Partida Rol por web

—Sé cuidarm... —refunfuñó Ayla. Aunque enseguida la viste morderse el labio inferior. Tras unos instantes en los que quedó bastante patente que no se le daba nada bien arreglar lo que su orgullo decía de más, añadió con algo de torpeza:—. Yo supongo que soy buena metiéndome en follones.

Con la vista baja en algo que parecía un inusual gesto tímido, clavó el palo del bastón entre las rocas cuando hiciste fuerza para levantar el pedrusco grande y ayudó haciendo palanca con él. Aquello pesaba bastante por lo que dedujiste que si no se estaba retorciendo de dolor era porque, por fortuna, la roca estaba asentada sobre otros escombros pero había un hueco debajo en el que cabía la pierna, demasiado encajada como para poder sacarla tirando pero al menos no se la trituraba.

Mientras leía la nota de Aline, descorchó el vial y se lo llevó a la boca. Había reconocido la naturaleza del bebedizo. No era algo que se llevara al coleto habitualmente, pero no era la primera vez.

—Le faltan un par de destilaciones...

¿Cuánto tiempo había pasado? No se había dado cuenta de ello, pero tenía que haber perdido la conciencia. Aline tenía dedos ágiles, pero no tanto como para escribir una nota en instantes. Y aunque lo hubiera tenido, la tinta estaba seca, y no había restos de tierra, por lo que debía haber esperado a que se secara. Claro que, si llevaba encima pluma, tintero y papel, no era sorprendente que llevara consigo un saquito de arena.

Denerim, cuando terminemos. Si no nos matan, o me matan, antes. ¿De verdad merece la pena todo esto, Trasus? Ni siquiera tú sabes lo que estás haciendo.

Tosió una nube de polvo. Escupió un gargajo ensangrentado. El guardián del templo se removía en alguna caverna, más allá, Mythal sabría exactamente dónde. Y por qué. No tenía ninguna gana de volver a encontrárselo. Al menos, no mientras estuviera perdido donde fuera que estaba perdido. Por todo lo que sabía, había vuelto a caer en los Caminos, en un área que no conocía, quizás plagada de engendros tenebrosos. Una oportunidad excelente de observarlos en su hábitat, instantes antes de ser hecho pedazos.

Unos ruidos lo sacaron de su ensimismamiento. Provenían de algún punto tras un montón de escombros. Aguzó el oído. Gruñidos, resoplidos, sonidos provenientes de una garganta. Abrochó las correas de la funda del acordeón, guardó la máscara de arlequín entre las ropas y se dirigió a la fuente de los ruidos, con sumo cuidado, pisando sobre las puntas de los pies.

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Tras varios segundos de apretar los dientes y hacer fuerza entre ambos, notaste que aquello se levantaba lo que debían ser unos miserables tres centímetros pero, gracias al Hacedor, resultó suficiente. La apóstata encogió la pierna con rapidez y quitó el bastón. Tus dedos decidieron que iba a ser saludable para su integridad física soltar aquello de inmediato y al hacerlo se generó una voluta de polvo y un sonido sordo que rebotó perezosamente una docena de veces en forma de eco antes de desaparecer.

Ayla enseguida se examinó la pierna en silencio.

Tú observaste los alrededores: Parecíais estar en una caverna enorme, al mirar arriba podías ver a lo lejos el agujero por donde habíais caído a la vez que un montón de raíces y enredaderas que cruzaban de un lado a otro.  A tu alrededor yacía desperdigado un mar de sillares, pedazos de losa rota, piedras y arena. También divisabas multitud de túneles en los pisos superiores como si alguien hubiese cortado un hormiguero por la mitad ¿Os encontrabais en alguna especie de estancia inferior del templo? ¿En una cueva subterranea situada debajo? Las paredes de vuestro nivel parecían tener restos casi desintegrados de mosaico y en algunos puntos había un par de túneles pero uno estaba cegado.

Se sintió un nuevo temblor provocado por un golpe de... lo que fuese que os había atacado y un nuevo rugido lejano que parecía provenir de un enorme tunel situado al oeste de la estancia. Luego, silencio.

—¿Qué demonios es eso?—resolló Ayla que debió concluir que podía caminar ya que se había apoyado con ambas manos en el bastón y se estaba poniendo en pie.

Repentinamente, se llevó la mano a la cabeza y soltó un gruñido.

—Mierda, ahora no—masculló. Miró a ambos lados con repentina urgencia—. ¿Cómo se sale de aquí?

Te asomaste con cautela desde detrás de un montón de escombros, no querías que lo que fuera que había allí se enterara de tu existencia si tras verlo tú a él no se te antojaba necesario.

