Partida Rol por web

Malhumorado, no puedo dar sin mas la razón a Alex, y tal y como ha dicho, deberíamos movernos.

-Bueno, sigamos buscando al condecito, aquí ya no hacemos nada. Les aconsejo que lleven todas las armas preparadas, ya que por lo que parece, no sólo hay vampiros por estos lares.

Camino hacia la puerta, y no puedo evitar echar una miradita al licor malgastado, y le doy una patada a una de las arañas muertas.

Finalmente la biblioteca se salvó de ser encendida y el grupo siguió con su investigación. Les quedaba bien claro que no solamente los vampiros moraban dentro del Castillo. Aunque también era cierto que había dos que tenían que encontrar: la consorte de Drácula y al mismo Príncipe de las Tinieblas.

Y el tiempo aún era algo a favor. Recién eran las 12:40 del mediodía cuando llegaron a un enorme corredor.

Tenía una alfombra que tapizaba el suelo y unas estatuas, con forma de gárgola, bordeaban el sitio por la derecha.

Luces que iluminaban el lugar venían desde unas lámparas que llameaban con fuerza. Al final del mismo se podía ver una puerta herrumbrosa, con rejas. Aparentemente parecía cerrada. Todavía Zhiara y Roy seguían en otro cuarto, contrarrestando el hechizo del que probablemente fuese el escondite del propio Conde.

Avanzo por el pasillo con la viscosa hemolinfa de las enormes arañas aun resbalando por mi vestido. El aspecto gotico del lugar me fascina. Me fijo en las estatuas que flanquean el paso deteniendome en ellas a fiin de sonsacar mas informacion sobre su origen y significado.

Camino tras mis compañeros, mientras les comento:

-Veis como las paredes son de piedra, esto no arde ni con napalm, aunque es curioso que tengamos las antorchas encendidas a esta hora.

Con el arcabuz al hombro, y la estaca en el cinturón, veo que Susanna se para frente a las estatuas, y le digo ne forma de chiste:

-Menos mal que las gárgolas sólo cobran vida las noches de luna llena, si no ya te habrían hecho un peinado nuevo, jajaja. Bueno, hay que darse prisa, tenemos que encontrar a los anfitriones antes de que anochezca.

Susanna se pone a revisar las gárgolas mientras Raymond hace algunos comentarios. La joven toca la imponente estatua. En eso, haciendo presión sin quererlo en la boca, ésta se cierra.

De inmediato con un chirrido de mil demonios, esa puerta enrejada se comienza a abrir.

De allí salen muchos murciélagos que comienzan a rondar alrededor de todos con sus sonidos estridentes, molestos de que han sido despertados.

Ya la puerta no es una traba para seguir con la búsqueda, pero los animales esos, están haciendo bastante imposible que puedan seguir tranquilamente... De hecho los jóvenes no pueden evitar ser mordidos en varias partes del cuerpo: brazos, piernas, cara... los bichos alados están enojados realmente.

AGH! - Intenté cubrirme, pero esas ratas voladoras eran rápidas y atacaban rapidamente.

Los sacudí con mis manos y me arodillé en el piso, tratando de cubrirme. En mi camisa se podían ver las marcas de los colmillos pequeños que se clavaban... Por suerte no fue a la cara porque la cubrí a tiempo. Cuando todos pasaron me levanté y pregunté

- Todos están bien? -

Algunos no habian reaccionado, pero entiendo que esto no había sido nada facil...

Me cubro con las manos.

-Mierda  deberíamos haber cogido las antorchas y espantarlos. -mientras doy manotazos -¡Cuidado!, ¡que se enganchan al pelo!

Sangrando por pequeños orificios en los brazos y cuello, respondo:

-Yo estoy bien, gracias Alex. - comento a la vez que pienso en voz alta - Pobre de los murciélagos que hayan mordido a las chicas, morirán envenenados, y de una forma lenta y agónica.

Finalmente les informo:

-Por cierto, espero que no tengan la rabia estos bichos, podría ser muy divertido. Bueno, cuando estéis recuperados, podemos continuar, este pasadizo parece una buena pista.

