Partida Rol por web

Por una parte notaste que Anne quería mantener la dureza hacia ti porque cuando la cogiste por las manos estaba rígida, pero por otra, no podía luchar contra la necesidad de un abrazo que tenía en aquel momento así que terminó dejando que le dieras uno. No pudiste evitar quedarte con el tonto detalle de que olía ligeramente a lavanda.

Al menos no te dió más bofetones.

Eso sí, se reevindicó propinándote un golpe fojo con el lado del puño en el hombro.

—Sigo enfadada contigo—gimió a despecho de estar refugiándose entre tus brazos.

Le costó varios sollozos entrecortados y tuvo que volver a secarse las mejillas con el dorso de la mano antes de poder recuperar un poco la compostura para poder hablar.

—¿Dónde has estado?—masculló—. ¿Qué pasó?

Qué paso. Esa era la pregunta. Y qué pregunta. ¿Cómo condensar todo en unas simples frases? Seguro que Gabby sabía como hacerlo, pero él no era tan listo como la maga. Él era el hijo de un comerciante que intentó meterse a granjero. Él era el hijo de una mujer tan lista que dejaba que su marido pensase que estaba a cargo de todo. Él era un chaval de pueblo que había aprendido a manejar una espada exótica. Pero no era ni especialmente inteligente, ni locuaz. Y lo peor de todo es que no tenía tiempo que perder.

Alexei suspiró.

—Creo que podría pasarme días enteros contándotelo todo Anne. Y ahora mismo no tengo tiempo para contártelo todo—el joven guerrero se rascó la cabeza intentando sintetizar algo y alborotándose el pelo en el camino—. Una versión corta sería que fui engañado por un encantador superior con oscuras intenciones. Por suerte me encontré con las personas adecuadas y acabé descubriendo la verdad.

El joven guerrero acabó cogiendo algo de carrerilla mientras hablaba.

—Y de pasó averigüé que ese mismo encantador es el responsable de...

La voz de Alexei titubeó al recordar la explosión y se calló unos segundos, se le había sacado la garganta. El rubio tragó un poco de saliva antes de seguir hablando.

—El responsable del ataque en casa de mis padres—dijo con una voz mucho más pausada—. Y... y si Wynne no se equivoca ahora mismo está en el Templo de las Cenizas Sagradas y tenemos que detenerlo antes de que ponga en peligro Ferelden.

Tras soltarlo todo el joven guerrero sintió la necesidad de sentarse. No era ni la mitad de lo que había vivido desde que se encontró con Adrath, pero soltar todo eso a alguien ajeno a lo que estaba ocurriendo era como soltarse un peso de encima. El problema era que no estaba seguro de que Anne pudiera creerle.

—Supongo que suena increíble pero... es la verdad. Por eso tengo que marcharme ahora.

Alexei iba a despedir cuando cayó en la cuenta de una cosa. La voz comenzó a temblarle otra vez.

—Antes de irme... hay algo que te quiero pedir... ¿Sabes.... sabes dónde están mis padres?

Durante unos segundos Anne fué incapaz de articular palabra, abrió la boca para intentarlo varias veces pero simplemente no pudo.

—¿Increíble? ¡Suena a disaparate!—exclamó entonces. Se apartó con un empujón flojo para cubrirse el rostro con las manos y suspirar muy hondo, como si aquello la ayudase a mantener agarradas la gran cantidad de cosas que le bullían en la cabeza en aquel momento. Lo cierto es que ni ella misma parecía saber cómo reaccionar—. Todo esto es una locura. Acabas de volver. ¡Y ahora me dices que te vas otra vez! ¡A meterte con un Encantador Superior nada menos!

Dejó caer los brazos pero enseguida se los frotó como si tuviese frío.

—Supongo que no es como si una ciega pudiera hacer nada por impedirlo. Podrías largarte corriendo ahora mismo y no podría ni seguirte—añadió con amargura—. Hacedor. No... No voy a poder aguantar esto. No soy capaz... No...

