Partida Rol por web

—Adelante, seguro que romperle los dientes a un pueblerino desarmado te hace sentir más hombre—resopló Janus. Existe una ley no escrita que dice que todos los posaderos son aventureros retirados... bien, este desde luego no era un aventurero retirado pero debía haber visto discutir a montones de aventureros en su posada como para estar habituado a escuchar cosas así—. ¿Acostumbras a despreciar así a toda persona que intenta ayudarte en la medida de lo que puede? Os ofrezco una guía, os ponéis a hablar de mí como si no estuviese presente tratándome de estorbo y ahora me amenazas sólo porque eso me molesta. Con un "No, gracias" habría bastado.

Descruzó los brazos.

—Os agradezco de verdad que me hayáis salvado, pero el Hacedor no quiera que un día encuentres a alguien que te enseñe algo de civismo con la misma sutileza con la que pides las cosas a la gente.

Se dió media vuelta y echó a andar a grandes zancadas de camino a la salida de la gruta.

Vosotros diréis de qué guisa pretendéis meteros en la cueva (Quién lleva la antorcha, si intentáis seguir algún patrón de orientación, etc)

-Yo le habria dejado quedarse.-Digo.-No sabemos si decia la verdad... puede ser el responsable de esto... en fin. Para la proxima.

¿Llevo yo la antorcha y trato de rastrear a los necrobichos estos a ver desde donde vienen?

Os adentrásteis en la cueva que estaba, por razones obvias, cada vez más oscura. Sion pidió llevar él la antorcha puesto que Alexei era quien necesitaba las dos manos para blandir su alfanjón. Era como adentrarse en la boca del lobo.

La única luz, aparte de la que desprendía vuestro fuego, lo hacía de un musgo bioluminiscente que parcheaba de vez en cuando las paredes pero era muy suave así que ni de broma serviría para orientarse en condiciones. No encontrásteis por el momento más criaturas pero, como Janus os había vaticinado, no tardásteis en encontraros con la primera intersección: el camino se dividía en dos. Por la derecha seguía el río y por la izquierda escuchábais un sonido amoritgüado y repiqueteante, como el de algo arañando intermitentemente.

Tal vez alguna de esas criaturas estaba raspando algo, lamentablemente podía ser un cadaver. No tenía intención ninguna de seguir con la duda de haberse olvidado de una criatura en un lateral que podía salirles por la espalda en el peor de los momentos.

Señaló con el arma al pasadizo de la izquierda, luego apuntó al alfanjón de Alexeio para despues hacer gestos de continuar por allí con las armas preparadas.

Al menos le parecía la mejor opción, con el agua no podían anticiparse a nada.

—¡Eh, bienvenidas a la fiesta!—vociferó el enano alzando el hacha ensangrentada como si os encontráseis en medio del ambiente más agradable y distendido posible—. ¡Os dejo un trozo porque yo ya me he cepillado a unos cuantos! ¡Pero que no sirva de precedente!

—Eso ha sonado como si esto fuese una especie de competencia por ver quien se carga a más—resopló Lynn con una mezcla de incredulidad y resignación.

La clériga tensó una flecha y apuntó al ogro. El proyectil voló y se incrustó en uno de los costados de la bestia la cual bramó haciendo retumbar las paredes de la gruta y que se desprendieran pequeños rosarios de piedra del techo. El sonido en un lugar cerrado era atronador.

Lynn dispara al ogro y le hace 6 puntos de daño.

—Pues claro, ¿es que hay algún otro modo de pelear?

Belgar se encogió de hombros (al mismo tiempo que oías a tu amiga darse una palmada en la cara antes de ir a buscar otra flecha al carcaj) y descargó un tremendo hachazo sobre la bestia que interpuso uno de los pesados brazaletes. La hoja logró atravesarlo pero no sin dejarse por el camino la mayor parte del daño.

Belgar ataca al ogro y le hace 5 puntos de daño.

