Partida Rol por web

No hay nada que dé pie a pensar que no dice la verdad. Si el hombre miente, lo hace muy bien.

- Ese hombre es de pocas palabras, está endemoniado y es corto de entendederas, me da que lo queman sin que haya dicho nada de decir en su defensa.

¿Una ballesta eh? ¡ claro que me interesa ! se la venderé a algún señorito navarro... - en ese momento el hombre mira a vuestra izquierda y exclama

-Si antes hablamos de ellos... ¡ Mirad los habitantes de El Acebo que vienen a pedirle a Dios que les traiga salud!

En efecto, tal y como anuncia el hombre, ascendiendo por la ladera avanza una comitiva de unas cincuenta o sesenta personas, precedidas por dos hombres portando sendas cruces.

- ¡Estupendo! Seguro que podemos hacer buenos negocios - dije sonriente echando mano de la ballesta para enseñársela.

Pero cuando lo estaba haciendo el buhonero nos advirtió de la llegada de los pueblerinos que venían en procesión.

- ¡La virgen! Se debe haber reunido todo el pueblo - aquel suceso me borró la sonrisa, de nuevo habíamos topado con la iglesia ¡y de que manera!

Roderigo, que aún estaba atrasado, dio un paso con el caballo (con el cual se entendía cada vez menos), y observó la gran multitud (a grandes rasgos) que se acercaba.

Vienen muchos... -dijo-. ¿Creéis que traerán aquí esas dos grandes cruces, como para colocarlas con esta tan apreciada por don Carlos...? Ehm... ¡Don Carlos! -grité desde la montura-, perdone la interrupción, pero se acercan habitantes que sin duda le acompañarán en el rezo... ¿Los ve vos?

Aleixo se quedó rezagado a posta. Siempre marchaba con su caballo a la retaguardia del grupo, guardando la parte trasera de la comitiva y manteniendo las distancias con el resto. Le gustaba tener perspectivo sobre todo aquello. Cierto era que al detenerse en la Cruz de Foncebadón todos se habían agolpado un poco en torno a esta pero el caballero, que ya había arrojado guijarros en aquella enorme pila no tenía mayores intenciones de rezarle al Altísimo en aquel páramo ni en aquel momento. Ya rendiría cuentas al llegar a Santiago... en su momento y en su lugar. 

Cuando la gente del pueblo comenzó a acercarse Aleixo no pudo evitar ponerse algo nervioso. No era superstición ni mucho menos temerosidad porque bien sabía que aquellas habladurías de los viajeros no estaban sustentadas en ninguna base lógica pero de algún modo aquellas gentes en tropel lo pusieron alerta.

- Vive Dios... menuda tropa.

En el mismo momento en que la procesión llega a la cima del monte,ante la cruz, Don Carlos se pone en pie, y tras santiguarse arroja una piedrecilla al montón sin decir palabra. Es entonces cuando el sacerdote que dirige la procesión emite un rugido de miedo y de sorpresa, cayendo presa de convulsiones nerviosas.

Pero qué diantres... -me quedé atónito, extrañado.

El sacerdote está totalmente aterrorizado, sus ojos desorbitados y fijos en Don Carlos, como si hubiera visto al mismísimo Lucifer.

El sacerdote extiende su brazo derecho y señalando al de Mayoral empieza a gritar

- ¡ES ÉL! ¡ ÉL ES EL ANTICRISTO! ¡ HIJO DE LA BESTIA Y DE LA GRAN RAMERA! ¡ DIOS SE ME HA REVELADO! ¡ COGEDLE PARA QUE SEA PURIFICADO POR EL FUEGO Y POR NUESTRA ORACIÓN!

La multitud enfurecida se lanza contra Don Carlos casi al unísono siguiendo las instrucciones del sacerdote, la gente parece estar dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no morir a causa de le enfermedad, con tal de que ésta desaparezca. Comportándose como fanáticos, se lanzan como una marea humana contra Don Carlos y el resto.

¡Pero si Lucifer quedó en Castrojeriz! -pensaba mientras veía la escena del grito- ¡Es que acaso todos los siervos cristianos son leales a la maldad!