Partida Rol por web

Cita:

Aquella era la idea que había quedado en la mente de Hugh como posible rumbo a seguir. Sin embargo, el enano apareció con otra idea. La de ir a pedir cuentas unos pobres pescadores, probablemente oprimidas por el yugo de las clases más pudientes.

Gracias muchacho, no estamos acostumbrados al arte de la navegación.- Indicó al joven marino al señalizar que el barco había sido abandonado río arriba.

Maese Gogri, creo que el muelle de los campos del norte pudiera ser mejor destino si intentasen alcanzar carreteras para continuar el viaje. No en vano, no está de más el echar un vistazo antes de descartar la opción de esa gente poco dada a las visitas.

-"Más valdrá guarden cuidado vuesas mercedes si van a tratar con esas despreciables criaturas. No haría sorpresa en mi si les recibieran con violencia; suerte tendrán si sólo reciben palabras gruesas y miradas asesinas."

Al otro lado del muelle, los pescadores se encogieron de hombros, no teniendo argumentos que usar en contra.

Había estado escuchando la conversación atentamente. El muelle de los campos parecía el lugar en el que podrían haber desembarcado, seguramente quedasen indicios, pero si había ocurrido hacía horas como decían los marineros era dudoso que aun estuviesen allí.

-Comparto la idea de Hugh - dijo al final - Ese parece ser el lugar más probable... Pero creo que el mercado negro merece también parte de nuestra atención. De seguro los tipos que buscamos tratan allí parte de sus asuntos, y podría servirnos para descubrir sus identidades o el lugar al que puedan haberla llevado...

¿Y bien, caballeros...?- Dijo en tono apremiante.- ¿Seguiremos el curso del rio en la embarcación o iremos a pie?
 

Rislân hizo un suave gesto hacia tierra firme.

-A mí, tras pensarlo debidamente, me gusta la idea de nuestro explorador. ¿Cómo no? Hay que escuchar a los que saben, eso dicen los míos, y él es quien, por intuición, experiencia o lo que queramos, más puede saber de encontrar rastros - Gogri mostró una sonrisa que, de alguna forma no muy evidente, sugería una cierta vergüenza -. Quizá tuviera que añadir que, por mí, cualquier idea que deje mis pies en tierra firme será bien recibida. Soy un enano - añadió, a modo de disculpa.

-¿Qué tal, entonces, el puerto de los campos del norte?

Atravesaron la ciudad, llena de vida, movimiento y gente diversa de lado a lado; salir les llevó unos minutos pues había cierto atasco, más por la entrada que por la salida debido a las aduanas que registraban despacio la carga de quienes pretendían acceder a la ciudad sin declarar mercancías o con carros.

Les llevó toda la mañana seguir río arriba unos veinte kilómetros hasta el muelle que les describieron. Resultaba excesivo para una barcaza como en la que habían descendido río abajo pero no demasiado alta. Parecía para barcazas de altura parecida pero el doble de anchas y cuatro o cinco veces más largas.

Había un dique y el muelle sólo para una nave, con largas tuberías que partían de silos y grúas de pinza y de cazo. Era obvio que sólo cargaban grano, paquetes de hierba y similares. También había una manga desde unos establos que indicaban que también cargaban animales vivos. La entrada del embarcadero tenía una torreta de vigilancia, probablemente para comprobar las entradas y salidas dado que parecía controlar una cadena de acero que podía bloquear la entrada en la que un tipo de aspecto aburrido tiraba piedrecitas al agua con el capacete de su coraza de cuero colgando de un gancho en la barandilla.

Cuando llegaron había un paquebote a medio llenar de fardos de hierba en la mitad frontal y de vacas la posterior. Una docena de personas, todas de aspecto campesino, se afanaban con la grúa y la manga. Un hombre gordo de mediana edad, con un traje similar a los del resto, pero nuevo y de mayor calidad, supervisaba la operación tomando notas en un atril portátil lleno de manifiestos y tablas.

Las granjas estaban lejos y, a parte de los almacenes, silos y establos sólo había otro edificio, de dos plantas con cochera. La planta superior, que contaba con acceso separado por una escalera, tenía mucha mejor pinta que la inferior, que llevaba años sin encalarse ni pintarse.

Cada vez sentía que se hallaba más alejado de su objetivo y sin embargo se negaba a aceptarlo. Si había alguna esperanza de encontrar a su hermana, iba a aferrarse a ella como fuere. -¿Por dónde empezamos, caballeros?- Dijo tras haberse parado todos un momento a echar un vistazo al lugar.- Yo sugeriría acudir a la torre de vigilancia. Si su objetivo es tal, deberían haber visto algo sospechoso.