Se secó una vez más las mejillas con el dorso de la mano, tratando de no venirse abajo otra vez para aparentar la mayor compostura posible, pero no cesaban de caérsele las lágrimas. Aparte de eso, por el modo en que se humedecía continuamente los labios te quedaba claro que no estaba precisamente tranquila ni feliz.

—Sí que lo sé—sorbió aire por la nariz—. P-Pero yo también necesito pedirte algo...

La voz volvía a temblar.

—Has dicho que conociste a las personas adecuadas. S... si es cierto... Han veindo contigo, ¿verdad? Quiero conocerlas.

Alexei secó las lágrimas de la joven con su mano izquierda, acariciando su rostro con suavidad.

—Sé que es un disparate. A veces ni yo mismo termino de creerme el estar envuelto en toda ésta vorágine. Pero alguien tiene que hacerlo. Ese encantador tiene que pagar por lo que ha hecho. Por mis padres, por mi... y por ti—el joven guerrero hizo una pausa—. Pero tranquila, no voy a darme la vuelta y largarme corriendo. Y mucho menos sin despedirme de ti. Ya sabes que mi madre siempre decía que tenía que aprender de mis errores.

Tras colocarse junto a Anne, el rubio tomó su mano y la puso en su brazo.

—Agárrate. Te llevaré a conocerlas.

Anne no te respondió pero para breve alivio tuyo aceptó tu brazo en lugar de volverse a apartar hoscamente. Quizá algo de lo que habías dicho había provocado aquel pequeño cambio pero pudiste percibir lo mucho que la frustraba tener que resignarse a no poder ir por su propio pie. O al menos por cómo apretaba el músculo de la mandíbula.

Los andrastianos quemaban a sus muertos pero tus padres tenían un lugar de descanso; en el patio trasero de lo que en su día había sido tu casa, los lugareños habían cavado una pequeña cavidad en la roca de la montaña a modo de nicho guarecido por una puerta corredera de madera. Pequeño trabajo que normalmente no habría hecho falta pero debido a que tú no estabas prensente, debían haber pensado que te correspondía al menos una despedida y el derecho a quedarte o esparcer sus cenizas, pues cenizas era lo que había en el interior del modesto habitáculo: en dos sencillas pero bonitas urnas de barro.

Anne te indicó aquello primero y se quedó quieta allá donde la dejases, esperando a que terminases lo que tuvieras que hacer y volvieras para conducirla hacia el resto de tu grupo. El cual descubriste desde varios metros que te estaba esperando en el camino que llevaba montaña arriba.

Anne recordará tu respuesta.

Os han visto, puedes marcar a Gabrielle ya en los post.

Al cabo de unos diez o quince minutos viste aparecer a Alexei, aunque no venía solo. Lo acompañaba una muchacha bastante delgadita y de cabello rubio que vestía con una túnica de lana color canela, lisa pero gruesa para protegerse del clima de montaña.

No obstante, lo que más te llamó la atención de ella fué el trozo de tela a modo de venda que le rodeaba la cabeza, tapándole los ojos.

Puedes marcar a Alexei ya en los post.

Cuando Alexei llegó a su casa, las piernas comenzaron a temblarle y una vez más sintió esa opresión en su interior. El joven apretó la mandíbula estoicamente aguantando las lágrimas, pero estas acabaron por recorrer sus mejillas cuando vio sus dos urnas. Lloró amargamente, pero lo hizo en silencio, no quería que Anne lo supiera.

Lo que comenzó unos días atrás charlando con Ayla por la noche, lo terminó en ese momento. Ahora lo había aceptado. Sus padres habían muerto y nunca volverían. Durante las primeras semanas todo parecía un mal sueño. Empecinado en dar caza a Ayla y terminar sus asuntos con Adrath, Alexei se había esforzado en aparcar ese horrible episodio en el trastero su corazón, pero ya no podía mantenerlo ahí. Tenía que aceptarlo y asimilarlo. No era algo que tuviera que aceptar, sino que tenía que aprender a vivir con ello.

Y sería más fácil vivir cuando Adrath hubiera pagado por todo lo que había hecho.

El joven guerrero intentó recitar alguna oración, pero en ese momento no recordó ninguna. Era Andrastiano pero no especialmente beato. Tampoco sabía muy bien que hacer con las cenizas de sus padres. Quizás Lynn cuando pudiera echarle una mano cuando todo terminase.

