Partida Rol por web

- Sea... - Dijo simplemente el Kark a la propuesta del anzano Hithai para acompañar a Tarkhan.

De la niña, pues al fin y al cabo era responsabilidad del embajador, o eso había entendido cuando Tarkhan le explicó que un tal O enviaría a una niña a aprender de él. Belgarosh nunca creyó que ese gran maestro existiera realmente. Nadie tenía un nombre tan corto. ¿Cómo iba a llamarse alguien simplemente "O"? Además, el Kark sabía que los anzanos tenían nombres muy complejos e impronunciables. O era un nombre demasiado sencillo que hasta un bebé podría pronunciar. Pero tampoco le importaba demasiado que ese hombre existiera realmente o fuera una mera invención del embajador.

- Con vosotros viajara Thain. - Dijo el gobernador de la ciudadela. - Necesitaréis de su conocimiento casi con toda probabilidad. Como capitán de mineros conoce bien las entrañas de la tierra y casi seguro que acabaréis en alguna caverna. Y ahora marchad... tras la comida Thain y el resto de soldados estará preparado en las dependencias del Maestro de la Puerta.

Tarkhan dedicó una serie de reverencias a los presentes en estricto orden protocolario, aún a sabiendas de que nadie allí sabía qué era aquello. 

El anzano introdujo las manos en las amplias mangas de su túnica y desfiló en silencio hasta la salida. Allí se despidió con educación de Belbara y se dirigió a la embajada. Cuando fue digno, apretó el paso para llegar allí lo antes posible: tenía que asegurarse de que Yhoon estaba bien.

Tarkhan no había previsto ese viaje. De hecho, no había pensado en abandonar Kark-Belgarosh hasta haber concluido su tesis sobre Brogar, a menos de que un imprevisto con la importancia y urgencia necesaria así lo demandase. Posiblemente ese imprevisto fuera lo suficientemente importante y urgente para conseguir que abandonase, aunque fuera de forma temporal sus investigaciones, al fin y al cabo de eso dependía su vida y no le quedaba mucha más opción. Morir ejecutado no entraba en sus planes y de hecho los arruinaría por completo.

Regresó a la embajada. Tenía cosas importantes que hacer allí y poco tiempo por delante para encargarse de todo. Tenía que comunicarle a Thaitsai su decisión de llevarse a su hijo a aquel peligroso viaje de búsqueda y rescate y también tenía que hablar seriamente con su aprendiz, pues ella también iría junto a él. Además, debía hacer su equipaje y era algo que no podía encomendárselo a sus sirvientes, pues no eran aventureras y aunque él tampoco lo era sabía algo más de viajar que ellas. No iba a ser un viaje de placer, así que tendría que cargar sólo con lo imprescindible y asegurarse de no echar en falta nada una vez se hubiera marchado del que se había convertido en su hogar.

Había mandado llamar a los tres interesados en el viaje. Hithai, Yoon-shun y su más leal consejero, el padre del primero. Reunidos en el despacho del embajador y sentados alrededor de la mesa, era ahora Tarkhan quien debía hablar primero y comunicarles lo motivos de la reunión, su decisión en cuanto al viaje y como debía organizarse la embajada en su ausencia. Esos puntos eran fundamentales en esos momentos.

Tarkhan se mesó los bigotes.

—Me marcho de Karak-Belgarosh, en una misión encomendada por el propio Kark. Una misión que demostrará al Kark lo útil que puede ser realmente ser un aliado de la gran nación de Anza —dijo al fin—. Yhoon, vendrás conmigo. Como dije, no es ningún premio, porque creo que será peligroso. Pero también es una gran oportunidad de aprender enfrentándote al mayor reto de tu vida. 

Se arrodilló junto a la niña.

—Créeme cuando te digo que estoy seguro de que lo harás bien. 

Le dedicó una sonrisa a la niña y acarició su mejilla antes de dedicar su atención a Thaitsai.

—Amigo... me has servido fielmente. Nada me gustaría más que tenerte a mi lado, pero este es un viaje demasiado largo y demasiado arduo, y necesito a alguien más joven —dijo, depositando una mano en su hombro con un afecto sincero—. No me ha pasado por alto, en todo este tiempo, lo bien que has preparado a tu hijo...

