Partida Rol por web

El Monje había organizado a los lugareños y a las almas sin conciencia, había preparado el cuerpo de Khorvin para el traslado y ahora se encontraba junto a su nuevo líder a fin de ayudarle en la batalla, pero dándole espacio para no molestarle en la lucha.

Tras un fuerte estruendo la puerta finalmente se vino abajo. Una nube de polvo emborronó la visión de todo lo que se encontraba entre el marco de la puerta y el exterior, la cual estuvo acompañada de un extraño silencio. Los monjes que se hallaban en la puerta se miraron un instante pues, habían esperado una tromba de seres penetrando en el interior del baluarte, pero no fue así.

Tan solo unos pocos segundos después unos pavorosos gritos de guerra atronaron los oídos de los monjes y los rostros oscuros y plagados de dientes que aquellos seres demoniacos se dejaron ver por fin. Atraparon a muchos de los monjes que se encontraban frente a la derribada puerta. Pese a que trataron de defenderse fue inútil y muchos de ellos fueron empujados al exterior y allí con toda probabilidad encontraron la muerte.

Fue en ese preciso instante cuando Liam mandó al grueso de los allí presentes al sótano del torreón. Al parecer existía un último refugio bajo tierra. Ninguno entendía porque el prior no les había hablado de éste hasta ese momento, pero sus intenciones de marcharse junto al resto parecían más que evidentes. 

Pese a que Liam parecía tan asustado como el resto y que estaba huyendo como una rata, tuvo la decencia de permanecer en la planta baja hasta que el último de los civiles y monjes que huirían con él, se perdiera en el interior del sótano. Se encargó de que uno a uno todos los civiles y  monjes abandonaran aquella zona, quedando únicamente Helga junto a las almas de los presos que debían retornar a Gea, los geasianos de los que hablaba la profecía, Breko y otros dos monjes.

- ¡Aguantad todo lo que podáis! - Le gritó Liam Bresctol a Breko.

Justo entonces se corrió hasta el fondo del bastión y abrió una trampilla. Comenzó a ordenar a todos los que allí se encontraban que descendieran al sótano de la fortaleza. Una vez todos los civiles y la mayor parte de los monjes se marcharon de la planta baja volvió a mirar en dirección a Breko.

- Intentaré que Asthar me de el poder suficiente para mandar lejos de aquí a toda esta buena gente.  - Habló con el pie sobre el primer escalón que daba acceso al sótano. 

Tras decir aquello se perdió escaleras abajo cerrando la trampilla y atrancándola por dentro. Breko no pudo más que asentir. Pues era su prior quien le había ordenado permanecer firme ante el invasor. No sabía que era lo que pretendía, pues estaba seguro de que no existía salida alguna del sótano salvo por la que habían entrado. Se estaba condenando a sí mismo y al resto a una muerte segura, aunque quizás sobreviviera unas cuantas horas más que ellos.

Nada más cerrarse la trampilla un ser de proporciones enormes penetró raudo en el interior del baluarte. Se trataba de un ser serpentino que se movía de forma veloz. Por suerte, parecía que el conjuro de santuario mantenía a raya a los demonios menores, al menos por el momento, pero no fue suficiente con aquel ser de gran envergadura.

Se trataba de un ser cuyo rostro tenía aspecto de mujer con las orejas puntiagudas. Se trataría de una mujer bastante bella de no ser por sus desmesurados colmillos y sus ojos amarillentos similares al de una serpiente. No obstante, aquel rostro era lo menos amenazador de todo aquel ser, pues su enorme cuerpo contaba con seis poderosos brazos, cada uno de ellos portaba una poderosa espada. Desde la cintura hasta el suelo su cuerpo era similar al de una enorme serpiente, con anillas verdes y escamosas.

Aquel demonio comenzó a moverse sinuosamente de un lado a otro mientras amenazaba a todos los presentes con las espadas que esgrimía y su larguísima cola, la cual golpeaba contra el suelo con un ruido aterrador. Abrió la boca enseñando sus afilados colmillos lista para el combate y sedienta de sangre.

