Partida Rol por web

Parpadeó, despacio. Era consciente de que a su cabeza llegaban palabras, pero no terminaba de asimilarlas… sonrió, le encantaba el lugar en el que vivía… Chloe… llamó en voz baja mientras alargaba su mano derecha para tocar el rostro que tenía frente a él no… acarició entonces la cicatriz de la ceja izquierda Kora… siempre le he dicho a mamá que serías igual que ella cuando crecieras… obviamente él había muerto también, pero el caso es que no le importaba lo más mínimo, sobre todo porque se había reunido con su pequeña y juntos irían a buscar a Chloe para preparar algo de comer vamos a ir a recoger las patatas antes de volver le pidió a su hija mientras intentaba levantarse, exhibiendo una mueca de dolor en el proceso…

¿No se supone que los muertos ya no sienten dolor?

Volvió a cerrar los ojos y la figura de su hija se difuminó ante él como tantas otras veces, ¿qué otra cosa podía hacer? El dolor de cabeza, el fuerte olor… todo indicaba que seguía en el mundo de los vivos, por llamarlos de alguna manera, pero prefirió centrarse un ratito más en su recurrente fantasía, así que se aferró a ella, a la que había sido su vida.

¿Por qué sigo sintiendo a alguien cerca?

El calor producido por la proximidad de otro cuerpo hizo que abriera los ojos con expresión de fastidio, no quería regresar, se imaginó pidiendo cinco minutos más, como cuando era un niño… pero ya no lo era, como tampoco el rostro que seguía allí delante suyo. Se echó instintivamente hacia atrás, pero sólo consiguió golpearse la cabeza con la pared, algo que contribuyó a espabilarlo de una manera más brusca de lo aconsejado. Sus ojos no se había separado de aquel rostro… ¿Qué es esto? Preguntó agarrando las muñecas de la joven que tenía frente a él ¿Qué me está pasando? No sabía lo que le habían hecho, ¿y si era uno de esos horribles experimentos? ¿y se si se habían metido en su cabeza? Pero las estás agarrando… El miedo fue obvio en los azules ojos del médico que no conseguían apartarse de la pequeña cicatriz que caracterizaba la cara de la chica junto a él, a la que seguía aferrando con fuerza ¿Qué me has hecho? Preguntó verdaderamente asustado, tanto que no recordaba la última vez que lo estuvo tanto, porque si era... 

Azra y el Desconocido entraron en el laboratorio donde el arbol creaba su ropia sombra en este mundo azul. Mesas, sillas, estanterias, todo aquel lugar era un laberinto en miniatura.

Antes de poder reaccionar la amazona se encontro con la bestia. Corriendo casi a cuatro patas por debajo de varias de las mesas, la mujer bestia lanzo una potente patada contra sus piernas. Un salto de la amazona le permitio escapar del golpe, una cuchillada hacia abajo fue detenido por la musculatura del brazo supermutado aunque una sangre oscura, aunque no tanto como deberia manaba de la herida. El movimiento de contra por parte de la bestia fue detenido. Garras contra acero. Patada de la amazona que buscaba un hueco donde clavar su cuchilla. Un golpe seco de un brazo menos musculado alcanzo el costado de la amazona, que fue consciente de que aunque menos brutal, la fuerza de la criatura no era algo que se debiera subestimar.

Una cuchillada a un tendon, el corte fuerte y limpio, la dura piel abriendose ante el acero antes de recibir un golpe que lanzo a la amazona volando por encima de un par de mesas hasta estamparse contra una estanteria. El impacto fue seco, intenso, de los que quitan la respiracion mas que hacen daño, pero tambien de los que te hacen detenerte un momento para poder centrar tu cuerpo o habia opcion de desetabilizarte.

El Desconocido entro en accion, un numero de golpes, esquivas, mientras desde el suelo la amazona podia observar como la herida que le habia provocado a la criatura se estaba curando aun durante el combate. No tardaria mucho en estar por completo curada.

Golpe tras golpe, la sangre oscura iba salpicando el entorno. De uno y de otro, el desconocido acabo consiguiendo alcanzar a la bestia, su cuchilla corto dura piel y se alojo en su costado, para acto seguido la garra de la criatura clavarse en ese brazo obligandole a soltar su arma. Un instante despues el desconocido era empotrado por la bestia contra una de las paredes. Los brazos del hombre interpuestos para evitar que le arrancase la yugular de un mordisco. La espada corta en el suelo, manchada de sangre.

