Partida Rol por web

Un destello blanquecino, como una pequeña explosión sin ruido o algo así, surgió en ese momento del pasillo. Ayla se dió la vuelta con los ojos como platos.

—¡Mierda!

Y echó a correr hacia allí.

La seguísteis por el túnel y terminásteis saliendo a una sala redonda ilumianda por una luz que entraba desde algún lugar del techo y en la cual flotaban montones de pequeñas partículas en suspensión. En la pared del fondo una escalinata subía hasta una plataforma redonda más alta... sobre la que podíais ver una urna muy sencilla de marmol blanco.

Ayla se había dentenido a mitad de camino en una postura tensa y miraba hacia el frente. La pared del mismo fondo estaba grabada a cincel con infinidad de motivos y escenas sacadas del Cantar. Y justo entre ella y la urna había un hombre vestido con una túnica roja tocando algo en ella. Se dió la vuelta al oiros.

Era un hombre de cabello negro salpicado de alguna que otra cana pero pulcramente peinado hacia atrás y recogido en una corta coleta a la nuca. La oscura barba recortada en punta junto a la nariz aguileña, las facciones angulosas y los brillantes ojos negros que parecían observar hasta el más nimio detalle con una calma rayana en la autosuficiencia le daban el aspecto de un ave de presa.

—"Ah, invitados inesperados"—dijo dando algunos pasos hasta detenerse y apoyar un codo sobre la urna como quien se apoya en una piedra—. Se supone que ahora debo decir algo así, ¿no?

Puso los ojos en blanco como si aquello le resultase una especie de frase absurdamente trillada de libro de mala calidad.

—¿Cómo... ?—resolló Ayla etre furiosa y frustrada—. ¡¿Cómo narices has sabido dónde iba a ir primero? ¿Cómo te me has adelantado de esta manera?!

—¡Mi querida Ayla, sigues viva! Qué raro—exclamó el hombre esbozando una sonrisa tan dulce que más que dulzura lo que transmitía era la hostilidad contenida de quien está harto de alguien—. Eso deberías preguntárselo a tu amigo. La verdad es que le estoy muy agradecido por traerte hasta aquí con el pedazo de bastón, y por indicarme tu ruta en todo momento.

Se dirigió entonces a Alexei.

—Has cumplido estupendamente...—hizo una pausa—. Perdona, ¿cuál era tu nombre?

Ayla parpadeó evidentemente confusa y miró a Alexei con una ceja arqueada.

Durante unos segundos Alexei se sintió acorralado. Pero ese era el juego que pretendía Adrath y no iba a caer en él.

—Supongo que puedes usar la magia para saber dónde estoy o...—respondió con frialdad Alexei, pero entonces el joven guerrero cayó en la cuenta de algo—. Las esposas, ¿no?

El rubio apretó con fuerza los puños, estaba furioso pero tenía que contenerse. No le iba a dar al encantador ese gusto. Se debería haber deshecho de ellas cuando se las enseñó a Lynn y a Gabby, pero ya estaba hecho. Tampoco ellas sospecharon que algo así pudiera ocurrir, pero ni mucho menos era culpa de ellas. La responsabilidad era suya y tendría que llevarla. Lo primero era disipar las dudas de la apóstata.

—No lo pienses ni por un instante Ayla. No soy un traidor. Está jugando con nosotros.

Alexei sentía que el corazón se le iba a salir por la boca y eso hacia que le temblara la voz levemente.

Gabrielle no tenía ninguna duda de que Alexei jamás colaboraría con Adrath. No voluntariamente, al menos. Si había rastreado su ruta a través de las esposas era tan culpa de él como suya por no haberlo pensado antes.

—Adrath, ¿por qué haces esto? ¡Es una locura! —le dijo al Encantador Superior—. Toda la gente inocente a la que has hecho daño.... Toda la gente a la que todavía puedes hacer daño... ¿Por qué? ¿Por un puñado más de poder?

—Los aldeanos no sois capaces de responder ni a una pregunta simple—refunfuñó Adrath—. Supongo que entonces te llamaré como me de la gana. Aunque quizá podrías explicarle por qué ninguno le habéis hablado de los brazales, ¿hmm? Tranquilos, no os culpo por no fiaros de ella.

—.....

Ayla miró primero a Alexei y luego a los demás. Tras unos instantes se volvió a girar al frente y se pellizcó el puente de la nariz con gesto ceñudo.

El Encantador Superior miró a Gabrielle como si fuese la primera vez que la veía.

—Oh, y aquí tenemos a la voz de la razón. "Encantador Superior Adrath" para ti, si no te importa—dijo tirándose de un bigote con gesto ocioso—. ¿Por qué, preguntas? Quizá lo que debrías preguntarte es quién es la "gente inocente", niña. Al menos para pretender tener una idea de por qué haces las cosas aparte de porque es lo que te dijeron que hicieras.

»Cada cual vive según sus conocimientos y su percepción, y eso es lo que acepta como "realidad". Pero los conocimientos y la percepción son ambiguos, así que esa realidad puede que no sea otra cosa que una ilusión. La gente vive atrapada en la suya propia. Y algunos no aceptais otra.

Hizo un gesto de desestimación con la mano.

—No hay nadie inocente, eso son quimeras. Este mundo está podrido desde que la primera Ruina tuvo lugar y yo le voy a poner fin a eso. ¡Purgaré todos estos estúpidos conflictos y errores, empezando por la Ciudadela Negra!—dijo—. Y para eso hace falta el poder de Glandivalis. Tú luchas por tu "justicia" y yo por la mía, es así de sencillo.

