Partida Rol por web

Mientras en el piso de abajo se habían desatado las hostilidades de forma brutal. El ballestero situado a la izquierda disparó sobre Rislân a través de las cajas, pero su empeño por superarlas hizo que el virote se perdiera alto. También el enemigo de armadura ligera situado en el flanco derecho disparó contra el clérigo, a pesar del ángulo poco claro, pero la precipitación por encajar el virote hizo que disparase contra el suelo a medio camino. El guerrero tras él, con ángulo poco claro prefirió aprovechar para avanzar a formar línea mientras recargaba su ballesta.

El otro pícaro disparó contra Gogri, situado frente a él pero detrás del cajón, que fue quien se llevó el virotazo. El objetivo de Rislân, aprisionado por el enano decidió que era mejor abatir a éste antes de rematar al clérigo, su golpe fue certero y aunque por un momento pareció que las bandas desviarían la espada finalmente se estrelló con fortuna contra el brazal, abriéndose hueco hasta hacer un corte doloroso en el brazo del enano, que lo sintió arder.

El guerrero situado frente a Gogri había dado unos pasos para colocarse entre los dos cajones y tratar de acertar al enano entre medias, pero los gavilanes de su espada impidieron que pasase por el estrecho hueco. 

El último guerrero, decidió mantener el duelo con el paladín usando los cajones como cobertura, pero su serie de tajos lanzados como un pollo sin cabeza no alcanzaron ni a los maderos de las cajas. 

El ataque de Hugh le tiró del desgarro en la espada y perdió totalmente la fuerza, aunque su movimiento dejó a uno de los pícaros a tiro de Hank.

Necesitaban abrir hueco lo antes posible. Esos cajones que les cubrían eran también un estorbo. Evitaban que sus adversarios les flanqueasen, si, pero les impedían avanzar. Tal era su confianza en que superarían a aquellos rufianes que estaba dispuesto a arriesgarse a pelear en inferioridad de condiciones. 

Pero para poder correr ese riesgo primero debía quitarse de en medio al guerrero que ahora intentaba golpearle. 

Lanzó un fuerte espadazo tratando de alcanzarlo al otro lado del cajón, pero sin fortuna para causarle el más mínimo rasguño.*

Gogri sintió la fiebre de la sangre.

-¡Oath null! ¡Garth a dagg! - gritaba una y otra vez, sin cuidado de sus propias heridas.

Se giró brevemente y dirigió el arco que embestía su arma al contrincante que tenía a su izquierda.

El ataque de Aiden falló golpeando el madero, el de Gogri aunque no tenía cajones que se le interpusieran y alcanzó al rival no consiguió superar su cota de mallas, saliendo desviado y hendiendo el suelo.

Las heridas comenzaban a sangrar profusamente, manchando los ropajes de Rislân. Por un breve instante pensó en rendirse, en no seguir adelante, pero los gritos de batalla de Grimhammer y la determinación en los ojos de sus compañeros le otorgaron la valentía necesaria para continuar peleando.

Apoyándose en su bastón, el clérigo hizo una finta para distraer al enemigo que le amenazaba tras el cajón y trató de ganarse su flanco para liberar un poco la carga de combate del enano. Moviendo la punta acerada del bastón buscó un hueco en la armadura del combatiente para poder hendir su defensa y dejarlo fuera de combate.

Practicamente mis dedos volaban, aferrando de forma mecánica un nuevo virote para colocarlo en la ballesta. Enfrentado a los dos granujas, Hugh podría encontrarse en apuros. Así que sin esperar un tiro más claro, levanté mi arma y volví a disparar. La flecha voló certera al objetivo. Si no lo mataba, esperaba al menos llamar su atención y darle al explorador un respiro...

El virote de Hank voló certero, obligando al criminal a desviarlo con su brazo, lo que le ocasionó un corte, el grito de dolor fue menor que la cara de furia, pero sus movimientos pasaron a ser erráticos por la pérdida de sangre. Aunque el aguijonazo no había sido muy fuerte, se acumulaba al corte de la espada y podía verse cómo se tambaleaba mareado, sosteniéndose en pie a duras penas.

