Partida Rol por web

El galeno se fue con la bolsa repleta y una sonrisa bajo la máscara, había sido una noche de trabajo duro pero bien aprovechado, aquellas gentes estaban bien, y él había sacado una buena y justa tajada de todo aquello. Dios bendijera la guerra que le había dejado el monopolio del negocio en sus manos. ¿Quién decía que las guerras no eran provechosas? Esta lo había sido para unos cuantos.

Mientras descansaban un poco antes de decidir que hacían, prepararon algo de comer y los aventureros llenaron sus estómagos con un poco de comida caliente.

Realmente a Eira la gustaría dar una merecida colleja a Diego, pero se contiene, y da las monedas al galeno, sin ningún comentario más sobre el tema.
- Ahora se queja de la guerra... irónico cuando de la que salimos nosotros la provocó él. - piensa, frunciendo el ceño. 

Cuando se sientan a comer algo caliente, mira alrededor, mientras espera a que todos llenen sus tripas, antes de proseguir viaje.

- ¿Cómo os encontráis ahora? Aunque al principio no vayamos muy deprisa, si estáis mejor, podríamos echar a andar ya.

Diego tras dejarse remendendar y robar la bolsa de monedas permaneció en un aire hosco y silencioso mientras cargaba su mosquete con paciencia, de vez en cuando desviaba la vista de su perro y su rifle para dirigirla a las pequeñas porciones de cecina que estaba tostando en el fuego.-Come.-Le decía de vez en cuando al perro pasándole un poco de carne de vez en cuando, un ruido le llamó la atención y alzó tanto la mirada como el cañón del rifle a la oscuridad de la noche.-Quien anda ahí?.-Preguntó.

Ha costado dinero, pero parece que estamos mejor. Me encuentro perfectamente, Eira. Por mí podemos seguir.

Otto se percató de las miradas de sus "compañeros".

¿Qué pasa? ¿Qué habéis visto?

Los miembros del grupo, alejados como se habían situado del resto de viajeros, descansaban junto a la fogata comiendo un poco de sus provisiones apaciblemente, reposando tras las curas del galeno cuando algunos de ellos creyeron oír algo en la línea de arboles. Durante unos instantes Diego pensó que había oído unos leves pasos aplastando hojas, pero lo descartó. Pensaba que había sido su imaginación, pero de pronto la misma oscuridad se materializó en una figura que puso el filo de una daga en el cuello de Otto, el más próximo al bosque. El escudero se quedó helado cuando notó el frío metal, y algunos de sus compañeros derramaron sus comidas al reaccionar con sorpresa.

Algo, quizás un sujeto, pues no se distinguía más que negrura tras Otto, había capturado al escudero. A lo lejos unas risas se oyeron desde el nutrido grupo de gente. Unos ojos fenilos se volvieron en esa dirección y luego observaron a la elfa que se encontraba junto a la hoguera. Como si de un truco de magia se tratara, una ballesta de repetición surgió de las sombras apuntó a Eira. Diego lo observaba todo tumbado, dolorido por la operación. Un movimiento de cualquiera y está muerto. Las palabras fueron dichas en voz baja. Tres hombres, llegaron en un carruaje y un caballo, luego se fueron. ¿Por dónde? Preguntó una siseante voz surgida de las mismas sombras que atrapaban como el humo a Otto.

Diego que aún se mantenía en una postura ¨tumbada¨ sobre la piedra se quedó con la mano paralizada en el mosquete que tenía al lado y lentamente desplazó la vista por la figura y cuando lo rodeaba, miró la sombra fijamente y sintió su propia agitada respiración tanto por el dolor de las heridas viejas como de las mas recientes, sintió el peso de la medicina recibida, el movimiento agitado de Asche que se paraliza en cuanto detectó la amenaza, el ronco sonido del gruñido del animal y los ojos del misterioso asaltante, respiró hondo y lentamente mientras abría la boca para hablar, haciéndole ver al misterioso asaltante que quería decir algo con sus lentos movimientos.-Acabamos de llegar de los bosques, desde lejos, fuimos atacados y llegamos aquí con vida de milagro, un galeno nos ha robado cuanto dinero disponíamos para sanar mis heridas...no hemos visto a ningún grupo de 3 hombres en carruaje ni caballo llegar con nosotros ni estar estacionado por estos lares..-Se calló tomó aire y dijo.-Se que no está solo chicos, así que permaneced quietos aunque atentos, nadie quiere que esto acabe mal, verdad señor asaltante?.-Le preguntó Diego mientras miraba a lo que había alrededor y luego volvía la mirada a él.-Puede soltar a nuestro rehén y marcharse por donde ha venido? o desea rajarle el cuello y comenzar un tiroteo aqui?.-Dijo Diego con un extraño placer en la voz.-Te veo y tengo una grandísima puntería con mi mosquete...así que marchate por donde has venido, no quiero problemas.-Eso ultimo referente a su percepción distaba mucho de la realidad y mas aún en su precario estado, pero mentiría si dijera que no estaba preparado para hundir un proyectil en la mano que empuñaba la daga que aprisionaba a otto.

