Partida Rol por web

Los tres visitantes accedieron sin más al interior de la vivienda. Se trataba de acogedora habitación en la que se hallaban dos cómdos sofás y un par de sillones rodeando una pequeña mesita sobre una alfombra, todo ello frente a chimenea en un rincón de la sala. Una mesa más grande se encontraba en la parte frontal, cerca de una ventanam repleta de útles de cocina sin recoger. Sobre dicha mesa, también se encuentran un candelabro y un libro abierto. Dos puertas a los lados de la chimenea, daban acceso a otras dos salas de la vivienda.

No parecía haber nadie en la habitación y tampoco nadie reaccionó al escuchar el estruendo que el grupo hizo al entrar en la vivienda. Por supuesto, tampoco se escuchó ninguna voz procendente de las estancias contiguas. Era como si, a pesar de que la chimenea estaba encendida y pareciera que había habido actividad en la casa hasta ese mismo momento, no hubiera nadie en el interior.

-¡Ah de la casa!-gritó Godofredo al entrar. -¡Ete aquí a Godofredo Amaury de Malfête, Conde de Miramonte , de Apremont y de Papincourt! ¡Presto, que el tal Gendrew se presente ante su señor!

exigió en tono nobiliar, mientras observaba con curiosidad aquella estancia.

Sin duda sus súbditos gozaban de buena ventura, a juzgar por las comodidades de aquel hogar

Pasaron unos segundos. Nadie dijo nada, nadie respondió a las exigencias del conde. Una gran ofensa para el señor de aquellas tierras sin duda alguna.

Dwana siguió los pasos del conde y al ver que nadie respondía a sus exigencias  sugirió - Quizás esté en el excusado soltando lastre, saldré en su busca- Y tras pronunciar esas palabras, la enana salió por la puerta que había frente a la entrada en busca del que suponía indispuesto cocinero.

La casa contenía las suficientes comodidades como para suponer que disponía de aquel nuevo invento que servía para mantener la heces malolientes fuera de la zona habitada, convirtiendo la casa en un lugar más noble y digno, al igual que a sus moradores.

Enseguida me apresté a fisgonear por la sala, dado que no se hallaba el tal Gendrew cerca, ni parecía que estuviese en las salas aledañas. Husmeé el aire y me acerqué a las mesas. También me asomé por la ventana para ver si el cocinero se encontraba fuera. Agudicé mi oído en pos de escuchar algún nimio sonido.

-"Parece que no hay nadie, mi señor. Quizá haya salido a jiñar al bosque, como dice la enana. O podríamos mirar en las habitaciones contiguas."

-Adelante, mi fiel. Más no se te ocurra rapiñar alfañero o será azotado- declaró como permiso hacia su escudero para adentrarse más en la casa, mientras él esperaba de brazos cruzados cerca del umbral

El bueno de delCojon, pronto encontró lo que buscaba. Una cubertería de plata se encontraba sobre la mesa. Por ella sin duda podría sacar un buen dinero. Cogió su saco y alargó sus dedos para agarrar una cuchara especialmente brillante y entonces... 

¡El libro saltó de la mesa y se cerró en su cara! Por suerte para el pícaro bribón, pudo esquivar el ataque de aquel objeto inanimado dando un salto hacia atrás. Pero fue entonces cuando la cuerda que ataba la cortina saltó a su cuello para tratar de enrollarse a su cuello. De nuevo la suerte estuvo de parte del bribón que logró zafarse a tiempo. 

Fue entonces cuando el candelabro saltó de la mesa. ¡Si, saltó! Y no siendo suficientemente increíble, además se plantó frente a Sir Godofredo y le miró de forma desafiante, aún sin tener ojos. Al menos así lo sintió el conde. Las velas del candelabro se encendieron como por arte de magia y acto seguido se lanzó contra Godofredo. Por suerte, el ataque del candelabro impactó contra su escudo. 

Dwama, se hallaba fuera, pero no fue ajena a la locura UE estaba sucediendo en el interior de la vivienda. Allí todo parecía querer matar al conde y a su lacayo. Aunque no estaban siendo unos asesinos demasiado eficaces por el momento y por suerte. 

Mientras Dwama buscaba alrededor de la casa, la enana escuchó varios golpes en el interior, como si alguien la estuviera registrando sin ningún tipo de cuidado. 

Dwama se apresuró a entrar y si no fuera porque era una experimentada guerrera, a penas podría creer lo que estaba sucediendo.

-Pero qué clase de brujería es ésta?

¡Recojones! Gritó al ser tomado por sorpresa por los objetos teóricamente inanimados que empezaban a moverse de una forma hostil.

-¡Es brujería!-Se santiguó tres veces a la velocidad del rayo -¡Más no pueden consentirse tales malas artes en mis dominios!

Estaba a punto de dirigirme hacia las habitaciones, cuando vi encima de la mesa una preciosa cubertería. Aunque mi señor me había dicho que no rapiñara y fuera a investigar las salas contiguas, fue más fuerte mi sed de avaricia e intenté agenciarme, sin que me viera Godofredo, esa preciosa cuchara de plata.

