Partida Rol por web

[DM 25/03] Dragonlance - La Cúpula en el Mar de Azogue

Interludio

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19/03/2025, 01:58
Dungeon Master

Después de la trágica experiencia vivida en Silvanesti, cada uno de vosotros asume la pérdida como mejor puede y no tardáis en separaros.

En vano intenta el monje de Majere que sus compañeros le acompañen de regreso al Camino del Tiempo para reclamar la reliquia de su dios. Lo más que consigue es que Ailaserenth acceda en algún momento a abrirle el portal del Bastión que conduce hasta allí.

Sin embargo, los hijos de la luz de luna no guardan buen recuerdo de su anterior encuentro con Flynnean. No han olvidado que le ofrecieron la oportunidad de mostrarse digno de recuperar los brazaletes deteniendo al mago silvanesti y tampoco que él prefirió atacarlos a ellos y permitir que sus compañeros les robasen su espada sagrada.

Ante la insistencia de Flynnean de librar un combate singular contra cualquiera de los dos, Él le recuerda sus propias palabras de que "no se puede mostrar uno digno de una reliquia de Majere mediante la violencia" y le insta a obtenerlos mediante la redención, restituyendo lo robado. Ella, en cambio, accede a concederle un combate; desgraciadamente, por numerosos y esforzados que son los golpes del monje de Majere, ninguno consigue apenas herir a la criatura celestial.

Ailaserenth lo encuentra horas después tendido en la nieve, inconsciente y aterido de frío. De no haberlo llevado de regreso al Paso de Palanthas, habría muerto de hipotermia o de inanición en Ergoth del Sur esperando a que la escalera de plata reapareciera una noche en que Solinari estuviera en fase de luna llena.

Sin esperanzas de conseguir la reliquia de su dios por sí mismo, Flynnean viaja en solitario de regreso al monasterio de su orden. El hambre es una penitencia que debe sufrir mientras se pregunta si todo lo sucedido ha sido en verdad la voluntad del Dios Supremo. ¿Realmente quería evitar el Dios Supremo que él consiguiera la reliquia sagrada de Majere y que presenciara la muerte de Biorn?

Tres días más tarde, el Profeta Aldegar le recibe como al hijo pródigo , dándole la bienvenida y recordándole que está en su hogar y que puede quedarse allí tanto tiempo como necesite hasta comprender lo que Majere quiere de él. Cuando Flynnean confiesa que perdió el anillo mágico que le prestaron y pide otro para reemplazarlo, el anciano abad se limita a sonreír beatíficamente y a advertirle que nada sucede sin un propósito y que debe aprender a desapegarse de los bienes materiales.


En cuanto al Túnica Blanca, tras apartar su parte del botín arrebatado a los minotauros para preservarlo de la venta en Palanthas, Ailaserenth parte a través del portal que hay en sus aposentos y que conduce hasta el Bastión de la Magia. Allí se entrega durante semanas a la ardua y minuciosa tarea de transcribir uno tras otro todos los conjuros que ha aprendido a lo largo de su siglo y medio de vida en un nuevo grimorio confeccionado específicamente a tal fin.

A petición del Cónclave, del que él mismo ahora forma parte, se ve obligado a permitir el acceso al Bastión a los miembros específicamente escogidos a tal fin. Así, la maestra humana Kireena de los Túnicas Rojas y el anciano theiwar ciego conocido como Willim el Negro se sintonizan con el Corazón de la Magia y se convierten en Centinelas de sus respectivas órdenes. A cambio, ambos adquieren el compromiso de colaborar estrechamente con Ailaserenth en la investigación de las ciudadelas voladoras y meses de arduo trabajo terminan dando sus frutos, aunque solo sea a nivel teórico.

Sin las amables enseñanzas de Biornthalar, ni saber cuándo regresaría el distante silvanesti, sus antiguos alumnos terminan por abandonar uno tras otro el Paso de Palanthas preocupados por la salud de sus familiares o movidos por la promesa de un futuro más estimulante y productivo.


Por su parte, Enrielle, Kyliana y Bugambilia viajan juntas a la capital imperial para comerciar allí con los objetos élficos. Salvo para Flechas de Muerte, que estuvo allí recientemente, la imagen de la metrópolis arrasada por la peste y el desgobierno resulta impactante. Los cadáveres se amontonan en las calles, abandonados. Las villas de los nobles han sido saqueadas por las masas asustadas, hambrientas y desesperadas. En el puerto, la gente se amontona a la espera del siguiente barco con provisiones y se mata por poco más que una barra de pan. La guardia de la ciudad está desbordada para mantener el orden y se ha resignado a mantener el palacio imperial fuertemente protegido día y noche, abandonando los demás barrios. Por su parte, la Legión de Acero es tan incapaz de ayudar a todos los necesitados como los templos dedicados a los dioses de la Luz. En un momento en el que la comida escasea, el acero no vale gran cosa y la importada artesanía élfica de calidad tampoco.

Su viaje prosigue por la calzada que conduce hasta la Torre del Sumo Sacerdote y luego bordeando las montañas Vingaard hasta el límite de los Eriales de Septentrión. A continuación, viajan hacia el este evitando los asentamientos hasta llegar a la aldea de Vogler y desde allí cruzan el Vingaard para llegar a Kalaman. A caballo, el viaje les lleva un par de semanas no exentas de sobresaltos y peligros, pero ninguno que juntas no sean capaces de superar o evadir; en tanto que Chemosh se ocupa de proveerlas a ellas y sus monturas de la comida y el agua necesarias. Sin embargo, nada las prepara para lo que les aguarda en Kalaman.

La otrora joya oriental del Imperio Solámnico es ahora una ciudad devastada. Las puertas de la ciudad han sido derribadas y las murallas han caído en varios puntos. Se suponía que los cultistas de Takhisis habían tomado Kalaman o, según otras fuentes, que los lugareños la habían rendido tras rebelarse contra los caballeros de Solamnia y asesinarlos. Pero aquí, el único rastro de los nerakanos que veis son sus cadáveres descomponiéndose al sol, reconocibles por sus armaduras negras, junto con los cuerpos de muchos otros.