En ese momento posó una teatral mirada en Hithai.

—Creo ver en él las mismas bondades que he llegado a apreciar en ti. ¿Qué me dices, Hithai? ¿Me acompañarás como guardaespaldas y consejero, como otrora lo hiciera tu padre?

- ¡Pensaba que no iba a venir contigo! - Dijo alegremente su aprendiz aunque de inmediato supo que aquella muestra de alegría no era apropiada en esos momentos.

Tarkhan estaba enfadado y con razón a la par que preocupado. Enfadado por motivos obvios. Yoon se había dejado llevar por la euforia de Yhu-lien. La una había ido animando a la otra hasta que se les había ido completamente de las manos. Aunque ella era todavía una niña, ya tenía la suficiente cabeza como para poder haber discernido entre el bien y el mal y en ese caso había errado. 

Era también normal que estuviera preocupado por el viaje. Yoon no sabía mucho acerca del lugar al que debían marchar, pero si las llanuras y las montañas de los alrededores eran tan solo un tercio de lo peligrosas que había escuchado que eran, estaban metidos en un buen problema. No obstante, Yoon sabía bien una cosa. Tarkhan era lo suficiente capaz como para sacarles de cualquier embrollo. ¡Si había logrado escapar de las garras del Kark...! ¿Por qué no iba a hacerlo de las narices de una panda de trasgos desarrapados?

- Perdón... - Dijo entonces la aprendiz de mago. - Es que... tengo muchas ganas de conocer el mundo, vivir aventuras y de seguir aprendiendo de usted. Para mí, Tarkhan sois como un dios en la tierra... - Dijo con sinceridad. - No había visto hombre igual antes de veros a vos.

La expresión de aquel hombre se endureció por unos instantes. Instantes en los que sin duda muchas cosas pasaron por su cabeza. Thaitsai no se había separado de Tarkhan desde que salieran del Gran Reino. Le apreciaba como a un hermano o quizás como a un segundo hijo. Había cuidado más de él que incluso su propio hijo.

Thaitsai había educado desde pequeño a Hithai en los valores de la honestidad, el esfuerzo y la fidelidad y eso se veía reflejado en el día a día de aquel hombre ya adulto. Tarkhan era también un hombre chapado al más puro estilo anzano y aunque casi siempre era una persona reflexiva, en ocasiones sus ansias de saber le cegaban y era en ese momento donde debía intervenir él. Le preocupaba dejarlo volar solo, aunque al fin y al cabo, el embajador era una persona adulta muy capaz e independiente. Simplemente se le haría raro la vida diaria no estando a su lado.

- Muy bien, señor embajador. - Respondió Thaitsai. - Es adecuado y justo. - Miró a su propio hijo. - No me defraudes... 

Hithai se puso automáticamente de rodillas. Una hincada en el suelo y la otra doblada hacia adelante. Apoyó uno de sus codos sobre la rodilla y juntó sus manos, una plana y la otra con el puño cerrado encarando al embajador con la cabeza gacha. Se trataba de una ancestral señal de respeto, que se utilizaba en el momento en que un guerrero libre le juraba fidelidad a un gran señor. Hithai era un gran guerrero y debía ser para él todo un honor servir como guardaespaldas y hombre de confianza a una persona tan reseñable como el embajador.

- Le juro lealtad. - Dijo con firmeza en sus palabras. - La misma que le he guardado siempre. - Añadió. - Y daré mi vida por vos de ser necesario llegado el momento...

Hithai permaneció en aquella postura. Mientras tanto una lágrima amenazó con desvelar que Thaitsai se sentía orgulloso de su hijo, pero no llegó a derramarse. No era propio de un guerrero ofrecer tal signo de debilidad. Tampoco le diría a su hijo lo orgulloso que estaba de él. Thaitsai lo sabía y Hithai también. No hacían falta palabras para verbalizarlo. Era el turno de que Tarkhan dijera algo. El momento así lo aconsejaba.

