Partida Rol por web

Lorién abandonó su posición, entrando en el radio de luz de la hoguera; las preguntas de Mariana, eran las que importaban... ¿Quienes eran estos, que no parecían cazadores, o ni siquiera pastores? En un lugar como este, alejado de los caminos... solo va a parar gente que no desea ser encontrada, o gente que desea encontrarse a alguien.

-Soy Loríen de Castrovallejo. Haced la merced de decir quienes sois, y qué facéis tan lejos de los caminos transitados; y no me vengáis con contrapreguntas, que quien pregunta primero, primero ha de ser respondido.

-A fe mía que aquí mis compañeros han hablado con mis palabras. Respondedlas pues, que no son bienvenidos los rondadores nocturnos que aparecen silenciosos cual amenaza, y sin presentaciones.

Se levantó lentamente y sin quitarles ojo, afianzando su bracamante en el interior de su puño, para hacerles frente si precisaba, aunque ahora les tenían dentro del espacio de la ruinosa ermita, rodeados y apuntándoles. Si eran ladrones y contaban con el factor sorpresa, éste se había ido al traste.

Lorién le ganó la espaldas a los nuevos invitados mientras David se alzaba de su asiento junto al fuego, con el bracamante en la mano. Mariana se adelantó un poco, dejando ver la ballesta que portaba y estaba bien cargada. El tipo bajito miró con sorpresa vuestra reacción.

Tranquilos, por favor -añadió levantando un poco las manos para hacer señales de calmas con las palmas-. Nuestras intenciones no son sino las mismas que las vuestras, pasar la noche al refugio de esta niebla -respondiendo a Mariana-. Luego miró a Lorién. Mi nombre es Martín de Lácera, y eh aquí a mi amigo, el buen soldado Julián de San Cristobal. Hemos visto la luz de la hoguera a través de ese muro, en la distancia, a través de la niebla -contaba-. Buscamos a dos hombres, uno es pelirrojo y mudo, y el otro tiene cabellos largos y lacios. Responden a los nombres de Arturo y Honesto, aunque no hace honor a su nombre... Creo que anduvieron en una posada no muy lejos de aquí, al norte de este altiplano -os decía-. Creemos que se han fugado: son gente peligrosa -os confesó-. ¿Los han visto?

El tipo alto se giró en seco. Había escuchado alimañas cerca (las mismas que habíais escuchado todos vosotros antes de su llegada). Parecía intranquilo, en contraste con su amigo más bajito.

El judío se relajó, aunque sólo un poco. La verdad era que después de lo sucedido en La Barquera estaba con los nervios a flor de piel. Sin embargo, pensó, si hubieran tenido el mismo encuentro antes de haber vivido el horror de la posada, no se habrían negado a dejarles un lugar junto al fuego, e incluso habrían compartido el pan con aquellos dos hombres.

Echó una ojeada de soslayo, asegurándose de que no había nadie más agazapado presto a saltar sobre ellos, no quería dejar ningún cabo suelto. Viendo que no era así, y que al amparo de la hoguera les vendría bien la compañía de dos hombres armados más con los que enfrentarse a males mayores si se diera el caso, asintió y se sentó de nuevo.

No era él quien les daría la bienvenida y permiso, que eso quedaba en decisión del de Castrovallejo, quien le pagaba, pero con el gesto dejó entrever al Barón que no había problema para David en que el par de hombres les acompañaran.

Fue entonces que el hombretón se giró, alertado. Escuchó. Eran los mismos sonidos de alimañas que habían percibido antes. Cinco mejor que tres, si había lobos, o linces, por allí.

Miró a sus compañeros... no acoger a quien pide refugio, además de no ser de buen cristiano, sería sospechoso

-Sed pues bienvenidos

No es que confiase en ellos... pero las buenas costumbres obligaban a ello. Los ruidos de los alrededores eran de todo menos tranquilizadores...

-Parece que hay alimañas rondando por la zona; el fuego debería mantenerles a raya; no sabemos nada de los tipos que dicen ustedes.... pero tampoco es que nos fijemos demasiado en las gentes con las que nos cruzamos en nuestro viajar.

Tras el beneplácito de Lorién, y ya sentado de nuevo junto a la hoguera, les hizo un gesto con la mano para que se acercaran y se sentaran también.

