Partida Rol por web

La cuchillada recibida a traición le limitaba los movimientos. Por fortuna contaba con el apoyo de Hank y su balleta. -Estás solo. Ríndete o asume tu destino.- Dijo al rufián en su habitual, pero visiblemente airado, tono severo.

La cuchillada del explorador fue demasiado abierta y la armadura de cuero desvió la hoja, incapaz de atravesarla con un golpe tan de refilón.

Las amenazas se encontraron con una mirada fría, dura, desesperada. No era que el pícaro no le creyera, sino que no veía alternativa. O victoria o muerte... y la que le ofrecía la pareja de héroes era más rápida y gentil que la que le depararía la ciudad.

El monje miró a los lados viendo que sus compañeros no tenían el destino positivo que se esperaba de ellos, así que apoyándose en la vara dio un salto que lo colocó de nuevo en una posición amenazante para el guardia que encogido contra la caja seguía blandiendo su arma. Al menos de este modo Gogri se vería más liberado. Con energía lanzó todo lo largo que pudo intentando dejar fuera de combate al hombre de una vez por todas.

La dirección que estaba tomando aquel combate le frustraba. Nadie golpeaba a nadie y la contienda se eternizaba. Presa de la impaciencia lanzó una fuerte estocada contra su adversario, que ni por un momento se acercó a rozarlo.
 

Gogri sonrió una sonrisa llena de sangre. Su sangre. Las heridas estiraban su piel y ardían en los márgenes donde el acero había atravesado la dura carne del enano. El destino de los suyos era la roca. Nunca pensaron otra cosa, por eso entraban en combate con la melancolía de un bardo y cuando salían, si bien su exterior parecía exaltado, en su interior nunca abandonaban la honda canción oscura, llena de la profundidad de la montaña.

-¡Te voy a dar lo tuyo, malnacido!

El grito, de nuevo, fue para el guerrero que se movía a su izquierda.

La lanzada de Rislân se dirigió certera contra el criminal, pero su punta quedó atorada entre las anillas de la cota de malla del soldado, que aguantó firme hasta que el hombre pudo apartarse, obligando al clérigo a recoger su asta si no quería perder el equilibrio.

Aiden, por su parte, había caído en el mismo juego que su rival, malcalculando el espacio entre los cajones y atorando su espada por los gavilanes, muy lejos del cuerpo del soldado secuestrador.

Gogri, sin cajones que se le interpusieran, golpeó más fácilmente. La cota de malla chirrió al sufrir el golpe, por un segundo pareció que contendría el golpe, pero con un crujido metálico cedió. Por supuesto la caja torácica no pudo hacer nada contra un golpe que había hendido el metal y se abrió como un melón maduro liberando su contenido por todo el pasillo entre cajones. Estaba muerto más allá de cualquier posible ayuda.

Maldita sea, algún día se les acabará la suerte...- frenético por liberar a Hugh de su oponente, realizo un disparo desesperado. Lamentablemente, como es sabido las prisas nunca son buenas, y el virote fué a encajar a una pared cercana.-¡Por los mil infiernos!

El pícaro tuvo un ligero brillo en los ojos al comprobar que Hank no le había asaeteado y seguía vivo, a la desesperada lanzó un tajo contra Hugh con su espada de hoja negra, pero oír cómo el otro recargaba su ballesta le distrajo, por lo que su ataque fue a ciegas, totalmente inútil. 

Los cuatro ballesteros de abajo siguieron con su tiroteo caótico. El paso atrás de Rislân hizo que, aunque su oponente trató de recuperar terreno, siguiera habiendo un cajón entre ambos, su disparo, precipitando salió prácticamente recto. El pícaro del fondo volvió a apuntar a Gogri, pero al apuntar alto para pasar los dos cajones acabó clavando su virote debajo de Hank. El último guerreo con ballesta apuntó con precisión a Aiden, de hecho el paladín vio al virote volar a su cara, por suerte pudo agacharse tras el cajón justo a tiempo para que el virote le pasara medio metro por encima de la cabeza, justo donde estaba su cara un segundo antes. El otro ballestero, que también tenía a Aiden como único blanco posible, disparó tan alto que el virote acabó en el voladizo lateral del piso de arriba.

