Partida Rol por web

Dark Heresy 2Ed.: Negocios Oscuros.

Desoleum: Espaciopuerto de Port Gyre.

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24/09/2015, 14:35
Sastre.
Sólo para el director
- Tiradas (2)

Motivo: Miedo

Tirada: 1d100

Resultado: 22(+80)=102

Motivo: Miedo II

Tirada: 1d10

Resultado: 5

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24/09/2015, 15:43
Inquisición.

SASTRE:

- Te desmayas, caes sobre tus rodillas y pierdes el conocimiento 1d5 asaltos. Una vez que te recuperes, estarás estremecido y tendrás un -10 a toda tirada hasta el final del encuentro.

- Ganas 3 Puntos de Locura.

- Ganas 3 Puntos de Corrupción.

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24/09/2015, 15:46
Desoleum: Port Gyre.

La Plataforma de Aterrizaje Tertius-9 se alza sobre la cúspide de una gran estructura tubular repleta de cables, antenas y misteriosa maquinaria.

Tiene una forma hexagonal y se accede a ella por varias vías: un puente en su lado sudeste conduce a otras estructuras.

Un enorme montacargas desciende por toda su estructura.

Varias escaleras de incendios conducen al lateral exterior y descienden hasta el nivel del suelo del Vacío-Puerto, a cien metros de distancia.

La tremenda explosión de la lanzadera parece apenas haber dañado la pista. Aunque ha matado o dañado a todos los que estaban cerca.

Mucho peor que el daño físico a esta antigua y venerable estructura, regularmente bendecida por los acólitos del Dios-Máquina, es aquello que se ha liberado con la ruptura de la vaina de estasis y la muerte de los cuatro psíquicos renegados que la custodiaban.

Un ser que irradia tal aura psíquica de maldad que hace tambalearse los cimientos mismos de la realidad en las cercanías al lugar que ocupa. Un ser que no debería de coexistir con nuestro espacio y tiempo, pero que lo hace al haber ocupado un cuerpo que tal vez una vez fuera humano.

Y el cuerpo está aún cubierto de cadenas, tiras de tela ritual con inscripciones y extraños artefactos injertados en su piel. Aunque este detalle parece tan sólo percibirlos la Psíquica Ferris, si bien el propio Inquisidor podrá estar más adelante de acuerdo con las impresiones de la Acólita originaria del Vacío.

En el momento en que esa cosa se manifiesta con su demoníaco esplendor, incluso sin desplegar del todo su aura demoníaca, el tiempo parece paralizarse y muchas cosas parecen ocurrir a la vez.

La Psíquica Ferris, quien se siente ya muerta por sus heridas y por el poder que emana de la criatura, es la única que logra mantener totalmente la cabeza fría. De hecho siente como su corazón se hiela y se ralentiza en una calma absoluta, en lugar de acelerarse hasta el infinito como sería lo normal. Sopesa su Rifle Láser y trata de dilucidar si ese arma podría dañar a una criatura infernal de tal magnitud. Sospecha que probablemente no mucho.

El Inquisidor y el Arbitrador caen al suelo en posición fetal y se estremecen gimiendo, balbuceando y tratando de arañarse su propia carne cada uno.

Presa de un impulso irracional, el Iniciado Marius huye de la plataforma, alcanzando una escalera de incendios en una loca carrera por la supervivencia.

El Táctico Noctine camina hacia atrás, de espaldas, pero tiene que parar cuando una intuición le dice que ha llegado al borde de la plataforma y que un solo paso en falso más le conducirá a una caída de cien metros hacia la muerte.

El Tecnosacerdote Cantus mantiene la posición, pero tiembla y se estremece como un ser que todavía es más de carne, frágil carne y sangre humanas, que de puro metal.

El Sastre cae sobre sus rodillas, desmayado, y pierde el conocimiento.

Notas de juego

- Pueden actuar: Ferris, Noctine, Cantus. - Tan sólo la primera no tiene penalizaciones.

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24/09/2015, 18:52
Sastre.

Cuando el polvo y la humareda empezaron a asentarse, el Sastre intentó atisbar los restos de la lanzadera, con los ojos entrecerrados y una mano sobre la boca para no inhalar más vapores de la explosión. Junto a la ruina de metales retorcidos en que se había convertido la nave, el receptáculo que parecían proteger los contrabandistas del Gremio Sable empezaba a resquebrajarse, lanzando haces de luz azulada por las crecientes grietas. Un segundo después, se produjo una segunda detonación que lanzó fragmentos de la extraña vaina de estasis por toda la plataforma.

Y la locura se desató sin freno.

Una criatura abominable, nacida de las peores pesadillas de un demente, brotó de entre los restos. Su cuerpo despedía emanaciones de luz corrompida, mientras el aire a su alrededor rielaba por la energía caótica que embebía al terrible ente. La mente del quirurgo quedó presa por el pánico más atroz que este hubiera sentido jamás. Las fuerzas parecieron abandonar su cuerpo, como si la aberración estuviera drenando la vida del Sastre. Primero cayó de rodillas, mientras su manos salían disparadas hacia sus sienes y de su garganta brotaba un alarido de puro terror. Después sus ojos se nublaron, al igual que su conciencia, y el medicae se desvaneció en un sueño sin sueños, perdido y ciego en un abismo de locura sin fondo.

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24/09/2015, 22:47
Inquisidor Haldane Eisengaard.