Viste un robusto bulto tratando de levantar una roca. Un segundo después, una colorida maldición enana te sacó de toda duda cuando Sarkee logró por fin arrancar su hacha de debajo de aquel pesado escombro que la había atrapado. La enana salió disparada hacia atrás e incluso rodó un par de veces antes de detenerse en medio de una nube de polvo y toses.

—¡Por las bragas de acero de la Paragón Branka!—rezongó sacudiendo piernas y brazos en el aire como una tortuga panza arriba. Fué entonces cuando te localizó (del revés) pero su expresión se las apañó para cambiar de la ira a la sorpresa sin desfruncir el ceño en el proceso—. ¡Trasus! ¡Estás vivo! Loada sea la Roca, me temía que hubieses quedado espachurrado en alguna parte ¿Dónde demonios estamos, qué ha pasado y dónde coño está esa orlesiana? ¡Como la agarre le va a faltar cielo para dar vueltas de la patada que va a llevar!

Al Alexei también le preocupaba esa cosa, aunque no tanto porque lo encontrara a él sino porque encontrara a sus compañeros. Él no había llegado a conocer a Dreren, pero su muerte había sido un duro golpe para algunos de sus compañeros. Si ahora ocurría algo igual, el golpe sería devastador. Algunos de sus compañeros podrían ser “peculiares” por decirlo de forma amable, pero a la hora de la verdad todos habían estado ahí.

Cuando Lynn le preguntó si necesitaba curación, el joven guerrero negó con la cabeza.

—Sólo estoy algo magullado.

Cuando Allure mencionó a Dreren, Alexei miró de reojo a la clériga, era a ella a quién su muerte más había afectado, pero no notó ninguna reacción especial. Quizás, como le pasó a él cuando perdió a sus padres, con todo este vaivén de emociones iba a necesitar unos días en asimilarlo. O igual era mucho más fuerte de lo que uno pudiera pensar.

Cuando el espíritu decidió el camino, el joven le hizo un gesto a Lynn con la cabeza para seguir sus  “pasos”.

—Si te digo la verdad, creo que han sido las dos cosas—respondió esbozando una sonrisa al tiempo que iniciaba la marcha.

Cedric se alegraba de no estar solo en esta caverna. Y de estar con Ayla. Si hubiera acabado a solas con la asesina o el bardo seguramente solo uno hubiera salido del tunel. Claro que aun mejor sería que los dos orlesianos estuvieran aquí abajo y ellos arriba...

—Solo veo una salida. Ese tunel del que vienen los ruidos— contestó ominosamente.

—A menos que creas que puedes trepar esta pared.

Aunque lo decía medio en broma, juzgó con la mirada la dificultad y estabilidad de la pared y las enredaderas que crecían.

Al mirar a Lynn te diste cuenta de que no había puesto ninguna mueca cuando Allure había mencionado a Dreren. Pero no se te pasó por alto que tenía los puños cerrados.

Seguisteis a la entidad de la gema por el pasillo. De vez en cuando escuchabais el golpe inmenso de algo contra alguna pared y todo a vuestro alrededor temblaba, incluso se desprendía polvillo de los muros... cosa que no resultaba nada alentador.

Avanzasteis por el pasillo. Allure a veces se os perdía, haciéndose niebla y flotando corredor adelante para explorar aunque luego siempre debía volver a la vera de Lynn, no sin dejar claros unos pucheros de fastidio. Pero la clériga ignoraba eso pese a que sabía perfectamente que iba por ella: no se quería separar de ti y deducías que era porque no debía tener ningunas ganas de que la sorprendiese cualquier elemento inesperado estando sola. ¿Quién os aseguraba que aquella cosa de antes no fuera a atravesar el suelo o una pared de nuevo?

Y de pronto, Allure se paró.

—¿Oh?—sonrió con pillería y se llevó una mano detrás de una oreja (que en ese momento te fijaste que era picuda) acercándose a una pared—. Oigo algo por aquí.

—No me lo puedo sacudir de la cabeza—masculló Astucia con nerviosismo—. Ni esos sentimientos ni... ese nombre... ¡Maferath!

La última palabra salió de entre sus dientes como si quiesiera morderla.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de desprenderse de aquello. Hasta ahora os había quedado a ambos más que patente que había superado el peldaño jerárquico de la "cólera" pero por algún motivo no conseguía aplacar aquella. ¿Quizá porque estaba mezclada con la tristeza y ésta era nueva? ¿Por el hecho de tener ahora un cuerpo físico? No lo sabías.

—Quiero irme de esta sala—terminó tragando saliva y volviéndolos a abrir—. No me gusta.

En ese instante fuiste tú la que se fijó en algo... ¿empezaban a salir pequeñas volutas de un punto del mural?

