Partida Rol por web

 uando la mujer se acercó y desató a Pau, este le agradeció con una leve inclinación de cabeza, temeroso de pronunciar cualquier palabra que alertase a los guardias. Aunque se dio cuenta que estos estaban demasiado entretenidos con el pájaro, así que presto y sin perder el tiempo corrió a acercarse hasta su hermana.

— Un moment... —Le pidió suavemente, comenzó a palpar su capa, hasta sacar una pequeña y extraña pieza de metal envuelta en piel escamada que agarró en su puño mientras pronunciaba en voz a penas audible—. Sant Nunyo, Sant Nunyo sigues beneït, obri els panys i forrellats que ha tancat un mal parit...

En cuanto terminó aquella extraña oración restregó aquel extraño amuleto por la cerradura del cepo que mantenía presa a su hermana y de pronto, este se abrió. La ayudó a salir de allí aunque no se entretuvo demasiado en abrazarla como le hubiese gustado sino que pasó con presteza al cepo siguiente, al de Bernat y repitió la curiosa maniobra con exacto resultado. Por último pasó con rapidez al de Teolfo, nervioso como estaba, echando un vistazo hacia los guardias, aquella oración salió extraña y cuando pasó el amuleto la cerradura no se abrió. Pau miró extrañado la pieza cuando de pronto sintió un escalofrío y un viento extraño aulló entre las murallas, llegando la brisa fría a despeinar sus cabellos. El monje pareció asustado por un momento pero negando con la cabeza para no entretenerse volvió a repetir la maniobra y esta vez sí se abrió el cepo. El joven suspiró ligeramente y esta vez sí fue a acercarse a su hermana, guardando de nuevo el amuleto entre sus ropas.

Si algo había aprendido Pau en sus años de aprendizaje es que la magia podía ser peligrosa y caótica, y hasta el más simple de los encantamientos podía tener efectos inesperados. Algo había ocurrido con aquella oración, algo probablemente malo y peligroso, y lo peor es que era imposible determinar que era hasta que las consecuencias de aquel fracaso se manifestasen ante él. De ahora en adelante tendría que estar alerta.

Sin embargo, pese a aquel pequeño incidente, los seis fueron liberados sin que los guardias se enterasen, que estaban siendo distraídos por el agresivo cuervo, que trataba de alejarles de la zona.

-Maldita sea, mata a ese bicho -ordenó el que tenía un desgarro en el ojo.

El otro guardia comenzó a perseguir al animal alrededor del castillo mientras que el herido se tuvo que apoyar contra los muros para vendarse el ojo. Quizás era el momento de actuar.

Si bien estaban libres, escapar de aquel lugar no sería tan fácil; Las dos salidas estaban cerradas por los rastrillos, tanto la que daba al camino del pueblo como la del bosque. No obstante, si eran sigilosos y habilidosos podrían escapar de allí con vida, y además con sus pertenencias perdidas.

Luisa miró a su hermano antes de encaminarse hacia el guardia algo contrariada por lo que había visto, no sabía que él tubiese esa habilidad y había visto mucha gente forzar cerraduras como para saber que no era una tarea tan simple  como frotar un pañuelo por esta. Con movimientos suaves llegó hasta él, cruzando el patio utilizando las posibles coberturas que le ofreciese aquel ambiente tan extraño para ella y con su maxíma concentración por si tubieran "visitas inesperadas". Con certeza lo agarró por la espalda para intentar taparle la boca y que no pudiese proferir un grito de auxilio. Inclinó repetidas veces su cabeza para que alguien de su grupo fuese para noquear al que tenía preso antes de que armase jaleo o sus fuerzas fallasen. 

Había algo en el Conde que dejaba claro que era más que un hombre. ¿Había dicho que el "Señor de las Moscas" estaba de su lado? A Teolfo eso no le sonaba demasiado bien, y el hecho de que hubiera llegado a un acuerdo con Llanos de que le entregase un bebé a cambio del suyo... ¿Qué diablos pretendía ese hombre?

Teolfo dejó que Pau le liberase del cepo. No supo cómo tuvieron tanta suerte, pero entre Llanos y Pau habían conseguido liberarles sin que los dos guardias se percatasen de ello.

En esos instantes, Lluisa se libraba del primero de los soldados. No tenían tiempo que perder, por lo que Teolfo se dirigió todo lo rápido que pudo hasta el segundo para tratar de derribarlo con un golpe fuerte de su puño.

Mientras Lluisa retenía al guardia y esperaba a que alguien fuese a ayudarla a librarse de aquel indeseable, Teolfo se acercó sigilosamente al guardia que trataba de matar al cuervo. Estaba tan distraído que no se dio cuenta de que el joven soldado había llegado hasta detrás de él, apretando el puño con fuerza.