Con todo, lo peor no son los muertos, sino los no-muertos que se han enseñoreado de la ciudad y deambulan por ella como si de un inmenso cementerio se tratara. Con Kyliana blandiendo ante ellos el poder de su dios, ninguno se atreve a atacaros o a cortaros el paso hasta el corazón marchito de Kalaman. Allí se alza la que fuera una de las estructuras más bellas del continente, el castillo del gobernador, diseñado por los mejores arquitectos de Istar hace más de cuatrocientos años y ahora arruinado y con sus muros ennegrecidos por el fuego. En su interior os recibe la señora de este inmenso camposanto: la espectral Leodinia Markenin, antaño Guardiana Brillante de Paladine y ahora devenida en sierva de Chemosh contra su voluntad, después de que profanaseis su tumba y Kyliana la encadenase a su dios.

No ha olvidado lo que le hicisteis y una feroz llama de odio brilla en su rostro furibundo al veros. Rodeada de un ejército de muertos vivientes, luce más poderosa y terrible que nunca, pero reconoce que servís a la misma deidad oscura y os permite marchar indemnes tras confirmar que Sombrasilente forma parte ahora de sus huestes convertido precisamente en eso, una sombra silente.

En líneas generales, las aldeas pequeñas están resistiendo mejor las guerras y la epidemia que las grandes ciudades. Y por eso Fair Meadows todavía permanece en pie y habitada pese a las penalidades que su población pesquera atraviesa. Enrielle descubre en la distancia a tres de sus catorce hermanos, pero no se atreve a acercarse a ellos por temor a que no la reconozcan ya. O peor, a que la reconozcan como lo que ahora es y alguno termine convirtiéndose en su cena.

Notas de juego

NOTA: Dejo aquí las líneas generales de lo que os ocurre durante la elipsis temporal, pero podéis adornarlo en vuestro próximo post si lo estimáis oportuno. Lógicamente no controláis más que a vuestros personajes, así que Enrielle puede contar que se comió a uno de sus hermanos por la noche cuando salió a orinar, pero Kyliana no puede decir que Santa Leodinia se arrodilló ante ella y le entregó el mando de su ejército de no-muertos. También podéis contar cómo es el camino de regreso, teniendo en cuanta que nada os va a impedir volver. Flynnean puede contar cómo se enfrenta a los ángeles, pero no que debajo de una piedra se encuentra un anillo de sustento. En fin, todo bastante obvio, pero por si acaso. Mi intención es que este interludio se resuelva con un único post, no ponernos a interpretar una hipotética conversación entre Ailas y los magos del Cónclave ni nada por el estilo :)

NOTA 2: Los requisitos descubiertos por los Centinelas para hacer que la Torre del Vendaval vuele: 

Tiempo requerido 6 meses
Construcciones requeridas Puesto del capitán del viento + alas de piedra
Actores requeridos Mago (NL 13) + Clérigo (NL 13)
Pruebas requeridas Saber (arcano) [CD 20] (que deben superar ambos) + Saber (arquitectura) [CD 15] (que debe superar uno de ellos)
Dotes requeridas Fabricar objeto maravilloso
Conjuros arcanos requeridos Creación mayor, remover tierra, vuelo de largo recorrido, invertir gravedad, muro de fuerza
Coste (pa) 40.000
Coste (px) 3.200 (a repartir a partes iguales entre el mago y el clérigo)
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20/03/2025, 00:48
Ailaserenth Sëlanar

La muerte del poderoso Biornthalar, el primero en sintonizarse con el Corazón de la Magia, me ha causado un impacto más profundo de lo que yo mismo llegué a imaginar nunca. Quizá por ello, a pesar de la impaciencia propia de los humanos que expresan mis compañeros para que reintentemos llegar hasta el santuario subacuático de Morgion, yo me muestro mucho más reticente. Mi vida es demasiado valiosa como para privar al mundo de ella y prefiero recluirme en la soledad de mi santuario para meditar sobre lo ocurrido y tomar medidas para evitar que la próxima vez sea yo quien termine destripado y abandonado.

Los demás son menos contemplativos e insisten en marcharse por unos u otros motivos. Al monje de Majere no logro disuadirle de su propia tozudez y del saqueo de los minotauros a mi pueblo, lo único que consigo rescatar antes de que Enrielle y Kyliana vendan el resto es un gran cáliz de plata adornado con lapislázulis y una promesa grabada en mi lengua natal que reza: "Cuando se apaguen las estrellas, nos volveremos a encontrar".

Tras salvar a Flynnean de sí mismo, me refugio en el Bastión para evitar que me continúe persiguiéndome y pidiéndome una y otra vez que le lleve de vuelta al Camino del Tiempo hasta que se mate.

Tengo mejores cosas que hacer que evitar que el monje se suicide y dedico las siguientes dos semanas íntegramente a elaborar mi nuevo grimorio, cosiendo delicadamente las suaves hojas de vitela esmerilada de una en una, encuadernando su portada con la piel del wyrm Blanco Bestlaranar. El resultado es una auténtica obra de arte con bordes y esquinas de mithril y decorada con runas de plata, para mayor gloria de Solinari.

Existiendo como existe un portal entre el Bastión de la Magia y mis aposentos en la Torre Sëlanar, como Wylas la bautizó, viajo con frecuencia hasta el Paso de Palanthas a abastecerme, asearme, comprobar cómo está todo y disfrutar de algunos agradables paseos a lomos de Shilara. Sin embargo, el lugar me trae muchos recuerdos de compañeros ausentes y siempre termino recluyéndome de nuevo en el Bastión de la Magia para transcribir en el Codex Solinari, poco a poco, con esmerada caligrafía y empleando sangre de dragón para ello, los conjuros que he ido atesorando en mis anteriores tres grimorios a lo largo de años de estudio. Una meticulosa labor que me lleva alrededor de un mes completar.

Una vez terminada, con mis conjuros cuidadosamente compendiados en el Codex Solinari y sin otra fuente de recursos con la que hacer frente a mis necesidades, no me queda más remedio que tomar la dolorosa decisión de entregar mis volúmenes antiguos a la biblioteca de la Torre de Wayreth y el más poderoso y valioso de mis pergaminos. A cambio, no pido más que lo que el Cónclave quiera ofrecerme por ellos en forma de componentes arcanos a los que, de otro modo, difícilmente tendría acceso.

Con ellos, regreso al Bastión para reforzar los encantamientos de mi nívea capa mágica y también la corona de plata con ópalos incrustados que obtuve como botín en la guarida de los dragones negros Gurmoil y Umrayr. Resulta evidente para mí que, si quiero hacer frente a los desafíos que nos aguardan, necesito mejores protecciones arcanas y aligerar la onerosa carga que supone para mí la maldición de los magos. No puedo confiar mi destino a la misericordia de Chemosh y de su voluble sacerdotisa.