Tras secarse las lágrimas, volvió a ofrecerle de nuevo el brazo a Anne.

—Vamos—le indicó.

El grupo estaba esperándole al pie del camino para alivio de Alexei. Cuando aceptó a presentarle a Gabrielle y los demás, el joven ignoró que si habían empezado el ascenso no podrían llegar hasta ellos con Anne en ese estado. Sin olvidar que la muchacha no podría hacer le descenso sola.

—Ella es Anne—la presentó—. Quería conoceros. 

Después se dirigió a la muchacha ciega.

—A Wynne ya la conoces, aunque yo tampoco hace mucho que la conozco. Luego están, Gabrielle, maga colegiada. Lynn, hermana de la capilla. Ashtan, un elfo dalishano...

Entonces titubeó, presentarles a Ayla y Cedric no era tan fácil. Cedric bueno, era Cedric, no había mucho que decir. Pero Ayla, estaba involucrada en la explosión, la muerte de sus padres y la ceguera de Anne. Alexei sabía la verdad, pero explicarla sería algo que llevaría un tiempo del que no disponían. Era un tema controvertido.

—Y los otros son Cedric, un espadachín y Ayla, otra maga como Gabrielle.

Gabrielle abrió mucho los ojos al ver llegar a una ciega de la mano de Alexei. Esperaba que el guerrero de dorada melena no pretendiera llevar a ese muchacha a un lugar tan potencialmente peligroso como el que había descrito Ovalia unos minutos antes. Pero conocía a Alexei, y no era tan insensato como la primera impresión que había tenido de él. De modo que dejó ir sus prejuicios, cerró la boca y esperó a que expusiera sus motivos, una virtud que muy poca gente profesaba en Thedas.

Y menos mal. La muchacha sólo quería conocerlos, aunque a Gabrielle le parecía que era a Wynne a quien tendría interés en conocer, y no a los demás. Su maestra había acompañado a la Heroína en su misión por encontrar las Sagradas Cenizas de Andraste. 

—Hola Anne —dijo con torpeza—. Encantada de conocerte. Me puedes llamar Gabby. 

No sabía cómo comportarse. Si debía acercarse a ella para que la tocara la cara o algo así, de modo que buscó con la mirada a su maestra para ver qué hacía ella e imitarla. Que, pensando en ella, ¿podría curar la ceguera de Anne?

Todo el mundo saludó... menos Ayla. Pero no porque no quisiera, el término parecía ser más bien "no podía", porque miraba a la muchacha con los ojos muy abiertos y una expresión sobrecogida en el rostro. Se apartó un par de pasos con los brazos cruzados muy apretados mientras se mordía una falange.

Anne por su parte, se había soltado rápidamente de Alexei en cuanto empezó a escucharos, como si ya estuviera bien de que la guiasen a ninguna parte. A Gabrielle le resultó curioso que ella tampoco pareció saber qué hacer en un principio pues era obvio que no podía darle la mano a gente que no sabía dónde estaba así que se limitó a ocuparlas agarrándose los codos. Aunque asintió en respuesta a su sugerencia.

—Cuantos magos... —murmuró tras un instante de duda, dirigiéndose a Alexei—. ¿Fuiste hasta la Torre del Círculo?

Wynne sin embargo parecía extrañada.

—Me suena tu cara, pequeña—dijo—. Juraría haberte visto la primera vez que vine aquí pero...

Anne se quedó unos instantes inmovil, al parecer reconociendo la voz.

—Usted es Wynne, ¿verdad?—dijo finalmente. Luego torció el gesto con amargura—. Si se refiere a una chica que se abrió paso a empujones para poder darle las gracias a la Heroina por echar a aquellos cultistas pero que casi se cae encima de ella... Sí, soy yo. Aunque entiendo por qué duda.

La Encantadora Superior se pellizcó la barbilla con ademán entre pensativo y consternado.

—No, no fui al Círculo... pero al final son asuntos de magos. Así que...

