Partida Rol por web

Adelante. -Es toda la escueta respuesta que recibes a través de la puerta del despacho del director. Cruzas la puerta y ahí está, sentado tras una mesa de madera oscura con pinta de antigua, que contrasta con el resto de la austera decoración del despacho. Permanece sentado, en una amplia butaca, sin levantar la vista de su ojo único de unos documentos que tiene desplegados sobre la mesa.

Gracias por venir, señor Algren. Tome asiento, por favor... -Te invita con un gesto de su mano, aún sin mirarte- Hay un par de asuntos que me gustaría comentar con usted, ahora que da comienzo el nuevo curso. Dígame, ¿sabe usted por qué ha terminado en el seno de esta institución? No es usted lo que se conoce como un metahumano, propiamente dicho, a pesar de esas "leyendas" que le rodean...

Acudís al despacho de la psicóloga, algo sencillo dado que es un punto bien marcado en el plano del centro. Al llegar, no tenéis tiempo de golpear la puerta, cuando esta se abre y la hermosa mujer os invita a pasar.

Es un despacho sencillo, con muebles metálicos y una mesa de cristal. Sin embargo, no os invita a sentaros frente a esta, sino en un rincón junto a la ventana, donde hay un sofá de tres plazas y una mecedora frente a él. Ella toma asiento en la mecedora, dejando que os acomodéis en el sofá.

Bueno, chicos, antes de nada agradeceros que me dediquéis este rato. Soy consciente de que preferiríais pasarlo en compañía de vuestros compañeros de primer año, o más bien de "las compañeras". -Termina diciendo de forma socarrona- Sin embargo, hay un asunto que me parece un poco lo bastante urgente como para esto. Es sobre vuestro origen... -Dice mirando a Trece- ...o más bien el origen de vuestras habilidades. -Sigue con la mirada en Gabriel- Se que no sabéis ni recordáis nada acerca de ellos, y me gustaría hacer una pequeña prueba en el interior de vuestras mentes, con vuestro consentimiento, a fin de hacer emerger algún recuerdo de todo ello. Algo que pueda orientarnos acerca de lo que sois y lo que podéis llegar a hacer. Si es que estáis dispuestos, claro...

¿Azar? -Lourdes repite esa palabra en tono burlón, aunque no alcances a comprender qué le encuentra de gracioso- Preciosa, pronto aprenderás que en la Fundación Lince Dorado pocas cosas suceden por azar...

La mujer se gira para echar un vistazo a Cassandra, que parece revolverse bajo las sábanas mientras murmura algo, aparentemente entre sueños.

Mira, Eclipse... -Lourdes se acerca más a ti, bajando el tono de voz. Pone una mano en tu brazo, cerca del hombro, en un nuevo exceso de confianza, pero en esta ocasión ves algo nuevo en su mirada. ¿Preocupación? ¿Comprensión? ¿Empatía quizás? Es una expresión extraña- He tenido que pelear mucho para convencerles de que eras la mejor opción como compañera de esta pobre chica. Al menos, mientras sigas aquí, sea el tiempo que sea...

Verónica nos invita a pasar y a tomar asiento. Tras pasar todo el trayecto hablando con Gabriel de lo cansado que estoy de tratar con psicólogos ahí estamos.

Me remuevo en el sofá, incómodo.

Verónica no es una mujer que se ande por las ramas. Es lo primero que me sorprende, aunque en cierta manera ya nos lo había demostrado en su primera aparición. Estoy acostumbrado a que los psicólogos den cientos de vueltas antes de abarcar el problema real. Esa mujer va directa al objetivo, lo cuál, hace que me plantee si estaba equivocado con ella. Si realmente es alguien con quien merece la pena hablar.

- Claro - digo encogiéndome de hombros con aparente indiferencia - ¿por qué no? si realmente va a ayudar... vamos allá.

Al final, si que era una entrevista personalizada con el director. Y el sitio, tenía de espartano, lo que tenía él de español. Madera buena, pero él no estaba allí para juzgar el donde ejerciera el director. Primero escuchó, luego evaluó, porque tendría que responder. Se imaginaba que el tema, su tema saldría tarde o temprano, y hubiera preferido que fuera más tarde que temprano. No lo iba a soslayar. Contestaría al director de manera escueta, aunque ya supiera que una panda de para su superior solo serían una panda de ninjas de Kung Fu con aires de superioridad y tendencias homicidas:

-Sí, estoy al tanto de las supercherías que se dicen de mi... pero no es eso lo que le interesa o me quería  preguntar, sino el otro tema. Le confirmo que sé que una "secta" de guerreros me busca no se que tiene pensado para mi o el motivo por el que estoy aquí... pero dudo que me dijera.

