Partida Rol por web

Apreté los dientes, ofuscado. ¿Qué caverna? ¿La del oso que acababan de abandonar? Allí no había rastro de él. ¿Y quiénes eran esos que iban tras mi hijo? Debía de pensar rápido y encontrarle para ayudarle.

-"Sí, está vivo. ¡Está cerca y necesita nuestra ayuda inmediatamente! Dice que van a por él, pero no me ha especificado quién. Comentó que estaba refugiado en una caverna..." Respondí, pensativo.

Me concentré en esas personas que querían hacerle daño a Broaldes y entoné un conjuro para ver si podía localizarles.

- ¿No serán... - A Robasart se le heló la sangre. - ...los espíritus de la Oscuridad, los Demonios de Hielo? - Dejó caer casi seguro de que no estaba errando en la naturaleza de los seres que perseguían a Broaldes.

De haber acertado en eso, no sería debido más que a una mera intuición, aunque deseaba equivocarse. Tratar con aquellas criaturas se  antojaba peligroso y mortal. No por nada, ya habían esquivado no hacia demasiado, la opción de toparse con ellos.

Miré a Robasart pensativo.

-"Podría ser. Podría ser..." Dije en voz baja.

Miré en la dirección donde nos habíamos topado con aquellos seres y de los que habíamos huido hace poco tiempo.

Broyant sacó de sus pertenencias un dedo huesudo momificado, de aspecto grisáceo y pálido, atado al largo cabello de una doncella virgen. Este fue un regalo del sacerdote del clan, de cuando le enseñó este útil hechizo, generalmente utilizado para detectar asesinos infiltrados en la Thula.

Se concentró, sostuvo un extremo del pelo en su mano derecha y pronunció las palabras santas que permiten animar a los espíritus y esperó junto con Robasart observando el dedo suspendido en el aire al otro extremo del negro cabello

Al principio no ocurrió nada. Pero de repente el dedo convulsionó ligeramente y giró sobre sí mismo señalando hacia el Este. La dirección opuesta desde donde venís y estaban los Demonios del hielo

Broyant avanzó unos pasos en esa dirección y el dedo siguió señalando ese camino.

Continuar avanzando hacia el Este. Parece que hay una zona helada con estalacticas.

Siguiendo las indicaciones os avanzáis hasta una zona de mucho hielo, estalacticas y alguna cornisa.

El viento aquí es más fuerte y empieza a nevar, pero continuáis avanzando.

Al cabo de un rato observáis en la nieve junto al hielo ¡una figura humana! Parece estar sentada o agazapada en una cornisa, arropada con mantas.

Cuando llegais hasta ella veis que es un hombre, rígido y congelado...

Cuando lo examinais veis que es un hombre de un clan vecino, que inició el peregrinaje con Broaldes...

¿Quereis hacerlo algo con él o aquí?

A continuación seguís el camino del Este que os marca el dedo muerto.

Teneís que avanzar por una cornisa helada, haced una tirada de Buscar.

La cornisa está helada y tiene nieve que está cayendo, además de un fuerte viento lateral. Mirando hacia abajo veis una caída de unos 1500 metros...

Hay que tirar Trepar para avanzar por la cornisa.

Necesito saber el orden de marcha (sólo se puede ir de uno en uno) y si queréis hacer algo especial aquí antes de tirar.

Tirada de trepar:

Nota: Broyant pifiaría con una tirada 97-100 y Roabasart con una tirada de 99-100

Crítico: Atraviesas la cornisa sin problemas.

Éxito: Atraviesas la cornisa muy despacio y llegas al otro extremo. El viento aquí sopla muy fuerte y agrava las congelaciones. Tirar CONx5 o perder 1D6 Puntos de Golpe en los Puntos de Golpe generales.

Fallo: Llegas a un punto donde te bloqueas. El viento aquí sopla muy fuerte y agrava las congelaciones. Tirar CONx5 o perder 1D6 Puntos de Golpe en los Puntos de Golpe generales. Debes volver a tirar Trepar al asalto siguiente en esta tabla.

Pifia: ¡De repente tu bota resbala y caes al vacío! ¡Tira DESx5 para intentar agarrarte a algo!

Robasart tragó saliva, sintiendo cómo la tensión le oprimía el pecho al contemplar el cadáver congelado. Su piel, azulada por el frío implacable, estaba endurecida como la piedra y el hielo que cubría sus facciones le daba un aspecto espectral. Durante un instante, el miedo le atenazó el corazón, temiendo reconocer en aquel rostro inerte a su primo Broaldes. Pero al ver que no era él, dejó escapar un suspiro tembloroso, una mezcla de alivio y culpa recorriéndole el cuerpo.