¿Qué demonios era aquello? Aquel ser... aquella luz... Eisengaard no podía soportarlo. No lo comprendía. Tenía que sacarlo de su cabeza, era la única manera. Se maldijo a sí mismo por caer ante la influencia de la deformidad y sin darse cuenta se encontraba en el suelo pataleando. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a aporrearse el casco ante la imposibilidad de sacarse los ojos, que era lo único que quería en aquellos momentos.

Por el Sagrado Emperador, que alguien le arrancara semejante visión del alma y de sus recuerdos...

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24/09/2015, 23:05
Arbitrador Lazarus Enoch.

Ese aura... ese aura de maldad. Enoch sabe que debe escapar, que no puede hacer nada para hacer frente a semejante criatura. Que todo está perdido. Sollozando suelta su mazo de choque, lo deja caer y con las manos abiertas se derrumba en el suelo, encogiéndose y sujetando sus piernas a la altura de las rodillas.

Ya nada puede hacerse... les ha alcanzado. No hay escapatoria.

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26/09/2015, 15:49
Tecnosacerdote Dakka Cantus.

Viendo lo que la explosión había liberado, no puedo evitar que mis manos tiemblen, dando así mas significado a la obligación y las ordenes que me dieron. Aun tenía demasiada debilidad, al tener un cuerpo de frágil carne, algo que estaba deseando poder cambiar algún día, aunque no era el momento de pensar en ello, si no de buscar soluciones e intentar que mis compañeros y nuestro inquisidor volvieran en si.

Busco con la mirada, alguna estructura que pudiese derribar sobre la criatura o explotar cerca de ella y se hubiese salvado de milagro de la explosión anterior. Mientras disparo con mi arma al aire, esperando que el sonido de la detonación, consiga hacer reaccionar a mis compañeros.

- Tiradas (5)

Motivo: Voluntad

Tirada: 1d100

Dificultad: 30-

Resultado: 18 (Exito)

Tirada oculta

Motivo: Percepción

Tirada: 1d100

Dificultad: 30-

Resultado: 56 (Fracaso)

Tirada oculta

Motivo: Competencia Tecnológica

Tirada: 1d100

Dificultad: 50-

Resultado: 9 (Exito)

Tirada oculta

Motivo: Saber Erudito (Adeptus Mechanicus)

Tirada: 1d100

Dificultad: 40-

Resultado: 95 (Fracaso)

Tirada oculta

Motivo: Seguridad

Tirada: 1d100

Dificultad: 40-

Resultado: 86 (Fracaso)

Notas de juego

1 Disparo al aire, para ver si mis compañeros reaccionan.

Miro las estructuras que han quedado en pie, buscando si con mis conocimientos, puedo derribar encima o hacer estallar alguna cerca de la criatura.

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27/09/2015, 10:32
Liri Nerva Ferris.

De repente, el tiempo se detiene. De la vaina de estasis emerge una criatura que nunca debió ser. Nunca debió concebirse tal monstruosidad. Maldad. Desesperanza. Muerte. Corrupción.

Caos.

Absoluto, sin paliativos. Su aura roza la mía y mi ser tiembla. Me doblo, mi alma se retuerce. La Disformidad se arremolina en mi estómago, en mis entrañas; toma sustancia y se densifica... Pero no es esa figura la que se condensa y enfría mi alma. Me yergo: soy hija del Vacío, Acólita del Emperador. A través de mí, fluye su imagen, su orden de borrar de nuestros mundos estos seres que no tienen cabida en ellos. De destruir a aquellos que, engañados y corrompidos, permiten la entrada de estos seres demoníacos.

Debo purgar su presencia de esta colmena o todos los que aquí moran serán borrados, aniquilados. A mi alrededor mis compañeros caen vencidos por el terror. Es como si ya estuvieran muertos. Yo apenas me mantengo en pie, los mercenarios hicieron bien su trabajo. Pero debo enfrentarme al Huesped. Destruir su cáscara mortal. No puede habitar este mundo sin el soporte del cuerpo. Fríamente, amartillo mi arma y me dispongo a hacer lo único viable, destruirlo mientras aún es débil. Si ahora, bebé apenas recién llegado al mundo, ha sido capaz de doblegar a una célula inquisitorial casi al completo, más adelante sólo podremos recoger los despojos de este planeta. Alzo mi voz, templada y dura cual acero, para gritar a los que puedan oir y entender mis palabras:

- ¡¡Es un Huesped Demoníaco, destruid su cuerpo y lo enviaréis al infierno del que nunca debió salir!!

Deben saberlo. Mis fuerzas son escasas. Tal vez no sobreviva a este enfrentamiento. Alguien debe transmitir este conocimiento. Con determinación, elevo y mi arma y apunto cuidadosamente al engendro.

Notas de juego

No hago ningún disparo, quiero dar oportunidad de hacer su acción a Noctine sin atarlo a mi decisión.

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28/09/2015, 10:41
Caradoc Noctine, de la Casa Castess.

Caradoc escuchó a la psíquica y se detuvo, apuntando al ser. Un disparo salió de su rifle láser pero, lamentablemente, un temblor de su mano en el última instante hizo que el disparo fallara por una mano.

- Tiradas (1)

Motivo: Disparo

Tirada: 1d100

Dificultad: 40-

Resultado: 46 (Fracaso)

Notas de juego

Uso media acción para apuntar y disparo contra el ser al escuchar las palabras de la psíquica. 

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28/09/2015, 12:49
Inquisición.

Aunque por un momento el tiempo pareció ralentizarse, en realidad todo estaba ocurriendo muy deprisa.

