Partida Rol por web

—Oh, ¡un jovencito caballeroso!—exclamó Wynne con una risita cascada que parecía levantar la pesadez del ambiente—. Gracias hijo, pero no te preocupes, hay una solución para que no tengas que sacrificar tus cosas.

Lynn se separó de Wynne y giró la cabeza para ver que había provocado que hubiera hecho aquello, aunque sorbió por la nariz incapaz de decir nada. La Encantadora Superior le puso entonces una de las manos sobre la cabeza y otra sobre el brazo manchado. Viste un pequeño resplandor blanco emanar de ambas y cómo la fea mancha roja se iba disipando hasta desaparecer.

—Listo. Tan guapa como siempre—sonrió tirándole de un carrillo como si fuese una abuela tratando de consolar a su nieta. Aquello provocó que la clériga emitiera un sonido a medio camino entre el sollozo y risa.

Wynne lanza Prestidigitación.

Lynn: Amistad (+3)

—¿Y si buscamos por los alrededores?—te preguntó pasándose la manga por los ojos en un esfuerzo por recuperar la compostura—. Tiene que haber algo que podamos hacer... ¿no?

Otro de los rugidos del dragón retumbó en la lejanía de los picos colindantes y los tres hicisteis ademán de agazaparos como un solo ser mirando hacia arriba, pero la bestia no descendió para devoraros.

—Hacedor, espero que Gabby, Ayla y Asthan estén bien...

—Cualquier cosa es mejor que quedarnos aquí sentados.

Wynne se puso en pie con un gruñido, ayudándose de la mano en la pared para ello. Por lo visto el conjuro de sanación había funcionado bien porque no la viste cojear ni resentirse.

—Yo buscaré por un lado del saliente y vosotros por el otro, ¿os parece?—propuso—. ¿Dónde queréis ir? ¿Derecha o izquierda?

Gabrielle alzó un dedo, como si quisiera pedirle un momento a la apóstata que no era apóstata. Volvió a concentrarse en el Vínculo, pero esta vez hizo un esfuerzo por intentar ver al dragón.

Algo había pasado con el vínculo. Al intentar escuchar al espíritu, su oído se había aguzado. Esforzándose en ver al dragón, pese a que debía estar lejos, era una manera de comprobar si tenía algo que ver.

Ayla debió entender el gesto porque no dijo nada más. Tampoco parecía ser de las personas que insistieran en algo más de lo estrictamente necesario so pena de resultar cargantes. La escuchaste ponerse en pie con un gruñido trabajoso pero no caminar, probablemente por estar inspeccionando con la mirada los alrededores.

Tú por tu parte no pudiste ver al dragón. Sabías que andaba en algún lugar de los picos de las montañas colindantes porque de vez en cuando os llegaba el eco de algún sonido, pero no sabías exactamente dónde estaba.

Gabrielle torció el gesto. Pues no, no era eso. Seguiría tanteando su vínculo de tanto en cuanto para ver si tenía alguna señal de Astucia.

—Sí, estoy bien —dijo mirando a Ayla por primera vez.—. ¿Y tú? ¿Necesitas curación?

Trató de orientarse y de hallar alguna pista sobre el paradero de sus compañeros mientras Ayla contestaba.

—Debemos encontrar a los demás. ¿Tienes algún hechizo memorizado para llamar su atención sin alertar al dragón?

Al mirarla viste que Ayla se había quitado el bastón de la espalda y lo estaba observando de cerca para comprobar seguramente que no le hubiese pasado nada o algo así. Pero la cabeza de aquel artefacto (que era la pieza que teníais) parecía simplemente indestructible; no tenía un solo rasguño o muesca que evidenciase que se había despeñado por un barranco. Todo lo contrario que vosotras.

—Primero me tiran una cueva encima... luego una montaña... luego un templo... y ahora un dragón—refunfuñó volviendo a colgárselo a la espalda—. No sé qué será lo siguiente pero me duelen tantas cosas ya que he perdido hasta la sensibilidad para sentirlas. Mientras pueda andar no te preocupes.