—Pero ya no eres un Encantador Superior, Adrath —le corrigió a su vez Gabrielle—. A todos los efectos, eres un mago declarado en rebeldía, un apóstata, y por ende estás despojado de tu cargo y de tus privilegios.

Aquello era tan evidente como dos más dos cuatro. Pero Gabby no se detuvo ahí.

—Y por el amor del Hacedor, no insultes nuestra inteligencia con ese rollo megalomaníaco de relativismo moral, porque es humanamente insostenible. Hay una serie de valores que están por encima de los conocimientos y de la percepción. Y de la cultura, y de la sociedad y de la religión. Cuando alguien dice que algo es justo, si con ello está pretendiendo decir algo, no puede expresar simplemente una opinión subjetiva, ni la de un grupo de personas, sino a algo que cualquier persona tenga por justo. 

»Y lo que has hecho está muy lejos de ello.

Más allá de quererle patear la cara y hacerle pagar por lo que había hecho, a Alexei no le importaba Adrath. Entendía que Gabby si quisiera hablar con él, pero el rubio no iba a perder el tiempo razonando con una pared. Por eso ni había respondido a su pregunta, ni tenía intención de engancharse en una discusión sin fin. Pero si ya estaba nervioso por estar frente al encantador y controlar esa vorágine de sentimientos, más lo estaba poniendo todavía el silencio de Ayla. ¿De verdad estaba creyéndose las palabras del ex-encantador superior?

—¡AYLA!—le gritó llamando su atención—¿De verdad te estás creyendo algo de la sarta de tonterías que está diciendo este cretino? ¿Después de todo lo que hemos pasado juntos vas a dudar?

La cáscara de Alexei se había roto y la furia empezó a brotar. El joven guerrero había estuvo reprimiendo sentimientos mucho tiempo. Había empezado a lidiar con ellos de forma dosificada cuando estuvo frente a los restos de sus padres. Pero no había sido suficiente como para aceptarlos. Adrath era el culpable de todo y contra él iba a volcar toda su bilis.

—Y tú eres un payaso—le dijo a Adrath con el rostro encendido y apuntándolo con el dedo—. Así deberíamos llamarte. El payaso Adrath. Hasta te quedaría bien el traje de arlequín. Has tenido que repetirte muchas veces esa bazofia de discursito para terminar de creértelo, ¿verdad¿. Pues puedes llamarme como quieras, al final lo único que te quedará la vergüenza de que un simple aldeano pudo ayudar a pararte los pies.

Adrath hizo un gesto aburrido de desestimación con la mano.

—Cuéntaselo a quien le importe. Los niños siempre pensando que son más listos que nadie—respondió—. No te pido que lo entiendas, sólo que no incordies y dejes a los mayores hacer.

Al escuchar a Alexei sin embargo le dió por soltar una risita de malévolo regocijo, extrajo un extraño cristal de una de las mangas de su túnica que le cabía en la mano.

—¿No hay explicación? Eso me temía. Por contra, yo sí tengo pruebas—dijo mostrándolo imentras lo hacía girar entre los dedos ociosamente. Entonces se dirigió a Ayla—. Se debe sentir realmente mal ser tú, querida. ¿Por qué no eres una buena chica y me das el trozo de bastón?

Ayla se dejó de pellizcar en ese momento el puente de la nariz. No había dejado de fruncir el ceño pero no era a Alexei a quien se lo dirigía.

—Se siente casi tan mal como oir tus gilipolleces—respondió—. Y en lo que respecta a darte el trozo de bastón...

Levantó un brazo dedicándole un explícito dedo medio.

—Te puedes sentar aquí.

Del cristal que Adrath sostenía se escuchó la misma frase que Ayla acababa de decir.

El Encantador Superior por su parte frunció el ceño y lo volvió a guardar.

—Mocosa impertinente—masticó las palabras—. Por las malas como de costumbre, ¿verdad?

Crispó una de las palmas en su dirección si estuviese agarrando algo invisible y la apóstata soltó un repentino grito llevándose las manos a la cabeza.

—¡NO!—rezongó clavándose casi los dedos en las sienes—. ¡NO TE ATREVAS!

No fué la única. Vosotros sentisteis una repentina y desagradable sensación. Como si unos dedos sucios pretendieran arrastrarse dentro de vuestra cabeza, como si alguien hubiese abierto un bote de gusanos dentro de ella. La impresión de que las órdenes que le diérais a vuestro cuerpo en ese momento no fuesen escuchadas resultaba angustiosa.

Lynn había hecho el mismo gesto que Ayla solo que la expresión de su cara era de terror; Ella ya había pasado por aquello anteriormente y no parecía tener ningunas ganas de repetir.

Y tan pronto como vino, se fué.

Una especie de latido en el aire batió la sala llevándose consigo aquello. Fué como si una ola marina arrastrase la suciedad de algún lugar.

—Creo que estabas diciendo algo sobre ser más listo que nadie... —jadeó Wynne. La Encantadora Superior se encontraba en el marco de la puerta por la que habíais llegado y sostenía en alto un pergamino que Gabrielle conocía muy bien—. Tiene gracia porque yo creo que mi aprendiz ha sido bastante más lista que tú.

—¿No deberías estar calcetando algo en el Círculo, abuela?—siseó Adrath con el rostro enrojeciendo de ira por momentos—. Debe haber sido un dolor de huesos tremendo escalar toda la montaña con una jauría de mocosos.