¡POWN!

Un sólo puñetazo en la cabeza le bastó para dejarlo tumbado en el suelo, completamente inconsciente.

La serie de sucesos desde la partida del de Munter dejaron bien extrañado a Bernat, pero, al menos por aquella ocasión, decidió confiar en que lo que estaba pasando era obra del Señor, que estaba de su lado y buscaba que su libertad para que detuvieran al conde. Agradeció a Pau que abriese el cepo, y aprovechando la oscuridad y que sus compañeros habían dado cuenta de la pareja de guardias, oportunamente distraidos, trató de cruzar el patio hacia donde había visto que se almacenaban las armas y armaduras. Ansiaba volver a empuñar una espada y saberse útil, y quien sabe, quizás allí estuvieran también sus propios enseres.

Todo iba demasiado bien, pensó, antes de tropezar con un casco tirado en el suelo que llenó la noche con el sonido de algo golpeando el metal.

Si Llanos hubiese tenido mejor opinión de la nobleza, le hubiese sorprendido que Bernat, en lugar de noquear al guardia contra el que forcejeaba Lluisa, hubiese elegido huir como un cobarde, y en el proceso, despertar a todo el castillo. Pero como sabía de qué pasta estaban hechos aquellos que creían tener la sangre azul, sólo puso los ojos en blanco y avanzó con decisión hacia la armería, preparando mentalmente sus hechizos para el inminente guardia que saldrá debido al ruido.

Como suponía, ir acompañada de tantas personas la estaba entreteniendo: si quería recuperar a su hijo debía ir a las mazmorras, no a la estúpida armería. Pero no podría escapar si salían todos los guardias del castillo a detenerles.

Teolfo apenas pudo creer que uno solo de sus puñetazos hubiera bastado para derribar a uno de aquellos hombres del conde. Vio al guardia tendido en el suelo inconsciente y, después, se miró la mano, aún con un claro gesto de sorpresa.

"¿Eso lo he hecho yo?" pensó Teolfo, para sus adentros, aún incrédulo.

Lluisa aún mantenía agarrado al otro guardia, y Teolfo no supo por cuánto tiempo más aguantaría la joven reteniendo al hombre, pero vio que Bernat y Llanos estaban aún un tanto lejos y que según creía estaban dirigiéndose a la armería, por lo que Teolfo cargó entonces contra el soldado al que estaba atizando Lluisa para tratar de derribarlo con otro puñetazo.

Teolfo regresó a tiempo para librarse del último guardia, y así todos quedaron inconscientes en el suelo, o eso parecía. Bernat y Llanos se acercaron a la armería con todo el cuidado posible, pero el infanzón tropezó sin querer con un yelmo del suelo, provocando un ruido que no pasó inadvertido para el guardia que había dentro.

-¿Otra vez borracho como una cuba? -preguntó desde dentro el soldado.

Sus pasos se escucharon. Se dirigía a la entrada, así que Llanos y Bernat tendrían que actuar rápido.

Llanos esperaba al otro lado de la puerta, con las manos alzadas, frente al rostro del guardia, cerrándose frente a sus ojos como si pudiera contener el alma de aquel hombre entre sus dedos.

In Nomine Dei Nostri Satanas Luciferi Excelsi.
Abrid las puertas del Infierno de par en par y salid del abismo para recibirme como su hermana y amiga.
¡Concededme las indulgencias de las que hablo!
¡Por todos los Dioses del Averno, ordeno que lo que digo haya de suceder!

Recitó, con voz profunda y captando su mirada de inmediato.

-Guardia, acompáñanos sin decir palabra, y facilítanos la entrada a la mazmorra. Si no lo haces, mi maestro Lucifer te cortará la lengua y la usará para engañar, blasfemar y maldecir a través de ti, haciéndote su siervo.

Nada más abrir la puerta de la armería, el guardia se topó de frente con Llanos profiriendo aquellas impuras maldiciones contra él. A duras penas le dio tiempo a reaccionar, pues aquellas palabras malditas penetraron en su mente y doblegaron su alma a la voluntad de la hechicera. 

-S-sí, así se hará -dijo con la voz temblorosa.

Aterrorizado por la presencia de la bruja, se dirigió al castillo con el paso apresurado para guiarla hacia las mazmorras, dejando la armería desatendida.