Se quedó quieta un instante pensando en lo que habías dicho.

—Tengo alguna cosa pero sin llamar la atención de ese bicho es difícil... —suspiró—. ¿Quizá invocando algo que pueda volar? Si es pequeño no llamará la atención. No sabremos si los encuentra pero si lo enviamos por ahí con algo que indique que es nuestro y alguno lo ve, sabrá que estamos vivas.

«Suponiendo que ellos también lo estén, claro... »

El saliente en el que os encontráis es muy grande y sobresale de la ladera del acantilado en la que estaba la explanada del templo. Pero desde donde estás al menos no ves por los alrededores nada que te llame la atención a simple vista.

A Alexei no le gustaba la idea de separarse, pero tampoco quería llevarle la contraria a Wynne. Ella era más sabia que él en muchos aspectos. Quizás demasiados. El joven comenzó a girar su mano izquierda rápidamente mientras recitaba una cancioncilla mentalmente. Era algo que hacia cuando tenía que elegir algo aleatoriamente. Cunado la canción terminó su pulgar apuntaba hacia la izquierda.

—Nosotros iremos por la izquierda.  De todas formas, lo mejor será que no nos alejemos mucho. Cien o ciento cincuenta metros como mucho. Si pasa algo...—el guerrero torció el gesto disgustado—... cuanto más cerca estemos mejor.

—Es buena idea —asintió Gabrielle—. Algún tipo de pájaro. Podrías darle tus gafas. Son bastante características de ti.

Sonrió a su colega maga antes de seguir escudriñando en derredor.

—La otra opción es que cree una ilusión de nosotras dos una flecha indicando dónde estamos —añadió, y rió nerviosamente de imaginárselo. 

Ayla se cubrió la boca con la mano al pellizcarse la barbilla, pensando.

—Un búho—dijo finalmente—. A Evelynn le gustan los búhos. E-Es decir, seguro que se fija en él si es un búho.

Carraspeó y dejó de pellizcarse la barbilla para tocar las gafas que llevaba en la frente.

—Preferiría que fuese otra cosa, las necesito con algunos conjuros—dijo con algo de incomodidad—. Y si las mando con la invocación, en cuanto desaparezca se quedarán perdidas por ahí. Mejor un trozo de mí capa, soy la única con una roja aquí.

Y total estaba hecha unos zorros ahora que te fijabas. En algún momento se le había desgarrado, antes incluso de que la encontráseis. No sabías el motivo pero daba un poco igual; el caso es que lo único que quedaba de ella era un pedazo largo colgando de uno de los hombros con los bordes hechos jirones.

—La ilusión no es mala idea ¿pero eso no es más fácil que lo vea el Dragón?

—No pensaba que fuera una ilusión gigantesca —matizó Gabrielle—, sino desplazarla. Pero la invocación es más sencilla, de todas formas. Adelante.

Ayla metió una mano en la bolsa de componentes para conjuro que le colgaba del cinturón, extrajo un pequeño saquillo y una pequeña vela no más grande que tu índice. Murmuró algo en el lenguaje de la magia mientras la intriducía en el interior y de pronto el saquillo empezó a emitir un suave fulgor blanquecino, y a crecer, y a agitarse... hasta ocuparle la mano entera. Que fue cuando explotó en una voluta de humo.

Como si fuese el resultado de un truco de ilusionista, un pequeño búho apareció aleteando en la palma de la apóstata que se apresuró a cogerlo, luego te lo tendió para que lo sujetases. Arrancó un pedazo de su capa y se agazapó sobre el suelo sacando un trocito de tiza del bolsillo. Viste que escribía tu nombre sobre la tela.

—Supongo que esto nos identifica a las dos... —suspiró volviendo a guardar la tiza y anudando aquello en una de las patas del animal—. Ya lo puedes soltar.

Aguardó a que lo hicieses para mirar hacia arriba haciendo visera con la mano. Se podía ver el puente y el pedazo que faltaba (y que se encontraba estrellado cerca de vosotras) desde allí. Pero la pared era descorazonamente escarpada.

