Partida Rol por web

El grupo de amigos se había reunido de nuevo, tras la pérdida de Em en el bosque. Debbie, la prima de Hannah les acompañaba esta vez. Había llegado a Romeo para sus vacaciones anuales de verano. Mike por otro lado parecía demasiado atareado ayudando a su padre, lo cual era un rollo, pero no había podido escaparse ese día. Alex se encontraba rodeado de chicas.

Apenas habían pasado un par de días y, tras darle muchas vueltas, solo había una opción para poder buscar a su nueva amiga: ir al laboratorio secreto. Pero al ser secreto era imposible saber donde estaba, lo que les dejaba con una única opción...

La música rock sonaba desde el otro lado del parque, solo debían seguirla para encontrar a quien buscaban. Sentada en el muelle en la orilla del río se encontraba Martha Kirby. Tenía un radiocasette, del cual provenía aquella música y se encontraba tumbada sobre el suelo de madera con unos shorts vaqueros, una camiseta negra de algún grupo de música rock y con unas gafas de sol. La joven parecía relajada tomando el sol.

Ambos hermanos contaban con un radiocasette bastante moderno y que pocos chicos en el colegio tenían. Todos hablaban de cómo los Kirby gozaban de dinero y que sus padres les compraban todo lo que querían. Se decía que venían de una gran ciudad y que allí hasta les dejaban ir solos en metro y coger taxis sin sus padres.

Billy Kirby no estaba demasiado lejos. Parecía pasar el tiempo buscando la piedra perfecta en la orilla del río y la arrojaba sobre la superficie de este, haciéndola saltar sobre la superficie del agua, como si se tratara de una rana.

Ninguno de los hermanos les había visto llegar, concentrados en sus quehaceres como estaban. Pero ellos eran la única opción para saber más sobre Em, con suerte les podrían echar una mano si sabían cuánto había en peligro si no lo hacían.

En esos dos días Hannah había descubierto alguna que otra quemadura leve en el torso de su mano y en su cuello. Le molestaban un poco y le picaban, pero no pasaba nada, eran heridas de la lucha contra un monstruo. Se lo había contado a su hermana Caroline, tres años mayor que ella, que no se había creído una palabra, claro. Incluso le mostró los dibujos que hizo en su libreta, pero sin éxito.

También descubrió que Em no era diminutivo de Emily, sino que Em era el nombre de su nueva amiga. Aunque ella decidió seguir llamándola Emily ya que le parecía que la chica se sentía más cómoda con ese nombre más bonito. Una amiga que fue secuestrada y debían liberar. 

Era importante, ¿no? Emily, Em, ya era como de su familia. 

Así que en marcha de nuevo. Amaneció, la aventura les llamaba. Esta vez sí que se llevó la mochila, sin cargarla demasiado. A lo de siempre añadió un bocadillo de mantequilla y chocolate. Se subió a su bici y se reunió con sus amigos. Un rollo que no estuviese Mike. Pero llevaba a su prima en compensación, no era lo mismo, claro, pero bueno, suponía que el grupo la aceptaría, ya había estado otros veranos con ellos. *

-¡Hola, chicos! ¿Listos para la aventura? He venido con Debbie, para que no se aburriese en casa ni la esclavizaran cambiando pañales. ¿Creéis que veremos a aquel oso tan gracioso?  

No menos rollo era tener que hablar con ese par de tontos de los Kirby. Tal vez Billy era más accesible. Pedaleó hasta él.

-Tienes que inclinar más el brazo, pillar el ángulo perfecto y soltar como un latigazo. Hola. Soy Hannah. -su sonrisa era cercana-Vamos de aventuras. ¿Quién es ese que suena? Me gusta.

Elodie apenas había conseguido cerrar los ojos desde la aventura del bosque. Apenas se dormía la asaltaban pesadillas con aquel ser abominable que casi le arrebata la vida. Revivía el momento, con todo su dolor y miedo. Anoche incluso mojó la cama, por lo que había tenido que esconder las sábanas hasta poder lavarlas discretamente y que sus padres no tuvieran con noticia. Los conocía y la mandarían de nuevo al loquero, pedagogo o como narices se llame...