Belbara asintió con decisión, estaría a tiempo, pues la misión no era poco importante. Tras despedirse del resto y ver con cierta curiosidad como se alejaba quien iba a ser su compañero de viaje ella tomó rumbo al templo. Hablaría con Dodana para explicarle lo allí hablado y decidido, no llevaría a nada ocultarle información a la canonesa. Después prepararía su bolsa con lo que creía necesario y fundamental para el viaje, después tenía que meditar. No había demasiado tiempo para todo eso, más bien debía darse prisa si quería poder realizar una meditación en condiciones.

Belbara se marchó al templo de Brook. Tenía muy poco tiempo para empaquetar todo lo necesario para un largo viaje como aquel y tenía que hablar con su superiora todo lo que se había acordado, además de despedirse de sus compañeros y si tenía tiempo, también de sus seres queridos. Al fin y al cabo ese viaje iba a ser largo. Podía mantenerla alejada de Karak-Belgarosh muchas semanas, quizás meses y en el mejor de los casos puede que incluso más.

Si Feyrya había logrado alzar una ciudadela en algún lugar de aquel peligroso norte, iba a necesitar clérigos. La fe de Brook debía ser expandida aquí y allá y en todo lugar donde residiera un enano. Ella se iba a encargar de eso, al menos si dependía de eso y sobrevivía a aquella misión de búsqueda y rescate. Brook se lo merecía y ella misma también. De conseguirlo su nombre sería recordado como el de una importante miembro de la orden religiosa a la que pertenecía y eso para un enano siempre era motivo de orgullo.

Fue nada más llegar al templo cuando vio a Dodana. La canonesa estaba rodeada por una serie de novicios. Todos ellos, jóvenes enanos y enanas, parecían muy atentos y ilusionados ante las enseñanzas que Dodana les estaba transmitiendo. Podía ser que la canonesa flojera en algunos aspectos, pero en cuanto a lo que era transmitir la palabra de Brook, era sin duda una de las mejores. Nada más ver a su segunda, Dodana interrumpió la clase y los novicios se dispersaron. Fue entonces cuando se acercó a Belbara.

- Y bien... - Dijo entonces la enana. - ¿Qué es lo que te ha dicho el Kark? - Preguntó.

Lo cierto era que parecía estar expectante ante lo que podía responder Belbara. De acabar marchándose como parecía que iba a acabar sucediendo, perdería a una valiosa aliada en el templo. Las funciones administrativas y organizativas, estaban prácticamente delegadas en ella y encontrar un nuevo enano o enana que pudiera suplirla iba a ser una tarea realmente compleja y casi imposible.

- ¿Te marchas al fin? - Le preguntó ansiosa. - ¡No sabes lo difícil que será para mi seguir sin ti! - Le confesó.

—Eso es sólo porque vienes de un pequeño pueblo de pescadores, Yoon —respondió con una sonrisa de modestia—. Simplemente has visto pocos hombres en tu vida.

Asintió con solemnidad a las palabras de Hithai.

—Y yo espero que no sea necesario, amigo mío —le contestó al joven antes de dirigirse a su padre—. Thaitsai, tú te encargarás del funcionamiento diario de la embajada. Si surge algún problema que supere lo ordinario, consultad a Kazumi. Ella es una mujer muy sabia y sabrá aconsejaros con tino. 

»Ahora, si no tenéis ningún asunto más por resolver me gustaría que reunierais a todos los trabajadores de la embajada. No me gustaría irme sin despedirme personalmente de todos los sirvientes y agradecerles su trabajo, desde el cocinero al mozo de cuadras.

Sonrió con cierto afecto a la canonesa mientras asentía.
-Sí, a penas unas horas nos han sido concedidas.- y enarcó una ceja para remarcar el poco margen que les habían dado. -Seguro que saldremos adelante- dijo incluyéndose, porque a pesar de que se marchaba ella era parte del templo y así lo sentía -Ademas, en cuanto regrese estaré para lo que haga falta- ambas sabían que la misión era demasiado grande, pues Belbara no había ocultado a su superior lo referente a Brook y la posible ciudadela. De ser cierto y dar con ella sería labor de los clérigos de Brook protegerla y asegurarse de que no se utilizaba nada para fines poco honorables.