—No hay tiempo—masculló Ayla casi clavándose los dedos de una mano en la cabeza de lo cristpada que tenía la mano mientras con la otra se las apañaba para mantener sujeto el bastón y agarrarte a ti de una manga—. ¡Ven!

Antes de darte tiempo a responder, o mejor dicho, dándole igual si estabas de acuerdo con seguirla o no, tiró de ti a toda prisa hasta que os metisteis detrás de un inmenso escombro que dedujiste que era un pedazo del suelo sobre el que habíais estado luchando contra los arlequines a juzgar por las losas incrustadas.

La apóstata se agazapó, hizo que te sentases y se llevó un dedo a los labios en lo que era un gesto universal de silencio.

—Yo no oigo nada.

—¿No?—Allure juntó de nevo las manos y empezó a dar palmadas rítmicas: intervalos separados de dos en dos—. Yo sí.

Tras esto, se deshizo de nuevo en aquella niebla violácea y se coló por una grieta de la pared antes de que pudiéseis decir nada.

—¿Qué? ¡Allure!—Lynn dió un paso adelante pero no tuvo más remedio que conformarse con no poder detenerla—. ¡Vuelve aquí! ¿Adónde... ? ¡UGH!

Gruñó y lle dió un golpe frustrado con el lado del puño a la pared.

—No entiendo qué demonios ha querido decir. ¡Maldita sea, me va a volver loca!—protestó. Luego suspiró borrascosamente y se giró hacia ti con la expresión de alguien a quien le hubiese caído un chaparrón encima—. ¿Y ahora qué hacemos?

Te acercaste entre cautelosa y extrañada al misterioso vapor que de pronto surgía de una de las juntas entre teselas. Parecía niebla pero de un ominso tono violáceo.

—¡BUH!

De pronto Allure se materializó de aquella bruma extraña, como una aparición fantasmal a medio palmo de ti. Tan cerca que pudiste notar que, a diferencia de Astucia, no parecía desprender aura alguna.

Escuchaste al espíritu detras de ti ahogar algo a medio camino entre un jadeo y una exclamación. Y no tenías ni idea de la expresión que habías puesto tú pero por una razón o por otra, la entidad de la gema de pronto se echó a reir.

—¡Eso ha sido lo mejor de todo el día!—dijo sujetándose los costados—. ¡Suena como un tambor chasind!

En ese instante viste algo inaudito a pocos pasos de donde antes habíais estado: se rompió el aire.

Una grieta flotante apareció en medio del susodicho, era algo que te resultaba una total incongruencia física pero el caso era que lo estabas viendo. Una extremidad garruda y envuelta en llamas brotó de ella como si fuese la causante de tal cosa, ¡de hecho la agrandó!

Un puñado de algo que parecían luciérnagas... pero tenías bien claro que no eran luciérnagas sino luces flotantes revoloteó en el aire cuando un Demonio de la Cólera salió llameando violentamente de allí, ennegreciendo el suelo al instante en cuanto la amalgama de lava y llamas que era su cuerpo lo tocó.

La bestia dirigió fieras miradas a ambos lados como si buscase algo.

—Siempre que está a punto de aparecer es como si me ardiese la cabeza por dentro—oiste mascullar a Ayla en voz baja. La apóstata se apretaba las sienes con evidente molestia—. ¡No lo traigo yo!

Cogió un par de bocanadas de aire y las dejó ir sin hacer ruido, la intensidad del dolor parecía que hubiese menguado ahora que el demonio ya estaba allí.

Claro que tampoco es que fuesen buenas noticias que estuviese allí.

Y Ayla, por alguna razón, no parecía tener la menor intención de enfrentarse a él. Simplemente parecía estar intentando no hacer ningún ruido y esperar a que se marchase.

Gabby bizqueó al encontrarse a Allure tan cerca. 

—¿De dónde sales tú? ¿Dónde están los demás? ¿Está todo el mundo bien?

Allure emitió un sonido interrogante, torció el gesto y se llevó una mano al oído como si estuviese intentando oir algo que supuestamente debería. Aunque tú por lo menos no escuchabas nada.

—¿No?—dijo con fastidio. Luego desvió la vista hacia Asthan y añadió como si de pronto todo tuviera sentido—. Ah, claro. El tramposo.

El espíritu se limitó a devolverle un hosco silencio.

La entidad de la gema suspiró y devolvió su atención a ti, cruzándose de brazos con expresión enfurruñada.

—De la pared, no lo sé y no lo sé—respondió mecánicamente. Dos segundos después, se dió unos golpecitos con la uña en la barbilla—. Bueno, en realidad sé dónde está Lynn... o Evelynn, ¿cuál de los dos es el que vale? Ah, y el caballero de la melena al viento. Los dejé justo al otro lado del muro porque os escuché.

—Los dejaste al otro lado del muro—gruñó Asthan—. Y ya está.