Partida Rol por web

—Oh.

Ayla, que se había calado la capucha ya desde antes de entrar al pueblo, pareció decidir no hablar mucho más. Era evidente que encontrarse allí le resultaba incómodo y no quería llamar la atención sobre si misma o que alguien la reconociese y que aquello pudiera meteros en un lío. Aquella pregunta se le debía haber escapado.

Grabielle inclinó la cabeza y examinó a Ovalia con gesto crítico. ¡Por supuesto que había visto a esa anciana antes!

—¿Con un extraño gusto por las guadañas, cuanto más grandes mejor? —pensó en voz alta Gabby, antes de carraspear y enlazar las manos detrás de la espalda—. Quiero decir... ¿se llamaba Olavia por casualidad? Creo que tuve el placer de conocerla.

Los padres de las ancianas habían tenido un extraño sentido del humor (o poca imaginación) al llamarlas Olavia y Ovalia.

—Ahem, disculpe mis modales. Me llamo Gabrielle, maga colegiada del Círculo de Ferelden. Vamos a subir al Sagrado Templo de las Cenizas Sagradas y...

Sintió como le temblaban las canillas. ¿Realmente iba a visitar el lugar en el que descansaban las cenizas de la Prometida del Hacedor? Si se lo hubieran dicho hace sólo un par de meses...

—...nos preguntábamos si sabría indicarnos qué podemos encontrarnos allí.

Cuando Alexei entró en el pueblo una sensación de angustia empezó a apoderarse de él. Sentía como si alguien le hubiera agarrado el estómago y estuviera apretándole con todas sus fuerzas. Muchos sentimientos empezaron a agolparse en él. No iba a ser tan fácil volver a casa.

Ser objeto de las miradas de sus convecinos era algo extraño. ¿Qué pensarían de él? Cuando se encontraron con la alcaldesa el muchacho se esforzó en sonreir. La opresión era aún más fuerte.

—Hola señora Ovalia—la saludó—. Encontré parte de lo que buscaba pero...

El joven guerrero miró de soslayo a Ayla. Esperaba que nadie la reconociera.

—...como ya le han dicho mis compañeras, necesitamos subir a la montaña. Es muy importante.

—¡Esa misma! Y ahora que lo mencionas, los nombres es el otro motivo por el que nos confunden aparte de por ser gemelas—la anciana se rascó la barbilla—. Nuestros padres tenían bastante sentido del humor...

«Yo más que sentido del humor diría que tenían mala leche... »

Fritz tragó saliva.

—¿G-Guadañas cuanto más grandes mejor?

—Claro, hijo. ¿Con qué se siegan los campos?—respondió Ovalia con toda la naturalidad del mundo—. Es cuestión de eficiencia.

Sacudió una mano como quitándole importancia al asunto y se centró en las preguntas que le habíais hecho.

—¿Sabéis? En un principio nos asustó mucho la idea del hermano Genitivi; si todo Thedas pretendía peregrinar aquí lo único en lo que podíamos pensar es que las cenizas de nuestra amada Profetisa no son infinitas—dijo apoyando ambas manos sobre su nudoso bastón, lo cual le dió el aspecto de un cuervo posado en una rama—. Por suerte, fué algo que se solucionó solo... Supongo que Wynne os lo habrá contado en un pasado si la conocéis. Pero en el templo hay un guardián que no permite a cualquiera acceder a la urna. La Guarda sólo pudo hacerlo tras pasar una serie de pruebas.

Creímos que eso iba a suponer un problema pero resultó que el Guardián permite que los fieles peregrinen para ver la urna, siempre y cuando nadie la toque. Lo cual pienso que fué la mejor solución para todos.

Suspiró.