—¿Cómo Archidemonios vamos a salir de aquí?—resopló dejando caer el brazo como si le pesara diez kilos—. Uhg... ¡Mi reino por un conjuro de Volar!

Resopló girando en redondo y se acercó primero a la pared y luego a husmear el enorme pedazo de puente, en busca quizá de alguan hendidura o recoveco que desde lejos no hubiéseis visto por el que poder escabulliros.

Todo el mundo pareció de acuerdo con tu propuesta y te encaminaste junto a Lynn hacia la parte izquierda mientras Wynne lo hacía hacia la derecha. Allí era donde se había estrellado el pedazo de puente, de forma diagonal, os encontrábais en la parte más cercana.

Tanto Lynn como tú caminabais en silencio, como si ambos temiéseis que respirar demasiado alto fuese a llamar la atención del dragón. De hecho, cada vez que se oía uno de aquellos sonidos aleatorio que emitía desde miles de metros más arriba, os encogíais como un solo ser.

Recorristeis el puente caído pero era como un muro inmenso e infranqueable, ni una grieta, ninguna rendija por la que colarse... Miraste hacia arriba y pudiste ver el resto del puente y el trozo que faltaba; la pared del acantilado era descorazonadoramente escarpada. ¿Cómo íbais a salir de allí?

—¡Un búho!

La exclamación de Lynn te sobresaltó de tal modo que casi se te sale el corazón pro la boca. No había gritado, más bien había sido un susurro apremiante pero habíais estado tan callados que simplemente no te la esperabas.

Cuando miraste viste a la clériga a un par de metros del final del saliente, brincando en el aire para tratar de atrapar a un pequeño ave que revoloteaba sobre ella. Lo consiguió al tercer salto aunque terminó resollando.

—¿Qué es eso?—jadeó nerviosamente, acercándose a ti con el búho sujeto entre las manos—. Desátalo ¿Tiene algo? ¿Hay... algo?

Te fijaste entonces que no es que le hubiese dado por cazar pájaros repentinamente, sino que el animal tenía algo anudado en una de las patas: un pedazo de tela roja deshilachada. Al  desenrrollarlo, encontraste algo escrito con tiza.

El corazón de Alexei se aceleró al ver le mensaje.

—¡Es Gabby!—dijo emocionado, aunque su alegría inicial se rebajó al percatarse de algo—. Aunque si sólo ha puesto su nombre... eso significa que está sola. ¿No?

Después el joven guerrero desvió su atención al búho.

—¿Es su familiar?—le preguntó a Lynn—¿Puede... puede hablar como Zeadrael?

En otras circunstancias Alexei se hubiera sentido orgulloso de haber pensado que el animal estuviera ligado a su amiga. Empezaba a acostumbrado a las "cosas de magos". Pero lo cierto era que nunca había visto al familiar de la maga, ni siquiera sabía si tenía uno. Así que lo único que podía era esperar que lo fuera con todas sus fuerzas. Y que hablara.

A Lynn se le pusieron los ojos como platos y acercó la cabeza rápidamente para mirar lo que le mostrabas.

—Es la letra de Ayla... —titubeó, aunque enseguida cayó en la cuenta de algo—. ¡Es un trozo de la capa de Ayla! Hacedor, están las dos vivas.

Soltó un suspiro de alivio tan grande que creíste que se iba a desinflar, aunque cuando le preguntaste aun le quedaba aliento para responder.

—No, su Familiar es un gatito naranja. Lo dejó con Balaena para que estuviera a salvo hasta que volviese—contestó mientras el búho giraba la cabeza en un imposible ángulo recto, observándote como si te preguntara qué tenia de raro lo que estaba haciendo—. Este...

Giró al ave para mirarla, la cual le hizo exactamente lo mismo que a ti con la cabeza solo que para el otro lado. Lynn parpadeó como su hubiese recordado algo.

—Que idiota—sonrió a despecho del gesto de preocupación—. Ayla sabe que me gustan los búhos; enviando uno era más fácil que me fijase en él si pasaba cerca. Debe haberlo invocado alguna de las dos. Estos no hablan.