Si el tenía cara de poker, el director garcía era un profesional. A ver que otras cosas le preguntaba, pero se esperaba algo del estilo "¿y qué sabes de la secta que te persigue?"

Recojo mis bandolera y me traspongo la puerta junto con Neithan. Miro por un momento de preocupación a la puerta, no nos han dado llave alguna y tampoco se si lo harán, no creo que pase nada pero en todos lados hay gente en la que no puedes confiar. En fin, no le doy más importancia cuando las palabras de Neithan me caen como un jarro de agua fría.

- Bu-bueno, no te preocupes, sólo vamos a dar una vuelta para conocer esto, espero que no sea nada grave... chao... - me despido de él con un gesto de la mano, quitando importancia al asunto.

"Iré contigo, tengo que tomar un poco el aire" dijo, este tipo parece que cambia rápido de opinión, o bien no supo o se atrevió a decirme que no en la habitación. "O eso, o se hace de vientre brutalmente, jeje". Aparto esos pensamientos de mi y me dirijo a la zona donde hemos quedado en encontrarnos. Veamos cuantos se apuntaron al final.
 

Desde un primer momento no me siento cómodo del todo en aquel lugar ni con aquella persona. Puede que me guste decir muchas tonterías, pero aquella mujer no me da buena espina, una psicóloga que literalmente se mete en tu cabeza...

-No quisiera ofenderla señora, pero me gustaría que mi cabeza siguiese siendo mía.- Le dije removiéndome incómodo en el asiento.- Además, ¿qué más da de donde salieron los poderes?, lo que importa es que hagamos con ellos.

Aquella era parte de la verdad, por otro lado no quería recordar aquel día en cuestión, había estado a punto de morir, y aunque sentía muchísima curiosidad por saber como había sobrevivido a ello, la respuesta también me daba miedo.
Me había sorprendido en cierta medida la respuesta de mi compañero, pero el sabría lo que hacía, tampoco lo conocía a fin de cuentas. Entonces sonreí divertido cuando una duda cruzó mi mente.

-¿Nos habéis puesto juntos por ser los raritos?

Asesinos.

El director toma la palabra en cuanto terminas, tan inmediatamente que casi te interrumpe con esa simple palabra, tras la cual guarda silencio unos instantes. Un silencio tenso. Hasta que por fin levanta la vista de los documentos de la mesa y te mira con su único ojo.

Asesinos, no guerreros. Le aseguro, señor Algren, que hay una notable diferencia. Al menos, para mí, para esta institución, y para su departamento de seguridad. Además de eso... -El director junta sus manos sobre la mesa- ...le ruego que no trate de decidir qué me interesa y qué no, al menos en voz alta. Es una deplorable falta de educación, y estamos aquí para educarles, por si se le ha olvidado.

El señor García se pone en pie, acercándose a la ventana con las manos a la espalda.

Estoy muy al tanto de lo que le sucedió a usted y a los monjes con los que se ha criado. Y cuento con informes acerca de esa "secta", como usted la llama... -Dice el director, con voz algo tosca- Se hacen llamar "la orden del Loto Rojo", y aunque el nombre es antiguo y tiene muchísima historia detrás, hoy en día se les relaciona internacionalmente con las actividades de diversas organizaciones delictivas orientales, como la Yakuza, las Tríadas y los Tong. Tengo algunos contactos en el Ministerio de Interior que se han comprometido a informarme en los avances de la investigación que desarrollan las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado sobre ellos.

El director se gira y te mira con suspicacia.

¿Por qué da usted por hecho que mi intención es ocultarle información?

La psicóloga mantiene un rictus impertérrito ante la respuesta afirmativa de Ezequiel. Sin embargo, su gesto se tuerce ligeramente, evidentemente molesta, ante la respuesta de Gabriel. Sin embargo, pronto vuelve a mostrar el mismo semblante, tras dejar escapar disimuladamente un suave suspiro.