La voz del hombre. - Que... cojones... eres... tu... no... - Un gruñido de esfuerzo, pues la intensidad del combate era brutal incluso para los que eran para vosotros.

Ania se encontraba en la puerta del laboratorio, con su cable preparado. Era lo que necesitaban, era duro aunque flexible, deberia servir para intentar atrapar a la bestia si es eso lo que querian, porque la propia joven mujer podia sentir la sed de sangre que se palpaba en el ambiente. Proveniente sobretodo de sus aliados, puesto que lo que venia de la criatura era dolor y rabia, intensificados con desesperacion. Era parecido pero no era lo mismo.

El cable estaba en sus manos. Azra estaba aun en el suelo mas alla del arbol... y la criatura a punto de morder al Desconocido, no estaba lejos y de espaldas... lo cual dada su naturaleza podia significar mil cosas.

La urgencia burbujeaba en sus venas pero Ania hacia un esfuerzo sobrehumano para no dejarse llevar por ella. Las prisas solo lograban que una se precipitara al vacío de los errores. Pero tampoco podía ir muy despacio, pues cada segundo era fatal. Los golpes, los gruñidos... todo sonido reververaba en sus oidos mientras cogía el cable y pensaba la mejor forma de utilizarlo.

Descartado el usarlo de otra forma que no fuera como medio de sujeción, se movió hasta colocarse a la espalda de la criatura. Mientras enrrollaba los extremos en sus muñecas para conferir más fuerza al agarre buscaba la posición de Azra para que viera sus intenciones y estuviera preparada. La iba a necesitar para el golpe final cuando lograra tenerla más o menos reducida. Si es que lo lograba.

Las aletas de su nariz vibraron mientras tomaba aire antes de avanzar. La idea era roderle los brazos desde atrás pero a la altura de los codos para que sus garras tuvieran un abanico limitado de movimientos, luego mordería con todas sus fuerzas el cuello. Ahí donde el cuello se une con la base de la oreja para evitar que la cabeza de su contrincante se girara hacia atrás y pudiera morderla.

Azra se movía en círculos, buscando siempre un punto nuevo en donde atacar, realizando diversos cortes allá donde podría dañar los tendones de aquella criatura, buscando que los cortes fueran cada vez más profundos aunque su capacidad de curación era demasiado grande y sabía que poco haría con aquello.

Y entonces sintió el golpe, se vio impulsada contra aquella estantería y escupió algo de sangre hacia el suelo para después limpiarse los labios con una sádica sonrisa.

Miró al viejo y después a Ania, sonriendo mientras algo pasaba por su mente. Eran tres... No eran una manada completa, ni tampoco se conocían bien pero la sangre era la sangre...

- ¡Vamos viejo! ¿No tienes nada que enseñarles a estas cachorras? Una manada caza unida... ¿No?

Intentaba que el viejo reaccionara pero, hasta entonces ella sería la que llevaría la batuta, moviéndose de forma que permitiese a los otros dos efectuar golpes precisos pues si querían librarse de ella debían hacerlo rápido pues su cicatrización era demasiado potente. 

Keira presenció estupefacta la reacción de Erik. La mención a su madre la descolocó por completo, colmando sus bonitos ojos azules de lágrimas cuando su mano acarició su mejilla... Su padre sonreía, enredado en lo que la armera reconocía como el eco del narcótico, contagiándole la sonrisa cuando pareció reconocerla...

Papá...

Movió la mano hasta alcanzar la suya, acariciando su dorso con cariño sin atreverse a apartar la mirada de él. Una lágrima furtiva fue a morir a la línea que dibujaban sus labios cubiertos y temblorosos. Y después la siguiente... Conmovida por sus gestos y sus palabras, se dejó llevar durante largos segundos por la realidad que una vez fue su fantasía. Por unos recuerdos que ambos compartían y que habían actuado de panacea año tras año... Herida tras herida...

Pero la razón no tardó mucho en traerla de vuelta. Keira recordó por qué estaba allí y frunció el ceño cuando atisbó el dolor en el ademán del comerciante.