Otto contuvo la respiración, lo mejor era no mover para nada la garganta.

Esto es Middenheim, hay muchos caballos y carros, y aún más hombres. No estoy seguro de a quién se refiere.

Me encojo de hombros de forma despreocupada ante la amenaza de aquel hombre. Ni siquiera necesite fingir pues desde lo ocurrido con los inquisidores no es que me importase mucho el destino del Estaliano como bien ha dicho mi compañero hemos visto no un carruaje y tres hombres, sino varios carros y decenas de hombres. Si no eres más especifico me temo que lo mismo le podías haber preguntado a uno de los árboles.

Aún así te diré donde no han ido, a la ciudad. A no ser que sean peces realmente gordos, porque segun la guardia nadie entra y sale de la ciudad.

Bien, las cosas iban avanzando, pues los sujetos estaban colaborando. Todos menos uno hasta el momento. Aquel sucio humano* jugueteaba con aquel fusil como si tuviera alguna oportunidad de hacer algo. Lentamente, el sujeto de las sombras movió la ballesta de repetición y apuntó al corazón del hombre que sujetaba el fusil. Tíralo, ahora. Tan solo dos palabras, gélidas como el hielo, pero suficientes. Era un ultimátum, no un consejo o una recomendación, y su tono lo había dejado muy claro.

Asintió levemente ante las palabras de aquellos dos humanos, el que tenía retenido y la mujer que mantenía la calma con mejor talante que el hombre del fusil. Tres hombres. Uno de ellos es robusto y calvo, completamente calvo. Puntualizó afirmando seriamente. Debía ser como la luna en ese caso. Otro es un hombre del norte, y el tercero, el del caballo, viste ropas de... patrulla de caminos. La explicación había sido bastante detallada. El sujeto buscaba a tres hombres con esa descripción, dos habían bajado de un carruaje y un tercero montaba su propio caballo. Sé que están aquí, o han estado... hacer memoria. Más os vale... Susurró aquellas palabras de amenaza muy tranquilo.

Durante toda la explicación no había movido ni un ápice sus músculos, tan solo para apuntar a Diego la ballesta y mantenerla ahí, y para afirmar con la cabeza encapuchada. Tras la explicación esperó respuestas, con la daga en el cuello de Otto y sin quitar la vista de los presentes.

Y fiarme de que no le vas a cortar el cuello y luego a dispararme?.-Preguntó diego con el arma aún aferraba en una mano pero sin hacer movimientos con ella.-No conocemos a ningún hombre así, puedes irte por donde has venido y dejarnos en paz o puedes cortarle el cuello, yo te dispararé, tu me dispararás yo saldré herido y tu estarás muerto.-Sentencia el Soldado mirando a Otto a los ojos, buscando en su mirada alguna clase de aprobación de lo que iba a ocurrir pronto¨Vamos, apartate de ese maldito cuchillo...o moriremos¨

El elfo Oscuro no iba de farol. La ballesta disparó dos veces en una rápida ráfaga, reaccionando al doble contacto con el gatillo, sobre el soldado que se encontraba tendido en el suelo. El soldado había tomado su decisión, se había arriesgado y se había enfrentado a un sujeto hostil con un rehén. !FLUNG FLUNG! Sonó silenciosamente la ballesta al arrojar desde su cargador circular dos virotes contra Diego. Tal y como estaba en el suelo tumbado no pudo hacer más que recibir en el pecho aquellos dos proyectiles.

Todos miraron con asombro la situación. Primero al sujeto de las sombras, luego a Diego con aquellos dos proyectiles clavados en el pecho, abriendo y cerrando la boca, mientras se miraba aquellos dos proyectiles clavados muy cerca del corazón. Al próximo que me la intente jugar, le espera lo mismo. Malditos humanos, siempre jugando a los héroes... No sois nada. Y ahora, contestar. ¿POR-DON-DE? No mostró agresión alguna hacia Otto, pues estaba cooperando tranquilamente y manteniendo la calma a la perfección. Sus palabras seguian siendo silenciosas, susurradas.