Alexei esbozó una sonrisa al recordar el episodio que Anne acababa de mencionar. Precisamente, ese fue el día que decidió que quería ser un Guardia Gris, aunque él a diferencia de la muchacha se quedó en un segundo plano. Siempre había sido algo más discreto, de ahí que la primera vez que se encontró con Wyne tuviese la imperiosa necesidad de agradecérselo.

El joven guerrero llevaba desde que salió de las ruinas que eran la case de sus padres con una idea en la cabeza. Se preguntaba si Lynn o Wynne serían capaces de curar la ceguera de Anne. Estuvo tentado de hacer le pregunta en ese momento, pero se contuvo. Aunque fuera durante unos segundos, no quería infundirle falsas esperanzas a su amiga. Así que lo mejor que puedo hacer fue quedarse en silencio.

Gabrielle carraspeó incómoda ante la situación. No dejaba de mirar a Wynne, pero tampoco quería hacer la pregunta que se le estaba pasando por la cabeza. Cuando el silencio se extendió tras la última intervención de Alexei, y al ver que Wynne no iba a añadir nada más, se vio forzada a dar la conversación por terminada.

—Y son asuntos urgentes, en realidad. Discúlpanos, Anne. Quizá podamos charlar en una ocasión más propicia. Encantada de conocerte.

Dedicó una sonrisa a la joven, siendo consciente de lo estúpido que resultaba sonreírle a una ciega. 

La muchacha apretó los labios con fuerza en una fina linea. Temblaba ligeramente pero no era por el frío, sino por la fuerza con la que estaba aferrando sus propios codos.

—Así que me cuentas la mentira del siglo y te largas. Otra vez—cerró la frase de Alexei, con un ribete dolido en la voz tan palpable que casi se podía tocar. Giró el rostro hacia donde estaba el guerrero aunque no podía verlo—. Fué una mujer lo que provocó el incendio, no un hombre. La vi yo misma. ¡Te lo dije y ni si quiera te acuerdas!

Dejó caer los brazos soltando un jadeo de incredulidad.

—Y vuelves aquí contándome no sé qué disparate sobre un Encantador Superior—masculló intentando evitar que le temblara la voz—. Ya es la segunda vez que me quitas de encima como si te molestara. ¡Esto también me afecta a mí por si también lo has olvidado!

Ayla se mordió aquella falange con tanta fuerza que a punto estuvo de hacerse sangre.

Los ojos de Wynne se llenaron de algo que no supisteis determinar si era compasión o comprensión. O parte y parte de ambas.

—Alexei... —dijo mirando al muchacho de soslayo, con el tono de una abuela que va a preguntarle a su nieto, al cual ha sorprendido con la boca llena de miguitas, si sabe algo sobre quien ha roto el tarro de las galletas—. ¿Qué ha sucedido exactamente aquí?

Alexei entendía que rayos le pasaba ahora a Anne.

—¿Mentira? ¿Qué mentira? ¡No te he dicho ninguna mentira!

El joven guerrero se pasó la mano por la cara pensando y al escuchar a Wynne, las piezas comenzaron a encajar. ¿Por qué las mujeres lo complicaban siempre todo? El muchacho suspiró.

—Mi implicación en esta historia es un poco más compleja que los engaños de Adrath, el encantador superior—remarcó—. Mis padres murieron en una explosión, la misma que daño los ojos de Anne. Pero ese fuego no lo provocó una mujer, aunque eso fue lo que pareció. Si hubiera sido así toda esta historia habría sido más sencilla.

Alexei miró de soslayo a Ayla antes de seguir y tomó aire. Su amiga no iba a creerle. ¿Cómo iba a hacerlo? Todo era una locura, cualquiera pensaría que se trataba de un cuento.

—La explosión la provocó un demonio de la cólera—sentenció—. Un demonio de la cólera que fue manipulado por Adrath de alguna forma para que siguiera a Ayla.

El joven volvió a girarse para mirar a Anne y la tomó por las manos fuertemente. Quería asegurarse de que la escuchase.