- ¿Qué te duele? - Preguntó enseguida, preocupada. Por cómo se desenvolvía imaginaba que aún no estaba despierto del todo... Y para su sorpresa, cuando el hombre dió la impresión de haber vuelto en sí, ahora la miraba con absoluta aprensión. La joven vaciló por un momento, casi tan confundida como él: ¿seguiría aturdido? ¿Sabía quién era...? Que apresara sus muñecas no ayudó a que se tranquilizara - pocas cosas la ponían en mayor estado de alerta que un agarre como aquel -, pero aún así permaneció inmóvil, tragando saliva mientras él arrojaba sus preguntas al aire.

Tiene miedo... ¿Por qué está tan asustado? ¿Sabe que soy yo...? ¿Cree que estoy...?

Sus pestañas aún seguían humedecidas cuando optó por no ejercer ningún tipo de resistencia a su presa. En su lugar extendió las palmas de las manos con calma en señal de sometimiento.

- No te asustes... No te he hecho nada... - Explicó con parsimonia, dulcificando un tono de voz ya de por sí agradable. - Sólo estabas dormido... Y-yo no... - Negó para sí, rehuyendo al contacto visual por un segundo. La simple idea de agredirle le resultaba ridícula e imposible. Pero claro, él no sabía... ¿O sí...? No estaba muy segura de lo que se le estaba pasando por la cabeza a Erik. Podían ser tantas cosas... - Tú... también me has asustado... - Confesó, encogiéndose de hombros como si buscase hacerse pequeña. Se sentía menuda y acobardada... Y nerviosa; mucho más de lo que parecía a simple vista. Ladeó entonces la cabeza con suavidad, encarando a Erik en silencio, señalándole con la mirada las muñecas que tenía sujetas... No podía ser brusca, por eso estaba dándole tiempo para procesar lo que fuera que su mente estuviera procesando. - No sabes quién soy... - Por la entonación que había utilizado no quedaba claro si era una pregunta, una que había formulado con una sonrisa tan dulce como triste que el hombre pudo leer a pesar de que su rostro seguía parcialmente tapado.

El cable de Ania rodeo a la criatura, el esfuerzo de la asesina se vio recompensado en parte. El cable no llego hasta donde ella queria pero consiguio sujetar a la criatura lo suficiente para que los golpes sobre el anciano se redujesen y pudiera tener mas maniobrabilidad.

Un gruñido por parte de este, en parte por lo que ocurria y en parte por las formas de la amazona que desde atras le imprecaba. - Cierra la maldita boca... yo ya no tengo manada... - Estaba cabreado, muy cabreado y aunque el tono irradiaba tristeza e ira, tambien melancolia. Era como si se hubiese abierto algo que para el deberia estar cerrado.

Golpeo con fuerza a la criatura pero esta apenas si lo noto, lanzandose de nuevo contra el mientras Ania mantenia con todas sus fuerzas el cable alrededor de ella y sus dientes fijos en la carne del cuello. Lentamente podia notarse como la asesina iba perdiendo el agarre, el mayor impetu de la criatura acabaria por cambiar las tornas de esa presa que habia ejecutado con su precision habitual, al menos la relativa a los brazos.

Una mirada, el Desconocido directo a la asesina y entre los dos, a una, empujaron para conseguir apartarlo. Un rapido golpe de Azra en la corva obligo a la criatura a doblar la rodilla y permitio al Desconocido moverse hast alcanzar su arma. Se le notaba cansado, estaba claro que los golpes de la criatura no eran moco de pavo.

Un instante. Eso fue todo, un instante de descanso porque sin un objetivo claro enfrente de ella, ahora debia buscar uno. La asesina noto la tremenda fuerza de los brazos de la criatura contra el cable, la presion que la obligaba a estar casi pegada a la misma para poder ejercer ese agarra y entonces, roto, simplemente roto y estampo su espalda y la de la Ania, contra la misma pared donde habia estado el Desconocido hacia un instante.

Todo furia, todo violencia. Gruñidos completamente idos. Si habia una mente racional en algun momento, ya no la habia. Las manos de Ania sostenian  el cuerpo de cintura para arriba, por lo que cuando el Desconocido y Azra se acercaron, ahora que ya tenian a la criatura presa, sus piernas se elevaron, golpeandolos.

Un golpe en el hombro para Azra que por el movimiento de la pierna acabo con un corte en el rostro y un impacto contra el pecho del Desconocido. El rostro de Ania aguantando lo que podia mientras la bestia seguia presionando contra la pared.