Estoy de acuerdo con Hugh.- comento a mis compañeros mientras aguzo la vista, tratando de distinguir alguna figura allí arriba.- Preguntemos en la torre. Quizá hayan visto algo importante.

Avanzaron por el muelle en dirección al fondo. Los trabajadores pararon sus desempeños para mirarles, atentos y suspicaces, llenos de extrañeza. El hombre gordo del atril les miró con aún más extrañeza y no poca preocupación. Tras comprender que no pensaban hablar con él, con cara compungida les siguió a cierta distancia, tratando a la vez de no conseguir alcanzarles mientras parecía que les perseguía para darles el alto.

No les costó comprender que estaban haciendo algo que no correspondía, probablemente a lo que no tenía derecho, pero nadie se atrevía a dar el alto a cinco tipos, cuatro de los cuales parecían guerreros peligrosos, armados con equipo de guerra. Dado que se preciaban de hacerlo, sin disimulo, probablemente alguno pensase que Aiden era un hidalgo o caballero.

El gordo aprovechaba cuando creía que los demás no miraban pero Rislân sí para dirigirle miradas ceñudas y acusadoras, convencido de que era el líder de aquellos matones peligrosos.

En la torre había un vigilante, un hombre mayor, de unos cincuenta años muy mal llevados, pero de mirada profunda y gris. Les miró con desconfianza, dirigiendo al gordo claras miradas de acusación, desamparo y furia. Pero cuando se limitaron a cuestionarle por asuntos nocturnos, casi les gritó la respuesta, de puro alivio.

-"Yo es que soy el guardia diurno, por la noche usamos semielfos, enanos y semiorcos. Ayer estaba Grundan, un enano, estará durmiendo en el barracón." - y señaló en dirección a la parte baja del edificio colindante al embarcadero.

Este guardia no les sería de demasiada ayuda. Estaba claro que no había visto nada, y no parecía ser sospechoso de colaborar. Todo lo que le parecía preocupar era que le pillasen holgazaneando o desprevenido. 

-Ya habéis oído, al barracón - dijo con sequedad mientras se encaminaba hacia allí. 

Abrió la puerta con brusquedad al alcanzarlo y se adentró. Buscó entre las camas a un enano, como había descrito el otro guardia. No esperaba que fuese difícil, durante el día no creía que fuese a encontrar a demasiada gente durmiendo en el barracón.

Daba por hecho que lo despertaría al abrir la puerta, así que no se molestó en andarse con sutilezas. 

-Grundan, ¿Hacías guardia anoche en el puerto? - preguntó inquisitivo - Vamos a hablar, y no se una petición, es un hecho... - lo miró directamente a los ojos - ¿Llegó anoche una barcaza de río arriba, de Puerta de la Plata?  

Gogri no tenía intención de participar, pero al tratarse de un enano, uno de los suyos, se vio impelido a dar su brazo tanto a una raza como a otra para fomentar el entendimiento. Que fuera algo que ya había hecho antes y que en su momento hubiera salido calamitosamente mal (hubo un par de piernas rotas, escupitajos sobre un escudo de armas, varios dientes en el suelo) no fue considerado por él especialmente importante.

-Venggga, hombrrrre - añadió en idioma común, pero remarcando su acento tanto que bien podría ser difícil de entender tanto para el humano como para el enano -. Ayudaauno de los tuyossss. Qaquí no sabemos andestamos y necesitamos seguir rastro de unos pincheles muy chuletas. San llevao a una moza de dineros, cosa mala por la ciudad, y ya sabes lo bien que quedaría decir que un señor enano contribuyóasu caza. Sialgoraro viste, mejor momento pa decirlo no tendrás.

En los barracones dormían, además del enano un par de personas más, todos se despertaron sobresaltados cuando la puerta se abrió con ruido. Los durmientes estaban desorientados y sobresaltados, aunque sólo el enano y un semiorco en el rincón contrario echaron mano de armas al despertarse de malas maneras, el primero a una hachuela y el segundo a un cuchillo largo y de hoja retorcida. El resto parecían más asustados que molestos.

El enano estaba somnoliento cuando le abordaron y les miró con furia y odio en un rostro crispado mientras salía de la cama, luciendo desnudez, salvo por un par de anillos de perlas con moldura de hierro sencillo, uno en cada mano.

-“¿Pero quién cojones sois vosotros? ¿Qué? ¿Cómo?” – estaba desorientado y tuvieron que repetirle las cosas un par de veces, más despacio y más claro antes de que se despejase lo suficiente para entender. Para ese momento el resto se habían dado la vuelta en los jergones y, el semiorco les gritó con voz cavernosa que no hicieran ruido al matarse o les sacaría los ojos a todos.