Para entonces y a instancias del Cónclave, algunos de sus miembros han comenzado a visitar el Bastión e incluso a instalarse en él, en las dependencias de los Túnicas Rojas y los Túnicas Negras. Su presencia no resulta particularmente de mi agrado, pero por el momento tampoco me han causado contratiempos. Al contrario, a cambio de concederles acceso a este lugar de conocimiento arcano sin parangón, se han dedicado con denuedo a ayudarme en mi investigación sobre las ciudadelas voladoras.

Mi breve pero enriquecedora estancia en la fortaleza voladora de Mem supone un valioso punto de partida para llevar a cabo experimentos particularmente prometedores al respecto. Aunque necesitaré tiempo, recursos e incluso una intervención divina si de verdad pretendo arrancar la Torre Sëlanar de su pétreo lecho.

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20/03/2025, 13:39
Kyliana de Mem y Le Besco

Dos noches tras el regreso a casa.

La noche cubría Torre Palanthas con un manto de sombras y reflejos plateados. La luna derramaba su pálida luz sobre los jardines y los muros de piedra, mientras en el interior de la gran torre se respiraba un aire de quietud inusual. Sólo el murmullo lejano del viento y el chisporroteo de una lámpara de aceite rompían el silencio en la habitación donde Kyliana, Lyanna Windrider y Mirael Dawnfire se encontraban.

Kyliana estaba sentada al borde de un diván, con las piernas cruzadas y su pelo lacio y de color ceniza cayendo sobre sus hombros. La única prenda que tapaba su fina y nívea piel, era la túnica púrpura de Bironthalar, que ahora le caía sobre los hombros. La tela resbalaba con facilidad por su piel, dejando entrever los contornos de su cuerpo cada vez que se movía.

Lyanna estaba de pie junto a la ventana, con la brisa nocturna alborotándole el cabello dorado. Miraba con sus ojos oscruos a Kyliana, sin saber muy bien como había llegado hasta esa situación. Nunca se había sentido atraída por una mujer y en cambio, aquella noche pecó como nunca antes lo había hecho. Por su parte Mirael, se encontraba tumbada sobre el lecho de la chemosita con las piernas recogidas, observando a ambas con una sonrisa traviesa. La pelirroja de ojos de color ambarino ya había gozado de las mieles de la sacerdotisa en el pasado y decidió hacerlo una vez más antes de su marcha.

- Nunca pensé que terminaríamos aquí. - Murmuró Lyanna, sin apartar la mirada de Kyliana.

- ¿Y qué pensabas? - Preguntó Mirael, con voz suave.

Lyanna se encogió de hombros, desviando la vista por un instante.

- No lo sé. Tal vez, que todo esto sería más fácil. - Respondió Lyanna. - Cuando vine aquí para estudiar magia, nunca creía que aprendería tan poco. El maestro ha estado ausente la mayor parte del tiempo y las distracciones... - Miró a Kyliana por el rabillo del ojo. - ...traté de evitarlas... - Sonrió. No pudo evitarlo. - ...pero al final yo también he sucumbido. 

- No todo puede ser estudio y disciplina, ¿verdad? - Intervino la chemosita. - Os echaré de menos. - Dijo con tristeza. - A todos. - Kyliana se llevó el puño a la boca y mordió el contorno de su dedo índice, tratando de reprimer una lágrima. -  Pensé que no me improtarían tanto las despedidas. - Sollozó. - Os quiero. Os quiero a todos.

Kyliana inclinó la cabeza, sintiendo el peso de sus propias palabras. Tras regresar de Silvanesti, maese Ailaserenth abandonó definitivamente la cátedra y ya no tenía sentido que sus estudiantes siguieran en Torre Palanthas, más allá de que allí, seguramente estuvieran más protegidos de la guerra y la enfermedad que en sus propias casas. La academia de Ailaserenth cerraba sus puertas y las pocas alegrías que le quedaban a lady Kyliana se marcharían con un destino inevitable que no era otro que la más que segura pronta muerte de todos aquellos jóvenes a los que tanto difrutó de conocer.

Fuera como fuera, la vida no se detendría por ellas y quizás, esta no sería la última noche que compartirían juntas. Quizás pudieran reencontrarse en el futuro. Quizás hubiera un fututo... Sin embargo, en este instante, el futuro podía esperar.

Mirael fue la primera en moverse. Con la gracia felina que la caracterizaba, se deslizó hasta donde estaba Kyliana y con un gesto delicado, rozó la tela púrpura de la túnica con la yema de los dedos.

- Es curioso cómo el pasado se cuela en el presente... - Susurró Mirael. - Bironthalar jamás habría imaginado esto.

Kyliana sonrió con un deje de melancolía.

- No. Pero no está aquí para juzgarlo. - Le respondió ella sin tapujos. - Pero creo que le hubiera gustado compartir lecho con nosotras. Pese a ser un elfo... - Soltó una risotada que rebotó con un eco atroz por todos los pasillos de la fortaleza.

Hacía apenas unos días que el elfo rechoncho había caído a manos de los minotauros, aunque para Kyliana la frontera entre la vida, la muerte y la no-muerte se había vuelto tan difusa que apenas podía percibirla. El pasado, el presente y el futuro se enredaban en su mente, como si todo estuviera ocurriendo al mismo tiempo, fundiéndose en una única y extraña realidad. Vida, muerte y no-muerte. Por tanto, bromear con el tamaño del miembro de su difunto amigo, le pareció una idea de lo más natural y adecuada

Lyanna se acercó, con la determinación de alguien que ha tomado una decisión. Se arrodilló ante Kyliana y con una lentitud casi reverente, deslizó su brazo por debajo de la tela, buscando algo oculto tras su suave tacto. Sus dedos eran cálidos, firmes y cuidadosos, como si estuviera tratando con algo precioso y frágil a la vez.

- No tenemos que pensar en mañana. - Dijo en voz baja. - Sólo en esta noche. De lo contrario... - Sonrió con cierta melancolía. - ...de lo contrario no habría venido a tu encuentro, señora de la Muerte.

Mirael asintió, acercándose también. Su expresión ya no era traviesa, sino intensa. Entendía lo que esto significaba. Y así, sin más palabras, las tres se encontraron en el único refugio que podían ofrecerse la una a la otra: el calor compartido, la presencia tangible de quienes saben que podría no haber un mañana y que desean recorrer un camino juntas, sabiendo que pronto se verán obligadas a separarse.