Fue en ese momento cuando por arte de magia un cochambroso libro se me lanzó a la cara, como gato erizado, sin que me hiciera ningún daño. Mi agilidad para esquivar los guantazos del conde fue decisiva para esquivar también el intento de ahogarme de la cuerda de la cortina.

-"¿Qué demonios es esto? Los objetos están vivos, mi señor. Tienen vida propia. Algún demonio está haciendo de las suyas aquí, pardiez."

Saco veloz mi estoque y mi kukri, e intento ensartar al maldito libro. Pero la cuerda me hace fallar estrepitosamente mi ataque, haciendo que tropiece y por casi me caiga. Me apoyé en el borde de la mesa y me quedé espectante ante estos objetos agresivos...

DelCojon trató de apuñalar al libro que se había abalanzado sobre él. En su primero intento acabó rodando por el suelo y cuando se levantó trató de rajar al libro sin éxito. 

Pero éste no iba a quedarse de brazos cruzados, aunque brazos no tenía, pero su muchas hojas. Como un rottweiler hambriento y desdentado comenzó a abrirse y cerrarse tratando de atrapar a Bribón DelCojon y en uno de esos intentos de cerró con fuerza atrapando la nariz del sirvo de don Godofredo y cuando de abrió la tenía roja como un tómate y algo desviada.  

Quién tampoco de quedó quieto fue el cordón de la cortina. Aquella cuerda tenía la claea intención de enrollarse alrededor del cuello de DelCojon. Sin duda, de conseguirlo podría estrangularle. 

Y es que yendo a la mesa a tratar de robar los cubiertos, se había expuesto demasiado. ¿Aunque quién iba a sospechar que un libro, un cordón y un candelabro iban a ser los guardianes de aquella casa? ¡Normalmente se optaba por un perro o algo más reconocible!

El cordón saltó de nuevo hacia DelCojon, quien ya tenía suficiente con aquel libro asesino, como para tener que ocuparse también de otro adversario y sin embargo, logró zafarse de la presa del cordón.

Mientras el cordón y el libro se encargaban de DelCojon, el candelabro seguía manteniendo fijación por el Conde. Y es que su mirada seguía clavada sobre él tratando de destruir su alma. Que si, no tenía ojos, pero aún así miraba. El Conde así lo sentía al menos. 

Pero finalmente, lo que hizo el candelabro fue saltar contra Godofredo tratando de golpearle con uno de sus brazos acabado en una llameante vela. Por suerte, el impacto fue a parar contra la coraza de la armadura del conde y esta absorbió todo el daño que podría haberle ocasionado al señor de aquellas tierras.

¡Maldito libro de recetas! ¿Cómo se atrevía a morderme mi preciosa nariz? Echando la mirada todo lo que pude hacia abajo, casi poniéndome vizco, pude observar cómo mi nariz empezaba a hincharse. Me dolía horrores y me dificultaba al respirar hondamente. Pasé el antebrazo por ella para limpiarme la sangre, igual que hacía para limpiarme los mocos. Este grimorio iba a saber muy pronto quién era DelCojón. Tenía que pensar un plan rápidamente, ya que estaba en desventaja numérica. ¡La maldita cuerda quería hacerme un lazo en el cuello para ahogarme!

-"¡Malandrines, demonios cojoneros! Parad ahora mismo o el conde Godofredo os echará al fuego del hogar y arderéis."

-¡Aqueste insulto no debe quear indemne, más la conjuración en mi feudo está prohibida si no es con mi consienta!

Juntando las manos frente a su pecho cerró los ojos y recitó

-¡Pater nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, bendice a aquestos tus fideles puesto que van a impartir tu justo castigo!

Mientras el Conde oraba a su dios para que le otorgara un a bendición, el candelabro trató de golpearle. Y es que los objetos animados no tenían respeto por nadie. No obstante, su golpetazo impactó contra la armadura del Conde sin más consecuencias.

Dwama no se lo pensó dos veces y nada más entrar en la casa, arremetió contra el candelabro que intentaba agredir a su señor - Dejádme, os quitaré de en medio a este .... candelabro!!?? La valiente enana se plantó junto al conde y en una abrir y cerrar de ojos, su letal hacha ya estaba chocando contra  latón, golpeando a diestro y siniestro contra el débil metal del objeto, que a duras penas podía aguantar las embestidas de un arma tan poderosa. Si el candelabro tenía conciencia sin duda pensó que aquella noche sería la última que iluminaría algo...

Decidido como estaba en trinchar a ese maldito libro, agarré con fuerzas mis armas y ataqué con furia. El dolor de mi tocha hinchada me daba valentía para ello, si no, seguramente me habría escondido detrás de mi señor y de la enana a la hora de combatir.

-"¡Toma, bellaco! Te arrancaré todas las páginas y te dejaré en paños menores, solo con tus viejas cubiertas llenas de polvo."

El grimorio de cocina se hubiera reído de DelCojon de haber tenido posibilidad. El pobre sirviente/escudero/objetodelasirasdesuamo, estaba fallando todo lo que se podía fallar. ¡Y es que ese libro era realmente ágil!

Pero a éste se le quitaron las ganas de reír, cisne se cerró con fuerza dos veces, sumando dos intentos fracasados de herir al ladrón que había entrado en la casa de su amo.