La lanzadera había sido destruida por acción de un misterioso Tecnosacerdote (el mismo con el que se cruzara el Equipo en el acceso al aparcamiento del Vacío-Puerto, a la entrada a Port Gyre).

La explosión mató al último contrabandista que quedaba vivo, pero también a los cuatro psíquicos renegados, además de romper la Vaina de Estasis que custodiaban.

De su interior ha surgiendo una criatura terrible y pavorosa que ha causado auténtico terror entre la mayoría de los miembros del Equipo Inquisitorial.

Ferris es la única que mantiene la cabeza fría, o quizá su reacción calmada sea otra forma de experimentar el horror. Comienza a apuntar cuidadosamente con su Rifle Láser contra la abominación.

El Inquisidor y el Arbitrador se echan al suelo, temblando presas del pavor más absoluto.

El Iniciado Marius huye a velocidad suicida por la escalera de incendios más cercana.

El Táctico Noctine retrocede involuntariamente, pero justo cuando está a punto de caer por el borde de la plataforma de aterrizaje (a una caída mortal desde cien metros de altura) se detiene y abre fuego con su Rifle Láser, a punto está de fallar, tan sólo porque le traiciona el pulso debido al temblor provocado por el miedo intenso que siente, pero la criatura es alargada y un blanco fácil elevada como está en el aire, flotando.

El Tecnosacerdote Cantus mira a su alrededor y hace un disparo suelto al aire. Observa los mandos del montacargas.

El Sastre se ha desmayado debido al pavor.

Notas de juego

- SEGUIREMOS EN LA ESCENA DE COMBATES, CONSIDERANDO QUE HA INICIADO UN NUEVO COMBATE DESDE EL ASALTO 0.

- En breve resuelvo, no es necesario tirar iniciativa. Esperad a que resuelva el Asalto 0 en la escena de combates.

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22/10/2015, 11:36
Sastre.

La oscuridad había parecido engullirle durante décadas, pero solo habían transcurrido unos breves segundos cuando el Sastre volvió a abrir los ojos. Se hallaba tumbado en el suelo, caído en medio del infierno en que se había convertido la plataforma de aterrizaje Tertius-9. El esqueleto llameante de la lanzadera aún ardía en una masa de metal retorcido, lanzando penachos de espeso y negro humo hacia el cielo cargado de polución del Especiopuerto de Port Gyre. Al alcance de su mano, la autopistola dorada descansaba sobre el ennegrecido suelo de la plataforma, caída al igual que el quirurgo como una víctima más de la explosión de la vaina de estasis.

¿Qué ha ocurrido...?

Sastre empezó a incorporarse, alargando un brazo para recoger el arma. Los sonidos a su alrededor llegaban amortiguados, como si tuvieran que traspasar una densa capa de algodón empapado. Al levantar la mirada, pudo ver al arbitrador Enoch acurrucado unos pasos frente a él, gimoteando en posición fetal como un bebé abandonado en un callejón. A su lado estaba el Inquisidor Eisengaard, postrado de rodillas y golpeándose el casco acorazado con sus propias manos. La imagen era perturbadora, delirante, y la carencia de sonidos que acompañaran la escena la hacía más sórdida todavía.

¿Qué... qué está pasando...?

El medicae logró con gran esfuerzo ponerse en pie, pero las piernas le sostenían en un precario equilibrio. La lanzadera parecía temblar, hasta que se percató de que eran sus rodillas las que traqueteaban amenazando con tumbarle de nuevo. Una mirada en derredor le permitió descubrir a la joven Liri. Su chaleco flak lucía un enorme desgarro a la altura del pecho, pero la psíquica se mantenía en pie empuñando un rifle que seguía escupiendo muerte hacia la derecha del Sastre.

¡El combate prosigue!

El quirurgo dirigió la mirada hacia el lugar al que disparaba la muchacha, alzando su arma sin demasiada decisión. Lo que vio estuvo a punto de derribarle una vez más. Una enorme figura luminosa avanzaba sobre la plataforma sin llegar a posarse en ella. Parecía vagamente humana, pero la fría y trémula luz que emanaba de ella desdibujaba su contorno. Garras crueles y grotescas; el cuerpo cubierto de cadenas, runas y extraños artefactos de origen claramente xenos. La criatura hendía la realidad profanando el universo entero con su sola presencia. E iba en pos de Cantus.

El tecnosacerdote se hallaba aupado a la enorme estructura de la grúa de la plataforma, manipulando sus controles como un poseso. Antes de que lograra hacer funcionar el gigantesco brazo de la máquina, la abominación llegó hasta él descargando su impía ira sobre su frágil cuerpo. Las garras describieron un sangrante y profundo surco en la pierna del tecnosacerdote, que chilló como un animal malherido y agonizante. El Sastre empezó a disparar alocadamente, pero las manos le temblaban demasiado y las balas pasaban silbando sin llegar a impactar en su objetivo. Un disparo afortunado acertó al demoníaco ente entre lo que deberían ser sus omoplatos, pero rebotó con un chisporroteo azulado sin llegar a herirle. Enfermizos coros de susurros invadieron la mente del quirurgo, que se llevó las manos a los oídos en un vano intento de acallar las blasfemas voces que violaban su ser. Con los ojos entrecerrados pudo ver como hebras de sangre partían del tecnosacerdote en todas direcciones, empapando la cabina de la grúa. Cantus intentó izar su maltratado cuerpo, escapar de su inminente final, pero el horror execrable que se cernía sobre él lanzó un nueva oleada de zarpazos que empaló al acólito contra el asiento de la cabina.

- ¡RETIRADA!- ladró la voz metálica del Inquisidor.