-Mi nombre es David ben Ishaq, marino de profesión, aunque lejos de la mar me hallo, pero a ella me dirijo. No hemos visto, creo, a esos hombres. Un pelirrojo mudo no pasa desapercibido. ¿Por qué son peligrosos? ¿Están asaltando caminos?

Finalmente Mariana, al ver a sus dos compañeros ceder y confiar procedió de la misma manera. Más todavía desconfiaba. Bajo la ballesta, apuntando con el virote al suelo y se sentó en el frío suelo, apoyando la espalda contra una de las derruidas paredes de aquella edificación. El frío le calaba los huesos, pero ella aguantaría.

— Mariana — Dijo sin añadir nada más. Al fin y al cabo ella no era nadie, y así estaba bien.

Su mente bullía con la posibilidad de que los dos hombres que buscaban fueran los dos extraños que habían entrado en La Barquera la noche anterior. En cualquier caso ya estaban muertos. Pero si solo los estaban nombrando para confirmar la identidad del grupo... Sería mejor permanecer en silencio.

Los ruidos de fuera se quedaron sólo en eso, ruidos.

Entiendo -dijo asintiendo el tipo del terciado-. ¿Que porqué son peligrosos? El caso es que tienen que ver con algo bastante turbio en la ciudad de Toledo... El caso es que... bueno. Nosotros acudimos a una posada, como les digo, donde fuimos a indagar por estos dos sujetos. Allí había mucha gente, y un joven decía trabajar allí. Se llamaba Sancho, decíase el guardés de las bestias, pero no había ningún animal en el establo. Estaban todos... destrozados. Y a su lado, un hombre con una espada, con el cuello destrozado... -miraba a Mariana, y luego a David-. El tipo os estaba contando los mismos relatos que vivísteis horas atrás.

Lo cierto es que no quedó ahí la cosa -prosiguió el hombre, aún sin sentarse-. Los vecinos del pueblo vieron todo aquello, y se llevaron las manos a la cabeza. En la posada encontraron más cuerpos, en ambas plantas, y detrás de la misma. Alguien había estado allí, y alguien había arrasado con todo -ladeó la cabeza ligeramente-.

Y la verdad es que, cuando el joven Sancho nos estuvo contando qué había ocurrido la noche anterior, mencionó que fue una noche como otra cualquiera en el negocio. Eso sí: tenía buena memoria, y nos dio detalle certero de lo los clientes de las horas previas a estos horribles hechos. Entre toda su descripción, mencionó algo sobre un caballero con un escudo como el vuestro -mirando a Lorién-; y también sobre un hombre con la descripción de éste de aquí... -señaló con los dedos a David-, y una bella muchacha que sobre sí cargaba una ballesta como la suya -ahora a Mariana, un poco más allá-.

Y mira la casualidad, querido amigo -le dijo entonces a su compañero, con evidente tono de sarcasmo en su discurso-, que he nos aquí, delante de ellos mismos. Ahora os digo -el Menudo volvió a miraros, y el tipo endureció su voz, y su voz no parecía sino metálica, déspota, terrible-: ¡ENTREGADME LA LLAVE DORADA!

¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!! -el tipo de la espada la enarboló en alto de repente, cargándola hacia don Lorién, tratando de cercenarlo-. A su vez, el charlatán de la capa marron se aventuró contra Mariana, tomando su terciado entre sus manos. Todo estaba ocurriendo muy rápido.

Escuchaba atento lo que el hombre le decía, hasta que anunció que sabía quienes eran y donde habían estado... pero...

-¿Pero qué llave dorada, ni que niño muerto??

Mas no había tiempo para charleta, que ellos e levantaron con ánimo de herir sus carnes, de modo que izó escudo y aprestó acero para tajar carne, que esta gente no quería más que de eso...

Como un relámpago pasó por la cabeza del judío que el pobre hombre muerto, Gregorio, había estado pidiéndole a la curandera algo de una llave. Fue sólo un pensamiento que escapó como vino, porque no estaba David para recuerdos ahora mismo, que los recién llegados habíanse enzarzado en un combate sin darles tiempo a reaccionar casi.

Por suerte ninguno había bajado la guardia desde que arribaron, así que el bracamante fue empuñado con la misma fuerza que pocos minutos antes.

Entre dientes y como siempre lanzó sus maldiciones, mientras de un brinco se preparaba. 