La túnica púrpura quedó olvidada en el suelo. Por lo menos, por aquella noche, ninguna de ellas pensó en el peso del pasado ni en la incertidumbre del futuro. Sólo existía el presente y la promesa de que, pasese lo que pasese, aquel instante les pertenecería para siempre.

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20/03/2025, 14:46
Kyliana de Mem y Le Besco

Visitando el Altar de los Caídos

A la flecha de Glinthalas, el anillo de barba que pertenecía a Thorwyn, el pequeño escudo con una corona grabada de Lowenherz, el sello de Briand Le Besco, un puñado de barro representando a su fiel amigo Klunurig Tzé, la piel de oso de Drey Drachentod, el pequeño yunque de Ulfgar, el cuenco de Balgros, la vara de Wylas, el corazón roto de Freya, la pequeña balanza de Lady Corynn, ahora se le sumaban un divertido bigote de disfraz que representaba a Sir Aelfryd y un pequeño trozo de tela púrpura, a Biornthalar.

A quedado bien... - Dijo entonces la sacerdotisa recordando a su bigotudo amigo. - No le echo mucho de menos. Quiero decir... - Chasqueó la lengua. - No tanto como a Biornthalar. - Se encogió de hombros.

Valev se econtraba al fondo de la capilla, devorando un pollo que aún estaba calinte. Lo hacía sin emoción, casi por protocolo, pues cada vez le saciaba menos el hambre aquel tipo de alimento. Nunca lo había hecho demasiado, pero a medida que pasaban los meses, casi empezaba a darle más hambre de la que escasamente le había quitado en el pasado.

Los recuerdo a todos. - Dijo ahora si, algo emocionada. - Todos pasaron fugazmente por mi vida, pero todos dejaron algo de ellos en mi. - Miró a Valev con cierta alegría. - Creo que vive un torzo de ellos dentro de mi. Una pequeña porción de ellos, nunca abandonó Krynn. ¿Tú que crees?

Valev no respondió a aquella aseveración. Cada vez estaba más y más cansado de Kyliana y su retorcida y enfermiza mente. Que aquello lo pensara un malvado no-muerto sediento de carne humana fresca, era cuanto menos preocupante. Kyliana le sostuvo la mirada unos instantes y sólo cuando Valev la dejó de mirarla para centrarse en un muslo de pollo que aún temblaba debido a los espasmos, la retiró.

Se ha quedado muy silencioso todo. - Comentó mientras limpiaba el polvo del altar con un plumero de plumas de gallina. - Si no fuera por la muchedumbre que se agolpa a las puertas... - Resopló. - Lo he intentado. - Le dijo a Valev. - No sé como hacerlo. No se como llegar hasta los morgionitas. Está todo plagado de peligros. Seguiré intentándolo. Te lo aseguro...

En ese momento, ni la misma Kyliana sabía si le estaba hablando a Valev, a si misma o al propio Chemosh. Seguramente la conversación que estaba teniendo era con los tres a la vez. 

No voy a rendirme, pero no puedo ir sola. - Apretó los puños. - Tengo que convencerles de regresar. Igual, si... - Negó con la cabeza. - Enrielle vio como estaba Palanthas. Era un cementerio. Todos deberíamos verlo. No quedará nada si no actuamos con presteza... - Entonces recordó algo que le dijera Enrielle.

El estúpido James Markham había desaparecido. Kyliana se acercó a la pila de agua sacrílega y miró sobre reflejó. 

¡Oh Chemosh, en tu inmensa magnificencia, muéstramelo! - Le rogó. - ¡Muéstrame donde se encuentra James Markham, Emperador Solámnico, con quien combatí y discutí en el pasado, a quien aprecié y a quien odio! ¡Muéstrame dónde está el primero de mi lista, pues deseo recurrir a él para proseguir con el camino marcado, con la Senda que elegí, con tu voluntad divina!

Notas de juego

Entiendo que en el templo puede haber una pila de agua bendita/sacrílega, por valor de 100 p.a. para lanzar adivinación, no?

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20/03/2025, 15:15
Kyliana de Mem y Le Besco

Kalaman

Kyliana avanzaba por las calles devastadas de Kalaman con el semblante endurecido, aferrada al emblema sagrado de Chemosh con la misma firmeza con la que sostenía sus convicciones. Su mera presencia mantenía a raya a los no-muertos que deambulan entre las ruinas de la ciudad, pero dentro de ella, el conflicto persistía. Aquel lugar, que alguna vez fue la joya oriental del Imperio Solámnico, no era ahora más que un osario profanado, una grotesca imagen de lo que alguna vez representó. 

Cuando Leodinia Markenin emergió de las sombras, la tensión se volvió insoportable. Kyliana sintió la aversión de la espectro como un filo gélido en la piel. No se arrepentía de lo que hicieron en su tumba. Fue necesario, como tantas otras cosas que había tenido que hacer por recorrer la Senda. No obstnte, la furia de Leodinia era un recordatorio de hasta dónde han llegado. De cómo sus decisiones habían moldeado su destino en formas irreversibles. 

¿Y si ahora es ella la favorita del Señor de la Muerte y yo he sido relegada a un segundo o tercer plano? - Llegó a preguntarse entonces.

Por suerte, no hubo más que un cruce de palabras entre ellas. Uno breve y de desprecio mútuo.


Los pasos les guiaron por calles fantasmales hasta el distrito que alguna vez fue hogar de la nobleza de Kalaman. La mansión Le Besco se alzaba entre las ruinas con una dignidad marchita. Su silueta ennegrecida por el fuego se recortaba contra el cielo nublado y las altas torres que estaban agrietadas como si la misma estructura estuviera a punto de colapsar. Las ventanas ya no conservaban sus vidrieras de colores y el portón de hierro, antaño resguardado por guardias, colgaba torcido de sus bisagras oxidadas.

Kyliana atravesó el umbral con la certeza de que el pasado no la recibirá con brazos cálidos, ni amables. El interior era un mausoleo de cenizas y polvo. Los tapices deshilachados colgaban como sudarios sobre paredes carcomidas por la humedad y los bustos y familiares estaban fractuados y las estatuas decapitadas.

En la penumbra de las grandes salas y los lúgrubes y silenciosos pasillos, algunas sombras se agitaban. Kyliana avanzaba con cautela, sujetando el sello familiar con dedos, buscando a algún superviviente, pero aunque esas sombras fueron en su día las personas a las que buscaba, no iba a encontrar en ellas, rastro alguno de la familia a la que debía una explicación desde hacía quizás, demasiado tiempo.