La batalla estaba perdida. No había nada que pudieran hacer contra esa imparable criatura venida del averno del caos. Sastre dio media vuelta y corrió hacia la postrada figura de Lazarus, levantándole del suelo con un gruñido de esfuerzo y desesperación. Empezaba a alejarse hacia una de las escaleras de incendios cuando el arbitrador volvió en sí. El hombre estaba ido, con la mandíbula desencajada y mirando sin ver por encima del hombro del quirurgo. Sastre recogió el mazo de choque del arbitrador, intentando aligerar al pobre diablo para que pudiera huir por su propio pie, pero Lazarus no reaccionaba. A punto estaba de gritarle, abofetearle incluso, cuando una sensación de suciedad aceitosa y frío mortal alcanzó su espalda.

Ya no estaban solos.

El quirurgo volvió la mirada y encontró a la bestia sobre él. El pánico se adueñó de su alma. El terror más atroz que jamás hubiera sentido atenazaba cada uno de su miembros. Intentó golpear a ese ser de pesadilla con el pesado mazo del arbitrador, pero la desesperanza que se abría paso en su corazón condenaba al fracaso cualquiera de sus esfuerzos. El demonio azulado pasó a su lado como si el medicae no fuera más que un insecto despreciable e inofensivo, descargando una de sus garras sobre Enoch. La tibia sangre salpicó la mejilla del quirurgo, mezclándose con sus lágrimas.

El fin había llegado. No moriría en un callejón, acuchillado por un matón de tres al cuarto insatisfecho por su técnica de sutura. No moriría de un ataque al corazón, viejo y desdentado, encerrado en su consulta clandestina sin haber respirado nunca otro aire que el gas viciado y contaminado que llenaba el barrio de las Tres Estacas. No moriría en una celda de los Sancionadores, acusado y condenado por intentar sobrevivir en un mundo injusto y cruel. No moriría con el cañón de su viejo revólver entre los dientes, hastiado de vivir una vida que no debía de haber vivido. Todas y cada una de esas muertes, y otras muchas tantas más, habían pasado por la mente del Sastre en esos últimos años. Cualquiera de ellas era preferible a caer bajo las garras de ese monstruo blasfemo, que devoraría su alma y la condenaría por toda la eternidad. Los dedos del quirurgo aflojaron su presa alrededor del mango del mazo, a punto de dejarlo caer. Se sentía vencido, incapaz de enfrentarse a ese brutal destino. Todo estaba perdido.

Una luz cálida y brillante bañó el rostro surcado de lágrimas del medicae; una luz que competía con la mórbida luminosidad que despedía la criatura del caos.

- ¡Sastre, fuera de aquí! ¡Es una orden! -exclamó una voz preñada de autoridad- Nosotros determinamos el culpable. Nosotros decidimos el castigo. Eres culpable de ser una abominación del caos y tu castigo es morir. Por mi mano, si el Emperador lo permite, o por la de otro.

Lazarus apareció empuñando una espada refulgente. La claridad que rodeaba su hoja bañaba por entero la silueta del arbitrador, convirtiéndole en un ser de luz y pureza. El bien contra el mal. El Imperio contra el Caos. Los mandobles del acólito, que no cesaba de lanzar improperios, hendían la carne corrupta del demonio. Éste contestaba a su vez con fieros zarpazos que mordían la piel de su adversario, pero Enoch parecía no sentir ninguna de su heridas. Una llama de esperanza chisporroteo en el corazón del Sastre, estallando en una tremebunda hoguera de coraje y alegría. Si la muerte debía alcanzarle, que no fuera entre llantos. El medicae atacó y acosó a la abominable criatura con una sonrisa demente pintada en el rostro. Mandoble. Mazazo. Zarpazo. Un combate que pareció eternizarse durante eones.

- Eres culpable y la sentencia es la muerte - rugió Lázarus, mientras descargaba por última vez la espada contra el endemoniado, provocando que el engendro del caos estallara en un torrente de energía azulada, de vuelta a su dimensión de pesadilla.

- Volveré... -consiguió gorgotear la criatura antes de desvanecerse.

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23/10/2015, 13:03
Iniciado Zariel Marius.

Aquella criatura era simplemente demasiado horrible. Algo se quebró dentro del iniciado Marius, un hombre sin mácula y devoto... Pero cuyo entrenamiento en el templo no le había preparado para esto. Si bien es cierto que salió del primer contacto sin sentir que la Disformidad tocara su alma inmortal, aquel ser le infundió tanto miedo que no pudo hacer más que escapar. Escapar todo lo rápido que pudo, de forma totalmente irracional, fue lo único que podía hacer. Una parte de su mente le gritaba que parara, que se volviera y luchara por el Dios Emperador... Pero esa parte no conseguía recuperar el control de aquel hombre, un hombre aterrorizado. No, al menos, hasta que había descendido muchos, muchos escalones de la escalera que le alejaba de aquel lugar. 

El ascenso fue largo y terrible, no tanto por el esfuerzo, si no por no saber qué encontraría arriba. No tenía comunicador de ninguna clase, así que lo único que podía hacer era seguir subiendo y prepararse para lo peor. Cuando llegó arriba comprobó que aquel ser no había acabado aún con todos, pero tampoco se le estaba dando demasiado mal. Parecía que sólo el arbitrador y Sastre permanecían firmes ante aquella cosa. Tras unos momentos de indecisión, empuñó su martillo del ministorum y empezó a avanzar hacia la criatura. Sólo para comprobar como recibía el último golpe y se desvanecía, prometiendo perdición para todos ellos. 

