Partida Rol por web

Los cinco héroes y el lobo echaron a correr alcantarillas abajo, apenas con espacio justo para adelantarse y moverse cómodos, fue el enano quien se adelantó, más acostumbrado a moverse en túneles umbríos y húmedos en penumbra no tardó en superar a Rislân, Hugh y Hank, que perdían distancia poco a poco a medida el esfuerzo en aquel ambiente viciado, apestoso e incómodo hacía mella en sus resistencias. Tal vez hubieran podido poner tierra de por medio, pero tampoco querian dejar muy atrás a Aiden, que entre arcadas y con un tono cada vez más verde, hacía un esfuerzo increíble manteniendo el paso a pesar de que parecía que iba a desamayarse en cualquier momento.

Gogri, en cabeza y con mejor vista que los demás distinguió tras unos minutos de esprint entre la mugrienta agua de desecho que el túnel principal se dividía cuando en un lateral surgía un pasadizo que, a diferencia de los anteriores, no era un simple desagüe ni una canalización lateral para un edificio, como la del almacén por el que habían bajado. Ese pasadizo lateral era de buen tamaño, casi tanto como el río principal que a esas altura había moderado su pendiente y pasaba a seguir por túneles naturales poco trabajados - aunque pulidos, sin duda por la acción del cieno que les seguía.

El pasillo lateral, no tenía apenas agua, y la poca que tenía estaba estancada. El motivo era que un murete de mampostería le había medio cerrado artificialmente, dejando una tapia de metro y medio que impedía la entrada del agua y, probablemente, del monstruo; a la vez que permitía pasar a cualquiera capaz de trepar.

El enano aprovechó los pocos metros de ventaja que sacaba a los demás para detenerse y confirmar por dónde querrían ir. Detras el grupo se acercaba apenas disponían de unos segundos para decidir si seguir corriendo corriente abajo o intentar entrar en el lateral amurallado. Pero dos metros detrás del grupo, Aiden vomitó violentamente, su resistencia agotada, cayendo al suelo; la gelatina le cubrió en pocos segundos, haciendo a su armadura sisear y chirriar por el ácido aunque sin dañarle de consideración. Pero lo peor es que todos pudieron constatar que ésta vez el fluido venenoso hizo su efecto: sus manos se agarrotaron, sus convulsiones cesaron y se quedó clavado dentro de la masa, paralizado. El ser ácido se plantó de nuevo quieto, dispuesto a digerir su recién adquirida comida a apenas diez metros de la bifurcación.

El golpe del paladín al caer al suelo, paralizado, hizo a Rislân detenerse de su carrera. A lo lejos vio como aquella masa infecta y gelatinosa trataba de engullirle... todo por su temeridad. Sintiéndose responsable, el monje se quedó con la mirada fija en el pasadizo y apuntó con su mano hacia el cubo, tratando de concentrar su energía positiva hacia el extremo de su índice.

Un calor agradable, placentero y cada vez más intenso subió por su antebrazo transformado en energía. Con un sonoro "plaff", salió despedida al fondo del pasadizo.

El rayo salió muy desviado, golpeando en fondo del tunel, pero no sin antes quemar un pequeño paso a través de la masa que cubría la totalidad de la alcantarilla. La masa tenía cada vez menos consistencia, aunque seguía ocupando todo el espacio disponible.

Era posible que estuvieran causándole daño pero parecía que la masa ahora volvía a moverse, probablemente decidida a contener simultáneamente a Aiden y alguno más de ellos... O tal vez satisfecha con tener al paladín paralizado y dispuesta a alimentarse del resto antes de volver al paladín inmovilizado.

Ordena a Silentz que le espere junto al murete, a fin de ayudarle a sortearlo. Pero al darse la vuelta y ver al noble Aiden siendo engullido por el infecto cieno, no puede contener su ira y, sacandolas del carcaj a su espalda, arroja dos silbantes flechas contra la masa verdosa.

Las dos flechas en rápida sucesión atravesaron la masa informe creando sendos boquetes en su estructura cuya masa superior colapsó, reduciendo su tamaño en un tercio aproximadamente y dando un margen de, tal vez, medio metro entre la gelatina devoradora y el techo. El resto de la criatura mantenía su consistencia relativamente bien, aunque más clara y menos densa que al principio.

-¡Por las barbas de alabastro de Thuruan, por el miembro viril de Hrismorr! Esa cosa informe no se nos meará encima, compañeros. ¡A ella!

El enano se lanzó con su hacha. Intentó aprovechar la no tan beneficiosa posición del cubo, su menor tamaño y el hecho de que estuviera en varias cosas a la vez (dedicando recursos a digerir al paladín), para asestar golpes quirúrgicos de forma que lo fuera destrozando poco a poco.