No tuviste mucha suerte puesto que el glifo que se materializó a los pies del monstruo estalló cuando los zarcillos luminosos fueron a apresarlo. Una criatura tan grande, por desgracia, debía oponer bastante resistencia. Kando no tuvo mucha más suerte puesto que lanzó una dentellada a la pierna del monstruo pero los dientes del mabari se encontraron con la armadura.

El ogro es afectado por el el Glifo de Parálisis pero lo resiste.

Kando ataca al ogro pero falla.

El ogro se había vuelto hacia Lynn pero el hachazo de Belgar sirvió para molestarlo lo suficiente como para que alzase los dos  inmensos puños formando una enorme y peligrosa maza que estrelló contra la cabeza del enano. O más bien lo intentó porque éste se apartó corriendo como si le persiguieran los demonios y el golpe retumbó en el suelo, dejando un ligero cráter.

El ogro ataca a Belgar pero falla.

Belgar aprovechó para descargar un demoledor hachazo que de nuevo se incrustó, esta vez sin llegar a más, en la maldita armadura de aquella cosa. La criatura volvió a rugir furiosa y Lynn fué a dispararle pero o bien se sobresaltó con el sonido o bien simplemente tuvo mala suerte porque la flecha esta vez rebotó en uno de los retorcidos cuernos.

Tanto Belgar como Lynn atacan al ogro pero fallan.

¡Turno de Gabby!

—Vale, ¡tú ganas! ¡Pero tumba a esa cosa! —dijo Gabby, lanzando un proyectil mágico desde su bastón.

Asiento con la cabeza y hago un gesto a Sion invitándole a avanzar por delante. Despues de todo el lleva la luz.

Avanzásteis por el camino de la izquierda que, salvo por la antorcha, estaba totalmenta a oscuras. Como os temíais, no tardaron en pasar cosas raras.

El suave rechinar comenzó a medrar repentinamente de volumen y a convertirse en una cacofonía de lo que parecían chillidos inconexos. Sin previo aviso, algo surgió de las profundidades de la cueva, algo enorme que ocupaba toda la estancia pero sin embargo parecía estar compuesto de cientos de pequeñas cosas que terminaron prácticamente por eclipsar la luz de vuestro fuego batiendo el aire furiosamente. Alguna se os enganchó en la ropa, alguna os arañó en la cara y tuvisteis que protegeros con los brazos (o el brazo).

¡Murciélagos!

Una bandada inmensa de murciélagos había sido escupida por la gruta y os estaba atravesando como una marea negra. Simplemente eran demasiados como para espantarlos con la antorcha. Notásteis docenas de pequeños cuerpos peludos y veloces chocar contra vosotros y llenar el aire de aquel estridente sonido.

Por supuesto no fué lo único extraño que pasó. El suelo había comenzado a... ¿temblar? ¿Desde cuando los murciélagos hacen temblar el suelo? Bien, el caso es que no tuvísteis mucho tiempo para pensar en aquel sinsentido.

El susodicho suelo decidió desaparecer bajo tus pies, literalmente, de pronto sentiste que estabas en medio de ninguna parte.

—Os dije que os íbais a perder...

¿Aquella era la voz de Janus a vuestras espaldas?

Escuchaste a Sion gritar pero no tuviste tiempo de discernir el motivo. El crujir de la piedra fué escalofriante y sin más dilación caíste hacia la más absoluta negrura, golpeándote descontroladamente contra las paredes y perdiendo la noción de dónde estaba cada punto cardinal.

Lo siguiente fué un costalazo tremendo contra el... ¡el agua!

Por si fuera poco, ya no te bastaba con caerte, sino que para colmo te habías caído al agua. No tenías ni idea de si era parte del acuífero subterráneo del que nacía el río de la cueva pero tampoco es que aquello fuese a ayudarte en aquel momento. La corriente te arrastró en la oscuridad mientras estirabas brazos y piernas a ciegas para evitar darte cabezazos contra las paredes. Así fue durante dos agónicos minutos hasta que un susurro creciente te llamó la atención: en algún lugar había un salto de agua al frente.

Genial.