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23/10/2015, 17:42
Arbitrador Lazarus Enoch.

La información se obtuvo con escaso margen de reacción. La misión no era sencilla: interceptar al carguero Cargo-8, eliminando toda resistencia y requisando todos los objetos de contrabando. Lamentablemente llegar a la plataforma de aterrizaje de la nave no permitió mucho más, impidiendo el factor sorpresa de los tripulantes que desembarcaron del transporte.

De inmediato la plataforma se convirtió en un campo de batalla entre los contrabandistas y los acólitos del inquisidor Eisengaard. Entre estos supuso una sorpresa encontrar a un tecnosacerdote involucrado.

Los acólitos fueron ganando posiciones, abatiendo a los contrabandistas, pero el tecnosacerdote traidor cubrió su huida haciendo estallar la nave y abandonando la mercancía. O parte de ella.

Una bola de fuego derribó a Lazarus, cercano a la explosión, preludio del infierno que se desataría de inmediato de manos de un terrible ser demoníaco liberado por la deflagración, liberado de entre las mercancías por el efecto destructor.

El arbitrador Lazarus Enoch se había pasado la mayor parte de su vida patrullando sitios emblemáticos y edificios oficiales, disuadiendo con su presencia a cualquier maleante o escoria de acercarse a los mismos. Alcanzada cierta edad compaginó sus rondas con trabajo de oficina y manipulando pruebas al servicio de la inquisicón. Toda una vida al servicio del imperio. Toda una vida alejado de los conflictos. Todo su vigor y juventud invertidos en aparentar en sus guardias. Y en el otoño de su insatisfecha vida, perdidas muchas facultades, el destino llamó a su puerta para que encarara a uno de los peores monstruos existentes: un demonio de la disformidad.

"Podría haber sido peor. Podría haber llamado en el frío invierno".

Su sola presencia nubló y alteró, anormalmente, su mente y su cuerpo haciendo que, aterrado, se encogiese en un ovillo...

"Una autentica vergüenza. Un veterano arbitrador mojando los pantalones como un anciano de geriátrico".

.... y se rasgara la cara con sus manos, presa de la locura.

"Es bueno eso de que los arbitradores tengamos máscaras".

Pronto, toda acción realizada contra el temible ser resultó fútil. Las armas parecían no hacer daño al ser, protegido por extraños artefactos xenos. Los acólitos eran presas del pánico, desmayándose, perdiendo el control o huyendo, en la mayoría de los casos.

Dakka Cantus logró reaccionar intentando algo plausible contra el monstruo y pagó las consecuencias, siendo atacado y destrozado por este.

Después, el ser fijó su atención sobre el arbitrador, que era ayudado por Sastre para su desplazamiento, mientras el grupo comenzaba el repliegue y retirada. Era demasiado poderoso para el inquisidor y su grupo.

Como un depredador que caza a su presa, el engendro del caos hirió al viejo arbitrador en la pierna, reduciendo ampliamente su movilidad y evitando toda posibilidad de huida para Lazarus. Un dolor abrasivo laceró su pierna derecha y el veterano Enoch, magullado, confundido y sobrecogido supo que iba a morir.

Tal vez fuera la vergüenza que invadió al arbitrador, al saberse muerto desempeñando una actuación tan patética. Tal vez fuera el orgullo y el amor propio que tomaron control de él, reclamando una muerte digna. Tal vez fue la ira, exigiendo venganza por los pantalones sucios. O probablemente todo eso a la vez, logró hacerle reaccionar y encarar la muerte. No teniendo a donde huir solo podía hacer una cosa: tener una conversación poco amistosa con esa abominación.

Perdida su maza disruptora, sus manos, como inspiradas por una voluntad superior, volaron hacia la empuñadura de la vieja espada Havofast, a su espalda y la desenfundó por primera vez, haciendo que la hoja vibrara y se iluminara, sacándola de su largo letargo, agradeciendo su liberación y exigiendo carne corrupta donde hundirse.

Sus manos, su ánimo y su voluntad, guiadas por un poder superior, se enfrentaron contra el huésped demoníaco, sin vacilación. Y entonces supo que el divino Emperador estaba con él.

Gritó a Sastre para que huyera de aquel lugar y se uniera al resto. Esto era algo entre el monstruo y él. Si tenía que morir que así fuese, pero ganaría tiempo para los demás y de paso le enseñaría de que pasta están hecha los arbitradores, fieles sirvientes del Emperador.

¡Sastre, fuera de aquí! ¡Es una orden! - Exclamó con toda la autoridad que su condición le permitía. Después empuñó con fuerza y con ambas manos el arma y habló.

"Nosotros determinamos el culpable. Nosotros decidimos el castigo." - Recitó el lema de los Arbitradores - Eres culpable de ser una abominación del caos y tu castigo es morir. Por mi mano, si el Emperador lo permite, o por la de otro - sentenció mientras la espada voló, perforando la impenetrable armadura del ser y cortando su blasfema carne, como un experto espadachín, pese a ser la primera vez que Enoch empuñaba una espada.

El duelo no debería haber durado mucho más, pero era la voluntad del Emperador que Lazarus prevaleciese. Los corruptos ataques del ser fueron bloqueados, milagrosamente, por el arbitrador. Y a pesar de que los poderes del caos lograron abrasar sus piernas, el veterano no sucumbió. A cada herida que el monstruo le hacía, Lazarus le devolvía dos enormemente más perjudiciales.

