Partida Rol por web

De nuevo, el candelabro, dañado como estaba, trató de hacerle daño al Conde. Por suerte no tuvo que moverse para resultar ileso. Si escudo y su armadura eran suficiente paradeto como para evitar los golpes del candelabro. 

Cuando este se dió cuenta de sus golpes estaban siendo todos infructuosos, se cruzó de brazos terriblemente enfadado y hubiera fruncido el ceño y apretado los morros de haber tenido. Pero como no tenía ni ceño ni labios, no puedo hacerlo.

El que si tuvo éxito fue el cordón de la cortina. Saltó sobre DelCojon y se enrolló alrededor de su cuello comenzando a apretar. El aire empezó a fallarle al escudero y notó como el cordón se retorcía con fuerza alrededor de su garganta. 

Si no se lo quitaba de encima rápido, la cosa podía acabar muy mal. 

Al ver que el candelabro dejaba de ser una amenaza y las dificultades por las que estaba pasando el pobre Delcojón, Dwama decidió ayudar al bribón intentando quitarle de encima el cordón que se aferraba a su cuello para estrangularlo. 

Vamos a ver quién aprieta más fuerte... Dijo la enana cuando su mano se aferró con fuerza al cordón

El escurridizo cordón se me enrolló velozmente en el cuello, mientras yo trataba de esquivar los intentos del libro por volver a morderme mi pobre nariz. Apretaba fuerte, haciendo que no pudiera respirar. La sensación era igual que esa vez, hace mucho tiempo, que me iban a colgar por haber robado unas gallinas. La enana vino a mi rescate y agarró el cordón para enrollarlo, pero eso hizo que me tirara el cordón más y me acercara a ella un par de pasos. Enfundé mi kukri e intenté tirar con fuerza del cordón para deshacer el nudo que oprimía mi garganta. Gracias al esfuerzo conjunto de Dwama y mío, pude quitármelo de encima. Aproveché mi libertad, para lanzar un ataque con mi estoque al libro saltarín que había enfrente mío y que me hacía burlas, meneándose de izquierda a derecha, como dando saltitos.

- ¡Recojones! - Exclamó el conde. - ¿Pero qué ofensa es esta contra este, el señor de aquestas tierras!

Sin dudarlo lo más mínimo asestó un mazazo sobre el candelabro y le golpeó con fuerza, porque quedó bastante abollado ciertamente.

Los golpes y mamporros de los tres intrusos acabaron por desactivar a dos de los tres objetos animados que vigilaban la vivienda. El conde golpeó con dureza contra el candelabro y este quedó hecho una masa abollada en el suelo. La maza de Godofredo impartió justicia divina una vez más.

Por su lado, Dwama golpeó con el filo de su urgosh contra el libro y este comenzó a perder páginas a un ritmo vetiginoso. Decenas de recetas volaron por la sala. Luego, con el pico de su arma predilecta, empaló al pobre grimorio desactivándolo.

Mientras tanto, DelCojón logró asestar sendos tajos sobre el cordón, el cual comenzó a pelarse a gran velocidad. Poco le faltó para partirlo por la mitad, pero todavía seguía en de una pieza y dispuesto a plantar combate. Al final, era un trozo de cuerda y aunque había visto a sus amigos caer fácilmente y él estaba a punto de correr la misma suerte, no tenía miedo, pues no tenía vida, ni sentía dolor.

El cordón siguió peleando y no cambió de objetivo. En esta ocasión, el siervo del conde recibió un buen latigazo y se quejó amargamente. Acto seguido, notó como el cordón volvía a enrollarse alrededor de su cuello, ésta vez con mayor fuerza que la anterior. Sería más complicado sacársela de encima.

Los cacharros malditos la habían tomado conmigo y me estaban dando la del pulpo. Intenté volver a soltar la cuerda de mi dolorido cuello, pero esta vez se había enrollado fuertemente y hasta con lacito para estrangular de regalo. No me fue posible quitármelo de encima, así que intenté cortar la cuerda y descuartizarla. Solo esperaba hacerlo antes de que me desmayara por la falta de aire.

Al ver que Delcojón empezaba a ponerse morado (y no de comer precisamente), Dwama soltó un certero y preciso tajo a la cuerda que ahogaba al desgraciado ladronzuelo para librarlo de aquel cordón asesino. La enana fue más eficaz que el vasallo y logró deshacer lo poco que quedaba  de soga.

Gracias a la dama enana, DelCojon fue liberado. Había logrado desactivar el último de los objetos animados y todo había regresado a la calma. Por suerte nadie había resultado herido. Nadie de estirpe noble claro, porque el bribón de DelCojon presentaba magulladuras en el cuello y la nariz hecha un Cristo. 

Fuera como fuera, el silencio volvió a reinar y una vez los guardianes de la casa dejaron de pelear, volvieron al punto inicial, encontrar al dueño de aquel lugar. Dos puertas se abrían ante ellos a derecha e izquierda de la chimenea. Debían decidir qué registrar primero, aunque también había más opciones, como salir de ahí y irse a un burdel. Eso le hubiera gustado a delCojon, aunque no tanto a Dwama.

Tosí varias veces mientras cogía aire de nuevo. El combate contra los seres animados había terminado. Miré alrededor por si las moscas, a ver si el mortero o el pasapuré se ponían de pie y saltaban hacia nosotros, pero ya no se movía nada más. Me relajé y me pasé la mano por el cuello, notando que se me había hinchado hasta límites insospechados.

-"¡Por los largos bigotes de mi tía Eustaquia! Por casi muero ahorcado por esa maldita cuerda. ¿Qué maleficio más macabro se cierne sobre esta casa? Parece que ese tal Gendrew no es lo que aparenta, mi señor. Más brujo que cocinero me huele a mí."