Con suerte, sólo habían sido dos días, pero el cansancio hacía mella en ella, por lo que lucía sendas ojeras y una palidez más acentuada de lo común. Una vez leyó un artículo sobre un experimento ruso, que privó del sueño a unos señores hasta el punto de hacerlos perder la cordura y cosas peores. ¿Le pasaría eso a ella? ¿empezaría a tener alucionaciones?

Había aprovechado la ausencia de sus padres para reunirse hoy con sus amigos. Ambos trabajaban y la casa quedaba para ella sola. A sus padres no le hizo ninguna gracia la herida con la que volvió a casa. Les había tenido que contar que había sido atacada por un perrazo salvaje y la llevaron inmediatamente al médico. Le pusieron una vacuna y desinfectaron apropiadamente la herida, tras lo cual, le decretaron reposo. Su madre le armaría un buen pollo cuando volviera y no la viera en casa, pero había una buena razón. Tenían que rescatar a Em.

La opción Kirby no le hacía demasiada gracia. Pero ser atacada por un demonio le hizo relativizar un poco las cosas. Martha Kirby no sería peor que aquel bicho rojo. 

- ¿Has traído el colgante de la casa Jenkins? - le dijo a Hannah, antes de que se abalanzara a los Kirby sin razonar antes cómo hacerlo- Sería buena idea dárselo a Martha, ella quería algo de dentro. Se lo podríamos dar... creo que gustará bastante y quizá ayuda a que coopere con nosotros...¿no? - miró un poco al resto.

Luego se llevo la mano buena a la cara, negando. Hannah no pensaba. Ahora es cuando les pegarían una paliza a todos... Elodie se temió lo peor.

Tenían una misión. Eran un equipo y Alex siempre estaba con su equipo. Vale que eran todo chicas, pero mejor chicas queriendo vivir aventuras que algunos de los compañeros de su equipo de fútbol que pasaban de entrenar y sólo querían quedarse en casa viendo capítulos de El Equipo A y El coche fantástico. 

Que no estaban mal, pero era más divertido vivir las aventuras que verlas. 

Se reunió con el resto en su recuperada bicicleta. Alex era un tipo grande y atlético. Sus padres confiaban en que no tendría problemas y que actuaría con responsabilidad. Comprobó que Hannah había traído a una suplente. A su prima. Perfecto. Los suplentes solían ser peores jugadores que los titulares, pero a veces sorprendían y se ganaban un puesto en el equipo titular con un gran partido. 

—Hola Hanna, bienvenida Debbie. Espero estar muy lejos del oso...

Hannah no perdió el tiempo y acudió hacia los Kirby a conseguir la información. Sin plan, sin jugada ensayada, Debie debía flipar. Elodie trataba de detenerla con planes lógicos, Alex se quedó susurrando a Debbie. 

—Los Kirby tienen un laboratorio secreto donde han encerrado a nuestra amiga Em, que no tiene padres que la reclamen. Son mala gente y seguro que Em no quiere quedarse ahí. 

Miró al resto por si tenían un plan mejor para extraer aquella información. 

Las maletas de Debbie habían quedado abandonadas en su habitación en un encargo tácito a su padre de ordenarlas y esperar a la cena para ponerse al día con la ya-no-tan-enana. Al final se habían reído un rato juntos en la puesta a punto de la bicicleta y ambos sabían que aunque Debbie lo ocultara bajo unos ojos en blanco y una fingida actitud de obligación estaba deseando salir con su prima.

Hannah, como siempre con un petardo en el culo, se la había llevado rápido con los otros chicos del pueblo. Salvo que esta vez, el ambiente estaba cambiado y no era solo porqué su prima llevara mochila incluso con algo dentro, era por algo más.

La joven articuló una mueca de desagrado al escuchar la música despintar su idílico paseo en bicicleta por el parque, ese ruido desentonaba con el río y era un insulto a todo lo bonito que podía hacer una voz. Especialmente la suya.

Al llegar junto a las demás chicas y Alex, frenó apoyando los pies en el suelo y hundió la barbilla en el cuello de su jersey, disimulando, para que nadie la viera tomar aire. Canadá la tenía desentrenada.