- Voy a escribir mi nombre en tu sucia piel, monstruo - advirtió el arbitrador. Y cumplió con su amenaza. Guiado por la mano divina y apoyado por el terco quirurgo que se negó a abandonarlo proporcionándole ayuda inestimable, Lazarus fue destruyendo la armadura xena del ser y debilitándolo, sajándolo por doquier.

- ¡Eres culpable. La sentencia es la muerte! - rugió Enoch a la que empaló al vil ser. Este se descompuso liberando una corrupta energía que retornó al inmaterium.

- Volveré.. - amenazó con una gutural voz el ser, mientras señaló con su garra al arbitrador, antes de deshacerse en una carcasa descompuesta de carne, huesos y artilugios xenos.

"Claro. Aquí estaré esperándote. Hasta que regreses", pensó con cansado humor.

Asintió a Sastre, a modo de reconocimiento por su gran ayuda e hizo un gesto de cabeza, señalando hacia Cantus. El tecnosacerdote necesitaba, más que nadie, la ayuda del quirurgo.

Lazarus hincó su rodilla izquierda en el suelo y con sus manos sujetó la empuñadura de Havofast, con la punta del arma en contacto con el suelo. Apoyó su frente sobre el pomo de la espada y oró en gratitud al divino Emperador, artífice de la victoria.

"Eso y que ya no me aguanto en pie".

No tendrían mucho tiempo antes de que las autoridades del puerto se personaran. Debían recoger los restos a analizar y hacer desaparecer el resto de evidencias, antes de evacuar. Después un merecido descanso en la enfermería de la base. El arbitrador observó sus heridas y el lamentable estado de Dakka Cantus. Asintió con la cabeza.

"Jaq, tú que siempre estás ávido de compañía, no te preocupes. Tus deseos se harán realidad".

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24/10/2015, 22:25
Inquisidor Haldane Eisengaard.

Eisengaard no recordaba mucho. Sólo los ojos de la criatura que le atravesaban hasta llegar a su alma. Esos dos pozos sin fondo en los que no había nada... sólo la Desformidad y el Caos.

Cayó al suelo. Se llevó las manos a la cara pero el casco de su armadura le impidió autolesionarse. Ignoraba cuánto tiempo había estado así, pero despertó. Despertó y recuperó el control de sí mismo. El brillo de su pistola a menos de un metro de él le hizo reaccionar. Alargó la mano y recuperó el arma mientras se ponía en pie y evaluaba la situación. 

El demonio se encontraba sobre Cantus. El Tecnosacerdote estaba malherido o muerto en el suelo y nada podía hacer frente a aquel ser. Sastre estaba tratando de ayudar a Enoch a incorporarse, mientras Noctine y la psíquica Ferris habían huido al otro extremo de la plataforma. Del iniciado Marius no había señal.

Estaba clarísimo. No podían hacer frente a aquel ser. No tenían nada lo suficientemente grande como para dañarle. Ni granadas o armas de mayor calibre. No estaban preparados.

Se llevó la mano al comunicador y ordenó la retirada. Tenía que sacar a sus hombres de ahí. Debían reorganizarse e investigar quién demonios era aquel Tecnosacerdote que les había dado esquinazo. Todo había salido mal. 

Siguió su propia orden y comenzó a alejarse en dirección a una de las escaleras de mano para salir de aquella plataforma. Había visto a Marius escabullirse por ahí hacía un rato y si no había vuelto a aparecer es que daba a alguna parte. En definitiva una vía de escape.

No había dado más que unos pasos cuando escuchó un horrendo sonido a su espalda. Se giró y vio al Demonio flotando o levitando. Parecía que apenas se movía pero sin desplazarse en un instante se encontraba junto a Enoch. Eisengaard dudó. Se frenó y dirigió su mirada a su Acólito. Era su fin. Pero al menos ganaría tiempo para el resto. ¿O no? ¿Cuánto aguantaría Enoch contra ese ser?

Lo siguiente que vio no era lo que el Inquisidor se esperaba. Enoch se plantó firme cuando casi parecía abatido. Prácticamente había perdido una pierna pero se mantuvo en pie y desenvainó la espada. Los ojos de Eisengaard crecieron súbitamente bajo el casco. La espada.

Lo siguiente fue un hecho para recordar. Enoch, quizá tocado por el propio Emperador, comenzó a detener los golpes de la criatura y a responder con un ímpetu inusitado. Cada golpe del Arbitrador atravesaba a aquel ser y lograba lo que nadie había podido hasta entonces. Herirle. 

Los ojos del Inquisidor estudiaron con detalle el resto del combate. Si antes se habían estado fijando en TODOS y cada uno de sus Acólitos, ahora se centraban sólo en Enoch y aquel ser de pesadilla.

Y tras una última estocada los restos de aquel ser desaparecieron por donde habían venido. Los talismanes xenos y cadenas de plata cayeron al suelo mientras las infinitas energías azuladas desaparecían en un torrente de energía, y el cuerpo del ser se desinflaba hasta desaparecer. Una última palabra surgió de sus labios antes de caer inerte al suelo. Sólo quedaban los restos de un esqueleto inanimado. Y Enoch se erguía en pie frente al cadáver.

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24/10/2015, 23:12
Caradoc Noctine, de la Casa Castess.

El brutal estallido era algo que el táctico había considerado posible. Demasiado tiempo, demasiados, sin hacer nada. El ruído, atronador, el humo, sin embargo sí habían supuesto un mazazo no sólo figurado. Una sensación de mareo, de confusión, le invadió por unos instantes.