—Pero perdonad los desvaríos de esta anciana: lo cierto es que venía mucha gente desde todas partes de Thedas hasta el derrumbe, no ha vuelto a subir nadie desde entonces. Hubo mucha conmoción y, por desgracia, gente que no volvió a bajar... así que por lo pronto me temo que lo poco que puedo deciros es que encontraréis un camino desierto y parte de la sección exterior derrumbada. Pero no sabemos si ha habido más derrumbes o si habrá animales que se hayan vuelto a asentar montaña arriba al desaparecer el tránsito de gente. No sé qué asuntos os traen allí pero si queréis subir os recomiendo prudencia.

—Gracias, Ovalia —dijo Gabrielle, y esperó unos momentos antes de ponerse en marcha.

El hombre de los resplandecientes cabellos dorados como el sol, cuya melena fluía en el aire con la elegancia de un pañuelo de seda al caer, probablemente querría preguntar por la chica. Gabrielle pensó maliciosamente, durante un instante, si sería una chica o "una chica". Lo miró de reojo y curvó sus labios en una uve.

Hablar con naturalidad con la anciana aflojó un poco la opresión que Alexei tenía en el estómago. Hasta que recordó que tenía que ver a Anne. Entonces la presión se redobló.

—Gracias señora Ovalia—agradeció también el muchacho—. Por cierto, ¿sabe dónde está Anne? Anne Parker. Wynne me dijo que había estado preguntando por mí.

Al preguntar por la chica, el joven guerrero se fijó en la extraña expresión que había puesto Gabrielle. Era la primera vez que la veía poner una cara así. ¿Qué demonios estaría pensando?

—Oh, Anne... —Ovalia cogió aire y se quedó pensando un momento—. Sí, ha estado preguntando por ti desde que se enteró de que Wynne te conocía. Estaba en uno de los bancos cerca del lago.

La anciana reacomodó las manos sobre su bastón.

—Deberías ir a verla. Aunque no sé si encontrarás lo que esperas, muchacho. O sí.

Gabrielle enarcó ambas cejas en un gesto de incredulidad.

—¿Y sabe lo que él espera, señora Ovalia?

Alexei sonrió ante la pregunta de Gabrielle. La maga tenía razón, ¿cómo lo iba a saber ella? Pero entonces cayó en la cuenta de las quemaduras que provocó la explosión de Rhagos. ¿Quizás las heridas habían sido más graves de lo que a primera vista parecían?

—Iré a verla—dijo.

El joven guerrero, con un gesto más preocupado, se separó de la comitiva y se dirigió hacia el lago.

—Claro que no—Ovalia soltó una risita cascada ante la pregunta de Gabrielle—. Sólo soy una alquimista, no una vidente.

Dejásteis que Alexei se encaminase al lago a buscar a la chica mientras tú y los demás os dirigíais a la salida del pueblo que ascendía montaña arriba. Aunque en cuanto la alcanzásteis, os detuvísteis.

—Creo que será mejor que esperemos a Alexei aquí, ¿no?—preguntó Lynn—. Por lo que dijo la anciana de que igual hay animales salvajes o a saber el Hacedor qué por el camino... que no se los tope solo.

Te dirigiste al lago mientras Gabrielle y los demás se encaminaban a esperarte en la salida del pueblo que conducía a las montañas.

El fresco aire alpino en el cual flotaba algún que otro copo ocaisonal se sentía con cada inhalación, podías notar el frescor helarte los pulmones con cada bocanada. Tan solo un centenar de metros te separaba del lago cristalino que se encontraba al lado de Refugio. En la lisa superficie flotaban algunas placas de hielo a la deriva pero aquel lago jamás se congelaba, por alguna razón, los peces eran capaces de sobrevivir allí todo el año.

Había tres o cuatro barcas de pesca amarradas a ambos lados de la pasarela de madera que hacía de "puerto" y podías ver alguna que otra caña de pesca o alguna que otra red en ellas. Cerca de allí había varios bancos de madera y en uno de ellos distinguiste una figura sentada.