Con el aliento aún agitado, dirigió la vista hacia la cornisa helada que debía cruzar. El viento aullaba entre las rocas, levantando finos copos de nieve que danzaban en el aire antes de perderse en el abismo. Cada paso que daba era un desafío a la montaña, el hielo crujía bajo su peso y el frío mordía la piel expuesta de su muñón. Apretó los dientes y avanzó con cautela, sintiendo cómo el vacío a su lado le susurraba promesas de caída. Pero la suerte o quizá la montaña misma, no le jugó una mala pasada.

- Casi lo tenemos... - Comentó. - Hay que avanzar, tío. Sigamos...

Robasart le echa valor y va el primero, despacio, pero poco a poco consigue llegar al otro lado, con el pelo empezando a congelarse, pero sin sufrir daños.

Caroban observa a Broyant a la espera de cualquier indicación que pudiera hacer.

Seguimos las indicaciones del dedo hechizado, el cuál nos llevaría hasta Broaldes. Andando sobre la densa nieve, poco a poco recortábamos terreno hasta nuestro objetivo. En un punto encontramos el cuerpo de un individuo, alguien que había acompañado a mi hijo. Al llegar a su vera, me agaché para rezar una oración por su alma. Después le registré en busca de monedas o bisutería. Quizás a su familia le gustaría tener sus objetos para rezar por su alma. Las monedas pagarían la cuota de Caroban o parte de ella.

-"Que Orlanth te acoja en su seno." Le dije al congelado cuerpo, tocándole la frente.

Seguimos caminando y llegamos a una cornisa donde el viento aullaba como si tuviera vida. Habría que tener mucho cuidado para no caer por el terraplén. La caída sería mortal. Una cuerda habría sido de gran ayuda, dado que nos hubiéramos atado a la cintura unos a otros. Si alguien resbalaba, los otros le cogerían... pero no teníamos cuerda, así que...

Tras Robasart, fui yo el siguiente. Mi sobrino había pasado bastante bien y yo pensaba hacerlo igual, pero en mitad del camino el fuerte viento me zarandeó, haciéndome perder el equilibrio. Me aferré fuertemente a la cornisa de piedra y esperé a que el viento dejara de soplar tan fuerte. Tras unos instantes que me parecieron eternos, el viento sopló más despacio y aproveché para pasar al otro lado. Una vez junto a mi sobrino, me giré para ver si nuestro guía también pasaba la repisa. Me arrebujé en la capa dado que hacía más frío que antes.

Entre las ropas del hombre encuentras un anillo de oro, y un pequeño exvoto de un guerrero de arcilla.

Aguantando el frío el y la intemperie ambos conseguís avanzar por la cornisa, de manera ágil.

Ahora es el turno de Caroban, que con cuidado atraviesa la pasarela.

Continuais avanzando por una zona cada vez más helada, hasta que finalmente el dedo muerto os indica hacia una gruta natural en el hielo.

¿Qué haceís?

- Si Broaldes superó la repisa, es posible que se escondiera en la cueva. - Comentó Robasart a quien le dolía el muñón horrores y esperaba poder encontrar pronto a su primo y regresar a casa. - ¿Vamos?

El skald tenía la intuición de que su primo estaba cerca y seguramente en apuros a tenor de la última comunicación con Broyan. Era posible que no llegaran a tiempo, que por unas pocas horas o quizás minutos, fracasaran en la misión de encontrar a Broaldes con vida. Esperaba que la suerte les acompañara por una vez.

- Ayúdanos Erumal... - Pidió en un murmuro casi inaudible.

Por fin llegamos a la entrada de la cueva donde estaba mi hijo. Sin perder ni un instante, me concentré y empecé a entonar conjuros que me harían mejor luchador. Perder unos instantes podría darnos luego la victoria. Tras terminar de conjurar y ya listo para lo que surgiera, asentí a mi sobrino y me encaminé hacia la entrada de la cueva, abriendo la marcha.

-"Vamos." Dije.

Robasart examina con atención la entrada a la gran cueva. No hay nadie visible, y la cueva se interna en un largo pasadizo hacia la oscuridad, pero sí que encuentra en la nieve de la entrada de la cueva unas extrañas pisadas.

Una especie de pies descalzos bastante grandes que se dirigen hacia el interior de la cueva.