no parar, pero tampoco es prudente quedarse cerca. Jose seguiremos supongo, ¿conoces de algún sitio para hacer noche y reconfortarnos?

El agua cae sobre la capucha de José y él se gira para hablar con Francisco.-El próximo pueblo está pasada la sierra, tenemos que arrear para llegar prestos-.

Uno de los guardias le escucha y dice, -sea, apretemos el paso pués-. Acto seguido la comitiva aprieta el paso, Lucía se rie pero el pañuelo no se lo quita de encima, le cubre la cara y le da un aspecto misterioso que la risita que se oye trás el no ayuda a mitigar.

La lluvia cae cada vez más fuerte, un relámpago cruza la sierra al oeste, el zambombazo del trueno no se hace esperar.

Andaba sobre mi caballo, amoldándome al paso de la carreta. La capucha puesta, negra, sobre el pelaje negro de la montura, hacíanme como a un fantasma, como invisible, como si nadie lograra discernir donde acababa mi cuerpo y dónde empezaba el del caballo. Mientras avanzábamos, rezaba yo el credo judío de Maimónides, y lo hacía en monta y al susurro, pues no había tiempo de preparar la liturgia y el rezo adecuadamente.

_{Yo creo con fe completa, que el Creador es primero y último.
Yo creo con fe completa, que el Creador, a Él solo se puede rezar, y no se pede rezar a ninguna otra cosa.
Yo creo con fe completa, que todas las palabras de los profetas son verdad (...)}

Fue entonces cuando junté el paso del caballo con el de mis compañeros*, y les hablé lo suficientemente bajo para que ni el carretero, la tía Marta y la "bruja" Lucía, según lo era, pudiera escucharme.

¿Creéis que esa niña es como la séfira sin el árbol?, me refiero... -y entonces el judío añadió un ejemplo del refranero cristiano-: ¿Creeis que esa Lucía es una oveja descarriada del buen pastor? No sé de ella, más nada me fío de su tía... ¿Primero la encuentra, luego lo comunica y ahora se duele de su castigo? Harto inverosímil, diría yo...

Quizá hiciera reflexionar a mis compañeros.

Voy cerrando la marcha siguiendo al carro cubriendome con la capa lo mejor que puedo. es solo un momento, pero me parece atisbar una sonrisa en los labios de Lucia. Cansado por la marcha y molesto por la lluvia no puedo evitar preguntárselo.

¿Qué os hace tanta gracia?

No se porque me da que es un chiste privado que solo ella conoce, me hace sentir incómodo.

Que no daría por un trago en una posada ahora mismo

Veo que Moshe adelanta el paso, pero estoy demasiado lejos para oir lo que dice. De modo que sigo mirando a la muchacha intentando descubrir la gracia.

Tras aquel breve descanso el cielo no tenía pinta de que nos fuera a dar clemencia. Rodrigo se levanta y sigue a los demás en el camino al siguiente pueblo sin mediar palabra, cuando empieza a llover. Bajo el sonido ensordecedor que produce tal manto de agua, podía escuchar las palabras de los demás soldados y cómo la niña se reía: 'Maldita niña, normal que se ría, en esa pequeña cárcel está bien resguardada del agua... esperemos que se tape bien, vaya a ser que se resfríe con cualquier corriente de aire' piensa sarcásticamente.

Rodrigo se coloca bien una capa de color rojo oscuro y se pone la capucha, colcándola encima del bacinete que llevaba... en cierto modo, iba a parecer muy raro con una armadura en un pueblo tan pequeño, pero al fin y al cabo varios soldados iban con él en esa misión de escolta, así que no veía problema en llevar la coraza y las demás partes de su armadura. Además, a un costado colgaba su ballesta descargada de una cuerda con argolla, y a su espalda estaba su escudo atado, el cual se encontraba atravesado diagonalmente por varias bandas azules. Con una mano sobre la empuñadura de su espada, busca en su cuello la presencia de su recuerdo familiar. Al encontrarlo se reconforta mínimamente.

-Si, Moshe, raro es. Es por ello por lo que la llevamos a juicio justo (dice en un tono bajo), aunque como sigamos así vamos a terminar hasta el cuello de barro.

Sin mover la cabeza intenta mirar hacia arriba, viendo así la gran cantidad de agua que caía.

-El tiempo no está de nuestra parte, y está claro que nos queda un buen trecho hasta la siguiente posada. Démonos bríos, pues va a ser la mejor opción por ahora, a no ser que encontremos algún techo donde resguardarnos si la tormenta empeora.

Mucha suerte tendremos si cobijo en la sierra encontrásemos, púes como bien dice juan el carretero hasta pasado el puerto no veremos signo alguno de civilización, pero vamos estén con los ojos despiertos, bueno sería encontrar un resguardo hasta que amainara el temporal.

Ignora a esa niña y su maliciosa risa, y si se acercare la tía, intentaría no mediar palabra con ella. El creía que las palabras de las mujeres corrompen al hombre sano y enloquecen al sabio, y de alguna manera las repudiaba.