El primer rival, herido de gravedad, se movió lento y tambaleante mientras trataba de ensartar a Hugh, sólo para ver su espadín desviado con facilidad por el escudo del explorador. Pero su efecto había tenido éxito. El segundo bribón se lanzó como un rayo contra su espalda desguarnecida pero en un movimiento previsible, de modo que en una hábil maniobra, Hugh dejó que su escudo tomara inercia del primer golpe para interponerse también en el segundo.

Los ladridos de Silent en la calle indicaron al explorador que el lobo había captado ruidos desconocidos, lejanos le parecía por el tono y poco preocupantes, por el momento.

En la parte baja del almacén los ballesteros de la derecha se cebaron en Aiden, a pesar de que las cajas les perjudicaban tanto como beneficiaban sus defensas. Ambos virotes acabaron en su escudo, rebotando al suelo.

El ballestero vestido de cuero del fondo volvió a dirigir su tiro contra Gogri, parapetado tras su caja. Esta vez el tiro fue certero y con un sonoro "clonc" impactó en su yelmo, haciendo que le resonaran las orejas.

El guerrero de la izquierda seguía disparando su ballesta, aún lejos de la lanza de Rislân y a salvo tras su cajón. Tiró contra el clérigo a pesar de las cajas que le cubrían y de nuevo la fortuna se alió con los criminales, pues tras golpear ligeramente la tapa de la caja, el virote golpeó al anciano en la pechera, insuficiente para superar sus defensas mágicas, pero aún capaz de hacer perder el escaso aliento que le quedaba al sacerdote.

Aiden y Gogri se enfrentaban entre una pareja de cajas a sendos guerreros que trataban de colar sus espadas de guerra entre las rendijas para ensartarles. Casi coreografiados, los dos bandidos lanzaron sus hojas contra las cabezas de sus enemigos. De nuevo sus gavilanes detuvieron la hoja que se dirigía al paladín antes de que pudiera amenazarle, mientras la de Gogri rebotaba inofensiva contra el férreo metal enano de su coraza.

El último guerrero retrocedió para colocarse entre las cajas, impidiendo que sus enemigos superasen su línea de defensa y, a la vez, evitando que siguieran rodeándole y mirando alternativamente al clérigo y al enano, tratando de decidir a quien atacaba entre las cajas, viendo que el clérigo estaba a punto de caer, lanzo su estocada a éste, aunque más preocupado de ponerse a salvo que de golpear, más pareció que papaba moscas que que trataba de atacar.

Aquellas ratas de alcantarilla disfrutaban danzando en torno a Hugh, con el fin de pillarle con la guardia baja. Lo que no sabian era que el se había criado entre lo peor de la sociedad y conocia bien como cuidarse de sus sucios trucos.

La espada del explorador voló certera, el truhán, mareado y tembloroso sólo pudo mirarla llegar con ojos como platos, antes de que dibujara una fina pero letal sonrisa en su cuello, cayó junto a su compañero espasmódico, formando un charco de sangre creciente a un ritmo que dejaba claro que no tardaría mucho en abandonar el mundo de los vivos.

El enano se volvió, ufano. Las heridas, la sangre, no eran extrañas para los suyos. Mucha derramaban a lo largo de su vida, pero si sobrevivían a los lances, buen vino y licores ayudaban a reponerla. En el combate, los enanos se mostraban más como el agua que horada cavernas que como la piedra que las protege, alegres, fluidos. Una parte más del elemento que contenían. 

Aquella conciencia clara de la batalla permitió hacer entender a Gogri que aunar fuerzas con Rislân facilitaría ganar terreno. Se enzarzó con el rival a su izquierda y se aprestó al combate cerrado.