-Yo también os echaré de menos, Dodana- reconoció Belbara. Eran años de convivencia y trabajar codo con codo. Cada una había aprendido a potenciar las virtudes de la otra y a sobrellevar las manías y defectos. Ese era el único modo de que un equipo fuese realmente fuerte, y Belbara estaba segura de que el suyo lo era.

-¿Algún consejo?¿Algo que deba saber o alguna tarea que desees lleve a cabo?-

Thaitsai aceptó el cargo que el embajador le imponía. Simplemente juntó las manos frente a su rostro bajó la mirada y realizó una leve reverencia para comunicarle su beneplácito a Tarkhan. 

- Trataré de hacer siempre lo que usted haría Tarkhan. - Respondió. - Aunque espero que a su vuelta disculpe mis errores, pues sin duda habré cometido muchos. De lo contrario, usted sería el guardaespaldas y yo el embajador. - Alzó la mirada mostrando una leve sonrisa pícara. - Reuniré a los trabajadores.

Tan sólo unos minutos después, Thaitsai había logrado convocar a sino todos, la gran mayoría de los trabajadores de la embajada. Salvo dos enanos que montaban guardia a las puertas de la embajada de tanto en cuando, el resto eran todos anzanos. Cuatro sirvientas, una cocinera, una pinche de cocina, tres escribas, Hithai, Thaitsai y otros dos guardias anzanos eran todos los miembros de aquella institución tan arraigada en la vida diaria de la ciudadela.

Los hombres y mujeres allí reunidos miraban con expectación y respeto al embajador. Al fin y al cabo era el miembro designado por el Gran Reino, como máximo representante en Karak-Belgarosh y por ende en todo el gran krakado enano y porqué no, también en Harvaka, pues no había muchos más embajadores anzanos en el resto de naciones de aquel continente. Por lo que ellos sabían, Tarkhan era el único.

Expectantes, todos ellos aguardaban a que el embajador les comunicase lo que les tenía que decir. Aquel tipo de reuniones no era algo habitual en la embajada. Siempre que pasaba algo así, suponía un gran cambio y dados los rumores que corrían durante las últimas horas por la ciudadela, el cambio en esta ocasión podía resultar muy grande. Por suerte para Tarkhan, los rumores era algo entre anzanos, solía quedarse en el más puro secretismo, y ninguno de los allí presentes haría pregunta inoportuna alguna.

- ¿Un consejo? - Asintió con la cabeza. - Te daré uno Belbara. ¡No permitas que te maten! - Le dijo con tono severo.

Lo cierto fue que Belabra no supo si Dodana lo decía en serio o más bien lo decía en tono de broma. La verdad es que no parecía que fuera una broma, pues lo dijo muy seria y tras decirlo no esbozó ni la más ligera sonrisa. Era un buen consejo al fin y al cabo, aunque difícil de cumplir sin ayuda. No era precisamente lo que Belbara estaba esperando de la canonesa, aunque sin duda esperaba poder cumplir con aquel consejo que más bien parecía ser una orden para ella.

- Si te matan, luego iré yo y te remataré. - Ahora si parecía bromear. - No podría administrar ésto... - Alzó las manos señalando el complejo del templo. - ...sin tu colaboración. - Se abrazó a la enana que tenía frente a ella y todavía fundida en su abrazo le susurró algo. - No debes fiarte de Tarkhan. Ni de él ni de ningún enano. Saben tan poco como tú de lo que encontrarán allí afuera. Debes guiarte por tu propio instinto y confiar en que Brook guíe tus pasos.

Correspondió al abrazo. Hacía mucho que ninguno de los clérigos salia de la ciudadela para correr una aventura similar. Era lógico que ambas sintiesen todas aquellas emociones.
-Lo haré- dijo con la voz algo rota. Estaba nerviosa, entusiasmada, asustada y también empezaba a sentir ya la melancolía por dejar el hogar atrás. Pero su fe le decía que debía ser fuerte y tener valor.

No quería alargar las cosas demasiado, hacerlo solo lograba que las despedidas costasen más y podría parecer que se resistía a marchar para cumplir los propósitos que Brook le había deparado.