¿Raritos, Gabriel? Supongo que te darás cuenta de lo curioso que es que emplees ese apelativo encontrándote donde te encuentras... -En cierto modo, lleva razón. Esta es una institución para gente con poderes, personas que demasiadas veces quedan fuera de la sociedad, marginados, odiados, temidos. Dividir a gente así entre "raros" y "no raros" puede ser bastante difícil- En fin, de todos modos, hay algo que deberías comprender. Ambos. Yo no controlo mentes. No está dentro de las facultades que practico, ni es mi deseo. Mis capacidades mentales son un arma de doble filo, que puede fácilmente seducir al practicante y hacerle olvidar lo verdaderamente importante, convirtiéndolo en un villano sin escrúpulos. Lo he visto, y es horrible. Por ese motivo, me ciño a un estricto y autoimpuesto código de conducta, y es por lo que estoy solicitando vuestra autorización para realizar una exploración profunda y tutelada de vuestras mentes. Tu cabeza, te lo aseguro, seguiría siendo tuya. Pero si tienes miedo, Gabriel, no pasa nada. Ahí tienes la puerta, puedes salir y reunirte con los demás. Creo que las chicas no han salido aún de sus habitaciones, y Neithan está en el despacho del director. Pero Alejo Romasanta os está buscando ya...

Y comprender el origen de tu poder puede ser crucial para aprender a controlarlo. -Dice la voz de Verónica en el interior de vuestras mentes- Queréis controlarlo, ¿verdad?

Miro a Gabriel cuando responde a la psicóloga mientras paso los dedos por mi pelo por acto reflejo, pensativo. Si llegar al origen sirve para mejorar nuestra capacidad de control, es algo que debemos hacer.

Sin embargo, parece que mi compañero no está muy dispuesto a acceder a la prueba. Me pregunto que debe temer o que le puede preocupar encontrar tanto como para no desear averiguarlo. Entiendo que para alguien que ha crecido junto a su familia siente que quizá tiene más por perder que por ganar, una situación muy distinta a la mía, ya que de mi pasado nada valía la pena ser recordado.

Ante la última aseveración mental de Verónica, asiento en silencio.

El director García era un tipo duro. Le había subestimado. Él había hablado con bastante sinceridad, y eso, muchas veces hacía que la gente le confundiera y le malinterpretara.  Quería dejar claro este punto, que en el asunto que estaban tratando ayudaría si podía. Él no era tan molonérrimo como sus compañeros mutantes, que podían destruir ciudades y causar grandes daños a los civiles, pero el ser inofensivo, tendría que ser su baza:

-Antes de responder a su pregunta me gustaría decir que ayudaré en lo que pueda para poner en su sitio a esa "secta" y que no era mi intención ofenderle o faltarle el respeto...

Pensó un poco su respuesta. Pensó en un ejemplo que le pusieron, un ejemplo un poco friki pero que un occidental podría entender muy bien. También reflexionó de sus sentimientos. No le gustaba lo que le habían hecho a quienes le habían criado, no era indiferente, pero había aprendido a dejar la ira de lado y ser paciente y reflexivo. No quería gustarle al director pero no quería que se quedara con la sensación que le tomaba el pelo:

-Porque no cree que este preparado... es como en la película de Star Wars cuando Obi Wan no le dice a Luke que Darth Vader es su padre, Obi Wan esperaba que Luke estuviera entrenado y preparado... y yo lo sé, director García, no estoy preparado y por eso eso creo que estoy aquí, para que me preparen... espero que ese símil sirva para responder a usted... las dotes comunicativas no son lo mío...

Cuando Rocío entró en la habitación me encontraba echando un vistazo a esta, aún con mi equipaje junto a la puerta, curioseando aquí y allá. Ni tan siquiera me había molestado en elegir cama, y es que no era de las cosas que más me importaban.

La habitación no estaba mal en general. Se notaba que no se habían molestado demasiado en la decoración, pero al menos no estaba sobrecargada. El escritorio podía servirme para lo que quería, las vistas eran preciosas a la par que interesantes, pero el armario…

-¿En serio? ¿Nada más? – dije en voz alta, abriendo las puertas de este, cuando escuché una voz tras de mí saludándome. Se trataba de Rocío, que ya había llegado y tomado posesión de una de las camas. - ¿Te lo puedes creer? – dije volviéndome hacia la chica, señalando el interior del armario. - ¿Cómo vamos a meter aquí todas nuestras cosas? Toda mi ropa no cabe en medio armario. – suspiré cerrando las puertas y me acerqué a la rubia. – Por cierto, hola. – le sonreí algo avergonzada. – Disculpa, aún trato de hacerme a todo esto. – dije sentándome sobre la otra cama, cruzando las piernas y apoyando mis manos sobre la rodilla. - ¿Y de dónde eres? – quise preguntar y entablar así algo de conversación.