Apenas tuvo tiempo de saludar antes de que su prima siguiera su camino hasta los chicos mayores dueños del ruido, de que Elodie retomara alguna de sus historias cuyo inicio estaba claro que se había perdido y de que sus palmas se encararan al cielo declarándose completamente desubicada. Por suerte Alex le dedicó un minuto a ponerla en contexto y darle color a sus mejillas.

 — Sí, hola —contestó a su saludo como si nunca hubiera ido con ella—.

Luego dejó caer el peso de su cuerpo hacia la pierna más próxima a él para inclinar el oído al susurro.

— ¿Y por qué? —susurró extrañada por esa historia de la niña sin padres— Ósea, ¿por qué encerrarla? ¿Porqué son malos y ya? ¿Son peligrosos para Hannah? No es que me importe pero... —señaló a su prima con la mano juzgando su insensatez.

—Y por eso lo mejor es no matar a las arañas de patas largas que haya en casa. 

Terminaba así toda una disertación sobre la utilidad de las arañas que Sabine había ido contándole a MJ mientras iban hacia el punto de reunión con los demás. Al verlos les saludó a todos con la mano y se bajó de la bici.

—Ey, hola Debbie. Cuánto tiempo.

Le dedicó una sonrisa a la prima de Hannah. Ya la había visto otros veranos y le caía genial, a veces le parecía que le caía mejor que su prima y todo. Miró alrededor y frunció los labios con un leve fastidio al notar que faltaba Mike. Seguro que estaba haciendo recados para la tienda y era genial que fuese tan responsable, pero Sabine prefería cuando iba con ellas a las aventuras.

Al ver que Alex y Debbie cuchicheaban, se le escapó una risita y dio un par de pedaladas más para dejarlos a su aire y acercarse a Elodie. 

—A mí me parece la mejor idea. Necesitamos convencerlos y son malísimos. Pero tenemos algo que quieren, hay que ser listos y hacer… —Hizo memoria para encontrar esa palabra que buscaba—… trueque.

Habían pasado dos siglos desde que habíamos perdido a Em. Bueno, vale, dos días, pero se habían hecho tan terriblemente largos que parecía que habían pasado eones. En casa no importó demasiado que llegase tarde, llena de barro y con cara de pocos amigos; sí que importó, en cambio, haberme saltado mi turno de atender en la gasolinera de papá. Y eso me tocó hacer en los últimos dos días… Hasta que la cabecita de Sabine apareció por la puerta para rescatarme y llevarme con el resto.

Todavía no sabía muy bien cómo sentirme con todo lo que había pasado. A ratos todo parecía una pesadilla, pero la angustia que sentía en el pecho era real. Demasiado real. Igual que la ira que me recorría el cuerpo entero cada vez que recordaba el desenlace, y cómo aquellos tipos se habían llevado a Em… Así que caminaba junto a Sabine en silencio, con las trenzas bailando con cada pedaleo y mascando sonoramente un chicle con el que iba haciendo pompas de vez en cuando.

― ¿Crees que, si le pido a mi padre que me compre una tarántula para mi cumple, lo hará? O igual podría pillarme una del bosque. ¿Tú has visto alguna?

No sabía muy bien de qué me estaba hablando, pero había entendido algo de arañas, así que intenté seguirle el rollo mientras llegábamos con los demás. Aunque no estaba Mike. Fue instintivo mirar con cierta pena a Sabine; seguro que le echaría mucho de menos. Pero había asuntos más importantes que atender. Como, por ejemplo, por qué Hannah había traído a una de sus hermanas. O prima. O lo que sea.

― ¿No es un poco irresponsable meterla en todo esto? ―pregunté a modo de saludo al grupo, meneando la cabeza en dirección a Debbie―. Que está guay tener más ayuda, pero menuda putada para ella. ¿No?

Pero la charla estaba centrada en algo todavía peor: los Kirby y la tonta idea de hablar con ellos. Miré en dirección a Martha y automáticamente fingí una arcada.

― ¿Es completamente necesario hablarles? ¿No podemos colarnos en el laboratorio y patear unos cuantos culos?