—He sido un imbécil y he cometido muchos errores Anne. Demasiados para unos cuantos años. Pero aunque todo parezca un disparate es verdad. Hay un encantador superior que ha estado jugando con la mitad de los que estamos aquí. Y no sólo eso, sino que en sus delirios ese maldito cabrón ha puesto en peligro a todo Ferelden. Adrath ya me quitó a mis padres...

Al nombrar una vez más a sus progenitores los ojos de Alexei se humedecieron.

—Si también te pierdo a ti, me lo habrá quitado todo.

Con todo dicho el joven guerrero soltó las manos de Anne.

Wynne pareció comprender algo en el cuadro puesto que suspiró con una mezcla de pesar y compasión.

—Ahora ya entiendo algunas cosas...

Anne abrió la boca para decir algo pero por alguna razón la cerró instantáneamente. Algo había dicho Alexei... que no sabíais exactamente si había sido bueno o malo. Pero algo.

En la cara de la muchacha pugnaban el enfado, la confusión, el miedo y la tristeza pero ninguna parecía decidirse a pronunciarse.

La parte buena fué que no sé quitó de encima al guerrero con un bofetón cuando éste le cogió las manos, la parte regular fué que tampoco dió señal de si había creído sus palabras o no. No obstante, algo cambió en el rumbo de la conversación cuando volvió a hablar.

—No eres más que un campesino—tragó saliva. Su voz se había suavizado pero ahora parecía simplemente inquieta—.  Toda esta locura sobre magos y demonios te queda enorme. Me da miedo... Hacedor...

Se frotó la nariz con el dorso de la mano y sorbió aire.

—N-No puedo opinar de temas de los que no sé nada. Ya me da igual qué es cierto y qué no. Sube y haz lo que tengas que hacer. Pero tienes que volver. Estoy harta de que en este pueblo no haya más que desgracias. No puedo... —masculló. Aunque se las apañó para mantener el tipo—. No quiero quedarme aquí s-sola otra vez. Por favor.

Gabrielle intercambió la mirada entre Anne y Alexei. No hacía falta ser ningún genio para intuir que entre los dos había una incipiente historia de medieval y acción amor. 

«Me alegro por ti.» pensó mientras sonreía, aunque era una sonrisa deslustrada por las dificultades que podía tener una relación en la que una persona dependía de la otra.

—Anne... el lugar al que vamos es muy peligroso. Magos y demonios es precisa y probablemente lo que nos aguarda allí arriba. Estarías más segura en casa que con nosotros.

Odiaba ser ella la que pronunciara aquellas palabras, pero entendía que Alexei y Wynne tenían un mayor vínculo afectivo con aquella muchacha que el que tenía ella. Era mejor que, si la tomaba con alguien, fuera con ella. Se consolaba pensando que así protegía a su maestra y a su amigo. Porque eso era en lo que se había convertido, poco a poco, Alexei.

Y es que, sinceramente, no podían garantizar la seguridad de Anne. No sólo era una campesina sin ningún tipo de habilidad. También estaba ciega.

—¿Cómo?—Anne habría parpadeado si pudiera. Pero como no podía, lo que hizo fué estirar ligeramente el cuello en un gesto que os transmitió el mismo deje de desconcierto. Entonces pareció captar a lo que Gabrielle se refería—. ¡Hacedor, no!

Dobló los brazos por los codos, sacudiendo las manos velozmente en un gesto de negación propio de alguien que pide disculpas a toda prisa.

—¡Claro que estoy más segura aquí! ¡N-No quiero subir! Eso sería una locura—tragó saliva y las mejillas se le colorearon ligeramente de rojo—. Apenas puedo andar yo sola por el pueblo sin tropezar. He... He tenido que aprenderme durante estas semanas el número de pasos que hay entre los sitios porque de lo contrario no puedo ir a ninguna parte. Allí arriba no sería más que un estorbo esp-pantoso...

Jugueteó nerviosamente con las mangas por un momento. Pese a que técnicamente no podía verlas, había agachado la cabeza como si lo estuviese haciendo. Un gesto nacido de la costumbre.

—No sé de dónde ha salido la idea de que pretendía subir. Sólo quería decir que vol... vais—masculló—. Que tengáis cuidado. Que... bueno, eso.