Lejos, al borde de su confusa visión, el tecnosacerdote que había "hecho algo" empezaba a marcharse. Deseó poder mirarlo bien, poder concentrarse en sus rasgos. Pero no fue posible.

Caradoc era un militar. Había estado en campaña. Había visto cosas terribles. Había luchado contra los mutantes, pero algo como eso... algo como eso... Notó como algo en su mente se quebraba. ¿Cómo iban a ganar contra eso? ¿cómo alguien podía sencillamente esperar ganar contra eso? A su alrededor oyó gritos. El inquisidor y el arbitrador estaban en el suelo, Marius corría, Cantus disparaba al aire. ¿Qué entonces? Por el rabillo del ojo vio como Liri empezaba a levantar su arma, y siguió su ejemplo. 

Debían luchar. Era necesario que lucharan.

Todo se precipitó. Era como escenas de una masacre. Cantus tratando de usar el montacargas. Y siendo golpeado hasta convertirlo en un despojo moribundo en el suelo. Sus tiros, prácticamente inútiles, como los de la psíquica. La orden del inquisidor, para que huyeran. 

¿En qué momento decidió detenerse? Cantus iba a morir si era abandonado allí, Liri le decía algo: le decía que le matara antes de dejar que ese ser la atrapase. Quería seguir huyendo pero, pero... 

Tal vez Cantus viera algo pensó lanzándose contra la zona del montacargas y la grúa sólo para no encontrar nada que pudiera ayudarles. Algo sin embargo había cambiado. Enoch. Enoch había tomado el arma de energía (¿no había él mismo gritado a alguien que la usaran, que era lo único que podía destruir al ser?) De todos modos, era tarde. Estaba demasiado herido.

Iban a morir. 

De todos modos, mejor intentar algo. Caradoc empezó a manipular los mandos para tratar de usar la grúa contra el ser demoníaco. Sin embargo sus intentos no tenían éxito. Por el contrario... Sastre ayudaba a Enoch. Un médico. Un arbitrador. Contra algo que devoraba toda esperanza. Siguió intentando usar la grúa y, de pronto, vio algo increíble: sus compañeros estaban ganando. Enoch estaba ganando.

Y eso lo cambiaba todo. Usó sus conocimientos para borrar lo ocurrido y empezó a manipular el montacargas. Debían retrasar las fuerzas que debían estar acercándose al lugar. Debían proteger su ignorancia y retirarse de allí.

Vio como Enoch lo lograba. Como eliminaba al ser. Era... milagroso. 

- El Sagrado Emperador ha dirigido su brazo. Gloria a él... y gracias a Enoch por mantenerse firme. No se si yo hubiera podido.- murmuró casi para sí el táctico.

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24/10/2015, 23:28
Caradoc Noctine, de la Casa Castess.
Sólo para el director

Notas de juego

Intento parar el montacargas. Ahora no estoy distraído por el combate, ni hago ninguna otra cosa. Además había sacado previamente la tirada para saber como funcionaba.

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26/10/2015, 11:17
Tecnosacerdote Dakka Cantus.

Después de la explosión de los tecnosacerdotes que habían causado, se desató el terror. Una criatura, que lejos de ser de este mundo, había causado el terror en nosotros, devotos fieles del Dios. Dando un disparo con mi fusil, intentando hacer reaccionar a mis compañeros, conseguí el efecto opuesto, haciendo que la criatura se moviera hacía Noctine y Ferris que disparaban contra ella. Marius salió huyendo hacía las escaleras, como si ese ser estuviera justo detrás de él, mientras el Arbitrador gimoteaba y se arañaba el rostro, el Inquisidor se estremecía entre espasmos en tierra y el Sastre estaba tirado en el suelo inconsciente.

Dos cosas podían ser el objetivo de la criatura, el panel del montacargas, única cosa que veía útil contra un ser tan extraño, demoníaco y corrupto. El otro mis compañeros, ya fuera para matarlos o hacer algo mas de lo que no deseaba pensar. Me dirigí hacía el panel, esperando llegar antes que ese maldito ser, esperando que el Dios estuviera conmigo y lo alcanzará a tiempo y ni la criatura ni mis compañeros hicieran de mí una gran diana.

Me fui moviendo por el suelo lleno de escombros de la lanzadera explotada, viendo como un haz de energía impactada contra el brazo izquierdo de la criatura haciendo apenas una pequeña quemadura. Observé cuando llegue que los demás ataques apenas habían provocado daños en ella, alcance el panel justo cuando las garras de la criatura casi se llevan mi pierna con su ataque.

Como un loco intenté accionar el montacargas, con las manos que temblaban mas que una tuerca suelta en un motor en marcha, cuando unos susurros penetran en mi mente y una extraña energía me atraviesa. Me parece escuchar la voz del inquisidor de retirada, pero en algún momento mi cuerpo a caído, sintiendo las garras del ser demoníaco en mi cuerpo, desgarrando mi carne.

La oscuridad es lo único que siento, es tranquila aunque oscura, al menos ya no esta ese dolor, ya la débil carne no existe aquí, estoy seguro al dolor. Algo tira de mí, me desgarra por dentro, ¿hay algo más profundo y doloroso que el dolor físico? si lo hay es esto, algo succionando y desgarrando mi interior y el olvido aparece, dejando cosas sin terminar y recordando que nunca conseguí ser mas máquina que carne. ¿Volveré? ¿me dejarán terminar mis funciones? ¿podré volver a servir al Dios y a la causa?

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26/10/2015, 19:11
Huésped Demoníaco.

- El Equipo Principal de Investigación del Inquisidor Eisengaard acaba de lograr lo imposible: destruir a un Huésped Demoníaco.

