Partida Rol por web

Las palabras del lugareño me entristecen. Una vez más, los altos elfos estamos condenados a vagar por Ansalon y una vez más somos unos forasteros indeseados. La segunda en nuestra historia, este está siendo un siglo aciago para nosotros, aunque también podrían decir otro tanto las restantes razas del continente.

Soy consciente de que el individuo no ha contestado a la mayor parte de mis preguntas, pero también me doy cuenta de que se encuentra visiblemente incómodo en mi presencia, de modo que opto por no importunarle más.

—Muchas gracias por tu información, buen hombre. Que E'li te bendiga a ti y a los tuyos —le deseo con sinceridad y una cálida sonrisa—. Si tienes algún familiar o amigo enfermo, dile que venga a mí y yo lo atenderé en pago a tu amabilidad.

No estoy segura de cuánto tiempo nos quedaremos en esta ciudad, pero no hay nada de malo en hacer algo de caridad mientras estemos aquí. Hacer gratuitamente el bien siempre será mejor que andar metiéndose en líos.

La paciencia de Alira había tocado fondo. Habían hecho un largo viaja hasta Pashin y cuando por fin pensaba que podrían acceder al confort de una habitación y a un sueño relajante, se presentaba la historia esa del kender. En un un incipiente comienzo, la elfa tuvo la esperanza de que la cosa no pasara a mayores, pero Argos no parecía estar dispuesto a dar su brazo a torcer. El druida seguía a la defensiva y Rose... buen, Rose parecía entre divertida y entretenida con todo aquello.

Para la maga resultaba claro que los tipos mentían. Todo el mundo sabía que, de forma habitual, los kenders recogían cosas que los demás habían perdido y que tendían a guardarlas por si un día sus dueños las reclamaban; pero ahí estaba el quid de la cuestión: cuando pillabas a un kender robándote algo, a la primera, y sino a la segunda, advertencia, tendía a devolver la pertenencia a sus legítimo dueño.

En aquella ocasión, los pequeños parecía muy azorados sin que por otra parte hicieran el más mínimo amago de devolver nada.

Los tres sujetos mentían. Y lo que era peor, su mentira les llevaría, tarde o temprano, más bien lo segundo, a un enfrentamiento con Argos y, por extensión, con el resto del grupo. Aquello, sin duda atraería a los Caballeros de Neraka, lo cual implicaba altas posibilidades de que todos acabaran sus noches en una lóbrega mazmorra.

La elfa no lo dudó más. Desentrelazó sus manos por debajo de la túnica y las dirigió sinuosamente hacia aquellos tres individuos. Entrecerró los ojos y comenzó a murmurar una inaudible letanía que resultaría incomprensible para la mayor parte de los mortales....

Uhhh... La cosa se pone peliaguda...

Me hubiera llevado una mano a la boca para aguantar una risita si no me encontrara examinando a los dos kender. Y es que aquello era lo que me provocaban las advertencias de aquel hombre, risa. No es que me creyera una combatiente invencible, de hecho no estaba segura de poder llamarme siquiera combatiente, pero el ver que les superábamos en número debía haber sido suficiente.

El tipo terminaba de replicar mientras finalizaba de escrutar a la niña y a su protector, momento en el que Argos parecía ponerse tenso.

Mala cosa...

No conocía mucho al monje, pero sí lo suficiente como para saber que aquel halo de calma que emanaba podía desaparecer en cualquier momento si le tocaban las narices lo suficiente. Y aquellos tipos lo estaban consiguiendo. Pero aun así, Argos les dio una nueva oportunidad, haciendo uso de un paralelismo entre su determinación y una montaña. No entendía por qué seguía perdiendo el tiempo, aquellos tipos no iban a dar su brazo a torcer, de lo contrario lo habrían hecho ya.

- La niña no tiene nada. - dije cruzándome de brazos junto al kender que la protegía, después de que Argos formulara sus preguntas. - Y el otro kender tampoco. Si "nuestros amigos" se hubieran fijado un poco lo sabrían. Así que no se si son más tontos de lo que parecen, o se quieren pasar de listos. – le hablaba a Argos, como si aquellos tipos no estuvieran delante, pero era a ellos a quienes miraba. – Idos de aquí. – añadí, dirigiéndome finalmente a ellos.

El contacto de Driexaril lo había desconcertado lo suficiente como para perder completamente el hilo o el movimientos tanto de los guardias como de lo que pasaba en el callejón.