Anne vestía con una túnica de lana color canela, lisa pero gruesa para protegerse del clima de montaña. Estaba ligeramente inclinada sobre sus propias manos y parecía tener alguna suerte de semillas o grano en ellas puesto que había logrado que un par de gorriones se le posaran a picotear. No obstante... lo que más te llamó la atención fué el trozo de tela a modo de venda que le rodeaba la cabeza, tapándole los ojos.

Debiste pisar más fuerte de lo que esperabas porque repentinamente sufrió un respingo que hizo que los gorriones alzaran el vuelo. La chica se tensó de golpe.

—¿Quién es? ¿Quién va?

Hemos sobrevivido a cosas peores —estuvo a punto de decir Gabrielle.

 Y ejemplos no le faltaban. Ningún animal salvaje podía competir con los retos a los que se habían enfrentado, a menos que uno considerara a un dragón como un animal salvaje. Pero era suficientemente sabia como para no pronunciar en voz alta la pregunta del centenar de septims: ¿qué podría estar mal?

—Está bien —respondió en cambio a Lynn, con un tono de fastidio—. Esperemos aquí a Alexei.

Cuando Alexei vio los ojos vendados de Anne las piernas empezaron a temblarle y sintió una fuerte opresión en el estómago. Era eso a lo que se refería Ovalia. ¿Aun no se habían curado sus ojos? ¿O quizás es que no tenían cura? ¿Por qué Wynne no se lo había dicho? De haberlo sabido habría ido corriendo a verla sin dudarlo.

—Hola Anne—la saludó el joven guerrero con una voz temblorosa—. Soy… soy yo… Alexei.

Anne jadeó imperceptiblemente. Luego viste que se humedecía los labios y se ponía de pie con una lentitud nacida del miedo a tropezar con algo que no viese. Estiró los brazos con inseguridad hacia adelante como si buscara encontrar dónde estabas.

Te acercaste un poco y el sonido de tus pasos pareció serle de ayuda porque no tardó en encontrar uno de tus brazos. Palpó torpemente por los hombros y notaste que tenía las manos algo frías cuando logró ubicar tu cara tomándola entre ellas. Se produjeron unos instantes de silencio durante los cuales tan sólo se escuchó el susurro de la brisa de la montaña.

Y entonces te dió tal bofetón que el eco resonó por todo el lago.

—¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!—espetó con la voz rota—. ¡Te fuiste sin decirme nada! ¡A los caminos, con lo peligrosos que son! ¡Detrás de a saber el Hacedor qué! ¡Ni si quiera te despediste!

Se frotó la mano disimuladamente mientras se la llevaba por inercia a los ojos y empezó a sollozar. De hecho viste caer dos lagrimones por debajo de la venda que le recorrieron las mejillas. No sabías si es que se había hecho daño al darte, si le dolían las heridas por estar llorando o si simplemente estaba triste.

—Nunca había estado tan sola—gimió—. No puedo ver nada, nadie tiene tiempo para estar conmigo, no puedo hacer nada, tú te habías marchado... no sé cómo pasar el tiempo sin volverme loca. No sé cómo lo he hecho estas semanas... No sé... Yo...

Fue incapaz de seguir hablando, simplemente los sollozos no le dejaban.

Alexei aguantó el bofetón estoicamente. Sin duda se lo merecía. No podía reprocharle nada Anne. Desde que se reunió con Adrath hasta que finalmente se confesó con Nolan se había comportado como un idiota. Y eso siendo suaves. Al joven guerrero se le ocurrían adjetivos mucho más contundentes.

Ver a la muchacha llorando le partió el corazón. Cuando se marchó no pensó que las quemaduras acabasen siendo tan graves. Y otra equivocación más que añadir al saco. Era imposible comprender el vacío que Anne había tenido que sentir esas semanas. Pero sólo de imaginárselo sentía un vértigo terrible.

Alexei la tomó por las manos y la acercó hacia él para abrazarla y reconfortarla.

—Tienes razón, fui un imbécil—dijo—. Lo siento.

Sabía que volver a Refugio sería difícil, sabía que tendría que afrontar muchas cosas. Pero ésta no era una de esas.