- Ahora que las energías disformes le están abandonando como el agua que sale por un desagüe, el cadáver humano que queda atrás parece patético, un cuerpo desecado, retorcido y encogido, completamente marchito y lamentable. Las cadenas de plata se han roto, pero al menos una docena de artefactos impuros permanecen en el suelo, y el extraño brillo interior de energías aetéricas no los abandona...

- El Táctico Noctine ve que el montacargas está subiendo, seguramente con un equipo de emergencias y de Seguridad del Puerto. Le quedan pocos intentos para frentarlo o al menos retrasarlo.

- Los demás pueden actuar o reaccionar ya.

Notas de juego

TABLERUM

- Noctine: Puedes hacer tres intentos de Competencia Tecnológica +10 para intentar frenar el montacargas temporalmente.

- Enoch: Ahora que la bestia está expulsada, sientes que las fuerzas que te prestó San Valerius te están abandonando. Tienes una pierna quemada y la otra casi cortada. Durante unos pocos asaltos puedes moverte a velocidad normal, pero después de eso quedarás reducido a la mitad de velocidad. En realidad tus heridas son gravísimas y deberías de estar en una camilla con destino a un hospital.

- Marius: Estás regresando junto al resto, ahora plenamente consciente de lo que ha pasado.

- Inquisidor Eisengaard: Los efectos del terror del demonio se están disipando junto con su maléfica presencia.

- Ferris: Estás cansada y muy herida. La magnitud del poder de esa criatura... tus compañeros nunca llegarán a poder imaginarlo. Su estado era prácticamente larval, estaba increíblemente debilitado. De haber tenido tiempo para recuperar sus poderes... hubiera podido representar una terrible amenaza para la colmena entera.

- Sastre: Apartas el dedo del botón activador y el campo eléctrico que rodea la cabeza de la electromaza de Enoch comienza a disiparse. En el suelo yacen los talismanes xenos, envueltos en un halo de misterio y en una extraña luz azulada. De fondo sigue rugiendo el incendio de la lanzadera, y toda la plataforma de aterrizaje está cubierta de fragmentos metálicos en llamas.

- Cantus: El Tecnosacerdote está agonizando. Todavía vivo tan sólo por voluntad del Dios-Máquina.

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26/10/2015, 20:58
Inquisidor Haldane Eisengaard.

Era hora de tomar el control de nuevo.

Eisengaard se llevó la mano al comunicador para no tener que dar sus órdenes a voz en grito. No tenían ni materiales ni tiempo para limpiar su rastro. No tenían nada. Sólo podían desaparecer de ahí agradeciendo al Emperador haber sobrevivido al encuentro con aquel ser.

- Acólita Ferris. - Llamó a la Psíquica intentando que reaccionara. - Regrese junto a Noctine. Ayúdele a transportar a Cantus y manténganlo con vida. - Ordenó con voz imperiosa. - Noctine. Frene ese montacargas y saquen a Cantus de aquí. Nos vemos en el almacén. - Su base temporal mientras estaban en el puerto tendría que valer como punto de reunión.

- Iniciado Marius. Venga aquí y ayude a Sastre a transportar a Enoch. Sastre... en lo que Marius llega hasta aquí recoja todas las muestras que pueda. Si ve cualquier cosa que pueda resultarnos útil en la investigación tómela. - El Inquisidor observó la espada que Enoch todavía sujetaba en sus manos. Gracias a ella se habían salvado..

- Yo me encargaré de destruir las pruebas. - Dijo recuperando la concentración y pensando a toda velocidad. Después de todo él ya había pasado mucho tiempo ayudando al antiguo Inquisidor a destruir evidencias de su paso por ahí. Y la explosión de la lanzadera hacía que fuera fácil camuflar todo como un accidente de algo inestable o peligroso que transportaran ahí dentro.

Tras pensar un breve instante, el Inquisidor se acercó al cadáver reseco y deshidratado del Huésped Demoníaco, y lo recogió en sus brazos. Lo llevaría hasta alguno de los fuegos y lo dejaría quemarse. Si tenía tiempo, más tarde recogería los talismanes caídos.

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27/10/2015, 10:20
Sastre.

Sastre guardó su pistola y contempló durante un par de segundos la ruina en que se había convertido el terrible ser del caos: una masa de carne reseca y agostada, cubierta todavía por los restos de las cadenas y los extraños artefactos xenos que seguían brillando de manera inquietante.

Ante las órdenes del Inquisidor, el quirurgo se acercó indeciso al repugnante cadáver. Tras quitarse el abrigo del Collegium Medicae, amontonó en su interior la ristra de blasfemos artilugios, anudando la prenda en una especie de fardo. El peso era incómodo y saber qué era lo que cargaba a la espalda, lo hacía más preocupante todavía. Con paso rápido, repasó por encima los cuerpos caídos de los mercenarios, registrando someramente sus pertenencias por si encontraba algo de interés, pero sin detenerse demasiado en cada uno. El tiempo corría en su contra y el distante rumor de la maquinaria del montacargas cada vez parecía subir más de tono. Estaban cerca. Fuera quien fuera el que subía hacia la plataforma, no tardaría mucho en llegar.

Llegó junto a Lazarus justo cuando el iniciado Marius tomaba al arbitrador por un brazo para ayudarle a caminar.

- Debemos darnos prisa -murmuró mientras tomaba a Enoch por el otro brazo, iniciando así su renqueante camino hacia las escaleras de emergencia-. Rápido. ¡Rápido!