Cuando se quiere dar cuenta, más allá del tapón de botella de maga, ladrona, druida y lobo-absurdamente-grande pudo distinguir que Argos se estaba cuadrando, dispuesto en su particular estilo de batalla. La distancia no le permitía seguir en detalle la conversación, pero la actitud corporal de unos y otros daba de sobra para entender lo que estaba pasando.

Nunca confesaría que daba gracias de tener una buena escusa para alejarse de la elfa.

- Hrmmm... - Un carraspeo fuerte para llamar la atención del "tapón" y un gesto en cuanto los primeros pares de ojos se posan en él, indicando que quería que le abriesen paso.

Estaba a punto de pasar lo inevitable y prefería evitar tener que saltar por encima de sus aliados para prestar apoyo a aquel que, insensato o no, plantaba cara a los brutos, y probablemente aquella situación era demasiado cotidiana como para resolverla con magia.

En su mente nada de aquello tenía demasiada importancia. Probablemente se trataba de la clase de personas que necesitan sentir los límites de forma física. Puede que hasta les sirviese para sentirse vivos. Un plan idealizado de dejar que se cansaran y acabar compartiendo una cerveza tomaba forma en su mente. Ni por un momento se le ocurre pensar que aquella gente estuviera dispuesta a hacer daño de verdad a ninguno de los presentes...

Y... ya estaba. El mundo entero reaccionando a aquellos tipos. En la lejanía la elfa pronuncia unas palabras que bien podrían ser una receta de pan que entendería lo mismo. Rose se interpone, ágil y amenazante, como una pantera, casi podría asegurar que defendiendo a su cachorro, lo que hace que sonría suavemente. Este montón estéril era su selva, su terreno, y se le notaba. Por otra parte nuestro explorador se cuela con presteza y hace un ademán de pasar por donde me hallo.

Le miro con cierto desdén. ¿A quién es a quien más le gustan las tortas? A mí. ¿A quién están desplazando para encargarse ellos? A mí.

Bufo molesto, pero le dejo pasar, echándome a un lado junto a mi lobo.

Vamos.

Le espeto, esperando que me siga hacia la salida del callejón. No obstante camino despacio y alerta, en mi corazón aún late la esperanza de que estallen los mamporros y poder soltarme un poco.

Vigila.

Ordeno, al pasar junto a la maga, haciéndole un ademán con la cabeza para que quedasen bastante claras mis intenciones. Mis pasos resuenan con la fuerza de quien no encuentra otro modo de soltar la energía contenida.

Los hombres se quedan un poco perdidos ante los comentarios del monje que en vez de tranquilizarles o hacerles entrar en razón parece que provoca el efecto contrario.

---¿te crees muy listo con ese pensamiento?- dice con un tono rojo brillante en su cara debido a la ira contenida y luego mirar a Rose- Se nota que no has vivido entre Kender¿verdad? Son todos una ratas inquietas que...- comienza a decir el hombre cuando su expresión cambia y veis como parapdea- ...se meten por todas partes...no dejan de tomar...prestadas las cosas y luego....que...¿que me habeis hecho?- es lo único que llega a decir antes de caer al suelo profundamente dormido , podeis escuchar claramente como Alira acaba el conjuro mientras deja caer la arena que habia usado para realizarlo; por su parte, la pareja Kender sigue asustada y sorprendida a partes iguales debido al brusco cambio de los acontecimientos.

Ante la actitud que mostraban aquellos hombres, me preparaba ya para lo inevitable. No era únicamente su actitud, sino la situación al completo. Rose reveló una verdad clara como un cielo despejado de verano, el hecho de que los kender no llevaban bolsas llenas encima. Me bastó un fugaz vistazo para percatarme de ello, en cuanto lo oí de voz de la mujer pelirroja, y sus siguientes palabras fueron el acicate que me impulsó a comenzar a moverme. Un insulto tan abierto y desafiante nunca quedaba sin respuesta.

Mis manos se abrieron, permaneciendo aún a mi espalda, con disimulo. Fueron is pies los que se desplazaron, descalzos, acariciando el suelo de aquel callejón en sendos círculos, uno tras otro. Un pie se retrasó, afianzándose como las raíces de un árbol milenario. El otro se adelantó, permaneciendo presto para moverse sobre su presa, como el felino agazapado en la espesura mientras observa a su presa. No sería yo quien ejecutara el primer ataque, pero quien quebrantase la paz me encontraría frente a él para devolverle su osadía con creces.