Los Le Besco aún habitaban su hogar, pero ya no como nobles. Eran cadáveres en descomposición, envueltos en jirones de sus antiguas ropas de gala. Muchos de ellos, habían muerto por la peste y otros, brutalmente asesinados por sus propios familiares en una sangría de sed y hambre de carne humana. Algunos, los pocos que no habían sido devorados casi en su totalidad, todavía estaban sentados en torno a la gran mesa del comedor, como si aún fingieran una cena que terminó hace demasiado tiempo. Éstos no se movían. En cambio otros se arrastran por los pasillos, con movimientos torpes y vacíos sin más propósito que la persistencia cruel de su existencia maldita.

Y en el centro del gran salón, en lo que una vez fue el gran sillón de su padre, yacía quien sin duda fue Gerrard Le Besco. O lo que queda de él. Su piel era grisácea y apergaminada, sus ojos eran pozos vacíos de fuego azul. La boca se abría y un sonido gutural brotaba de su garganta. No saludó, sino que emitió un murmullo incoherente de hambre y condena.

Kyliana no sintió miedo. Solo una amarga comprensión.

- No queda nadie a quien entregar el sello. Nadie que pueda reclamar la herencia de la Casa Le Besco. - Dijo con evidente determinación. - Nadie salvo... yo.

Y en ese instante lo entendió con claridad devastadora. No por la sangre, no por el linaje, sino porque la marca del poder reposaba en su mano. Ella era la última Le Besco. La heredera legítima. Aquel lugar y todo lo que había en su interior le pertenecía. Si algún día la paz volvía a reinar y Kalaman resurgía de sus cenizas, regresaría a su hogar y lo reclamaría para sí.

Por primera vez se probó el sello de los Le Besco, que tiempo atrás le entregara el alférez de los caballeros de Neraka Guiler Abrena. Le quedaba bien, como anillo al dedo... Sonrió.

¿Seguirá vivo? - Se preguntó sin demasiado interés por Abrena a la vez que se encogía de hombros. - ¿Quién sabe?

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20/03/2025, 23:24
Flynnean Elmwood

Flynnean nunca había sido el monje más sabio ni el más listo del monasterio. Aunque era verdad que el perfeccionamiento físico y disciplina que había alcanzado eran envidiables, también lo era que apenas si había conseguido algo bueno con ello. Nada trascendente, al menos.

Pese al orgullo que sintió cuando le asignaron la misión de recobrar para la Orden de Majere las reliquias de su dios, pese a haber rozado el conseguirlo, su éxito le había eludido hasta dejarle en evidencia. En el primer combate que libraron contra los hijos de la luz de luna el Vendaval había logrado arrebatarles una espada sagrada y éstos ahora exigían su restitución a cambio de las reliquias (lo que no dejaba de ser paradójico, pues querían un intercambio de cosas indebidamente apropiadas). Fuera como fuera, no estaba en su mano y no parecía nada razonable arrebatarle a Flechas de Muerte la espada por su propio interés. No era correcto.

Flynn intentó forzar la situación en un combate singular contra la hija de la luz, que accedió a medirse con él aunque no tenía obligación alguna al respecto. Obviamente no funcionó. Como habría deducido que pasaría un monje más sabio que él en el mismo instante en que la hija aceptó el duelo. Sería Ailaserenth el que le rescataría de las consecuencias de su temerario enfrentamiento. La vergüenza le resultaría más dolorosa que los golpes recibidos. El monje se sintió impotente y caído en desgracia, así que emprendió el viaje de regreso a su monasterio buscando la guía de sus superiores. Precisaba de su sabiduría, sí, pero también necesitaba de su comprensión y aceptación. Las dudas sobre su fe a causa de sus fracasos y las penurias y catástrofes a las que parecía abocado a presenciar también necesitaban atención, algo que no podía conseguir en la Torre del Paso de Palanthas.

El Profeta Aldegar, bendito fuera 1.000 veces, le ofreció el consuelo que buscaba. Él, en posesión de una visión más rica y completa del mundo, veía la verdad en los sucesos. Cada tropiezo enseña una lección, cada caída insta a volver a levantarse de nuevo. La pérdida del anillo de sustento le ayudaría a sentir el peso del hambre del mundo y a volver a temer a la noche, que llevaba meses ignorando. Y debía perseverar en su cometido, las reliquias debían regresar a su orden en aquellos aciagos tiempos. Había sido un necio y había errado su camino. Se había equivocado y, sin duda, volvería a hacerlo, pero eso carecía de importancia: Sólo debía concentrarse en recorrer el camino y ser fiel a sus creencias.

Repuesto física y mentalmente, Flynnean abandonó su monasterio una fresca mañana en la que el sol lucía brillante en el cielo y parecía compañar el renovado ánimo del monje. No tardaría en darse cuenta del error, pues el día claro desveló su presencia y tuvo que correr por su vida cuando una partida de saqueo de ogros lemishianos le convirtió en su objetivo. Logró eludirlos mientras sus jabalinas silbaban a su alrededor. Tuvo suerte y sólo sufrió heridas superficiales.

Aquel no sería ni de lejos el único incidente de su viaje de regreso: lobos, goblins y hasta bandidos humanos trataron de darle caza. No contento con esto el Dios Supremo tuvo a bien poner en su camino tres pequeñas comunidades humanas que intentaron, consecutivamente, abatirle antes de llegar a sus murallas, redirigirle derechito a un cubil de trolls y emborracharle y robarle sus posesiones.

Tuvo además que lidiar con el hambre y la sed, comiendo lo que podía cuando podía, mientras le perseguían o se escondía de sus perseguidores. Al final, harto de ser él la presa, giró las tornas y se convirtió en cazador. Localizó a un nutrido grupo de goblins y estudió el entorno, les tentó con su presencia y les condujo a un terreno favorable para él. Los diezmó y los puso en fuga. Su comida era vomitiva pero le ayudó a recobrar las fuerzas. Les persiguió y libró de su presencia al mundo.

Siguió el camino y acabó sistemáticamente con sus plagas: goblins, lobos, bandidos... Después anunciaba al asentamiento más cercano su desaparición, sin esperar nada a cambio. Aún así, los campesinos encontraban en sus acciones parte de su esperanza perdida y le obsequiaban con lo poco que les quedaba. Aunque llenar la panza resultaba satisfactorio, ese acto de generosidad y agradecimiento hacía mucho más por su alma: le devolvía la fe en la humanidad y en el bien. Enfrentándose a peligros que les superaban Flynn reencontraba su camino. Debía restaurar el bien en el mundo. Y no podría hacerlo limpiando de peligros un humilde camino.