Pero en el fondo sabía que no era una buena idea, y que negociar con los Kirby era nuestra mejor opción. Así que cuando Hannah se acercó al chico, la seguí crujiendo los nudillos de las manos y mirándole desafiante. Pero la entradilla de Hannah me dejó completamente descolocada ―no sé por qué esperaba otra cosa de ella, conociéndola…― y me quedé mirando a mi amiga como un pasmarote.

Elodie dejó a Alex la tarea de contar a Debbie los antecedentes de la situación. Prefería centrarse en buscar un plan para que los Kirby cooperasen, plan que claramente zozobraba.

- Eso díselo a Hannah, que lo fastidia todo, como siempre. Ella tiene el colgante, o lo tenía, quizá hasta lo perdió - si, debieron ponerse de acuerdo antes de llegar a este punto, pero en estos casos siempre es mejor echar la culpa a otros. - Aun salimos cosidos a pedradas... - negó - ¡Hannah! ¡Hannah! - trató de llamarla discreta-indiscretamente para insistirle en lo del colgante, pero total, ya sabían que estaban alli.

Miró a MJ por su idea feliz.

- Te recuerdo que no eres Chuck Norris - la apercibió por si se le habia olvidado como de grandes eran esos tipos. 

Los hermanos no se encontraban lejos uno de otro, porque aunque Martha estaba tumbada en el muelle, apenas le separaban tres metros de su hermano que se encontraba en la orilla del río. Hannah decidió acercarse a Billy porque pensó que sería más fácil de tratar. La presentación de Hanna y su consejo, no fueron recibidos con una sonrisa precisamente.

-¿Qué quieres?- dijo Billy en un tono cortante y algo seco. Que además aquella niña pequeña le dijera cómo tenía que lanzar las piedras al agua, le repateaba el doble. Qué sabría esa niña de nada. -Estoy ocupado, piérdete.

Luego levantó la vista y vio que Hannah no venía sola. Pensó que aquellos niños se habían armado de valor para echarlos del río, por a saber qué motivos. Lo que estaba claro es que ni Martha ni él querían a ninguno de esos niños pequeños rondando.

Parecían los mismos niños de la casa Jenkins, al menos casi todos. No había razón para que los buscaran, en cuanto cruzaron el muro tanto Martha como él se fueron del lugar. Solo querían que se colaran en aquella casa tan espeluznante y que se cagaran de miedo, como todos los niños pequeños.

-Marchaos todos, no se os ha perdido nada aquí- señaló la dirección contraria a la que estaban ellos, indicándoles por dónde debían irse.

Martha no tardó en darse cuenta que el grupo de amigos estaba presente y se incorporó a mirarles, bajando sus gafas de sol hasta al punta de la nariz para analizarles con más detalle. No dijo ni una palabra más, se recoloco las gafas y volvió a tumbarse al sol.

-Lo que dijo mi hermano, perdeos todos- añadió con un gesto aburrido, como si no mereciera siquiera perder el tiempo con el grupo de amigos, o como si tomar el sol fuera mil veces mejor que tener que dialogar con ellos. Al fin y al cabo los niños pequeños seguían siendo niños pequeños y ella no parecía de humor de querer molestarles en ese momento.

El colgante. Hannah miró a Elodie sin comprender. El colgante de la casa Jenkins. ¡Ah, sí! - ¡El colgante! -negó con la cabeza - No, no lo llevo encima.

A saber, donde andaba el colgante. la última vez que lo vio, haciendo memoria, estaba en la boca de Cindy, una de las pequeñas. Ella siguió a lo suyo, saludando amable. MJ le dijo algo -No sabemos el lugar del laboratorio ni de los culos. -cuchicheó a su oído. 

Billy respondió un poco borde. Seguro que su hermana lo tenía dominado, él no parecía así. Se dio cuenta de los puños crispados de su amiga, dispuesta a liarse a tortazos con los mayores. -Ya nos perdimos una vez en el bosque. Luchamos contra un monstruo, rescatamos a unos niños y descubrimos una secta de malos. Fue emocionante. 