Saliste disparado por el hueco desde el que caía una catarata, gracias al Hacedor, no muy alta. Y caíste como una piedra a un lago, gracias al Hacedor de nuevo, lo suficientemente profundo para que no te partieses la crisma. Saliste a la superficie escupiendo chorros de agua y sin tener ni idea de en qué punto del camino se había quedado tu sentido de la orientación... pero curiosamente podías ver la sala.

Era una caverna considerablemente grande, parcheada por aquel musgo bioluminiscente. Aquello era lo único que te daba algún trazo de cómo era tu alrededor. ¿O no? De pronto escuchaste lo que parecía el rugido de un oso... o algo así, y el sonido del metal amortiguado. Al girar la cabeza descubriste la tenue luz del fuego iluminando un pasadizo lejano, del que provenían los ruidos.

Desmarca a Sion.

Escuchaste un crujir de piedras espeluznante a tu lado y a Alexei gritar. Luego no escuchaste nada más.

Pero sí lo sentiste.

Algo se incrustó en uno de tus hombros por detrás, algo que bien podía haber sido el cuerno de un demonio porque el latigazo de dolor te dejó sin aliento. La antorcha se te cayó al suelo aunque afortunadamente no se apagó. Sentiste un calambrazo desde ese punto hasta el codo y desde el codo a la muñeca que te dejó totalmente insensible la extremidad y la desagradable sensación de que aquella cosa te absorbía la sangre. Algo muy malo pasaba. En segundos no te respondía, no la podías mover.

Fuera lo que fuera aquello, se desclavó violentamente justo en el momento en el que la bandada de murciélagos terminaba de pasar. Tuviste que apoyar la mano que te respondía y las rodillas en el suelo para lograr centrar tu descontrolado sentido de la orientación.

Alexei había desaparecido y a tu derecha había un agujero enorme en el suelo.

—Os dije que os íbais a perder...

La voz te resultó familiar. Al darte la vuelta viste a Janus apoyado indiferentemente contra una pared, alumbrado por la tétrica y danzante luz de la antorcha mientras se limpiaba con la yema del dedo algo rojo de la comisura del labio... Y luego lo chupaba.

Desmarca a Alexei.

La mano mala (izquierda, supongo) no te responde del hombro a la punta de los dedos. Con la precaria luz de la antorcha no puedes examinarla. Simplemente, cuelga.

- Hijo de... -

Por todos los diablos era como tener brazo. No era como cuando estaba dormido, simplemente colgaba inerte, no sabía si la herida le había cortado algún nervio, o puede que algún veneno. Fuera lo que fuera ahora tenía otras cosas de las que preocuparse, su compañero había desaparecido, quizás una trampa o foso, pero siendo él quien caminaba en el frente le extrañaba no haber caído él.

Tenía simples instintos de soldado. No veía bien, estaba herido, y por las benditas bragas de Andraste que ese comportamiento no era en absoluto normal.

No pensaba ir a rendir cuentas al Hacedor sin presentar pelea antes.

- Estás de suerte, te acabas de encontrar acero con tu nombre escrito, hijo de mil padres creo que pone. -

O moría él o moría ese tipo, se acercó con la sería intención de cortar cuellos.

-Me cago en la puta de su madre.-Pienso mientras echo un vistazo a mi alrededor en busca de mi alfanjon.-¿Dónde cojones estoy? ¿Y Sion? Y lo mas importante.... ¿Que pollas es eso que suena?

Joder... sabia que no era trigo limpio. Habia que haberlo matado cuando pudimos.

Por suerte, tu alfanjón seguía en su sitio.

Quedaste agarrado al borde del lago escuchando lo que provenía del corredor en cuyo fondo se vislumbraba la luz que emanaba de un fuego.

—Vale, ¡tú ganas! ¡Pero tumba a esa cosa!—gritó alguien. La voz femenina te pareció familiar pero la lejanía y el eco de la cueva la distorsionaban demasiado como para identificar a quién pertenecía.

Lo siguiente que escuchaste fué un estampido colosal contra el suelo.

Avanzo en silencio tratando de permanecer oculto y no hacer mucho ruido. Si esa voz es conocida puede ser algun compañero de viaje, si no lo es... puede que tenga que matarlo.