Cuando el monje de Majere regresó semanas más tarde a la Torre del Paso de Palanthas, lo hizo con el convencimiento que el Vendaval de Muerte debía actuar y volver a equilibrar las cosas en Krynn. Y pidió humildemente volver a participar de sus andanzas. Su presencia en el grupo debía servir para que éste no perdiese más miembros y para ayudarles a obtener su victoria sobre las fuerzas del mal. Conseguir las reliquias de Majere se había convertido en un objetivo secundario, aunque no renunciara a él.

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21/03/2025, 03:07
Enrielle "Flechas de Muerte"

—Heredera de un cementerio. — respondió Enrielle encogiéndose de hombros observando con indiferencia los restos marchitos de Gerrard Le Besco. — Bastante adecuado, en realidad...

El día en que vio morir a Briand Le Besco a manos de tres rajagargantas no le pareció que la noble hubiera tenido demasiada suerte. Incluso había cargado un tiempo con la culpa por no haber podido ayudarla. Ahora pensaba lo contrario. Morir era lo más piadoso, viendo aquellos no-muertos tambaleantes que no eran más que una parodia de lo que fueron.

Soltó una risa tan vacía y muerta como ella misma.

 


—Mira para lo que hemos quedado. — había dicho a la vaga forma humanoide que se arremolinaba frente a ella, hecha de girones de sombra que había sido Sombrasilente. Le pareció ver que las sombras formaban su rostro, congelado en un rictus de desesperación.

Buscó en su pecho el medallón de la Legión de Acero, que colgaba a la misma altura que la cicatriz que había quedado en el lugar por donde le habían arrancado el corazón, y pasó los dedos por las ocho puntas.

—No me contaste qué decía El Legado para casos como este. Tendré que darle yo una vuelta... Aunque, al menos, los nerakanos no están oprimiendo a nadie. — sonrió sin una pizca de humor —Podemos irnos, Kyliana. Ya he terminado aquí.

 


La pobre Bugambilia seguía a Kyliana y a Enrielle como una sombra. Era evidente que estaba bien alimentada, pero, paseándose entre la devastación en compañía de su siniestra mentora y su aún más siniestra amiga, parecía tan hundida y deprimida como cuando la encontraron. Más incluso. Hubo un tiempo en que incluso pudo albergar una diminuta chispa de esperanza gracias a la Legión de Acero, a su mentora y también a sus amigos, pero aquel conato ya se había apagado hacía mucho. Nada servía para nada. Todo moría al final y quedaba reducido a cenizas, como Kendermore, o peor, no se moría y se quedaba como Enrielle.

Lo único que le quedaba era respirar y poner un pie delante del otro para caminar.

 


Varian sintió un súbito escalofrío y cómo se le erizaba el vello de la nuca, pese al calor del trabajo. Había tenido el impulso de girarse  a mirar hacia la pequeña arboleda que había a unas cien zancadas de su huerto, al interior de la aldea de Fair Meadows, como si allí hubiera algo acechándole. Sus hermanos Irilia y Kallus no se habían dado cuenta, absortos en la labor de arar sin las bestias, después de haberlas sacrificado para comer en aquellos tiempos difíciles.

Varian no podía apartar los ojos de aquel punto del bosquecillo a pesar de que allí no había nada. Entonces llegaron a su mente algunos recuerdos de hacía bastantes años. Era un día caluroso, y estaban en aquel bosquecillo, precisamente. Era el cumpleaños de Enrielle. Su hermana debía haber cumplido unos ocho o nueve años. Iba descalza, como siempre, y con su cara pálida tan sucia que destacaban aún más sus ojos verdes, brillando siempre con feroz determinación.

—¡Dámelo ya! — chillaba la niña alargando ansiosamente las manos mientras él, mayor, sentado en un tocón, terminaba de tensarle por enésima vez la cuerda del pequeño arco que le había regalado.

—¡Espera a que termine! — respondió Varian alejando el arco de su alcance. 

Cuando terminó, la niña se lo arrancó de las manos y se largó corriendo entre los arboles jóvenes, chillando y riendo, con el arco en una mano y tres flechas rudimentarias en la otra, en busca de algún animalillo al que disparar. Varian ahuecó las manos junto a la boca para hacerse oír.

—¡Ten cuidado, a ver si le vas a saltar un ojo a alguien!

Como una bruma apartada por el viento, Varian regresó al huerto, a un tiempo mucho más oscuro. Se rascó la barba entrecana con la vista fija en el mismo punto. Juraría haber visto a alguien allí, mirándole desde la sombra de los árboles. Pero, si había alguien, o se lo había imaginado o ya se había marchado. Tras unos instantes, acabó negando con la cabeza y volvió al trabajo, apesadumbrado por los recuerdos.

Ojalá no hubiera regalado aquel arco a Enrielle y llenado su cabeza de historias de aventureros y heroínas. Si no lo hubiera hecho, quizás Enrielle hubiese crecido como una niña normal, y seguiría allí, con ellos, en casa, y no muerta a saber dónde.

 


Desde su regreso a la Torre del Paso de Palanthas, Enrielle no hizo gran cosa. Había esperado sentirse profundamente removida por el viaje, pero lo cierto era que sólo sintió indiferencia y un deje de incomodidad al ver la destrucción, tal vez más por los restos de viejas costumbres que porque le importase realmente. Cuando todo está teñido por el hambre, cambian las prioridades.

Así, a la espera de un nuevo plan de acción, Enrielle se adentró en las montañas, pero inevitablemente acabó vigilando y acechando a los refugiados que se apiñaban en los alrededores de la torre. ¿Cuál de ellos tenía una salud precaria y estaba a punto de morir? ¿Alguno de ellos era un delincuente o un asesino? Sí había muerto alguno en aquellos meses, ¿dónde lo habían enterrado?

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21/03/2025, 21:24
Dungeon Master

El agua sacrílega de la pila bautismal que hay en el santuario de Chemosh se ondula cuando elevas una plegaria a tu dios pidiéndole que te muestre a Jaymes Markham.

El líquido se enturbia y burbujea antes de asentarse de nuevo. Y entonces, en su interior, descubres el rostro curtido y serio del emperador de Solamnia. El viento agita su melena leonina y resulta evidente que, al menos en tu visión, está muy vivo.