Les miró con suspicacia un rato, pensativo, era obvio que estaba decidiendo qué decir y cómo hacerlo. Era fácil deducir que no le había sentado bien aquella irrupción, con lo que ahora mismo no le caían nada bien, su hostilidad era manifiesta. Finalmente, con mirada astuta contestó:

-“Si, no se de dónde bajaba, si era de Puerto de Plata o no, pero pasó una barcaza negra cerca del amanecer, cuando ya clareaba.” – por un momento se entusiasmaron hasta que se dieron cuenta que sus perseguidos tenían que haber pasado mucho antes, la que pasaba por allí cuando el cielo era añil era su barcaza, no la de los criminales.

Hasta Gogri notó que el enano tenía mirada huidiza y taimada, con las manos a la espalda a pesar de estar desnudo.

El enano les mentía, a la cara. Les hacía perder el tiempo. Hacía que los secuestradores se escaparan, que la condesa estuviese más lejos, que las mujeres desaparecidas estuviesen más lejos, y que Gina estuviese más lejos. Eso último especialmente le enfurecía. Le hacía olvidar mucho de lo que había aprendido en el templo, mucho de lo que la propia Gina le había enseñado. Y para rescatarla estaba dispuesto a cualquier cosa. No iba a dejar que aquel vigilante corrupto de medio pelo les parase. 

-Enano, sabemos que nos ocultas algo, y te prometo que no quieres hacerlo - dejó ver claramente lo furioso que estaba - Hemos venido de muy lejos para encontrar a esas personas... de muy lejos. Y no vamos a irnos con las manos vacías. No vamos simplemente a salir por esa puerta - señaló hacia la salida mientras exageraba la rabia en su voz - y dejar que te vayas sin contarnos lo que viste. No cuentes con ello. Esto es importante para nosotros, y vamos a hacer lo que haga falta. ¿Entiendes?  Ahora cuéntanos lo que ha ocurrido, antes de que decidamos sacártelo de un modo mucho menos agradable - terminó llevándose con claridad la mano a la empuñadura de la espada, aunque sin desenvainarla. 

El enano se envaró, muy digno a pesar de la desnudez. Miró con gesto ceñudo a Aiden, con un gesto que recordaba mucho al de Gogri cuando se encelaba con algo. Cruzó los brazos ante el pecho, con los anillos de hierro cutre y perlas bajo los brazos y contestó:

-"No tengo por qué soportar tus insultos, humano. Yo no miento, así ¿qué vas a hacer, paladín? ¿Vas a matar en comandita a un hombre inocente indefenso porque no sabe lo que tú deseas?" - era obvio que el enano no se sentía amenazado. Tanto como que no miraba a nadie a los ojos para decir aquello y que estaba nervioso.

El enano se mostraba tan terco como sólo los de su especie sabían ser. Pero el tiempo apremiaba, y ya que las duras palabras de Aiden no hacían mella en él, decidí probar otras formas más sutiles.

Apoyando el brazo sobre el paladín para tranquilizarlo, me dirigí al enano en tono conciliador.- Creo que estaría bien que todos nos relajaramos un poco.- Comento dirigiendo una mirada cómplice a Aiden.- Mi compañero no deseaba insultaros en modo alguno, maese enano. Os rogaría que comprendierais que nos encontramos en una situación de urgencia, y quizá se ha dejado llevar por el celo típico de su condición. Lo que querríamos simplemente de vos es que hicierais memoria. Trabajais duro y de forma constante, y entendemos que entre tantos quehaceres como os rondan, hayáis podido olvidar quizá el paso de las personas que os comentamos...- Hago ahora un gesto discreto pero claro, mostrando el oro de las monedas de mi bolsa.- Aunque es cierto que muchos sabios coinciden en que el noble metal es muy recomendable para avivar los recuerdos...- y le guiño un ojo complice.

El enano seguía mirándole con desprecio y rostro ofendido. Su boca retorcía la barba en un gesto de contrariedad y enojo... Hasta que empezó a hablar de oro y aflojar la bolsa. Sin terminar de mirarle, abrió un ojo codicioso y lo enfocó en su dirección, aparentemente más interesado ahora en la posibilidad de negocio que en su honor ofendido.

Parecía que era un compendio de los estereotipos del enano, o más bien de sus defectos estereotípicos, como la cabezonería y la codicia, aumentados con la cantidad que recortaba de las virtudes típicas como el honor y la honradez.

Sin embargo lanzó una risotada despectiva cuando sacó unas pocas monedas, a medida que aumentaba el número pronto Hank se dio cuenta de que el tipo saldría muy caro de sobornar. Aunque eso mismo no dejaba de dar una idea de por qué podría se que callara.