Sin embargo, y pese a la rabia que supura por el rostro enrojecido del hombre mientras replica nuestros intentos de mantener la calma, finalmente la violencia no es necesaria. El cansancio, uno artificial y súbito, se adueña de los tres hombres, que caen al suelo fulminados. Sorprendido, tomo aire profundamente hasta soltar un sonoro suspiro. Miré a Rose de medio lado, con gesto de circunstancias.

¿Los insultos eran realmente necesarios? -Le pregunté, acercándome a los hombres dormidos para asegurarme de que sus rostros no se encontrasen hundidos en barro que les impidiera respirar. A pesar de su deplorable comportamiento, no eran merecedores de una agónica muerte por asfixia. Tras asegurarme de que todo estaba en orden, me giré y comprobé la presencia de mis nuevos compañeros, apelotonados en aquel callejón apoyando la justa empresa. No me costó demasiado dilucidar quién había sido responsable de la caída de aquellos tipos, como tampoco de las posiciones que se habían dispuesto en previsión de un enfrentamiento. No pude por menos que ejecutar una respetuosa y sentida reverencia ante todos ellos- Gracias a todos, compañeros, por vuestra ayuda y apoyo. -Les dije, antes de acercarme a los kender, devolviendo mis manos a la espalda- Caballero, señorita... creo que éste es un buen momento para marcharse de este lugar, antes de que sus "amigos" despierten. ¿Conocen la ciudad? Tal vez podrían recomendarnos un lugar donde descansar...

Algo acababa de pasar. Algo que hizo que un escalofrío le recorriese la espalda, y sus ojos pasaran alternativamente entre la maga que al parecer había lanzado el hechizo y los hombres en el suelo. Afortunadamente, su primer temor inicial resultó ser infundado ¿dormidos? No estaba acostumbrado a ver a magos hacer aquella clase de cosas. Niega,rumiando algo para sí mismo y retrocede sobre sus pasos.

No estaba muy seguro de cómo interpretar lo que acababa de pasar, pero no le apetecía convertirse en huésped de la gratitud de ningún kender.

- ¿Nos vamos? - pregunta sin más a todos y a nadie en concreto, ya de regreso en el camino.

El hechizo había surtido el efecto deseado. Alira esbozó una incipiente sonrisa que quedó y se limitó a un pequeño amago. Aquel hechizo era sin duda uno de sus preferidos. Adoraba ver a alguien muy sulfurado, nervioso o, como gustaba decir a ella, metido en su papel para, instantes después, caer profundamente dormido. Lo asemejaba a un títere al que le hubieran cortado las cuerdas.

La elfa se percató de que sus compañeros se habían apercibido de que era la responsable del desenlace presente. Varios de ellos habían tenido la oportunidad de observar como un poco de polvo arena fina se deslizaba de entre sus dedos y se perdía en el suelo del callejón.

Fue Argos el primero que tomó la palabra. Alira esperaba que el monje se sintiera contento. No habían derramado ni una gota de sangre que, a buen seguro, era lo que deseaba el monje. La alegría de la elfa provenía de otro sitio: hasta el momento no habían despertado la atención de los Caballeros, lo cual todavía implicaba la posibilidad de descansar aquella noche en una cama caliente.

No obstante, la extrañeza de la hechicera persistía... por qué unos hombres atacarían sin razón a unos keders. Tras la intervención de Rose resultaba claro que el motivo que les habían dado aquellos tres desconocidos que ahora yacían dormidos, era falso. Lo cierto es que aquel momento y lugar no eran, en cualquier modo, los oportunos para dilucidarlo.

En ese sentido se expresó Leoden conminándoles a marcharse.

Sin dar casi tiempo a que los kenders respondieran al interrogante formulado por Argos, Alira tomó la palabra:

- Keders. Vuestros nombres... si en el futuro nuestros caminos vuelven a cruzarse deberéis recordar que me debéis... - la elfa duda unos segundos y decide cambiar su parlamento - nos debéis, un favor... favor que nos cobraremos.

Inmediatamente se dirige al resto de sus compañeros.

- Deberíamos aprovechar las circunstancias para desaparecer lo antes posible como señala Leo. El hechizo tiene una duración muy limitada y, a buen seguro, esos - señala hacia donde se encuentran los tres hombres caídos - no se despertarán de buen humor...

Aquel tipo estaba furioso, pudiendo ver su rostro casi tan rojo como mi cabello. Parecía ofendido por la forma en la que Argos le había hablado, llevándome a pensar que realmente no eran muy listos, y que la sabiduría del monje les había ofendido por ello. Tuve que morderme la lengua cuando hizo mención a que se notaba que no había vivido entre kender. No, no conocía a muchos, tan sólo a uno, y muy bien; suficiente como para saber que aquello que decía no era cierto.