Tras ver que los demonios no entraban en tromba y que en su lugar un ser colosal les hacía una visita, el batidor optó por un cambio de estrategia, se colgó su arco en la espalda y empezó a correr como siempre hacía, en dirección a la muerte, a fin de cortar uno de esos brazos o al menos darle un tajo en la cola.

-Monjes de Ashtar, replegaos junto a los demás, alejaos de la puerta no sea que os atrapen los otros demonios!! gritó a los 2 monjes que se encontraban  estupefactos por lo ocurrido.

Lope corrió, rodeó al gran demonio y le golpeó con toda su fuerza, tras ello optó por volver a su lugar de partida a la espera de ver como actuaba la preciosa demonio serpentina.

-Señora! no me place tener que atacarla, pero no me inspira confianza por sus compañías! Váyase fuera de aquí! Le gritó al enorme ser.

Edzard agarró con firmeza su espada y se lanzó a la carga contra aquel ser de seis brazos y de una belleza demencial. Su ataque penetró en su dura piel, causando una herida profunda en su enemiga. La demonio aulló de dolor y dedicó una miraba llena de ira contra Edzard.

- ¡Por Gorant! – Gritó el anciano guardia. - ¡Por Gorant y por todos los caídos! – Alzó la voz desafiando con la mirada a aquel ser de aspecto grotesco.

La reacción de aquel monstruo no tardó en sucederse al infructuoso ataque de Loperick, que ni llegó a magullar su dura piel y al más efectivo de Edzard. Blandiendo aquellas seis espadas y haciéndolas girar en torno a su cuerpo como su de una malabarista se tratara, avanzó hacia Edzard lanzando un poderoso golpe contra él. El veterano nada pudo hacer por esquivarlo y enseguida recibió un segundo espadazo.

Aquella ser salida del averno, pese a su colosal envergadura se movía de forma gracia y sinuosa. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Pelear contra ella se hacía algo realmente complicado, pues amenazar su espacio era casi una sentencia de muerte. No había un solo centímetro de su cuerpo que no estuviera protegido por una de aquellas espadas y a su espalda, su poderosa cola golpeaba contra el suelo de forma realmente intimidante.

En un abrir y cerrar de ojos, lanzó una serie de ataques rápidos con sus largos brazos. Cleon sufrió un corte severo en el costado y Markku otro cerca del abdomen. Uno de los monjes que tenía aún a su espalda fue víctima de un duro coletazo que casi le dejó inconsciente. Para cuando quiso centrarse de nuevo en el combate, tanto él como el monje que tenía al lado, sufrieron dos nuevos espadazos que abrieron su piel en sendas heridas sangrantes.

Cleon no sabía que era peor... la horda de demonios que esperaba en el exterior o el engendro que le capitaneaba. El monstruo tenía seis brazos y sabía manejarlos perfectamente.

Se mantuvo en su puesto impidiendo que se acercara a Helga... esa era su misión, ninguna otra.

El primer golpe lo recibió casi sin darse cuenta. El ser era ágil y su enorme tamaño engañaba respecto a su rapidez. Estaba herido, pero el combate acababa de empezar. Le había pillado desprevenido, pero eso no iba a pasar de nuevo.

Luchar contra los demonios le daba algún tipo de fuerza especial, por lo que se lanzó al ataque.

Por su parte su fiel Alsvid buscaba algún punto donde hincar los dientes, pero era complicado  hacer presa sobre el demonio.

Breko tembló al ver a ese ser tan descomunal y sexy, golpeando con facilidad a todos los que se le acercaban con su absurda cantidad de brazos y armas.

-Maldito profanador de santuarios! largo de mi casa!!!! grito mientras invocaba el poder de su dios y descargaba un rayo de luz sobre el serpentino ser.

No es que fuera de su agrado el tener que verse involucrado de nuevo en un combate. En los últimos tiempos era una tónica constante el tener que cruzar aceros y derramar sangre tanto propia como ajena, pero si ya no le quedaban muchas opciones en las últimas ocasiones en las que se había visto abocado al combate, en esos momentos, era matar o morir. No había otra.