Seguía con su juego y con ese aire misterioso que tan mal me iba en una situación como esta. ¿Quiere que me quede con ella para que no le pase nada? Le vendría mucho mejor alguien que fuera a quedarse.Como sea, no me importa- dije restando importancia a eso. No me importaba el motivo porque ya se había decidido dónde debía residir.

Cuando se acercó yo me quedé quieta, observándole. Puso una manos sobre mí y solté un pequeño gruñido, porque no me gustaba que me tocaran sin mi permiso, pero parecía una forma de reafirmar lo que trataba de decirme. Está bien, yo compartiré la estancia con ella, me da igual. Mientras esté aquí no le pasará nada siempre que no cometa estupideces. No sé si lo haces porque en mi mundo existen personas como ella, pero si es algo que puedo hacer hasta marcharme, cuenta conmigo- y ahora sí, di un paso atrás para que dejara de tocarme.

Las palabras de la psicóloga me pusieron a la defensiva y bastante nervioso. Sobretodo cuando toco el miedo, ¿se me notaba? ¿lo había visto en mi mente? aquella duda seguiría bastante tiempo en mi mente. Me levanté de golpe, no quería seguir ni un segundo más allí.

-¡Yo no tengo miedo de nada!- Le grité.- Vivo para las emociones fuertes.- Le puntualicé con una ligera sonrisa.

No estaba seguro de porque me había puesto tan a la defensiva, pero había algo que no me gustaba, y no pensaba pasar ni un segundo más allí. No necesitaba a aquella mujer y a toda su retahíla.
Dicho esto me dirigí a la puerta del despacho sin decir nada más, creía que podía salir, de todas formas era lo mejor, tenía que tranquilizarme. Aun seguía en bañador, así que ya sabía a donde me iba a dirigir.

El director enarca una ceja como única reacción a tus palabras, y lo hace precisamente cuando comienzas con tu símil acerca de Star Wars. Por lo demás, el hombre es tan estrictamente serio y regio, que su rostro parece una máscara.

Señor Algren, no está usted aquí para poner en su sitio a nadie... -Dice, ahora con un tono más suave- Para eso estamos nosotros. Aceptamos su custodia y tutela, no para enfrentarle a esa organización, ni para encargarnos nosotros de ellos. Por supuesto, si descubren que está usted aquí y se les ocurre venir, serán repelidos de inmediato, pero ese no es nuestro objetivo. -El director se aparta de la ventana y toma asiento de nuevo frente a ti- Está usted aquí para convertirse en un ciudadano de provecho, señor Algren. Es nuestra intención para con usted y para con todos sus compañeros. Es el fin último y primero de esta institución. -Comienza a recoger los documentos de la mesa y guardarlos en un dossier, que introduce en su cajón- Solamente quería asegurarle que somos conscientes de su peculiar situación, que estamos al tanto de todo y que si se nos notifica cualquier novedad acerca de la investigación que se está llevando a cabo, se lo transmitiré yo personalmente a la mayor brevedad. Usted no está preparado para llevar a cabo una cruzada de venganza, señor Algren, pero está preparado para asumir su responsabilidad. Y ahora mismo, su responsabilidad es aclimatarse a este centro y aprovechar todo lo que tenemos que ofrecerle.

García se queda unos instantes manteniendo tu mirada, impertérrito.

Y ahora, si me disculpa... Creo que algunos de los nuevos alumnos van a juntarse cerca de la piscina, haría bien en ir conociéndolos. Van a pasar mucho tiempo juntos.

Lourdes dibuja una pícara sonrisa en su rostro cuando respondes. Es una de esas sonrisas que gustan a los hombres, aunque a ti no terminan de convencerte demasiado.

¿Sabes, Eclipse? Eres mucho más sensible de lo que pareces a simple vista... -Espera, ¿ha dicho "sensible"?- Y más de lo que tú misma quieres ver... Será mejor que os deje descansar.

La mujer sale de la habitación, caminando con un contoneo exagerado de caderas, dejándote a solas con ese bulto envuelto en sábanas de la cama.

¿L-Lour... des? -Se oye una tímida voz.