Veremos si esto le gusta a esa asquerosa bazofia.- Mascullo mientras saco un bote de aceite y le introduzco un trozo de venda empapada en el líquido. Luego, sin detenerme aplico mi yesca a la venda empapada tratando que prenda, para lanzarla a la abominación que está devorando a nuestro compañero.- Animo Aiden, nadie se va a quedar atrás...
 

El tremendo hachazo de Gogri cortó por la mitad la gelatina, la parte superior cayó hacia atrás, perdiendo consistencia hasta convertirse en un charco de desagradable viscosidad que se fundía lentamente con la represa de aguas fecales. La parte inferior continuaba con Aiden cubierto y se abalanzó sobre Gogri dispuesta a consumirle también sin dejar a Aiden fuera por el momento.

Mientras Hank había preparado una bomba incendiaria y se disponía a aprovechar que Gogri contenía a la criatura para estamparsela.

Gogri vio de refilón la intención de Hank. Pensó, qué hermosa forma de morir. Bajo tierra, hacha en mano, conteniendo el mal hasta el último suspiro. No le importaría que así fuera.

Sin embargo, el enano sabía que lo más importante era sacar de allí al indefenso paladín, por lo que se encargó de dar a la bestia otro soberano hachazo primero (que bicho que no colea, no muerde), y luego sacar a Aiden de ese infecto estómago traslúcido.

El hacha de Gogri se agitó como las aspas de un molino mientras el ser avanzaba lentamente hasta cubrirle, trozos de gelatina salpicaban en todas direcciones amenazando no sólo con cubrir a todos de mugre urticante sino con apagar la frasca de Hank. Silent gimoteó al sentir la quemazón, sin entender qué pasaba ni por qué no se iban de aquel lugar mortífero.

El enano había quedado cubierto de baba verdosa, pero presa de un frenesí destructivo no parecía afectado. Pronto apenas quedaba gelatina que, llegado un punto, colapsó sobre sí misma y pronto liberó la corriente que retenía, la cual arrastró los restos río abajo fundiéndolos poco a poco con su líquido que quedaba mucho más translúcido al hacerlo, el lobo saltó instintivamente a lo alto del murete para evitar que esa sustancia le tocase, aunque cuando les pasó por las piernas ni Rislân, ni Hank, ni Hugh sufrieron mayores daños que el escozor que ya les había obsequiado Gogri con su hacha de repartir gelatina.

Gogri parecía en buen estado - si no se contaban sus heridas anteriores - Aiden no parecía especialmente afectado por el ácido, su recia armadura se había llevado la peor parte y estaba un poco ennegrecida y oxidada por el ácido pero seguía inmóvil como una estatua de bronce y acero.

Cuando el enano lanzó su hacha triunfante sobre el cubo, soltando restos aquí y allá, el anciano Rislân chapoteó para acercarse al paladín caído. Arrodillado, le puso una mano en el cuello y cerrando los ojos sonrió.

—Aiden está bien. Pero seguirá inconsciente un rato, me temo.

Rebuscó entre sus cosas y sacó un par de barras de incienso que encendió con habilidad pese al húmedo entorno. Pronto el humo, suave y sibilino, se retorció alrededor del enano y el paladín. Mientras el monje murmuraba para sí mismo, el olor se fue acercando cada vez más a Gogri, retorciéndose entre la barba y penetrando por los huecos de la armadura. Al toque con el enano el humo se desvanecía.

—Ánimo, Stendahl. La batalla más importante no es la que luchas contra tus enemigos... es la que combates contra ti mismo. Despierta, Aiden. Vuelve con nosotros.

Y siguió arrodillado a su lado, esperando a que tuviese a bien abrir los ojos.

-Si no tarda mucho, mi barbado amigo -refiriéndose a Rislân-, bien podríamos esperar a que el paladín recupere las fuerzas. Antes de subir, se entiende, es vital que estemos preparados. ¡Ja, ja! ¿Quién hubiera dicho que en un lugar tan civilizado como éste encontraríamos una bestia así? Pero por otro lado -reflexionó el enano-, tiene su sentido, si lo pensamos. ¿Quién podría mantener este lugar tan limpio y agradecido por ello, sin cobrar el equivalente a dos soldadas largas por el esfuerzo y los peligros?

-Intentad que Stendahl recupere la movilidad. Silentz y yo buscaremos retomar el rastro.

Con estas palabras informó al grupo de sus intenciones. Volviendo a sacar el jirón de tela de la faltriquera, se lo dio al viejo lobo y, juntos, volvieron a ponerse manos a la obra.