Serge cargó su arco y se desplazó lateralmente buscando un ángulo idóneo para atacar por la espalda de aquella bestia humanoide de innumerables extremidades. Se concentró en su cuello, pues era la zona vital más a la vista de aquella bestia. ¿Tendría corazón u otro órganos vitales? Sunponía que sí, pero... ¿dónde?

Apuntó y disparó. La flecha salió volando desde su arco en dirección a la garganta de aquel ser domoníaco con apariencia de mujer. Se sorprendió a si mismo cuando la punta de la flecha penetró por la base del cuello de aquel engendro y salió por la boca del mismo arrebatándole varios dientes que salieron despedidos al momento. Creyó muerta a aquella cosa al ver el efecto producido por su disparo, pero contra todo pronóstico, ésta se giró hacia él con cara de muy pocos amigos y dispuesta a una venganza inmediata.

- Merde... - Alcanzó a murmurar el pícaro.

Markku, que hasta la intervención de Serge se las había estado viendo de frente con aquella bestia se sintió aliviado en cuando aquella marabunta de espadas dejó de amenazarle con sus idas y venidas. Aunque lo cierto es que aquel alivio poco le duró. Pese a que el rostro de la bestia ya no le miraba directamente, dos de aquellos brazos todavía le amenazaban con cercenarle el cuello si trataba de acercarse.

¿Tenía ojos en la nuca? Posiblemente no, pero si suficientes brazos como para presentar batalla a trescientos sesenta grados. No iba a ser fácil acabar con aquel ser. Eso Markku lo tenía por seguro. Había que intentarlo, eso también lo tenía claro. De eso dependía su vida y el regreso a Gea. Deseaba volver a ver a su familia. Deseaba volver a poder dormir tranquilo.

Tragó saliva y se lanzó a atacar al demonio. Impactó contra el cuerpo del ser dos veces con su espada larga y una tercera con la espada corta que llevaba en la zurda. Pese a que los ataques fueron bien dirigidos y con bastante ímpetu y fuerza, sólo pareció que la espada corta lograba internarse en la piel de aquella poderosa bestia.

Lope vio con algo de miedo como el monstruo trinchaba a sus amigos como si tal cosa y peor aún, su piel era tan dura que la mayoría de sus ataques fallaban... Si el conjuro de santuario caía, estaban muertos...

Pero lo más sorprendente es que su nuevo amigo había dejado su espada y escudo y ahora portaba una guadaña! Y encima lanzaba poderosos conjuros de luz divina!!!

- por qué carajo no has usado ese poder antes monje? Casi te matan cuando te conocí!!!!

Tras esto volvió a correr hacia la criatura para volver a su lugar después de descargar toda la fuerza posible.

Khorvin tosió expulsando por su boca abundante cantidad de agua. Estaba empapado, sus cabellos chorreaban y su ropa también. Lo cierto era que ya no vestía su habitual hábito de monje de la Prisión, sino una ropa mucho más ajustada y que relucía con la luz de las antorchas que iluminaban aquella estancia.

El humano que debería estar muerto se incorporó y dándose media vuelta y sujetándose con los brazos contra el suelo a cuatro patas, volvió a vomitar gran cantidad de agua, entre arcadas y tos. El monje se sentó en el suelo y se llevó la mano a la cabeza retirándose lo que parecía ser algún tipo de alga que portaba enrollada en su cabello e hizo lo mismo con otra que se encontraba sobre su hombro.

Fue entonces cuando encontró a su lado un tridente, una red y un extraño escudo con forma de erizo marino. Alzó la mirada y observó donde se encontraba. A su alrededor se hallaban sus antiguos compañeros. Loperick, Marrku, Edzard, Cleon y el bueno de Serge, al igual que aquellos devotos de Asthar se encontraban peleando contra un ser de enormes proporciones, de apariencia demoníaca y rostro de mujer y con hasta seis brazos armados con espadas y una larga y poderosa cola de serpiente.

Tras incorporarse se hizo con las armas que había a su alrdededor. Tras eso dió un rápido vistazo a sus compañeros, acompañado de una amplia sonrisa.

-Regocijaos, compañeros, puesto que he sido enviado como muestra del beneplácito de Crabtas hacia vuestra causa...más os ruego prudencia, puesto que sus designios son cambiantes como lo es la marea...