Tratas de determinar dónde se encuentra, pero las aguas de la reducida pila solo muestran el área inmediatamente circundante y no transmiten sonidos. Percibes figuras que se mueven a su alrededor, imprecisas. No sabes quiénes son, pero al menos saber que no se encuentra solo y crees ver una gran tela blanca ondeando al viento tras él. ¿Un barco? Es probable, aunque su destino es imposible de determinar. ¿Huye de su ruinoso imperio o tal vez marcha a la guerra al mando de la flota solámnica?

- Tiradas (1)
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21/03/2025, 22:21
Kyliana de Mem y Le Besco

Kyliana observó la superficie oscura del agua sacrílega. Markham estaba vivo y eso era algo que realmente no esperaba. Estaba convencida de que habría sucumbido ya a la enfermedad o a la guerra. Alguien de su porte y arrogancia, no tenía fácil el pasar desapercibido. La sacerdotisa trató de comunicarse a través de la pila, trató de llamar la atención del Emperador, pero todos sus intentos fueron en vano. 

El silencio del santuario pesaba sobre sus hombros mientras la inquietud se enredaba en sus pensamientos. Intentaba concentrarse, invocar el poder de Chemosh para extender su voluntad más allá del velo de la visión, para alcanzar la conciencia del Emperador como un susurro en su mente. Pero el agua permanecía inmóvil, impenetrable. No había respuesta.

Finalmente, el reflejo de Jaymes Markham se fue fragmentando sobre la superficie del agua, con los últimos vestigios de la visión.

Su expresión se endureció. No esperaba otra cosa. Markham no era un hombre que se deje alcanzar con facilidad, ni siquiera por los favores de los dioses oscuros. Frustrada, apartó la vista y giró sobre sus talones. Si no podía obtener respuestas de la pila, necesitaría otro método.

- Jaymes Markham sigue vivo. - Dijo en voz alta. - No se si es un alivio o una amenaza. - Sonrió. - Pero si se que es toda una alegría. Puede que sea el último bastión de la humanidad que queda en pie y puede que... - Rió con ganas. - Puede que cuando haya andado la Senda que tiene ante si, yo pueda cumplir mi destino.

 

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21/03/2025, 22:31
Kyliana de Mem y Le Besco

Torre Sëlanar

Ya era media noche cuando Kyliana abandonó la intimidad corrupta cripta sacrílega, con tal de visitar al siempre atractivo y preocupado Elfo Blanco. Ya era hora de que reaccionara y dejase de hacer estúpidas manualidades...

- Encuadernar, caligrafía, autocompasión... - Chasqueó la lengua fastidiada. - Estúpidos elfos y su larga vida... ¡Se creen que tienen todo el tiempo del mundo!

Atravesó los pasillos de la fortificación con la familiaridad de alguien que pertenecía al lugar y que al mismo tiempo, no pertenecía del todo. El aire era fresco y a medida que se acercaba, parecía impregnado de magia y secretos velados. Las sombras de la noche se alargaban sobre las paredes cuando Kyliana llegó ante las puertas del santuario Blanco. 

Tocó a la puerta, pues sabía que aquel paranoico elfo, había dispuesto defensas arcanas para que nadie se atreviera a descubrir sus secretos. No dejó de aporrear la puerta hasta que el elfo abrió. Estaba rodeado de pergaminos y libros antiguos y con el ceño fruncido por la interrupción. No le dejó tiempo para protestar.

- Necesito que averigües qué está haciendo Jaymes Markham. - Le dijo sin más. - Sigue vivo. Lo vi en la pila de Chemosh. Está vivo. En un barco, creo, pero no sé hacia dónde va. No está solo. - Se detuvo frente al escritorio, con los brazos cruzados. - Lo daba por muerto, la verdad. Pero quiero saber qué planea. Si está huyendo o si prepara algo más grande.

Miró a Ailas con intensidad, sin espacio para dudas ni negociaciones.

- Rastrea su paradero. Sé que puedes hacerlo... - Le pidió acercándose mucho a él y rompiendo esa barrera autoimpuesta por el orejaspicudas, que impedía todo contacto físico. - Te pones tan atractivo cuando me miras con odio... - Sonrió. 

Y sin más lo hizo. La sacerdotisa junto sus labios con los del elfo, robándole por fin un cálido y húmedo beso.

Lo siento... - Mintió. - No pude resistirme... - Mintió también. Sólo quería molestarle un poco más.

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21/03/2025, 16:20
Enrielle "Flechas de Muerte"

Así que has vuelto, ¿eh?  — dijo Enrielle a Flynnean con su voz fría.

Estaban en el salón de la torre. La legionaria se había bañado y puesto ropas limpias. Ladeó la cabeza, observando al monje con expresión pétrea.

No hay mucha gente dispuesta a acompañarnos. Ya has visto cómo es el camino del Vendaval de Muerte. Pero si lo haces por la espada y que te ayude contra los Hijos de la Luna, mi respuesta sigue siendo no. —se tocó el vientre, allí donde la maza sagrada había quemado sus entrañas marchitas. Cuando lo recordaba, creía notar aún el intenso calor que casi la destruyó — Siento no corresponderte. —su voz inexpresiva no parecía sentirlo en absoluto — Pero, como sea, eres bienvenido.

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22/03/2025, 00:01
Ailaserenth Sëlanar

La insistente llamada a mi puerta me hace temer en un primer momento que los refugiados acampados al otro lado de las murallas estén tratando de asaltarlas, pero lo descarto de inmediato. Ninguno de mis compatriotas abandonaría la defensa del perímetro para venir a buscarme.

Más intrigado que preocupado, descubro a Kyliana plantada frente a mi puerta. Me sorprende verla aquí. No sabía que hubiera regresado de su viaje hacia el este, aunque lo cierto es que paso tanto tiempo fuera de esta torre que bien podría ser que lleve aquí varios días sin que yo lo supiera.

Antes de que tenga ocasión de decirle nada, me suelta a bocajarro que Markham está vivo. Tal vez sea una buena noticia para Ansalon, si bien debo confesar que a mí no me alegra particularmente.

Intento contestar que ahora estoy ocupado en asuntos más importantes que un vulgar humano, por muy emperador que sea. Estoy diseñando glifos protectores nunca antes trazados para bordarlos en mi capa con luz de estrellas. Pero interrumpe mis protestas a medio formular invadiendo mi espacio vital y prácticamente arrollándome en el proceso.