Te miró.

—Pero duran unos minutos y desaparecen. Tenemos que enviarlo rápido de vuelta con algo para que sepan que estamos bien—te lo encasquetó repentinamente en las manos—. Sujeta un momento.

Metió una mano en el bolsillo del estuche del estilete de lirio que llevaba colgado del cinturón y sacó una pequeña piedrecita redonda y plana que tenía grabado un símbolo extraño. La envolvió bien en el trozo de tela asegurándose de que no se fuera a soltar y la volvió a atar a la pata del búho. Tras pensar un instante, te volvió a mirar.

—¿Qué mandamos para que sepan que tú también estás vivo?

Alexei se animó algo más cuando Lynn comentó el detalle de la letra de Ayla. Pero...

—Ashtan...—musitó.

No es que el joven guerrero y el elfo fueran los mejores amigos. Ashtan siempre había sido algo esquivo o al menos eso le había parecido a él. Pero era un buen compañero y habían vivido juntos muchas cosas. De momento sólo podía conservar la esperanza. Si los demás habían sido capaces de sobrevivir a la caída, el elfo seguro que también.

Estaba perdiendo tiempo y el ave podía desaparecer, así que Alexei sacó de su mochila la pequeña navaja que utilizaba y se cortó un mechón de pelo.

—Toma—dijo dándoselo.

El búho se había ido volando por el borde del saliente girando el pedazo de puente que era como un muro de piedra más, y mientras, por no quedarte parada como un espantapájaros, decidiste imitar a Ayla.

Buscábais en silencio, como si ambas temiéseis que respirar demasiado alto fuese a llamar la atención del dragón. De hecho, cada vez que se oía uno de aquellos sonidos aleatorios que emitía desde miles de metros más arriba, os encogíais involuntariamente como un solo ser.

Empezaste a recorrer el puente caído pero era como un muro inmenso e infranqueable, ni una grieta, ninguna rendija por la que colarse... Miraste hacia arriba y pudiste ver el resto del puente y el trozo que faltaba allá a lo lejos. La pared del acantilado era descorazonadoramente escarpada y Ayla parecía estar teniendo los mismos resultados inspeccionándola ahí abajo donde estábais que tú con el puente.

¿Cómo íbais a salir de allí?

Sin embargo, no habían pasado ni dos minutos hasta que viste volver al búho por donde había venido.

—¿Qué?—Ayla se volvió arqueando una ceja—. ¡Por la sangre de Andraste! ¿Por qué da la vuelta el plumífero?

El animal aleteó hasta la mitad de la explanada en la que estábais y se volatilizó en una voluta de humo, terminado su tiempo en vuestro plano. El trocito de tela que le habíais atado a la pata cayó al suelo... pero hizo ruido.

Ayla se aproximó corriendo y lo recogió, desenrollándolo. Cuando se volvió hacia ti tenía un largo mechón de pelo rubio cortado en una mano.

—Creo que Alexei está vivo—comentó formando una linea recta con las cejas—. ¿Y... esto?

Miró lo que sostenía en la otra mano y te lo mostró. Era la causa de que el trozo de tela en el que había estado enrollado hubiese sonado al caer: Una pequeña piedrecita plana con algo grabado.

Gabrielle reconoció la runa, y desvió la vista al suelo.

—Es la primera runa que consiguió inscribir Lynn —dijo en un hilo de voz—. Un regalo. Para Dreren.

Aún recordaba el rictus del que había sido su compañero, y el primer amor de su mejor amiga. Una de tantas muertes que habían jalonado sanguinolentamente su salida de la Torre del Círculo.

—Eso significa que ella aún esta viva —dijo, mirando hacia arriba—. Pero también que no saben qué hacer para ayudarnos.

Miró a Ayla.

—Lo de la fuerza bruta no es lo mío. ¿Crees que ayudaría unos cuántos centímetros de altura para auparnos allá arriba? Hoy he memorizado el conjuro de agrandar persona.