Estas pegada a ella, literalmente pegada y por eso, justamente por eso, por el olor de la sangre y el sudor que se cuela en ti, captas algo extraño. Su sangre, su sangre no huele como la tuya, no huele como la de Azra, su piel, ese olor que antes te habia parecido cercano y familiar, sobretodo con la amazona y muy levemente con el Desconocido esta "alterado" en ella.

Es como si se colocase un olor sobre otro, uno falso, uno quimico, sobre el autentico... y ahora, ahora pudieras percibir el autentico. Uno que te dice... que no es Sangre de Luna. Te dice que la mujer a la que estas abriendole el cuello con tus dientes... no es como tu.

El impacto arrollador de la pared contra su espalda le cortó el aliento pero consiguió mantenerse. El dolor se fue irradiando por cada fibra de su cuerpo mientras su respiración se volvía acelerada, furiosa. Sentía la carne contra sus dientes, el olor a sangre en sus fosas nasales. Ese olor... Aquella forma de luchar no era propia de Ania. Quizás era una forma incosciente de imitar a su hermana o quizás era la fuerza con la que latia su corazón ahora.

Su ceño se arrugó entre confuso y ferreo haciendo un esfuerzo sobre humano para aguantar la tirantez de sus músculos y la tensión de la comisura de sus labios, pues cada movimiento que hacia la criatura la forzaba aún más a aguantar la mordida contra su cuello y la sujeción del cable, el cual le iba lacerando las manos sin remedio, pero no pensaba soltar. No.

Ahora que había percibido aquello quería revanarla entera, partirla por la mitad pero o la sujetaba o no había otra. Sus azules ojos intentaban buscar a Azra para coordinar movimientos pero el forcejeo lo dificultaba todo

La amazona gruñó ante el golpe pero sonriendo como quien disfruta del aroma a sangre y de la adrenalina de una batalla... Casi podía sentir la excitación del momento y si algo lamentaba era que él no estuviera allí para disfrutar de su placentero premio pues no había nada más reconfortante que el placer que él le otorgaba y, aunque le resultase extraño, los echaba de menos... 

- No nos escuchará... Ya no es un ser racional... Si no la matamos nos matará ella... Debemos terminar cuanto antes y degollar a la zorra que nos ha metido aquí...

Dijo mientras movía su arma de mano en mano, moviéndose alrededor de la criatura y buscando un punto débil en el cual poder efectuar un corte preciso y letal, uno que dañara sus músculos pues aunque se regeneraba habrían zonas más difíciles de regenerar... 

Alzó la vista al lugar en donde Ania estaba presionando con aquel cable.

- ¡Todos los ataques al mismo punto! ¡Tendrá un límite de daño que regenerar!

No puedes serlo… negó con la cabeza es imposible… tragó saliva, sentía la garganta reseca, probablemente fruto de la droga que le hacía ver visiones no puedes serlo cerró los ojos con fuerza, húmedos, confundidos… la presión en las muñecas de la joven se aflojó, transformándose en una suave caricia cuando volvió a abrir los ojos un par de segundos después… te vi… te vi… esa cicatriz, esos ojos, la forma en la que lo miraban… Kora la soltó, el dedo indice de su mano derecha exploró muy despacio la sien de la joven… mi niña… sentía una presión creciente en su pecho mientras terminaba de apartar las prendas que cubrían el rostro de la que se había llamado a si misma Keira… mi pequeña…

Las lágrimas se deslizaban por el desgastado rostro de Erik al estrechar el cuerpo de la joven contra el suyo, sus brazos rodeándola con el temor de que la figura fuera a desvanecerse en cualquier momento me da igual si tenerte conmigo significa que estoy muerto susurraba acariciando su pelo no ha pasado un solo día en el que solo deseaba poder abrazarte una vez más le importaba bastante poco estar en el otro mundo, o alucinando, la sentía, era su pequeña, la persona que más había querido en el mundo, la persona que había sido su mundo, la que seguía siendo, la que la había convertido en la persona que era…

Mantuvo el abrazo durante un largo rato, temiendo separarse, temiendo que el momento terminara y descubrir la realidad, sin que el llanto cesara.

Los ojos de Keira centelleaban con una luz diferente, dulce y afectuosa, escuchándolo hablar. Era feliz con sólo verlo con vida...

Su ceño se frunció con extrañeza ante su negación de que fuera ella, haciendo que se preguntara el motivo de aquella triste suposición... ¿Qué le hacía dudar de que lo fuera? ¿Qué es lo que había visto...?