Me saca más de una cabeza y tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirarla a los ojos. Ese es mi error, porque ella aprovecha la ocasión para besarme en los labios.

Me sonrojo y las palabras se enmarañan cuando tratan de salir de mi boca.

—No puedes... Tengo otras... Claro que pue... Yo no... —sacudo la cabeza, avergonzado de mi balbuceo incoherente, antes de recuperar la firmeza fingiendo que lo que acaba de pasar nunca ha pasado—. Veré qué consigo averiguar sobre Markham. Cuando tenga tiempo para ello —puntualizo—. Y, a cambio, tú... —lo pienso un segundo, no del todo seguro de salir bien parado de hacer tratos con Kyliana—. Tú me ayudarás a hacer que esta fortaleza vuele.

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22/03/2025, 08:17
Kyliana de Mem y Le Besco

La reacción de Ailaserenth le sorprendió. No esperaba que su rostro enrojeciera, sino más bien creía que expresaría una mueca de asco similar a la que ella misma dibujaría en su rostro tras el lametón de un perro que acabase de olerse el culo.

Pero no... No hubo ese tipo de reacción, aunque tampoco la empotró contra el escritorio. Eso si le hubiera sorprendido y de forma muy grata. Aunque lo cierto era que difícilmente iba a poder hacer tal cosa con aquel ridículo tamaño físico en comparación al suyo. 

Supongo que lo tendría más sencillo con Bugambilia... - Pensó de repente y por una vez, sin maldad. 

Por fortuna, había accedido a rastrear la señal del estúpido Emperador, aunque a cambio le había solicitado algo. Ese algo, era del total agrado de Kyliana y quizás también, era la respuesta a aquello que llevaban tiempo buscando: un modo de alcanzar sus objetivos sin tener que jugarse el cuello de forma tan evidente. 

La haremos volar. - Le dijo a Ailaserenth con los ojos inyectados en determinación. - Volveremos a surcar los cielos en una fortaleza flotante y alcanzaremos todos nuestros objetivos. - Se colocó a espaldas del elfo y poso sus manos sobre sus hombros empezando a masajearle. - Los morgionitas caerán, Silvanesti será liberado y todos nuestros enemigos derrotados. - Le acarició el pelo recogiendo tras la oreja un mechón rebelde. - Instauraremos una nueva era de paz, Ailaserenth. Tú y yo. Sacro y arcano, Ailaserenth... - Le besó en el cuello. - Cumpliremos con la Senda. Lo haremos...

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22/03/2025, 21:46
Flynnean Elmwood

El monje asintió a Enrielle, aunque como de costumbre no estaba claro el sentido de su gesto sin palabras.

─Permitidme contaros una fábula: había una vez un comerciante con un asno y un caballo. El comerciante cargaba a ambos con grandes fardos de productos. Un día el asno le pidió ayuda al caballo para llevar su peso, pero éste no quiso, ya llevaba suficiente carga. Al cabo de un tiempo, el asno desfalleció y ya no pudo avanzar más. El comerciante, contrariado, cogió el fardo del asno y lo cargó en el caballo... y luego al propio asno y también lo cargó a sus espaldas. "Pobre de mi", dijo el caballo, "si hubiera accedido a llevar parte del peso del asno, ahora no tendría que llevar tanto peso yo".

Flynnean compuso una sonrisa triste que no se sabía muy bien si era por ella, por él mismo o por la historia y que, desde luego, no daba pistas sobre quién se suponía que era cada cual en la historia, si es que tenía que ver directamente con ellos. Una pequeña reverencia después y la arquera pudo ver cómo el monje se dirigía a la habitación que le habían asignado en la última ocasión.

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22/03/2025, 21:56
Enrielle "Flechas de Muerte"

Los ojos de Enrielle siguieron a Flynnean hasta que desapareció por el pasillo. Su expresión había sido inmutable excepto por un ligero ascenso de ceja.

¿Sabes, Bugambilia? La gente que no dice las cosas claras me sigue poniendo un poco nerviosa. ¿A ti no? —su voz era tan fría y tranquila como antes.

Bugambilia, que estaba por allí como una sombra triste, ni siquiera se encogió de hombros.

Supongo que no. Es curioso. Kyliana también era así antes, cuando la conocí. Estuve a punto de darle de puñetazos en varias ocasiones. 

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25/03/2025, 15:35
Kyliana de Mem y Le Besco

La Capilla de Ámbar

Kyliana asciendió los escalones de la torre hasta la cámara donde reposaba Lluvia Estelar, la misma que antes fue su guía, su amiga… y ahora no era más que un cuerpo incorrupto a la espera de despertar. El aire allí era distinto, más pesado, impregnado de un silencio que no pertenecía a ese mundo.

Se acercó despacio, como si temiera romper la quietud que la envolvía. Jilhazhí observaba desde una esquina, como siempre vigilando el sarcófago ambarino y dispuesto a cualquier cosa por tal de proteger a quien consideraba su madre. Kyliana le saludó sin utulizar palabras y sin atreverse a mirarle directamente a los ojos. Lluvia llevaba demasiado tiempo allí, a la espera de que la chemosita hallara la cura a sus dolencias y lo cierto era que Kyliana no había hecho avance alguno.

- Todo está peor, Lluvia Estelar. - Le susurró, apoyando una mano temblorosa sobre el cristal que la separaba de ella. - La peste devora las ciudades, los muertos caminan, los reinos caen… y yo… - Su voz se quebró de repente. - ...yo no sé si estoy haciendo lo correcto. - Cierró los ojos con fuerza, luchando contra la presión que crecía en su pecho. - Te necesito. Necesito tu sabiduría, tu consejo… No sabes cuánto daría por que despertaras y me dijeras qué hacer. - Su aliento empañó el cristal de ámbar levemente y sus dedos se deslizaron sobre la superficie para desempañarlo. - Dime que aún estás ahí. Dime que puedes oírme… 

Pero no hubo respuesta. Solo el mismo sueño inquebrantable. Solo su propio reflejo mirándola con ojos turbios. Un sollozo escapó de sus labios y se dejó caer de rodillas. Cerró los puños clavándose las uñas en sus palmas, por pura impotencia y rabia.

 

- Chemosh… - Musitó en apenas un aliento. - Muéstrame la cura. Dame el poder para traerla de vuelta. Si realmente soy tuya, si me has elegido… concédeme esto.