Dicho lo cual encaró a la criatura híbrida contra la que luchaban sus antiguos amigos.

-El mar fue el inicio de toda existencia...¡ y para ti representará también el final de la tuya!-gritó con furia soltando espumarajos en dirección a la criatura.

Agarrando con firmeza su tridente y su escudo se lanzó a la batalla en apoyo de sus amigos al grito de :-¡Por Crabtas!

La reacción de Khorvin dejó a todos atónitos. Aquel hombre regresado de la muerte agarró un extraño tridente que nadie hasta ese momento había visto y se lanzó a la carga contra aquella demonio de infinitos brazos. El tridente se incrustó en la dura piel del monstruo para regocijo de todos y gracias a la intervención del extraño dios Crabtas, mencionado por Khorvin instantes atrás.

Edzard no cesaba en su intento por acabar con todos sus adversarios. Agarró con firmeza su espada y descargó un fuerte golpe contra aquel ser demencial. La sangre de la mujer serpiente salpicó el hábito de monje de Edzard manchando de sangre negra sobre las múltiples manchas de sangre seca que lucían en el atuendo del monje. Un segundo golpe fue interceptado por una de las espadas de aquel ser, que también sabía defenderse.

Aquella mujer con cuerpo de serpiente y seis brazos reaccionó violentamente atacando contra Edzard. Su primer golpe rasgó el torso del anciano dejando su armadura casi inservible. Por suerte, un segundo golpe fue detenido por el escudo de Ed. No acabó allí el empeño de aquella cosa por acabar con ellos. Un ataque contra el cazador alcanzó su pierna izquierda casi haciéndolo caer. Pero lo que más le dolió fue ver cómo otro de los brazos del demonio atacaba a Alsvid. La espada se impactó en el cuerpo del animal lanzándolo por los aires hasta impactar con una columna. Tras un gemido el lobo trató de incorporarse, miró a su amo como pidiéndole auxilio y finalmente cayó inconsciente. El siguiente en recibir la ira del demonio fue Markku. Primero una de aquellas espadas rasgó su rostro provocando que la sangre que cubrió su rostro le nublara la vista el tiempo suficiente para convertirse en un blanco facil para recibir un severo colezato que provocó que saliera despedido cayendo al suelo dolorido. Fue en ese momento, cuando los monjes que se hayaban junto a la puerta se pusieron de acuerdo para emprender su siguiente acción. Uno de ellos corrió hasta situarse junto a Edzard, Markku y Cleon y el otro junto a Loperick, Serge, Breko y Khorvin. Casi al unísono comenzaron a recitar un conjuro pidiéndole a su dios Asthar, protección contra aquellos malginos demonios.

Más les valía a los monjes hacer bien su trabajo, porque esa diablesa le estaba mirando como si quisiera fulminarle en el sitio. Afortunadamente sus compañeros (¡queridos e infravalorados compañeros!) consiguieron atraer su atención lo bastante como para que él pudiera seguir atacándola por la espalda.

Pero eso no fue lo que hizo que Serge se olvidara del combate. Khorvin, que hasta hacía unos momentos era un fiambre, ahora volvía a caminar, respirar y luchar.

 -Que diable?

Que teniendo en cuenta la situación en la que estaban metidos, no sería el ladrón el que comenzara a cuestionar los cómos y los por qués del regreso del monje. Con que pudiera echarles una mano para soportar el ataque de aquel monstruo de formas femeninas hasta que el ritual se completara, bastaba y sobraba.

 -¡Dichosos los ojos Khorvin! ¡Non vuelvas a darnos un susto así!

Sintiéndose un poco más confiado, el ladrón disparó a la diablesa, intentando alcanzarla de nuevo en el cuello. Si la flecha anterior le había dolido, esta le iba a doler aún más.

El pobre Alsvid había quedado inconsciente tras el brutal golpe del demonio. Cleon sufría por el animal, que se había comportado muy bien, pero ahora tenía cosas más importantes en las que pensar.

Una vez más golpeó con furia al demonio, esperando hacerle daño, pero los nervios le traicionaron y no pudo dar un buen tajo.