El guerrero herido por Rislân fue demasiado lento para evitar el hachazo del enano que impactó con fuerza contra su cota de malla, por suerte para él, el golpe fue de transversal y recibió la hoja de plano, dejándole boqueando para llevar aire a los pulmones y mirada vidriosa. Seguir defendiéndose parecía en ese momento algo secundario comparado con respirar.

Sorprendentemente el golpe del enano no fue suficiente para terminar con el bravucón al que se enfrentaban así que el monje agarró el largo cayado con una sola mano y lo hizo girar sobre su cabeza para tratar de pillar desprevenido al debilitado contendiente. La mala suerte quiso que la punta golpease únicamente de refilón, sin conseguir perforarla.

Con cierta inquietud dio un paso hacia atrás, anteponiendo el asta de su arma por si el luchador trataba de penetrar sus defensas.

Una vez más Aiden trató de golpear al guerrero que se ocultaba tras el cajón, el golpe fue fuerte hacia el, pero muy desviado. Aquellos malditos cajones estaban siendo más un estorbo que una ayuda, pero esta vez tampoco podía culpar al obstaculo de su fallo.

Cuanto aguantan estos malditos...- mascullo mientras apunto de nuevo uno de mis virotes al oponente del explorador. Oprimíendo el gatillo, maldigo mi suerte cuando constato que el disparo no parecía demasiado letal...

El virote voló, preciso y certero, directo contra el ojo del enemigo. Por desgracia para los héroes, éste le vio venir y esquivó en el último segundo, convirtiendo un disparo mortal en un pequeño corte en la ceja.

El último enemigo del voladizo siseaba con furia, había visto caer a sus dos compañeros, era obvio que no esperaba un ataque desde las alturas y ahora estaba en inferioridad; pero tenía la mirada de quien no tiene nada que perder y asaltó a Hugh con su espada, interponiendo un cajón entre él y el tirador que trataba de aseatarle. El escudo del explorador resonó con el golpe y su espada corta se desvió abriendo su guardia.

El paso de Rislân, aunque le había alejado del guerrero gravemente herido le dejó de frente al ballestero, aunque lo tenía al alcance, por lo que tuvo que ceder la ventaja del cajón y retroceder, perdiendo ángulo respecto al clérigo. Su disparo alto fue fácilmente esquivado por el clérigo, sólo agachándose unos centímetros al ser disparado.

El ballestero vestido de cuero, por su parte buscó un mejor ángulo contra Gogri, aunque dos cajones hacían el tiro muy complicado. Por pura suerte o una habilidad infinita, el virote voló contra los ojos del enano, que apenas sobresalían por encima de las cajas. Durante un segundo los compañeros temieron que fuera el final del feroz guerrero, pero apenas notó el pinchazo, una fuerte sacudida permitió que el visor trabase el virote antes de que pudiera atravesarle un ojo, pero no sin que le medio cegase por la sangre de una dolorosa herida en la ceja.

El último ballestero seguía atosigando a Aiden, a pesar de su posición forzada con los cajones estorbando, pero desde una distancia segura. Disparó tan forzado que sólo pudo tirar al bulto, impactando inútil contra el escudo.

Los dos guerreros que estaban conteniendo a Gogri decidieron concentrar sus ataques en el enano, aunque sin abandonar la seguridad de los cajones, para evitar ser atacados directamente. Era obvio que confiaban en que a la larga su superioridad numérica se impusiera. El herido ni siquiera parecía interesado de verdad en combatir, golpeando la caja, más preocupado de estar detrás de ella que de asomarse a golpear. Por desgracia el golpe del segundo fue muy certero, aprovechando la ceguera del virotazo, golpeó con fuerza el cuello del enano, pero su armadura aguantó sólo combándose, aunque de una forma dolorosa para el grueso pescuezo de Gogri.

El último combatiente seguía tratando de pasar su espada de guerra entre los cajones para apuñalar a Aiden, pero los gavilanes debían haberse atorado entre los cajones, porque no consiguió ni mover la hoja entre ellos.