El ambiente era totalmente abrumador, el olor de las cloacas, el río de inmundicias que corría a sus pies y el acre olor a vómito de la gelatina reventada se sumaban para causar un miasma enfermizo y apestoso que se sobreponía a cualquier otro olor. Silentz, tras husmear unos segundos, se quedó mirando al humano con un aspecto tan rancio como el que tenían todos salvo Aiden, visiblemente enfermo y verdoso y Gogri, que parecía no notar tanto como los demás el efecto de los efluvios en aquel lugar cerrado.

Había olvidado lo fieros que son los enanos con sus hachas.- Digo a Gogri mientras vuelvo a guardar el frasco de aceite. Al final no había sido necesario.- Nunca me volverá a pasar.- Comento mientras palmeo con camaradería el hombro del enano.

Viendo que la situación del paladín tardaría algo en solucionarse (según comentaba Rislan), me dirijo hacía Hugh dispuesto a acompañarle en su  rastreo. No me gustarían más sorpresas en este infecto lugar. Además, tenía la esperanza de que alejandome un poco se mitigaría el horrible olor de la zona.

Pasados unos pocos minutos en aquel lugar agobiante, el paladín volvió a vomitar entre violentas arcadas. Eso, en el fondo, era bueno porque significaba que había recuperado la movilidad. Agarrotado y verdoso, se levantó de nuevo, no en buenas condiciones pero lo suficiente para moverse de nuevo.

La ayuda de Hank no pareció aliviar los problemas en el olfato de Silentz. El rastro seguía perdido en aquel miasma de podredumbre e inmundicia. Lo que sí pudo apreciar el pícaro es que el murete sí podía haber sido transitado en el pasado pues el grosor de la capa de polvo no era uniforme, pero cuánto hacía o no de ello no pudo decirlo. Río abajo cualquier rastro había sido destruido por los vagabundeos de la gelatina que habían aniquilado, de modo que era imposible saber si la gente pasaba río abajo o no en algún momento.

-¿Qué tal te encuentras, hombre? - preguntó Gogri, sinceramente preocupado -. Nada, que no tiene que ser gracioso en punto alguno ser contenido por una babosa tan infame como primer plato. Nada gracioso.

El enano sonrió ante el gesto amable de Hugh.

-Solemos decir en nuestro pueblo que salir a la Gran Caverna, al menos una vez en la vida, ayuda a los demás a recordar a nuestro glorioso pueblo. ¡Ja Ja! Sí, glorioso... aaaaah.

Gogri se atusó con orgullo la barba.

-¿Qué será, entonces? Yo ascendería. Eso habíamos hablado, pero no antes de que nuestro buen Aiden pueda caminar con confianza. ¿Qué dices, Aiden? ¿Dispuesto a una pizca más de baile?

-No ha sido la mejor experiencia de mi vida, eso no voy a negarlo, pero aun no ha llegado el día en que un asqueroso trozo de gelatina vaya a ser suficiente para acabar conmigo.

Se incorporó con un movimiento pesado ayudándose del escudo.

-Subamos, no perdamos más tiempo.

Trepar el muro no les llevó mucho tiempo, la mayoría podían pasarlo simplemente alzándose con las manos y para Gogri, quien no era suficientemente alto, trepar paredes bajo tierra no era nada nuevo. Sólo Silent necesitó ayuda para pasar, pues la pared recta no era lo ideal para sus patas.

El otro lado era mucho menos apestoso, apenas corría agua aunque seguía siendo un ambiente muy húmedo. Tras unos pocos metros el túnel se hacía natural y empinado, pronto dejaron atrás el rumor de las alcantarillas, a medida que el ambiente se hacía más respirable comenzaron a oír el ruido del agua corriente, no de un torrente de desagüe, sino un verdadero río.

Tras algo más de un centenar de metros de serpenteo el túnel moría junto a un río subterráneo de aguas rápidas y profundas, tenía más de diez metros de ancho que era lo que le permitía el cañón por el que corría. Un embarcadero se internaba en él, con una barcaza fuertemente amarrada con una cadena y con un candado para sellarla. El otro lado del muelle estaba vacío aunque una cadena similar colgaba a medio arrastrar por la corriente.

Esta vez sólo les llevó unos segundos a Hank y Hugh notar que los maderos del embarcadero tenían huellas recientes de botas mojadas y sucias de podredumbre. De hecho el hedor de las alcantarillas era claro en esas huellas, si uno conseguía abstraerse del propio, porque por lo demás el ambiente allí era fresco y despejado, fruto del agua corriendo por el interior de la montaña.