Me acerqué a mi señor raudo y malherido, como un perrillo asustado.

-"¿De verdad quiere que miremos en las habitaciones, mi señor Godofredo? ¿No sería mejor salir de la casa y quemarla como a las brujas?"

-Algo de razón lleva el bribón. Aquí hay trasgo encerrado.

Si esto ha sido el recibimiento, qué nos encontraremos en las habitaciones?  Demonios? Trampas? Fantasmas?. Iré a echar un vistazo por las ventanas que dan a las habitaciones.

Si el conde no se opone, Dwama da una vuelta a la casa mirando por las ventanas que dan a las habitaciones.

- ¡Pardiz, vaya recibimiento! - Exclamó el conde. - ¡Aquesta ofensa no quedará impune! ¡Y lo digo frente a mi sirvo DelCojon y la dama Dwama! ¡He dicho!

El conde limpio de sangre de su maza con la cortina de la habitación. Una sangre que no existía pues había matado a unos objetos inanimados que por supuesto, no sangraban. Entonces miró a Dwama ante su propuesta de realizar un rodeo alrededor de la casa para comprobar las ventanas. 

- ¡Ves! - Le dio permiso a la enana. - ¡Y cuidado con los demonios que moran en esta casa!

Dwama comenzó su reconocimiento exterior en sentido contrario a las agujas del reloj. Salió no obstante, por la puerta trasera de aquel salón, justo frente a la puerta principal por dónde habían entrado. Daba acceso a un frondoso, coloreado y bien cuidado jardín, óseo Dwama no estaba en esos momentos como para ponerse a admirar las flores.

Finalmente alcanzó una ventana y miró a través de ésta no sin esfuerzo, pues tuvo que ponerse de puntillas para alcanzar el marco. Al mirar a través de la misma observó que se trataba de la cocina, la cual contenía un pequeño comedor con una mesa para dos comensales (aunque podría ser hasta para cuatro). Una puerta de acceso a otra sala y una en la parte sur al exterior. 

La cocina bien equipada, aunque la zona parece un desastre. Se observan ollas y sartenes esparcidas por el suelo, vasijas rotas y restos de comida yacen diseminados por el suelo y las paredes están salpicadas de salsa y restos de comida.

Dwama prosiguió rodeando la casa. En la zona sur, una vez pasada la altura de la cocina, observó una nueva ventana que debía dar a la habitación a la cual se podía acceder desde la cocina. No obstante, ésta tenía las cortinas corridas y no podía verse nada a través de la misma.

La enana no perdió más tiempo y siguió rodeando lacasa hasta encontrarse una nueva ventana. Ésta daba a lo que parecía ser un dormitorio. En el interior pudo ver una cama grande en el centro. A lo largo de una pared estaban distribuidas una serie de estanterías y también y también un escritorio.

Pero lo que más le llamó la atención evidentemente fue hombre ensangrentado y maltratado que yacía tendido en el cama, atado de muñecas y tobillos. Un pequeño murciélago con forma ligeramente humanoide se encontraba sobre el escrito haciendo pedazos algunos libros.

Dwana echó un vistazo rápido a la casa a través de las ventanas. Al ver la cocina hecha unos ogros pensó que allí había sucedido algo y al ver al hombre malherido y amordazado en la habitación de al lado saltó como un resorte.

Por las barbas de mil enanas!!  lo han capturado!! Demonio parece en verdad, dejadme a mí!!-Gritaba la enana para alertar al Conde

Y hacha en mano se dirigió directa hacia la puerta de la habitación dispuesta a atravesarla como fuera con la intención de arremeter contra aquella demoníaca criatura

La dama enana entró como un huracán en el dormitorio. Allí se encontraba un ser alada, parecido a un muerciélago y horrendo como el culo de un mono. Sobre la cama, se encontraba un hombre atado de mueñacas y tobillos a las patas de la cama formando una equis con su cuerpo. Se encontraba boca abajo y aparentemente estaba muerto o dormido.

Lo que estaba claro era que aquel pobre hombre, había sido tortuado y/o sodomizado a tenor de las marcas que eran visibles por todo su cuerpo. Si, todo su cuerpo, pues el joven estaba totalmente desnudo. ¡A saber que balsfemias había hecho aquel horrible ser que estaba rasgando con sus afiladas garras, unos libros que se hallaban sobre el escritorio!

- ¡Yiaaaaaah! - Gritó sobresaltada la criatura, que inmediatamente abrió sus alas y mostró los dientes y las garras a la enana.

Por las barbas de Moradín !! es más feo que un troll!

Esperé al lado de mi señor hasta que la enana volviera de dar la vuelta a la casa. No quería volver a adelantarme y llevarme todos los palos. Me volví a tocar mi hinchada garganta, pasando la mano por ella. De repente, los gritos de Dwama resonaron por los alrededores y esta entró echa un torbellino, dirigiéndose hacia una de las habitaciones. Abrió la puerta de una patada y fue a entrar. Su ímpetu me contagió y la seguí hacia allí, pero muyyy atrás.

-¡Recojones! ¿¡Que es aqueste grito del averno!?

Al escuchar aquel chillido se apresuró a acudir en ayuda de su compañera

-¡A mi, mi fiel! ¿Nuestra camarada nos necesita!

El pequeño diablillo lanzó un fuerte bufido que heló la sangre de quién lo pudo oír. Cualquiera con falta de fe y voluntad huiría sin dudarlo, aunque aquellos visitantes no eran unos cualquiera, ¿o si?

De repente, aquel pequeño ser se abalanzó sobre Dwama y lanzó un zarpazo hacia ella que le impactó de lleno en el rostro haciendo que sangrara. El Conde y su siervo tenían que ponerse en marcha de inmediato si no querían dejar sola a su camarada enana.