-Iré a terminar el equipaje y prepararme para el viaje- dijo al fin a la canonesa. -Cuidaos mucho. Tarkhan se llevará aves mensajeras, trataré de que me permita hacer uso de alguna para enviarte mis notas e ir informando- creyó que eso tranquilizaria a Dodana, a ella misma le ayudaría a sentir su templo y congregación más cerca, y, si en el peor de los casos muriese, lo descubierto a cerca de Brook no quedaría olvidado.

-Ya me despedirás del resto cuando veas conveniente, temo que si lo hago yo me entretengan demasiado-

A sus padres ya les había explicado por encima que tendría que partir la noche de la fiesta. Había tocado el asunto de modo superficial, pues todavía no tenía todos los detalles que tenía ahora.

Tras la conversación con su superiora iría a sus aposentos para terminar de prepararse, pues todavía debía meditar y prepara sus conjuros. Mientras caminaba para su habitación pensaba a cerca de cuáles podría necesitar.

- Eso estaría muy bien... - Dijo Dodana cuando le habló de las aves mensajeras. - Cualquier cosa que puedas descubrir será bienvenida. - Los ojos de Dodana se iluminaron, al final podía ser que sacasen algo en claro de todo aquello; algo beneficioso para el templo. - Suerte en tu búsqueda enana barbuda, descendiente de linajes puros de la raza enana. - Proclamó antes de darle la mano. - Yo me despediré por ti del resto de miembros de la orden. - Asintió con la cabeza. -Ahora ves y prepara todo para el viaje. Será duro, pero sé que saldrás victoriosa.

Asintió a la canonesa. Debía apresurarse si quería salir bien preparada.

-Que Brook nos guíe y nos de fuerza y valor- Al poco estaba saliendo por la puerta, sin mirar atrás, no fuese a ser que se le hiciese más duro el partir y alejarse de todo aquello, lo conocido, lo confortable. Debía partir y no había otra opción, pues el fracaso no podía contemplarse dentro de las posibles salidas para Belbara, ella representaba mucho, o así lo sentía, y por lo tanto debía dar ejemplo y ser inspiración para el resto de enanos.

Ya en sus aposentos terminó de meter las cosas en su macuto y se dispuso a meditar, a dejarle claro a Brook que ella seguía sus enseñanzas y dedicaba su vida a proclamarlas, a enaltecer su gloria con sus propios logros, y por ende, que era merecedora de su favor.

—Me marcho —fue lo primero que dijo Tarkhan a la pequeña multitud de sirvientes, criadas y guardias que conformaban la embajada—. Tengo una importante misión encargada por el propio Kark. Será un viaje largo y peligroso. No me quería ir sin despedirme de cada uno de vosotros, y de agradeceros el trabajo que habéis hecho por nuestra patria y por mi. Ha sido un honor.

Dedicó a los sirvientes una sentida reverencia a la manera anzana.

—Thaitsai se queda al mando en mi ausencia. Os ruego que le sirváis a él con la misma diligencia que me habéis servido a mi. 

El Gato Sonriente sonrió a su gente.

—Espero veros pronto. Hasta entonces, por favor pasad en orden a saludarme. Me gustaría estrecharos la mano uno a uno para despedirme.

Tarkhan fue despidiéndose uno a uno de los integrantes de la embajada. Algunos de los integrantes de aquella extraña y primitiva organización, entendiendo primitiva como que pertenece al origen o primeros tiempos de una cosa, se tomaron con mayor o menos calma la noticia. Algunos se apenaron más y otros menos, pero en general, a nadie le acabó de gustar la marcha de aquel hombre, que bien siendo alguien serio y estricto, siempre trataba bien a sus empleados.

Por otra parte, la noticia de que Thaitsai quedaba a cargo de la organización, su fue mejor acogida por el total de los empleados de la embajada. Al fin y al cabo era después del embajador, el hombre más responsable de todos los allí presentes, quien mejor sabía tratar con las altas esferas y un personaje de reconocida experiencia y prestigio. Tras las despedidas, Tarkhan Yoon-shun y Hithai se marcharon hacia la puerta de Karak-Belgasrosh, a los dominios de Dabrand, Maestro de la Puerta.