¿Qué te ha pasado, papá?

Los párpados se cerraron cuando volvió a notar su mano en la cara, sonriendo como el mundo no la había visto hacer en mucho, mucho tiempo... Era complicado describir lo que sentía después de tantos años cargando con su ausencia, con su fantasma... Pero lo cierto es que el mero roce de sus dedos conseguía rebajar la ansiedad que la acompañaba desde hacía casi una década con la agresividad de un cáncer. Una vez más su voz volvió a arrancarle las lágrimas mientras la armera dejaba que se deshiciera del pañuelo que cubría una nariz chata y unos labios temblorosos con forma de corazón. Estos últimos sonrieron de manera inconsciente antes de que la chica volviera a abrir los ojos para contemplarlo. Era la mirada de Chloe y la determinación de Erik... Eran los pómulos de su padre y la sonrisa de ella... Y sin embargo existía algo más allá de lo físico y de lo evidente a la vista. Ese amor incondicional tan extraordinario de encontrar y tan difícil de conservar: los lazos que unían a un padre y a su hija.

Apretó los labios para controlar unas emociones que, al verse atraída hacia su abrazo, supo que no iba a poder mantener bajo control. Y aún así se dejó llevar como si se tratara de una muñeca de trapo, notando cómo sus extremidades se entregaban a aquel estado letárgico que le producía estar junto a su padre; su subconsciente le indicaba que siempre estaría a salvo en su presencia. Y para alivio - y quizás confusión - del hombre, la figura de la joven no se desvaneció, sino que fue haciéndose cada vez más y más tangible, a todos los niveles. Kora dio la impresión de haberse quedado congelada en el tiempo cuando la envolvió con suavidad, casi sedada por la confesión que le hizo - aquello era lo más bonito que le habían dicho en su vida. Pero sus brazos pronto reaccionaron y rodearon el torso de Erik, aferrándose cada vez con más fuerza, hundiendo el rostro en su jersey conforme su respiración se agitaba. Su cuerpo se acomodaba para quedar lo más cobijada posible... Las manos le temblaban: ganaban y perdían fuerza a la vez, indicando que la situación la superaba... Y allí, al amparo de un Tanner aletargado y derrotado, con una sujección tan firme que casi dolía, su hija rompió a llorar.

Lo que comenzó como un sollozo lastimero y retraído se fue volviendo brusco, nervioso y descontrolado, derribando la gruesa coraza en la que se había enfundado a sí misma para asegurar su propia supervivencia. El pecho del hombre amortiguaba las palabras ininteligibles que parecía articular "Keira" entre los primeros espasmos que no tardaron en manifestarse, repetitivos y frustantes, sacudiendo su cuerpo y revelando lo absolutamente desbordada que debía de sentirse aquella versión adulta de la que un día fue su pequeña... Quería llorar, reír y gritar al mismo tiempo. Quería hablar y callar... Contárselo todo aún sabiendo que nunca podría... Pero sobretodo deseaba permanecer refugiada en la calidez de sus gestos protectores y sus carantoñas. En el consuelo de la única persona que podía consolarla de verdad: porque todo lo demás habían sido placebos. Sólo él sabía qué decir y cómo hacerlo... Sólo él la hacía sentirse a salvo... Y sus palabras le habían demostrado que esa facultad, a pesar del horror y de la pérdida, no la había perdido.

Lloró durante largos segundos en los que se negó en rotundo a separarse de él... Lloró por ella, por su padre y por su madre... Pero lo hizo de la forma más silenciosa posible, porque el instinto seguía recordándole que aún no habían logrado salir de aquel cementerio subterráneo.