Sus ataques hacia los kender fueron interrumpidos por un sopor que parecía proceder de un hechizo de Alira, cosa de la que el hombre pareció darse cuenta antes de caer al suelo dormido junto a sus dos acompañantes.

La pregunta de Argos me pilló por sorpresa, encogiéndome de hombros en primer lugar.

- No lo sé. – respondí inocentemente, llevándome un dedo a la barbilla mientras miraba hacia arriba, pensativa. – Me pone enferma la gente así. – añadí mirándole, encogiéndome de nuevo de hombros, mientras veía cómo se acercaba a los tipos para comprobar no sabía qué.

Tras ello, Argos nos agradeció nuestra intervención y apoyo, ante lo que le mostré una sonrisa.

- Qué menos, estamos aquí para eso. - respondí, manteniendo aquella sonrisa.

Mientras el monje se acercaba a hablar con los kender, Leoden nos instaba a marcharnos de allí, acercándose también Alira a los dos desconocidos. La actitud de esta distaba mucho del amable comportamiento de Argos, y no dudé en acercarme  a ella y susurrarle al oído.

- ¿No te estás pasando un poco? Ya sé que no te gustan nada lo kender… Pero los vas a asustar. – le dije en un tono calmo, esperando que comprendiera mi postura.

Tras aquello insistió en que debíamos marcharnos de allí, cosa con la que estaba de acuerdo, esperando que los kender hicieran caso a Argos y también abandonaran el callejón.

- ¡Bjoggo, cobardica! – dije mientras me encaminaba hacia la salida del callejón, tratando de dar alcance al druida. - ¿Así que huyendo el primero, eh? Te toca pagar la primera ronda, que lo sepas. – añadí burlona.

La elfa sale del callejón reflexionando sobre lo que Rose le ha dicho. En el fondo sabe que algo de razón tiene mas, lo cierto es que el cansancio, y la debilidad generada por el el hechizo han culminado su paciencia ese día.

- Propongo marchar hacia "Los Cinco Dragones". Por las escasas referencias que hemos tenido, creo que nuestro descanso será allí más propicio.- Gira la cabeza para echar una última mirada a los tipos dormidos - Además, tengo la impresión de que no sería difícil encontrarnos a esos, o a otra gente de su calaña, en "El Cuervo herido".

Leoden ya se movía, dispuesto a no dejar tiempo de reacción a los kenders tras la probable sorpresa ante su cambio de situación, aguardando lo justo para no dejar a nadie atrás.

Sin embargo, la propuesta de Alira lo hizo fruncir un poco el ceño.

Sin duda, su resolución del conflicto había sido limpia y era probable que le apeteciera celebrarlo, pero no estaba seguro de que fuera la mejor opción, especialmente por el uso de aquella expresión: "gente de su calaña". ¿Qué calaña? Finalmente, expresa su duda de una forma sencilla y tratando de evitar el tema más espinoso.

- ¿Podemos permitírnoslo? - Aunque tras pensarlo un instante más, nada le impedía a él dormir al raso una noche más. O en las cuadras.

Salgo del callejón mientras mis compañeros hacen sus porquerías, apoyándome en la pared y observando de reojo, por si la situación se complicaba.

Pero los tipos se quedan fritos... ¡Habráse visto! Menos mal que no era una situación de vida o muerte, que bien podría haberlo sido. En fin... El centro de atención parecen ser los pequeñajos, de modo que decido no intervenir ya que parece todo controlado por el grupo y si me acerco pueden verse, aún, más intimidados.

Me encuentro pensando en todas esas mierdas cuando la voz de la pelirroja me devuelve un poco al mundo real y le miro, inspirando y avanzando medio paso, hasta que la reconozco. Río, pero de un modo seco.

¿Cobarde? Ten cuidado, no todos los sureños son tan amables como yo. Símplemente os dejé espacio.

Una ligera advertencia. Ella era mi compañera y la situación no iba a ir a más, pero muchos sureños, y sureñas, se hubiesen ofendido ante tal comentario, aunque a mis ojos era una clara broma, prefería prevenirla de lo que podría pasarle con otros. Le sonrío.

Está bien, pero me lo cobraré.

Sentencio, cediendo a pagar la primera ronda, respondiendo a su sonrisa con otra por mi parte, no parecía una mala chica. Observo de reojo cómo la maga llega hasta nuestra posición y, pese a todo, asiento, reconociendo su labor. Una labor aburrida, pero al menos se había terminado la discusión. Silvo para llamar a mi compañero lupino.