Se encogió de hombros. Si el chico era tonto, no se podía hacer otra cosa. Hannah buscó una piedra adecuada, luego otra, miró a sus amigos, las expresiones eran un poco de disgusto. -Billy, esta es mi prima Debbie, ¿te acuerdas de ella? Canta muy bien, es una artistaza.

Se acercó un poco a Elodie. - ¿Qué? Que no lo tengo aquí. Pero se lo puedes ofrecer si quieres.

Bueno, que los pensadores, pensaran. Se puso a lanzar las piedras al agua. 

Los peores augurios de Elodie quedaron incumplidos, en su cabeza había imaginado una reacción peor. Aunque, en cualquier caso, tampoco era la mejor. No los habían apedreado, de momento, pero los estaban echando y las piedras vendrían después si pecaban de pesados.

Hannah les hizo un fugaz resumen de sus andanzas estos días, pero seguramente no lo tomarían en serio. 

- Y conseguimos un objeto de la casa Jenkins. Es un colgante, muy bonito y antiguo. Imagina ir por ahí con un colgante de la casa más aterradora de todo Romeo. - añadió, a sabiendas que su punto fuerte no era el encanto para con los demás y menos con los Kirby. Pero bueno, no estaba sola, seguro que sus amigos la ayudaban.

Tenía claro que a quien debían ganarse era a Martha. Era el cerebro maquiavélico en ese dúo. Billy haría lo que su hermana quisiera. 

Ya venían MJ y Sabine. Volvían a tener un grupo de seis, aunque MJ estaba un poco recelosa de la nueva. 

—Dale cancha a la nueva, seguro que lo hace bien y es trigo limpio —había escuchado eso en la tele y era una frase genial—, seguro que Hannah sabía lo que hacía cuando la trajo —trató de no pensar mucho en lo que acababa de decir.

—Por otro lado tú, Debbie, no tengas miedo de MJ, si dice algo, es por tí, para que no te pase nada. 

Antes de que siguiera a Hannah, murmuró a MJ —Es que no sabemos donde está. El laboratorio, digo —Hanna también se lo recalcó.

Por fin llegaron hasta los dos niñatos.  

—Nos perderemos cuando paguéis vuestra deuda —dijo Alex—, entramos en la casa Jenkins y allí no habíais entrado vosotros, sois unos mentirosos. 

—Pero sólo queremos una cosa a cambio. ¿Donde trabaja vuestro padre? Elodie necesita un cacharro para su trabajo de química ¡Va a hacer un iksperimento! Y él es un científ... un tipo listo. Si nos lo decís, nos vamos —sí, empezaba el verano tenía que querer el cacharro para algo de clase—, así puede hacer el ikxperimento y que la den un premio por lo lista que es. Sólo vamos a pedir. Si no nos lo da, pues nada. 

Ya sabía que no sabíamos dónde estaba el laboratorio, pero eso no apagaba mis ganas de patear culos de señores de negro. Más bien lo acrecentaba. No fue para nada una sorpresa que los Kirby fueran unos auténticos bordes. Cuando Martha nos miró y habló noté como mis mejillas se enrojecían. Imagino que de la rabia. Elodie insistía en darle el colgante de la casa embrujada a los Kirby, pero a mí no me apetecía darles nada que no fuera una buena somanta de palos. Alex, por su parte, intentó dialogar con ellos. Como si fueran seres racionales con los que se pudiera mantener una conversación civilizada.

― ¿Sabéis quién sí que se ha perdido? Nuestra amiga Em. Y por culpa de vuestro padre. Y no vamos a movernos de aquí hasta que no nos digáis dónde está su laboratorio.

No entendía por qué Alex estaba siendo tan críptico, pero fui incapaz de callarme. Di un par de pasos en dirección a Martha y me tiré al suelo, sentándome con las piernas cruzadas, mirándola desafiante y bloqueando su escapatoria. Me sentía como si estuviera jugando con fuego, pero llevaba demasiadas horas de mala leche y preocupada por nuestra amiga lanzallamas.

Que MJ acompañara a Hannah relajó a Debbie tanto como su espontánea presentación a esos chicos la tensó después. ¿Qué debían tener... la edad de Michael? Lo que fuera pero no llegaban a Clementine y en cambio daban más mal rollo que las amigas de Mery Laura.