Los dos guerreros con espada siguieron atacando a Gogri y Aiden respectivamente, entre los cajones, decididos a defenderse hasta que los tiradores tuvieran suerte. Sus ataques eran más bien molinetes dirigidos a evitar que las armas de los héroes les alcanzasen y ni siquiera tuvieron que emplearse en defensa para recuperar la iniciativa en la contienda.

Fuera Silent seguía ladrando de vez en cuando, más frecuentemente que antes.

Arremetió, aprovechando la distracción del bribón por el impacto del virote de Hank.

Tu lo has querido, bellaco.

El tajo fue certero y la herida profunda. El bribón retrocedió dos pasos, sujetándose la herida del vientre. La mano se tiñó de rojo en segundos. Su mirada era vidriosa y la mano le temblaba, pero mantenía la guardia alta y la decisión en la mirada. Parecía incapaz de seguir defendiéndose, pero aún tenía una hoja de medio metro empuñada.

Gogri emitió un fiero grito de triunfo cuando al fin vio logrado su empeño. ¡Malditas cajas! Pero ya no se interponían en su camino. Ahora la justa ira del enano podría campar a sus anchas por el tan inadecuado campo de batalla.

¿Quién era el siguiente? ¿Un enemigo a su derecha? Hacia él dirigiría su pronta cólera. ¡Ah!

Gogri ondeó de nuevo el hacha, a pesar del escozor que provocaban sus heridas, y se preparó para descargarla de nuevo.

Lanza en mano, Ris, trató de avanzar a la par que el enano, que era un remolino de sangre y dolor para los bandidos. Aquella crueldad sería gratuita si no estuviese en juego el saber algo de sus seres queridos. Apretando la mandíbula se colocó sobre el cadáver aún entre estertores del bandido y amenazó ahora, con vía libre, al luchador oculto tras las cajas, tirando el asta de su arma hasta donde más lejos pudo para herir al malandrín. Sintió que el extremo de su arma golpeaba en carne y eso, aunque le costase reconocerlo, satisfizo su alma pues aquel combate se tornaba eterno.

Los nervios se estaban adueñando de mi persona, al ver a varios de mis compañeros ya heridos por aquellos bribones. Mi siguiente disparo fué absolutamente terrible, una vergüenza para mi profesión.- Tranquilo Daggerfell, así sólo empeoras las cosas.- Pensé. Tomé aire profundamente y cargué un nuevo virote de mi ballesta...
 

Aquello no podía estar pasando, tenía que ser una pesadilla. ¿Cuantos espadazos al aire iban? ¿Cuantos? Demasiados, demasiados. Aquella trifulca se alargaba demasiado, si seguían así sus perseguidos escaparían con facilidad... Intentó un golpe más, un último golpe antes de saltar al otro lado del cajón sin importarle exponerse a recibir uno. 

Aunque el espadazo de Aiden se había perdido entre las cajas, el ataque combinado de Gogri y Rislân había resultado mucho más efectivo. Gogri le había dado un tremendo hachazo en el lomo, aunque la hoja no había llegado a hender la armadura, sí la había dañado de consideración, haciendo saltar el yelmo por los aires y al criminal estirarse como si le estuvieran sometiendo a martirio. Al hacerlo su cabeza sobresalía perfecta para que el clérigo le estampase un palazo en la frente que lo dejó inconsciente.

Arriba el pícaro seguía siendo incapaz de superar las defensas de Hugh, que dejaba que su espada rebotase contra su armadura perfectamente calculado el golpe para recuperar la iniciativa.

Debajo la lluvia de saetas se redujo, aunque el guerrero de la izquierda y el pícaro del fondo dispararon alto, a causa de las coberturas, contra Rislân y Gogri y el segundo pícaro sólo consiguió abollar una placa de la armadura del enano al haber perdido fuerza el virote por golpear la caja que tenía al lado, el último guerrero había decidido pasar a un combate sangriento, sin coberturas, ni historias, dejó caer la ballesta y empuño la espada para moverse contra el enano, aunque dejando ángulo para el disparo.

Mientras en el duelo entre las cajas, Aiden vio cómo la espada de su rival se quedaba a centímetros de su gorguera, tras pasar entre las cajas, cuando los protectores de los codos del adversario se trabaron contra la esquina. Un paso atrás antes de que se librase le salvó de una dolorosa estocada.