Partida Rol por web

Ayla te apretó de nuevo la mano en una súpica muda porque no avanzases. Si lo hacías se iba a caer, y si se caía una la otra iba a ir detrás.

Por un momento creiste que eso significaba que tu pequeño discurso no había servido de nada pero te diste cuenta de que lo que pasaba era que estaba intentando recuperar el ritmo al respirar. Probablemente repitiéndose una y otra vez lo que acababas de decir. Y necesitaba concentrarse completamente en eso.

La parte buena fué que parecía funcionar; conforme pasaban los segundos iba convirtiendo aquellos angustiosos jadeos acelerados en bocanadas de aire largas y voluntarias.

—Sal... gamos de aquí de una vez—masculló abriendo los ojos otra vez, aunque no dejó de mirar arriba—. Se me está congelando la espalda por culpa de estar pegada a esta estúpida roca.

Dejó de apretar y tanteó de un modo un poco torpe el brazo que te había agarrado, cogiendo finalmente sólo tu mano. Entonces la escuchaste dar un primer paso.

Ayla recordará eso.

Decidiste aguardar y el silencio se hizo patente durante unos segundos, tras los cuales empezaste a escuchar sonidos suaves y arrastrados, ¿pasos? Las dos magas debían estar empezando a intentar cruzar.

Lynn suspiró y se puso en pie esperando también, solo que ella no dejaba de andar de un lado a otro murmurando algo que no llegabas a entender.

Aquel sonido, aquel paso tímido se te antojó el sonido mas satisfactorio que habías escuchado en toda la mañana. ¡Íbais a lograrlo!

Avanzaste los últimos pasos, los contaste incluso, diez en total, solo diez pasos os separaban de un lugar seguro. O al menos más seguro que aquella cornisa. Cuando lograste alcanzar finalmente el borde e introducir medio cuerpo en el otro lado viste a Lynn y a Alexei: El guerrero permanecía parado pero ella estaba caminando de un lado a otro, visiblemente preocupada.

Cuando te vió aparecer, corrió hacia ti para ayudarte.

Durante los próximos segundos, lo único que escuchaste fueron pasos, los de Lynn a tu lado y los de Gabrielle y Ayla más lentos, arrastrados y lejanos pero que se iban acercando. 

Tras lo que te pareció una eternidad, finalmente apareció por el borde del puente caído una mano seguida de un trozo de túnica amarilla, seguida a su vez de media Gabrielle. Lynn emitió un jadeo y corrió a echarle una ayuda en cuanto la vió.

—Gracias al Hacedor—suspiró con alivio—. Te ayudo, Gabby, ven. ¿Estás bien?

Una vez la maga colegiada logró entrar en el saliente, Lynn le dió un fuerte abrazo.

En ese instante apareció Ayla también que por lo visto venía agarrada de la mano de Gabrielle al haber estado cruzando ambas de perfil y lo primero que hizo fue tropezar y venirse de bruces contra el suelo. Lynn se puso pálida y se agachó rápidamente junto a la otra maga.

—¡Ayla! ¿C-Cómo has... ?—tartamudeó con nerviosismo—. ¿Quieres que... ?

—No voy a volver a subirme a nada más alto que una silla en mi vida—jadeó la apóstata en un tono contrastantemente monocorde.

Entonces os disteis cuenta de que no es que se hubiese caído, sino que se había tirado ella plana sobre el suelo como si quisiera estar lo más cerca posible de él.

—Gracias al Hacedor —repitió Gabrielle con un suspiro de alivio—. Sí, estoy bien.

»¿Habéis visto a Asthan? —preguntó la maga con ansiedad, tan pronto como se hubo recuperado.

¡Cuerdas! ¡Burro idiota! ¡Qué me aspen si algún día vuelvo a salir de viaje sin cuerdas!

Alexei había sentido mucha ansiedad al escuchar a las dos magas cruzar el saliente sin nada más a lo que agarrase. Si hubieran tenido cuerdas podrían haber salido en su ayuda desde este lado. Al menos habían llegado sanas y salvas. Sin embargo el joven guerrero no tuvo tiempo de relajarse. Cuando Gabby preguntó por Ashtan se le hizo un nudo en la garganta.

—No—dijo bajando la mirada—. Nosotros caímos junto con Wynne, que se fue al otro lado del saliente para ver si había algun camino para subir.

Lynn se mordió el labio inferior.

—Esperábamos que estuviera con vosotras... —musitó con la voz algo temblorosa.

Ayla por su parte se sentó a lo faquir y quedó en ceñudo silencio.

Un silencio incómodo se extendió hasta que una nueva voz familiar llegó a vosotros.

—¡Por el hálito del Hacedor, las encontrasteis!—exclamó Wynne acercándose al trote con el repulgo rojo de la túnica revoloteando tras sus talones y una sonrisa sesgada en los labios—. Gabby, hija. Ayla, ¿estáis bien?

Se detuvo al llegar mirando a ambos lados.

—¿Dónde está... ?—se fijó en las expresiones y tras un segundo de entendimiento la suya se tornó más grave—. Oh.

Soltó un largo suspiro dejando caer los brazos.

—Lo siento.

Lynn se levantó y dió un par de pasos para abrazar a la Encantadora Superior.

—Nos has salvado a todos con ese escudo, Wynne—dijo—. No tienes que sentir nada.

La expresión de Wynne volvió a cambiar a la cálida de siempre, era como si nada fuese capaz de ensombrecerla durante nada más que unos segundos.

—No soy ninguna super heroina—respondió revolviendo el cabello de la clériga—. Mi fé me protege, cielo.

—Que... ¿eh?

Wynne soltó una risita. Luego se separó y miró a los demás.

—Esto ya se ha cobrado un precio más alto del que debería. No podemos permitir que se cobre nada más—dijo. Y de algún modo era como si las palabras de aquella mujer fuesen capaces de atenuar la pesadez del ambiente—. Casi lo hemos logrado, no os rindais ahora.

—Énfasis en el "casi"—añadió Ayla sombríamente—. ¿Cómo vamos a subir?

—Creo que traigo buenas noticias con respecto a eso—Wynne sonrió—. Al parecer, debe haber un acuífero que cae en cascada tras las rocas de este acantilado o algo así. En este saliente es donde está...

Miró en dirección al puente destrozado e incrustado en la pared.

— ...estaba el pozo que se construyó para los peregrinos. Oí hablar de él cuando se inauguró la ruta, era una fuente de agua.

Señaló hacia atrás con el pulgar.

—He encontrado unas escaleras de piedra la otro lado que parecen llevar de nuevo a la explanada en la que se encuentra el templo.

—¿Y el dragón?—recordó Lynn algo inquieta—. No hay lugar donde ocultarse en esa explanada, y no sé dónde está exactamente ahora pero seguro que en cuanto salgamos nos va a ver.

Wynne se acarició la barbilla pensativa.

—Esa es la cuestión—dijo—. No podemos enfrentarnos a él. Tenemos que correr directos a la entrada del templo.

Lynn tragó saliva.

—¿Para qué correr cuando podemos cabalgar? —propuso Gabrielle, palmeando su estuche—. Tengo dos pergaminos de montura. El problema es que dos caballos para cinco personas es exigirles demasiado. Pero si Wynne puede reducirse de tamaño como ha hecho antes, creo que podríamos intentarlo. 

Alexei suspiró aliviado y el color que había perdido durante unos segundos volvió a su cara.

—Iba a ofrecerme como cebo pero que quieres que te diga. Me gusta más tu idea. Pero mucho. De verdad.