Me dirijo hacia las peanas con fuego que hay en el pasillo, y agarro una para mi, y le ofrezco otra a Alejandro.

-No se si habrá luz ahí dentro, y si hay mas ratas voladoras, nos podremos defender.

Haciendo aspavientos con las manos intento alejar a los bichos de mi, sin mucha suerte ya que me acaban mordiendo. - Es evidente que tiene más de un esbirro en este castillo y de todas las formas. Debemos andarnos con cuidado.

Al ver a Raymond acercarse a las antorchas y cojer dos, una para él y otra para Alejandro, yo cojo una para llevar yo y que me sirva de alumbramiento y quien sabe si de arma en caso de volver a necesitarla.

Tras el chasquido metalico que provoca mi manipulacion de la armadura, un escalofrio recorre mi cuerpo.

- Algo va mal -

Como respuesta a mis temores, una horda de murcielagos se avalanza hacia nosotros desde lo profundo de la puerta recien abierta.

Intento sin exito cubrirme la cabeza y apartarlos de mi con movimientos espasmodicos de mis brazos, mas los pequeños mamiferos se abren camino hasta mi piel, acerandome en varios lugares con sus afiladas garras y colmillos.

Una vez se han alejado, me incorporo dolorida de las laceraciones e imito el gesto de Raymond, asiendo uno de los cuencos de lumbre que penden de las paredes.

- Pues yo no estoy bien. Estoy a mil malditos kilometros de estar bien. - intento controlar mi ansiedad. Desde que emprendimos este viaje, los peligros que nos acechan han ido en aumento y mis nervios los intentan soportar lo mejor que pueden... aunque la idea alojada en mi mente de una inmortalidad perfecta ayuda en gran medida... - Sigamos y acabemos con esto de una vez.-

Tomo la antorcha que me ofrece Raymond

- gracias -

Camino al frente, a traves de la puerta que apenas se abría. Empuño en una mano la pistola y en la otra la antorcha. Si me iban a atacar no estaría yo desarmado...

Entran por la puerta que se ha abierto. Se ve un corredor de unos dos metros. Al final de éste, unas escaleras de piedra descienden hacia la negrura.

Hay antorchas en las paredes, que iluminan el corredor, pero lo que sigue, el sitio al que los escalones conducen está sumido en una completa oscuridad.

-Tened cuidado -aconseja Van Helsing, -aquí no entra la luz solar y si bien los vampiros duermen de día... pueden despertarse, con mucha voluntad y atacar. Solo que sus poderes están menguados. De todas formas... como vimos, no solo los vampiros nos deben preocupar. Así que si vamos a bajar, deberíamos estar prevenidos de cualquier cosa que allí se encuentre.

Agarro una antorcha de las que hay en la pared, ya que parecen mas cómodas de llevar que no la que tengo.

Alumbrándome con la siniestra, y el arcabuz en la diestra, voy caminando, y le comento al doctor:

-La próxima vez que nos ataque, podría usted hacer algo, vamos, si no quiere que le piquen los bichos también.

Llego hasta el primer escalón que baja hacia la oscura garganta del castillo, y me freno en seco:

-Mirad, para que luego digáis que nos soy caballero, y que cualquier otro es mejor que yo - haciendo un gesto con la mano mientras sonrío a la luz de la antorcha- las señoritas primero.

Miré de arriba a abajo a Raymond y sonreí - pareces de la política, demasiado hablar para no hacer nada. Anda, empieza a bajar que sabes que ellas no lo haran de primero

Bajaba las escaleras yo con cuidado, con la antorcha en mi mano derecha y la pistola a la izquierda. Miraba detras cada cierta cantidad de escalones. Miraba bien hacia abajo y luego a los demas para señaarles que no había peligro. Tenía miedo, mucho miedo, pero acepto que la avaricia y querer adueñarme de este castillo me daba fuerzas para seguir adelante...

- Todo un caballero, si señor - digo con sarcasmo.

Al ver bajar a Alejandro comienzo a descender tras el con la antorcha que habia cogido en la mano. A cada paso el terror crece en mi, pero el no querer ser esclaba de este monstruo me hacía continuar hacia nuestro fatal desenlace.