— Tsk — Mariana no acertó más que a maldecir para sus adentros mientras se incorporaba a la par que los otros. Ya se había tensado al escuchar el relato de Menudo... pero directamente levantó su ballesta y apuntando todo lo rápido que pudo disparo el virote que ya tenía cargado.

Viendo que el hombre iba hacia ella no tendría otra opción que disparar y sacar su arma cuerpo a cuerpo

Turno 1:

el tipo bajito se lanzó contra Mariana, tratando de clavarle el terciado, pero sólo pudo clavarle el filo en la pierna:

Daño: 6 (-2 por ropas de cuero)(/2 por pierna): 2 puntos de daño.

Acto seguido, ésta activó su ballesta en respuesta, tratando de clavarle el virote a su agresor:

Daño: 9 (-2 por ropas gruesas) (/2 por brazo): 4 puntos de daño.

Mientras la bandida arrojaba la ballesta y tomaba su clava, Lorién levantó una vara más allá su brazo y descargo su espada contra el otro tipo, el gigante:

Daño: 6 (-3 por gambesón reforzado): 3 puntos de daño.

Claro que, éste, sin pensárselo dos veces, hizo lo propio contra el caballero de Montesa... ¡¡CRACKK!! Lorién levantó su escudo y la espada del agresor golpeó en él directamente, evitándo daño alguno. David, finalmente, se lanzó a acuchillar a uno y a otro de los nuevos invitados, y tal vez esta indecisión por uno de ellos hizo que errara en ambos objetivos.

El combate se desarrollaba alrededor suyo, pero no tenía tiempo para fijarse en como les iba a los demás, pues bastante tenía con terciar con el tío grandullón que tenía frente a él, aquel que se hacía pasar por soldado, según parece que dijo el Menudo... Sí que vió el arma de David agiitarse cerca, pero no pudo apreciar que hiriese, al menos, al que tenía enfrentado él.

De nuevo, se preparó para intercambiar golpes; en el primer embite, él había hecho sangrar al otro, y conseguido parar la réplica con su fuel escudo; habría que ver si la cosa seguía por los mismos derroteros....

-¡Adelante, no cejéis! ¡David!, Céntrate en uno de ellos!!!

No es que se estuviera haciendo viejo, ya lo era, o si no ¿cómo explicarse el poco acierto que desde que empezaron su andadura por las tierras castellanas, el judío había tenido en sus ataques?.

No cejó, sin embargo, ya que esos dos rufianes se estaban ensañando. Esta vez fue directamente a por el menudo, pareciera que Mariana se desenvolvía con buena soltura, pero la habían herido.

-¡VOY!

Mariana sintió como el filo de su enemigo abría las carnes bajo su pantalón, haciendo que se tintara de un rojo oscuro que enfureció a la bandida. Durante un corto segundo miró al hombre que ya se preparaba para lanzarle un nuevo ataque. 

- Maldito canalla - Gritaba mientras se lanzaba a la par con todas sus fuerzas a golpear con su clava a Menudo.

Turno 2:

Quiso la mala fortuna que el caballero Lorién enarbolara su espada, y la descargara prontoy mal sobre el Gigante. Y más mala fortuna (y seguro que el diablo metió la mano en ello), que el tipo bajito lograra desviar la hoja de su terciado en el cuello de... Mariana. Y así lo hizo:

Daño: 8 (sin protección) (x2 en cabeza): 16 puntos de daño.

La hoja le provocó a la bandida un severo corte en el cuello que hizo que el tipo se bañara en su propia sangre. La herida era terrible, tal vez mortal. La joven cayó hacia atrás, fulminada*. Y que sus compañero vieron ésto, y su alma se apenó, y Davi no hizo sino apuntar su bracamanete a la cabeza de aquel hideputa**:

Daño: 11 (sin protección) (x2 en cabeza) (/2 por ataque preciso): 11 puntos de daño.

David, lleno de ira, trató de cortarle el cuello al igual que éste había hecho con Mariana. Pero, a pesar del gran tajo que le provocó, lo único que logró fue, aparte de hacerle perder sangre, cortarle la lengua y arrancarle varios dientes del impacto***.El tipo trató de gritar de dolor... pero no pudo.

Finalmente, el otro malnacido trató de devolverle a Lorién lo suyo, pero su enorme espadazo fue a parar, de nuevo, a su querido escudo.