Sonrió forzada ante su debut como estrella y esa fue toda su aportación a la desbandada de ideas y palabras de sus amigos. De ente todos ellos lo que más le sorprendió fue lo mucho que había mejorado la inventiva y agilidad mental de Alex. 

"Quién sabe, puede que el futbol sí se parezca al ajedrez..." pensó en medio del barullo.

Superado el aturdimiento inicial, se quedó mirando a los mayores con el entrecejo fruncido. 

"¿Hannah tiene un colgante chulo y no me lo ha enseñado?" se llevó la mano al cuello para acariciar la cadenita de esa media pata de gato que hacía años le había reglado "¡Qué bien...!"

Los mellizos malvados demostraban una vez más que entre ellos no había uno peor que el otro… los dos eran peores. Sabine frunció el ceño mientras intentaba seguir el hilo de lo que hacían sus amigos. Tenía la sensación de que cada uno estaba siguiendo un plan distinto y el resultado era que tenían ¿cuatro? planes ya empezados y no sabía bien a cuál de ellos sumarse. Miró a todos y se dio algunos tironcitos del labio con los dientes antes de avanzar un par de pasos con la bici en la mano. 

—Eso. Nos decís dónde trabaja vuestro padre para que Elodie le pida un chisme y nos devuelva a Em… y os damos el colgante y Debbie os canta una canción.

Estaba contenta de sí misma porque había logrado juntar todos los planes en uno. Y además si Debbie cantaba algo, ganaban todos. 

—Y si no nos lo decís, nos quedaremos aquí molestándoos todo el verano. Alex os contará todas sus jugadas de los partidos —agregó, para que tuvieran clara la tortura que les esperaba si no les hacían caso. 

Martha miró a Elodie y a Hannah hablar de un colgante, pero no tenían nada en las manos. Ella sí que había entrado y había conseguido un trofeo. Seguro que esos niños se habían cagado y habían salido corriendo tras dar dos pasos en el interior de la casa Jenkins. Una sonrisa divertida afloró en sus labios, imaginando a todos aquellos niños corriendo espantados ante el crujir de una madera de aquel lugar.

-¿Y dónde está ese colgante? Porque creo que os lo estáis inventando todo, quien se encontró un colgante dentro fui yo- dijo tirando de la cadena y sacando el camafeo que ya había enseñado a todos aquel día frente a la biblioteca. -Vuelve a tus historias en los libros, niña.

Billy se acercó a su hermana, en el muelle y negó ante las palabras de Alex y MJ.

-No sabemos nada de ninguna amiga vuestra, yo os veo los mismos que siempre... Incluso sois más- dijo él, que seguramente aquellos niños mentían y habían venido a buscarlos con el fin de aguarles el día. -Tampoco nos dan miedo vuestras historias- añadió a las palabras de Sabine.

Luego se quedó pensativo, miró a su hermana como buscando un gesto de confirmación ante lo que iba a decir a continuación. La melliza debió expresárselo de alguna forma pues Billy preguntó.

-¿Y nosotros qué ganamos si os decimos algo así?- se cruzó de brazos desafiante.

Alex suspiró. MJ se lo estaba contando todo directamente y el plan que le había dolido tanto pensar no iba a funcionar. Pero luego miró herido a Sabine. ¡Nunca contaría las jugadas a esos dos! Además, seguro que los malditos tenían tele por cable y veían la liga en directo. 

Volvió a centrarse en lo importante.

—¿Qué ganáis? —agarró un tablón de lo que había cerca del embarcadero, lo agarró entre sus manos —Piernas. Enteras— partió el tablón sobre su rodilla. —No se si sabéis que Peters, el del equipo de Morgansville ahora va en silla de ruedas, y sólo tuve que ponerme en medio...

Realmente sólo había ido en silla de ruedas medio mes. Luego ya fueron muletas y Alex había preguntado por él hacía una semana a unos conocidos y el muchacho volvería a su equipo tras el verano. Pero no debía correr tanto hacia Alex. No si quería conservar sus fémurs intactos.