Partida Rol por web

Lynn había sostenido el búho mientras cortabas la guedeja de cabello para atarla al a pata del animal. Su rostro se ensombreció con tristeza cuando meniconaste a Asthan aunque no dijo nada, sólo se giró hacia el borde y soltó al pájaro al aire, el cual desapareció detrás de él.

—¿Estarán al otro lado?—aventuró repentinamente—. El pedazo de puente parte este saliente en dos y nos hemos caído todos por el mismo sitio...

Se aproximó aún más, y bendita la casualidad, aquello sirvió para que descubriéseis algo: el puente roto no llegaba al borde. Había un estrecho tramo de espacio. La clériga tomó aire y se atrevió a pegarse lo máximo posible.

—¿Gabby?—llamo en un susurro apremiante—. ¿Ayla? ¿Estáis por ahí?

Tras unos instantes de angustiante silencio, escuchasteis la voz de Gabrielle responder en el mismo murmullo cauteloso.

—Sí, aquí estamos. Pero no tenemos muy claro cómo salir.

Lynn se dejó caer de rodillas y lanzó un suspiro. Te miró un instante con una sonrisa aliviada antes de volver a susurrar por el borde.

—¡Gracias al Hacedor!—respondió—. Oye por aquí el...  trozo de puente no llega del todo al borde, ¿por ese lado es igual? Porque si es igual os diría que cruzárais hasta aquí pegando la espalda a la roca pero...

Sentiste un repentino deje de duda culposa en la voz de la clériga que no se atrevió a terminar la frase.

Y te pareció escuchar a Ayla al otro lado pero debía estar más lejos que Gabrielle porque no entendiste lo que dijo.

Puedes marcar a Gabrielle ahora si le quieres hablar, ella y Ayla os oyen. Aunque ninguna de los dos os ve ni vosotros a ellas.

Ayla arqueó las cejas.

—¿Desde cuándo Evelynn sabe encantar runas?

Sacudió la cabeza al darse cuenta de que le habías preguntado algo para centrarse en ello pero al mirar hacia arriba torció el gesto.

—Creo que no llegamos. Yo tampoco es que sea muy... —cayó en la cuenta de algo—. Espera, si ha vuelto tan rápido, ¿crees que pueden estar en el otro lado?

En ese momento, como si la divina providencia os hubiese estado viendo, escuchaste una voz que pretendía que se la oyese pero a la vez pasar desapercibida al el eco del cañón y por tanto a la monstruosidad con alas que lo sobrevolaba. Provenía del borde del saliente donde el trozo de puente caído terminaba.

—¿Gabby?—escuchaste a Lynn llamar en un susurro apremiante—. ¿Ayla? ¿Estáis por ahí?

Ayla hizo ademán de acercarse a dicho borde para escuchar mejor puesto que de lo contrario era muy difícil oirla bien, pero a mitad de camino se detuvo bruscamente. Carraspeó con nerviosismo mal disimulado y te miró como si esperara que mejor te acercases tú.

—Sí, aquí estamos. Pero no tenemos muy claro cómo salir —dijo con el mismo murmullo cauteloso.

No habías terminado aún la frase cuando te llevaste una curiosa sorpresa: sólo desde cerca se podía apreciar que el trozo de puente no llegaba realmente al borde del abismo sino que había un tramo estrecho pero que parecía transitable. Siempre y cuando quien quisiera transitar lo hiciera de perfil, claro.

¿Llegaría al otro extremo?

La angustiante duda se respondió por sí sola.

—¡Gracias al Hacedor!—escuchaste suspirar a Lynn con un alivio tremendo después de oir tu respuesta—. Oye por aquí el...  trozo de puente no llega del todo al borde, ¿por ese lado es igual? Porque si es igual os diría que cruzárais hasta aquí pegando la espalda a la roca pero...

Sentiste un deje de duda culposa en la voz de tu amiga que no se atrevió a terminar de proponer aquello.

Puedes marcar a Alexei ahora cada vez que le hables a Lynn, él también te oye. Aunque ninguno de los dos os ve ni vosotros a ellos.

—¿Qué?—escuchaste de pronto jadear a Ayla a tus espaldas—. No, no, no. Ni hablar. T-Tiene que haber otro modo de llegar ahí.

—Lo haremos —contestó a Lynn.

Vale, a Ayla le daban miedo las alturas.

No es que ella tuviera unas ganas tremendas de acercarse al borde del acantilado teniendo docenas de metros de caída. Pero habiendo vivido la mayor parte de su vida en una torre, a Gabby no le impresionaban las alturas. A Ayla, empero, no le había servido de mucho.

Podía emplear su pergamino de reducir persona para llevarla encima. Pero le podrían servir de utilidad más adelante. De modo que intentó primero que Ayla lo consiguiera por sus propios medios. Se pegó a la roca lo más que pudo y empezó a cruzar el estrecho desfiladero, intentando no mirar abajo. Fingió más seguridad de la que sentía y tendió una mano a su colega arcana.