Sales del despacho de la psicóloga a toda velocidad, negando la falsa acusación de la loquera. ¿Miedo? ¿Miedo tú? Vamos, anda, lo que faltaba por oír. Tú, que te lanzas en moto a toda velocidad por carreteras que no pisan ni las cabras. Tú, que vuelas a la velocidad de un jet militar. ¿Tú, miedo?

Cruzas un par de pasillos, agradeciendo conocer ya el edificio, y sales a la parte trasera del complejo. Más adelante está la cancha de baloncesto, a cuyos lados hay también pistas de tenis, y algo más adelante la piscina. A lo lejos ves a ese tal Romasanta, que parece estar sólo esperando. La verdad es que no hay nadie más, porque el resto de alumnos deben estar en clase.

La psicóloga permanece inmóvil durante el espectáculo de Gabriel, quien se niega a participar en el ejercicio y además se envalentona cuando esta insinúa que tiene miedo. Una vez la puerta se cierra, y os quedáis sólos, la mujer se gira hacia ti y sonríe.

Miedo, como puedes ver.

Lo afirma sin emoción alguna, como quien habla de algo cotidiano y habitual y no le despierta la más mínima reacción. Suspira, y te sigue explicando con aire ausente.

Es curioso, lo de ese sentimiento. En ocasiones, el miedo es lo que mueve a los hombres a los mayores actos de valor. El hombre que salta desde un puente atado con una goma pasa miedo. Pero lo hace porque tiene más miedo a la monotonía. Tu compañero corría en moto a altas velocidades, arriesgando la vida. Ahora es capaz de alcanzar velocidades aún mayores. Y sigue sin tener miedo de estrellarse. Y sin embargo, tiene miedo...

La psicóloga deja esas reflexiones en un segundo plano, mirándote ya más fijamente.

Tú también puedes irte, si tienes miedo, Ezequiel. Pero si no, quizás desees ponerte más cómodo. Ahora que tu compañero nos ha dejado solos, puedes aprovechar para tumbarte en el sofá, apoyar la cabeza, relajar la mente...

¿Sensible? Me dieron ganas de estallar en carcajadas cuando dijo eso delante mía, pero me contuve por respeto: como no tenía ni idea de quién iba a encargarse de devolverme a mi mundo tampoco podía lanzarme al cuello de todos -de momento, claro estaba-.Sí, será mejor que se vaya-  respondí, porque no tenía ganas de que esa mujer siguiera buscándome las cosquillas para ver dónde estaba mi límite. 

Cuando nos dejó solas a mí y al bulto entre las mantas me senté en lo que iba a ser mi cama durante mi -esperaba que fuera breve- estancia. Suspiré y me eché el pelo hacia atrás con mi mano libre, porque la otra seguía sujetando la lanza: sentía que, pese a que esto había sido vendido como "un lugar seguro", de lo único que podía fiarme era de mi sombra. Esto también podría parecer una especie de castigo, o de broma mística. Algo para aprender de mis errores, pero la verdad es que yo no he cometido ninguno- no es que me estuviera mintiendo a mí misma, sino que realmente pensaba que todos mis pasos hasta la fecha habían sido correctos. 

Aquella voz me sacó de mis pensamientos y me hizo quedarme mirando al bulto. Ella no está, Oráculo- ya le había puesto nombre nuevo a mi compañera. Hasta la fecha me había aprendido el suyo, depredador -el chico que insistía en visitar mi tierra- y Tarzán, el de la sonrisa continua.  Yo soy Eclipse, tu compañera. ¿Cuándo piensas salir de debajo de esas mantas? Hace un buen día como para desperdiciarlo ahí- y ahí estaba mi sensibilidad totalmente expuesta, o mi intento de hacer que esa chica dejara de dar tanta pena y moviera el culo.  Le ha tocado un don que es peligroso, sí, pero que aprenda. Quedarse ahí muerta de miedo no le va a servir de nada.  

Por el camino me tranquilicé un poco, la verdad es que aquella loquera me había puesto de los nervios. Pero para cuando llegué a la pista de basket ya me acompañaba nuevamente mi sonrisa.
Iba a la piscina, pero al ver solo a aquel chaval me decidí a acercarme a saludar.

-Hey ¿qué pasa?- Le saludé animadamente.- ¿qué haces aquí solo?, vamos a la piscina hombre.

Hacía demasiado buen día para hacer lo que quiera que estuviera haciendo, además si sumaba gente al grupo de la piscina igual las chicas se animaban también.