Diego miró al Druchii y este le miró a él, comprendió demasiado tarde lo que ocurría movió el rifle y se lo llevó al hombro para disparar y antes de poder hacer nada mas sintió mas que vió los dos virotes envenenados en su cuerpo, el intenso dolor de su pecho se extendió por su cuerpo, cayó de espaldas por su propio peso y por la potencia de los virotes, su cuerpo chocó contra la piedra mientras sus manos se agarrotaban y el rifle caía a sus pies a medida que sus manos se relajaban a medida que la muerte lo acariciaba, por suerte o por desgracia para él para aumentar su agonía uno de los proyectiles se había enredado entre las diversas capas de cuero tachonado y no había atravesado su cuerpo, si no que tan solo había punzado su esternón pero el proyectil que se había clavado en su pecho le quemaba con un dolor intenso y lacerante que le impedía hablar y tan solo podía boquear en busca de aire mientras sus manos apenas arañaban la tierra y su camisa se inundaba de sangre.

Asche miró a su amo, lanzó un gañido lastimero mientras Diego se debatía entre la vida y la muerte y lentamente miró al elfo con el cuerpo en tensión y comenzó a gruñir desde lo mas hondo de su cuerpo casi a punto de saltar, la mano de Diego se debatió dolorosa y se alzó para rozar una de las orejas del perro y atraerlo a su lado, si el perro atacaba Otto moriría y eso era algo que sabían todos. Asche permaneció al lado de su moribundo amo con el cuerpo en tensión y lanzando algunos lastimeros gañidos de dolor por la perdida de aquel hombre.

El perro acudió rápidamente a la orden de su amo mientras este yacía herido. Cuando le agarró de la oreja se le acercó corriendo a lamerle la cara con cortos lengüetazos, sintiendo como solo estos animales sentían, el dolor que estaba padeciendo su amo.

Necesito mensaje y tiradas de iniciativa de Otto, Umbra y Eira tras el "incidente" de la ballesta. ¿Ok?

¿Pero en el nombre de Sigmar, que tiene este hombre dentro de la cabeza? Aire debe de ser, porque esta claro que cerebro no... pienso sin lamentar en exceso la suerte corrida por mi compañero. Si antes debíamos de actuar con cautela, ahora debíamos de duplicarla... o perderla por completo. Mientras veía como el Estaliano de desplomaba comence a pensar, ¿que haría mi maestro en una situación como esta?

- ¡Ya hemos dicho que no sabemos nada! ¡Ni sabemos ni nos interesan tus líos! - alza Eira la voz, llena de odio, tanto por la presencia del drow como por la suerte corrida por su compañero. 

¡Pero podemos ayudarte! -exclamó, desesperado, el escudero.

Después aquel elfo siniestro disparó sobre Diego, dos veces con una ballesta, algo que ha Otto l pareció imposiblñe ¡y con una mano!

El Elfo oscuro se tensó por un momento esperando la reacción de algún imprudente. Nada sucedió, y por tanto volvió a relajarse, dentro de lo que cabría esperar en un elfo oscuro. Porque estaba claro que era de esa clase de seres. A Eira se le habían puesto los pelos de punta con solo verle la sombra, era algo... instintivo. El Druchii escuchó lo que el grupo tenía que decir, uno por uno, y luego arrugó la frente mientras entrecerraba los ojos. !Mentís! ¡Os lo noto a una legua de distancia! ¡Sabéis más de lo que estáis contando! ¡Cuando los he descrito he notado vuestras vulgares reacciones! ¡¡Hablad ahora si no queréis tener otro muerto entre vuestros amigos!! Exigió mirándoos otra vez con los ojos muy abiertos y destacando sobre la negrura de la noche. No levantaba la voz en ningún momento, sino que expresaba su enfado con énfasis pero en voz baja. Estaba claro que daba por muerto al veterano soldado, pues contaba con el efecto del veneno para terminar el trabajo. Al Druchii se le estaba acabando la paciencia, y estaba claro que no le costaba nada arrancar una vida, o dos, o mil. Todo el mundo había oído las historias de esos seres, que se hacían capas con la piel de sus enemigos asesinados tras largas torturas.

- Los de tu raza sois tan patéticos que ni siquiera sois capaces de encontrar a un grupo de humanos sin ayuda. Qué triste. - dice Eira venenosamente. Hacia los drows... y un poco también hacia los humanos, sin los que no estaría metida en semejante verenjenal. 
- No estamos de visita, ni haciendo turismo. Tenemos algo que hacer, y estamos centrados en ello. No en los grupos de humanos que pasan.

Con las manos en alto, y moviéndose despacio, se levanta y se acerca al ¿cadáver? aún no lo sabe de Diego. Sabe que realmente no puede hacer nada contra el drow mientras éste tenga la ballesta. Tardaría demasiado en cargar su arco. Aunque... si alguno de sus compañeros le distrajera...

Parece que la estupidez es contagiosa, porque por mucho enemigo racial que sea la elfa acaba de sentenciar su muerte... Realmente no tenemos ni idea de quienes son las personas de las que estas hablando, el tiempo que llevamos aquí lo hemos usado en buscar un galeno para curar al hombre que acabas de mandar camino del reino de Morr. Me temo que has escogido mal a quien preguntar