—¿Confías en mi? —le preguntó.

Alexei se alegró al escuchar la voz de Gabby y Ayla. Le preocupaba que estuviesen muy lejos y no pudieran encontrarse hasta llegar a la cima. Pero reunirse iba a ser más difícil de lo que parecía. El paso de un lado a otro se aventuraba complicado. No sabía cuánto pero sólo había una manera de averiguarlo.

—Déjame pasar Lynn—le pidió —. Voy a cruzar.

Gabrielle había respondido con un "Lo haremos" que hizo que Lynn se sorprendiera.

—¿Ah sí?—dijo. La voz de Alexei la hizo volver a la realidad y carraspeó—. Espera, de nada sirve que cruces si allí hay un callejón sin salida.

«Claro que tampoco sabemos si aquí estamos en las mismas... »

Volvió a inclinarse sobre el borde del saliente.

—Gabby, ¿habéis encontrado alguna salida por ese lado del puente?—preguntó—. Por aquí aún no lo sabemos; Wynne está inspeccionado el extremo del saliente más alejado de aquí pero hasta que vuelva...

—En quien no confío es en la caída libre que hay hasta bajo—masculló Ayla tapándose los ojos con una mano e inspirando hondo—. No es cuestión de... es decir... yo... ¡No es tan sencillo!

Tragó saliva y dejó caer la mano.

«Supongo que a estas alturas es ya obvio... »

—Vale, sí. Tengo acrofobia—admitió de mala gana. Y eso que estaba lo suficientemente alejada del borde como para que seguramente Lynn y Alexei no pudiesen oirla. De hecho, pese a tener el ceño fruncido, se le había arrebolado la cara—. En el templo de Mythal pasó algo parecido cuando estaba con Cedric. Apareció Rhagos y...

Resopló como si recordar aquello la hiciera sentirse tan estúpida que la enfureciese. Curiosamente, en lugar de alejarse y cerrarse en banda, te volvió a mirar.

—Confío en ti—masculló mordiéndose el labio inferior—. Es s-sólo que no quiero que vuelva a pasar.

—No. Aquí no hay salida

—No. Aquí no hay salida —le respondió Gabrielle a Lynn antes de devolver su atención a Ayla. Le tendió la mano:—. Ahora estás con amigos.

Que por cierto, ¿dónde estaba Cedric?

—Cuéntame. ¿Qué pasó?

Quizá si hablaba de ello no se centraba tanto en su acrofobia.

Alexei decidió esperar.

—Con amigos, sí... —suspiró Ayla resignadamente, como si el chiste fuera ahora sobre ella—. Cuando se nos fué al diablo el suelo en el templo, aterricé en el mismo piso que Cedric.

Se acercó despacio hacia ti pero parecía que estuviese acercándose a las fauces abiertas de un Archidemonio. Estaba tensa como la cuerda de un arco.

—Apareció Rhagos y el único sitio por el que se podía escapar era un tunel pero se había derrumbado la mitad de la sala y para alcanzarlo había que pasar por una cornisa similar a esta—dijo—. Le tuve que decir que yo... bueno, eso. No sé cómo narices me convenció. Pero mientras estábamos cruzando Rhagos se puso a canalizar una bola de fuego ¡Y lo único que se le ocurrió a ese imbécil fue pedirme que le ayudase!

Hizo un gesto irritado con los brazos.

—¡Yo a él! ¡Yo que casi no podía ni respirar!—rezongó—. Ahora ya sabes por qué nos caímos encima de la cabeza del Varterral soltando humo por todas partes.

Te daba la impresión de que lo que más la enfurecía era haber tenido que confesarle aquella debilidad suya a Cedric a cambio de un resultado así. Pero ahora al menos entendías el porqué de que le hubiese costado tanto reaccionar tras la caída. O incluso el porqué de las palabras que Lynn le había dirigido. Seguramente la clériga conocía aquel miedo de su amiga.

—S-Simplemente no se te ocurra soltarme en medio del camino—resumió con un gruñido incómdo mientras agarraba la mano que le ofrecías. Y te sorprendió lo fría que estaba la suya—. Y es la última vez que me obligáis a hacer esto. Os juro que si hay una próxima vais a tener que reunir un ejército.

Pegó la espalda a la pared y miró hacia arriba cogiendo muchísimo aire a la espera de que comenzases a andar. De hecho, estaba respirando por la boca.

Ayla tiene miedo a las alturas. Le resulta muy difícil cruzar por la cornisa.

Durante el recorrido Gabrielle va a tener que actuar en varios momentos, hay un medidor (secreto) de pánico. Dependiendo de lo que elija hacer puede ayudar o empeorar las cosas (mucho o poco) y por supuesto también depende de cómo ejecute la respuesta.