Bernat se apostó en un lateral de la puerta, dispuesto a saltar sobre el guardia, pero Llanos, que había tras él, fue más rápida. Su embrujo le puso los pelos de punta de nuevo, y una vez más se preguntó si no habría hecho mejor en unirse a Don Diego, pero por el momento, dejó a la mujer que hiciera lo suyo con el guardia mientras él se adentraba en la armería en busca de un arma decente, puesto que sin una no sería de mucha ayuda para el resto.

 uando Pau abrió los cepos se quedó rezagado, sin atrever a moverse ni un ápice de entre las sombras que se formaban con la luz mortecina de los rayos de luna. Todo se sucedía deprisa y el muchacho no dejaba de pensar qué podía hacer, qué debía hacer. Guardó su amuleto con cuidado, sintiendo todavía el sudor frío que había recorrido su espalda con anterioridad. Siguió con la mirada a su hermana, quería ir a ayudarla pero los pies no le respondían, por suerte a Teolfo le funcionaban bastante bien, igual que sus puños. 

Al fin Pau reaccionó con el sonido de cacharros de la armería y abriendo los ojos asustado se dirigió hacia allí. A mitad camino, al ver la cara embrujada de aquel soldado y la de Bernat de fondo supo que pasaba. 

— Espera'm Llanos, vaig en tú... P-per si de cas, ja em conec el lloc —susurró, mirando al soldado embrujado y a la mujer, antes de hacer un gesto indicando que volvía enseguida y entonces echó a correr hasta su hermana para decirle algo al oído y volvió con ellos—. Anem.

Los había alcanzado corriendo, pero parecía que el muchacho estaba bien, de camino asió un palo con fuerza entre sus manos por si se topaban con alguien.

— Lluisa, si les coses van malament, als estables hi es Botifarra —susurró en el oído de su hermana—. Si passara qualsevol cosa agafa-la i fuig. Ves amb compte per favor...

La miró un momento preocupada y esbozó una sonrisa de ánimo mirándola a los ojos antes de marchar hacia las mazmorras. 

Lluisa miró a su hermano con ternura y con unas leves notas de preocupación por él.

-Pau- le apretó levemente la mano -, ves amb compte, si teniu algun problema aviseu com sigui. Quan eixim cal que parlem...

Le soltó la mano y se acercó a la armeria, pasase lo que pasase necesitaria estar preparada para la ocasión.

Lluisa observó todos los movimientos de sus compañeros, arqueó la ceja cuando Bernat armó la de dios es Cristo en la armería, hasta que Teolfo la ayudó con el guardia. 

-Moltes gràcies, Teolfo.- le hizo una seña con la mano para que la siguiese hasta la armería, tal vez allí podrían encontrar algo más contundente que sus puños.

La chica había vivido aquellas últimas horas había sido toda una serie de revelaciones, una tras otra había conocido una serie de personas en una situación un tanto extraña.

Primero su “hermano” la había liberado con un encantamiento y su compañera había pronunciado una serie de infortunios demoniacos delante de ella para engatusar a un soldado y este había caído en su embrujo, ¿dónde se había metido Pau? ¿corría peligro su alma?

Luego aquel caballero bien vestido, había conocido muchos como él y no le sorprendía para nada que hubiese preferido armarse que ayudarla, era justo lo que esperaba y en un futuro no se fiaría mucho de él, al menos de momento.

En cambio, Teolfo se parecía a ella o al menos le parecía más noble que aquel que se hacía llamárselo. En el reconocía la bravura que ella también mostraba y en aquellos momentos era su mejor baza para salir de esta.

Teolfo respiró con alivio al ver que el soldado no había terminado dando la voz de alarma, y le dirigió una leve sonrisa a Lluisa al oír que le daba las gracias por ayudarle contra el guardia. Había sido un buen trabajo en equipo.

Sin embargo, tenían que armarse con rapidez si no querían estar en desventaja en caso de que encontrasen más guardias. Por ello, Teolfo se dirigió con rapidez hacia la armería. No sabía qué tipo de armas almacenarían en la amería, pero esperaba poder encontrar una lanza y una ballesta, que eran el tipo de armas con las que tendía a manejarse mejor.

Separándose del resto del grupo que se dirigía a las mazmorras, Bernat, Lluisa y Teolfo se dirigieron a la armería con cautela. El guardia principal había sido apartado, pero quizás todavía quedaba más gente en su interior. 

Nada más entrar pudieron comprobar que allí se forjaban y almacenaban la mayoría de armas del castillo, desde las lanzas a las espadas que llevaban el conde y los capitanes de la guardia. Era un lugar asfixiante y caluroso, aún con la fragua apagada, pero en aquellas frías noches de finales de invierno se agradecía.

Entre tantas armas quizás se encontraban las que habían requisado a Bernat; una espada de mano, el martillo de guerra y una armadura completa, digna de un noble de alta cuna de la Corona, si bien Bernat no llegaba a tal estatus exactamente. Por lo demás, podrían encontrar armas de todo tipo fácilmente, suficientes para armar por completo a varios soldados.

Sin embargo, al dar unos pocos pasos, escucharon los ronquidos del herrero en una habitación contigua. Tendrían que andarse con cuidado si no querían despertarle.