Sólo podía dejarla llorar… un llanto que parecía llevar un mundo reprimiendo, un llanto que le llegaba al alma, pero también un llanto que significaba que ella no había perdido nunca la esperanza en el reencuentro, nunca había perdido la fe en encontrarse… Erik había llorado su muerte, más de una vez, infinitas veces al amparo de la soledad, por eso ahora era incapaz de derramar ninguna lágrima, su mente se esforzaba en protegerlo de la tristeza de los sueños rotos. Pero cada caricia en su pelo, en su espalda, reconfortándola, la idea de que ella era real se fraguaba lentamente…

Te vi…apoyó su frente en la parte superior de la cabeza de Kora el incendio, todo ardió, Stu me dio el colgante de mamá, el que tú llevabas… hablaba con dificultad, el dolor era más que obvio lo siento, lo siento mi niña… había dejado de buscarla Dios, ¿como pude dejar de buscarla? Era ella… ¿por qué confié en él? ¿acaso quería hacerlo? Siento no haber estado a tu lado como debería bajó la mirada buscando los azules ojos de su hija, mirarla era lo mínimo que se merecía…

¿Es real? Es real…

Le secó las lagrimas con la punta de su jersey que había estirado, muy despacio, de la misma manera que cuando ella era una cría, un gesto que le salió de una manera tan natural que ni siquiera fue consciente de él. Kora… su mirada se empaño, pero sus labios sonrieron, no podía llorar ahora nunca más me separaré de ti una promesa echa en las circunstancias del momento, formulada con el corazón.

No olvides donde estás...

Gruñidos y rabia. Furia y violencia. La adrenalina de todos disparada mientras la implcabale realidad descrita por Azra se hacia mas clara en sus mentes.

Las manos de Ania agarrando un cable tenso por el esfuerzo de la asesina para evitar que su presa escapara y en medio de esa prision de plastico y metal, estaban tambien sus dientes fijos a la carne de una criatura que no dejaba de sangrar, el sabor de la sangre corrompida, enquistandose en las papilas gustativas de la rubia mientras el olor asomaba para todos y entonces llegaron los golpes.

Las armas encontraron su lugar, asegurandose de no atravesar a la bestia en una direccion que pudiera dañar a la asesina y pronto, esta pudo notar como la criatura se movia mas lentamente, habia menos presion. Pudo incluso soltar su agarre bucal para informarles. El Desconocido se acerco cogio de la melena de la criatura y con brusquedad tiro hacia abajo, dejando la nuca expuesta para Azra.

El cuerpo de la mujer bestia estaba plagado de mil heridas, todas brutales y violentas y aunque su cuerpo buscaba curarlas, era excesivo el daño. Aun asi no tenian mucho tiempo.

Ania se aparto ligeramente, tengo sus musculos mas aun, porque todos sabian que justo al final era cuando mas agresivos se ponian los animales. La hoja cayo, el brazo de Azra ejecuto el ultimo movimiento gracias al Desconocido y a Ania, y asi la cabeza se separo del cuerpo cayendo al suelo y rodando un par de vueltas antes de detenerse.

A no mucho tardar Ania dejaba caer el cuerpo al suelo al soltar el cable.

El desconocido estaba ahi mirando, se agacho y unto sus dedos en la sangre para despues lamerla y escupir con asco. - Esta no es nuestra sangre... ¿Que cojones han estado haciendo ahi dentro? - Miro en direccion al laboratorio, a la puerta de seguridad y al cuerpo de su hermano dormido, luego a vosotras dos.

Buen combate... - Tras eso se dio la vuelta y fue en busca de su hermano. Por los pasos se le notaba cansado.

Sentir sus mimos en su espalda, en su cabello, la había transportado a un lugar muy alejado de Helmtown. Su conciencia navegaba entre lo que fue y lo que era mientras el comerciante permanecía junto a ella, presenciando cada vaivén de sus emociones. ¿Cuántas veces se había visualizado arropada entre sus brazos para mitigar su dolor...?

Las palabras susurradas llegaban a sus oídos. Algunas tenían sentido; otras no tanto. No estaba en el mejor momento para atar ningún cabo... Sobretodo porque lo que más le preocupaba no era la explicación de su padre en relación a lo ocurrido - dios sabía cuándo ni cómo - sino el tinte abatido de su voz. Odiaba verlo triste... Por eso negó con brío cuando lo escuchó disculparse, murmurando lo que Erik pudo entender como un "estoy bien", restándole importancia a unas circunstancias que habían superado a ambos... Su hija tenía valor para muchas cosas, pero no para echarle nada en cara a quien le había regalado los mejores años de su vida.

Curiosamente, por muy intenso que aparentara ser su desconsuelo, Kora lloraba de alegría. Solo que la emoción no le permitía expresarse con palabras que él - o incluso ella - pudiera entender, por eso había optado por cobijarse en el refugio de su pecho... Hasta que notó el movimiento de su padre. Su pequeña alzó la vista para encontrarse con sus ojos. Los suyos se habían hinchado y enrojecido, al igual que su nariz y sus labios. Ahora que el cuerpo del hombre no podía amortiguar sus sollozos "Keira" se esforzaba por mantenerlos a raya, y no era ni mucho menos una tarea fácil...