► Avanzas comentándole algo sobre lo que acaba de decir.

► Avanzas en silencio a ver si se calma.

► Avanzas comentándole cualquier otra cosa.

► Improvisas: Gabrielle hace lo que tú quieras.

Gabrielle se asombró de ver a una maga colegiada tan paralizada por una emoción. Schaudaron podía haberle hecho pedazos tirando de su pánico a las alturas.

—Mírame. Yo no soy Cedric —dijo, intentando que desviara la vista del fondo—. Sólo concéntrate en el próximo paso que vas a dar. Nada más, ¿vale?

Le estrechó la mano.

—Estoy aquí contigo. Lo vamos a lograr juntas.

Podías decir dos cosas: la primera que Ayla estaba intentando con todas sus fuerzas mantener el tipo, la segunda que le resultaba muy difícil.

—Vale pero pre... preferiría mirar hacia arriba.

No podía evitar sudar ni controlar los temblores de voz pero continuaba con la cara petrificada en un gesto medio ceñudo medio tenso en lugar de simplemente expresar terror. Aunque cuando le apretaste la mano la escuchaste soltar el aire que había estado conteniendo como si aquello la ayudara a calmarse un poco.

—¿Quéda mucho?

No habíais llegado a la mitad.

► Endulzas una mentirijilla piadosa.

► Cambias de tema.

► Le dices la verdad.

► Improvisas: Gabrielle hace lo que tú quieras.

—Lo estás haciendo muy bien. Sigue así —mintió Gabrielle esbozando una sonrisa tranquilizadora.

«E... Eso no responde a mi pregunta»

Escuchaste a Ayla coger aire de nuevo. Asintió ligeramente (para no mirar abajo) y continuó imitándote dando un pequeño paso tras otro por aquella cornisa. Posiblemente concentrándose en cada paso como le habías dicho.

Si bien era obvio que la apóstata sufría al hacer aquello, de algún modo se las apañaba para aguantar lo que debía ser la parte más difícil de una fobia: no ponerse histérica instantáneamente. Lo cual ya era un avance o de lo contrario no podríais ni haber empezado a cruzar.

Te concentraste en dar un paso tras otro, lenta pero segura. La ligera brisa fría provocaba que se te congelase la cara y notases las orejas ardiendo, pero en ese momento sentías en los huesos todo el significado del nombre de aquellas montañas: Tenías la espalda helada de ir arrastrándola pegada contra la roca.

Así estuvisteis hasta llegar a la mitad de trayecto y empezasteis a rebasarla... cuando por supuesto las cosas volvieron a su linea, es decir, a complicarse: Un rugido retumbó en todo el cañón y sentiste cómo una sombra pasaba sobre vosotras, escuchaste al dragón batir aquellas alas enormes y la buena noticia fué que pasó de largo sobre vuestra posición para dirigirse a algún lugar en la alta montaña donde se encontraba incrustada la fachada del templo.

La mala noticia fué que aquel mero sonido hizo retumbar la piedra contra tu espalda y el vendaval que levantó el batido de las correosas membranas de las alas te provocó un vuelco de estómago tan desagradable que por un momento te invadió la aterradora sensación de que te iba a tirar de la cornisa pero en verdad no fue así.

Lo que sí notaste fue los dedos de Ayla clavársete en el brazo como garfios al agarrarse repentinamente. La apóstata se frenó en seco, como si se hubiera petrificado.

No gritó, pero apretó tanto los dientes que casi le rechinaron en lo que se te antojó un supremo y desesperado esfuerzo de autocontrol.

—N... No puedo—masculló entre dientes con un hilillo de voz—. No puedo, no puedo, no puedo...

Había cerrado los ojos con muchísima fuerza pese a que seguía "mirando" hacia arriba. Podías oirla respirar, casi hiperventilaba entre nubecillas de vaho helado.

¡Último tramo!

► Rétala. Avanzas y la desafías para que continúe.

► Oblígala. Tira a la fuerza para que saltéis de golpe el último tramo hasta el final de la cornisa.

► Intenta calmarla. No te mueves, sólo le hablas.

► Distráela. Le hablas de cualquier cosa aleatoria.

► Apúrala. Avanzas y la incitas a que camine.

—Sí puedes —dijo Gabrielle en un tono que no admitía réplica—. Eres una maga colegiada el Círculo de Hechiceros de Ferelden. Has superado tu Angustia, has sobrevivido a la demencia de Uldred y has demostrado al mundo que eres capaz de esto y de mucho más. De modo que vas a poner un pie delante del otro ¡aunque sea porque has hecho cosas mucho más difíciles en tu aprendizaje, maldita sea!

Gabby va a retar a Ayla para que continúe.