Se quedó quieta dejando que Erik enjugara sus lágrimas, permitiéndose el lujo de cerrar los párpados mientras aquel gesto paternal parecía ir normalizando paulatinamente su respiración agitada. Cuando volvió a abrirlos la joven lo contempló con expresión cansada, exhausta a raíz de aquel torrente emocinal que no había podido controlar y que todavía la hacía hipar cada vez que intentaba formular una frase; pocas cosas la frustraban más que la desincronización de su diafragma... Aún así consiguió imitar su sonrisa, dejando escapar una risa tenue pero genuina entre lágrimas, asintiendo repetidamente a su promesa. Su mano derecha tanteó el suelo hasta dar con su pistola, mientras que la otra fue a posarse en la mejilla del médico. Kora le acarició el pómulo con infinito cariño antes de plantarle un beso en el lado contrario, abrazándose brevemente pero con fuerza a su cuello...

- Te quiero... - Necesitaba decírselo. Necesitaba que lo supiera por si su mundo volvía a desmoronarse... Y tras hacerlo la muchacha se sintió más liviana, como si aquella confesión hubiese terminado de cerrar una cicatriz que moraba desde hacía años en su corazón. Cuando se apartó permaneció lo suficientemente cerca de él para seguir susurrándole, echando un breve vistazo a su alrededor con la intención de asegurar el perímetro. Esperaba de veras no tener que arrepentirse por aquel desliz... - Escucha... - Se sorbió lo que quedaba del llanto entre las últimas sacudidas, mirándolo a los ojos. Su aliento tenía un tinte ligeramente afrutado. - Necesito... saber si sigues mareado o... puedes moverte con normalidad... - Terminó de limpiarse ella misma la cara, lamiéndose los labios. - No vamos a movernos de aquí hasta que... - Otra nueva ojeada. - ...hasta que estés recuperado... ¿Vale?

Su diestra sostenía con seguridad el arma que la acompañaba desde aquella mañana. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, la armera iba retomando el control sobre sí misma, consciente de la gravedad de la situación. Pero no podía arriesgarse a seguir los pasos de Zack si su padre no estaba en condiciones de cruzar esa puerta...

En medio de ese momento cuasi unico que por parte de ambos era casi onirico, en medio de lagrimas y recuerdos, de sensaciones que se deslizaban a flor de piel y de memorias que tomaban vida gracias al simple tono de una voz que parecia olvidada y que aun asi quedaba en todo momento marcada por el brillo de unos ojos cargados de un reconocimiento que se hacia cada vez mas profundo, el mundo real decidio que era hora de volver a golpear de la forma mas abstracta y brutal posible.

Amortiguados y aun asi claros, incluso a traves de los muros de este lugar. No sabiais el motivo, no sabiais quien o que o contra que, solo que ese sonido, habia roto vuestro momento como una piedra lanzada directamente contra un precioso cristal de colores como los que decoraban el barrio de Moxxy.

El sonido provenia sin ninguna duda de la puerta de acceso al subnivel 2.

Un golpe y otro, y uno nuevo... Golpe tras golpe la mano de Azra se movía rauda y precisa, desgarrando y cortando la carne de aquel ser evitando golpear en el proceso a Ania y ofreciéndole al viejo la oportunidad de atacar también pues entre los tres sería más fácil acabar y derrumbar a aquella cosa.

Y así, cuando la bestia empezó poco a poco a perder fuelle la amazona usó una de las mesas del lugar para darse impulso y rebanar el cuello de la bestia.

Y así, golpe tras golpe logró separar la cabeza del torso hasta que esta terminó cayendo a los pies de la amazona quien, a diferencia de lo que pudiera parecer, la miró con respeto.

- Ha sido un buen combate... Gracias.

No dijo mucho más pues limpió la sangre de su hoja mientras miraba al viejo hablar.

- No sé lo que han estado haciendo pero conozco a alguien experto en sangre, si hay algo que pueda llevarle quizás podamos obtener más respuestas... - Asintió a sus palabras - Tu también, viejo.

Le respondió con calma para después mirar a Ania.

- Bien, ahora debemos abrir esa puerta y hacer que esa zorra cante... Y después... Después la degollaremos para deleitarnos con su sangre y su carne... 

El pecho de la joven subía y bajaba con agitación. Manchas de sangre oscura lo decoraban mientras nuevas gotas rojizas goteaban de su barbilla. Le costaba tranquilizar su respiración pues aquella forma de pelear... aquel cuerpo a cuerpo brutal y rabioso había sido un subidón de adrenalina ahora imposible de detener.

Se limpió la boca con el reverso de su mano pero aquel amargo permanecería con ella mucho tiempo. - Si, parecia de los nuestros - Nuestros. Extraña palabra para ella. - Aquí cambiaron su olor para engañarnos pero ¿porqué? - No tenia sentido y buscó una respuesta en los ojos de su hermana y luego en los del Desconocido, pero éste acababa de darse la vuelta para ir en busca del otro

- Habrá que intentarlo pero no creo que hable y si lo hace ¿realmente creeras lo que nos diga? - Después de lo sucedido tenía que sonar muy convincente.

- ¿A tu amigo ese le valdrá con la cabeza? - preguntó a Azra señalando el lugar donde habia acabado rodando. Luego buscó con la mirada algún trozo de tela o sábana para poder transportarla si la respuesta era afirmativa.

Los salvajes ojos de la amazona se clavaron en los de Ania y esta pudo ver rabia e ira, unos sentimientos oscuros y una sed de sangre y venganza que no debería ser normales.

- Si no lo hace quemaremos este lugar hasta que no queden más que cenizas y después haremos que se derrumbe hasta que no quede más que polvo y el mundo les olvide por siempre... ¿No se han mantenido ocultos mientras hacían estas cosas? Pues que el mundo les olvide a ellos... - Miró en dirección a la puerta - Sé que nos oyes zorra, así que de ti depende... Tu vida o la de todos los que aquí viven... Aunque me imagino la respuesta pues no eres más que una zorra egoísta y mentirosa a la que no le importa nada más que ella misma... Además, imagino que el peso de todas esas vidas tampoco significará nada para ti... Bien, que las llamas y la tierra sean vuestra tumba... Aunque quizás antes me divierta despedazándoles y alimentándome de su tierna y palpitante carne, que conozcan un poco del dolor y el sufrimiento que ella misma ha infringido... Y, mientras lo hago les diré que no olviden su nombre mientras los descuartizo ante sus ojos... 

Después volvió a mirar a Ania.

- Servirá... 

Ella decía que estaba bien, pero Erik no podía quitarse de la cabeza el hecho de que había dejado de buscarla, de que le habían convencido de que estaba muerta, de que se había dejado convencer de que así era… ¿en que clase de persona lo convertía eso? Tanto que hablaba de proteger a los demás…

Su risa… el sencillo beso… sintió como se le encogía el corazón y los recuerdos que tanto se había esforzado en compartimentar se expandieron inmisericordes por toda su cabeza… nunca será igual, pero está aquí, hay otra oportunidad… la esperanza superó a la culpa, Erik había aprendido durante todos estos años a pasar página, había intentado enseñar a muchos a que lo hicieran en pos de un mundo mejor, un mundo donde nadie tuviera que pasar por lo que él, y otros muchos como él, habían pasado. Yo también te quiero… contestó con firmeza, era obvio que las palabras de su hija iban a significar un nuevo comienzo, uno en el que jamás se rendiría y en que lucharía por ella hasta el final siempre… se lo decía a una persona que tendría que volver a conocer, y nada superaba sus ganas de hacerlo.

La vida a su alrededor no esperaba a nadie. Tampoco la muerte.

Estoy bien dijo mientras se apoyaba en el suelo para levantarse, se sentía un poco mareado, pero no tenía signos de conmoción ni le dolía nada puedo andar dijo probando a dar un par de pasos, el primero con una mano en la pared, y el segundo ya sin ayuda… esbozó una sonrisa tranquilizadora, que se esfumó al escuchar los disparos y que le hizo echar mano a su propia arma de manera instintiva, como en unos tiempos no tan lejanos pero si oscuros.

¿Qué ha pasado abajo? ¿que ha pasado con los críos y el tipo de la criatura? Se adelantó hacía la puerta, indicando a Kora que se pusiera tras él mientras iba despacio para asegurarse de que no había nada al otro lado antes de abrir la puerta.