Iré donde decidáis.

No tenía mucha idea de estos asentamientos tan fijos, tan viciados y aburridos, así que me dejaría guiar.

--- Mi nombre es Kelmecha, señoria- dice el Kender con un hilo de voz- Y esta es mi hija, por supuesto, estaré encnatado de debolveros el favor, habieis sacado de un buen aprieto a mi y a mi hija, sí alguna vez necesitais algo, vivimos en la casa situada en el distrito oriental, encima de la panaderia local...

Tras vuestra respuesta asienten.

--- La posada más decente es la de los 5 dragones, es la más "decente" del lugar, tambien existe otra llamada el cuervo herido, no es tan prestigiosa como la de los 5 dragones pero es más barata, aunque se junta gente de dudasa moralidad...la saben, Orcos, Minotauros y gente que no quiere ser vista o molestada....no es un mal lugar pero no seria de extrañar que sí os alojais en ese sitio presenceis alguna pelea...ahora sí me disculpais, preferiria hacer lo que vuestra compañera ha sugerido y largarnos del lugar ya que cuando se despierten Hogart no estará de muy buen humor...no es mal tipo, pero esta llevando una mala racha...-tras ese último comentario veis como coge a su hija y se pierde entre los callejones.

Leoden ya se movía, dispuesto a alejarse mientras aguardaba lo justo para no dejar a nadie atrás, lo que le permitió captar uno de los comentarios del kender hacia el tendido. Una mala racha. La mirada de reojo que lanzó a su espalda fue compasiva. 

La miseria nos puede llevar a cometer actos que de forma natural ni nos plantearíamos. El hambre y la desesperación eran malas consejeras.

Sin embargo, las palabras de Alira lo hicieron fruncir un poco el ceño.

Sin duda, su resolución del conflicto había sido limpia y era probable que le apeteciera celebrarlo, pero no estaba seguro de que el derroche fuera la mejor opción, especialmente tras el uso de aquella expresión: "gente de su calaña". ¿Qué calaña? Algo como "Gente que no desea ser molestada" encajaba bastante bien con un entorno apetecible. Finalmente, expresa su duda tratando de evitar el tema más espinoso.

- ¿Podemos permitírnoslo? - No se quedarían en el callejón para discutirlo, pero entendía que era algo que convenía hablar antes de verse en un sitio donde la mayoría se pudiese sentir incómodo. 

El incómodo encuentro había terminado mucho antes de llegar a precisar de la violencia, lo cual me congratulaba, a pesar de que no había tenido mérito alguno por mi parte. De hecho, si no hubiera sido por la intervención de nuestra mágica compañera, al menos por mi parte todo aquello parecía abocado a terminar en un combate de incierto resultado, como todos lo eran.

No podía sentirme orgulloso de ello.

Pero los kender estaban bien, y tras unas pocas pero suficientes palabras se despidieron de nosotros. Su consejo era acudir a la posada de los Cinco Dragones, la más "decente" de la ciudad de Pashin. Y aunque Alira estaba más que de acuerdo con ello, la verdad era que Leoden apuntó con tanto atino en su pregunta como lo haría con su arco.

Buena pregunta... -Le concedí, llevando mi mano hasta la bolsa de monedas que portaba, cuyo peso no era demasiado alto, mientras nos alejábamos ya del callejón- Yo al menos no dispongo de mucho más que cinco monedas de oro, y no se cuánto podré estirar tamaña fortuna. Claro que tampoco preciso de muchos lujos ni albergo caprichos... -Expuse encogiéndome de hombros- Tampoco es necesario que vayamos todos a la misma posada, si tenemos necesidades y presupuestos dispares, ¿no? -Propuse con gesto conciliador, tratando de no convertirme en un inconveniente para nadie.

Mi interlocutor no tarda en escabullirse con prisas, como si la sola idea de que él o cualquiera de sus seres queridos fuera tratado por un elfo le horrorizara. Me encojo de hombros con una mezcla de sorpresa y resignación. Me parece a mí que en esta ciudad no voy a hacer muchos amigos debido a la forma de mis orejas...

Por suerte, tampoco me hace falta porque cuento con buenos y leales compañeros que no tardan en reunirse conmigo y con Leoden a la salida del callejón. Sea lo que sea que estaban tramando por allí tiene pinta de que lo han resuelto de manera discreta. Solo espero que no hayan estado miccionando en grupo, eso sería bastante desagradable. Estoy casi segura de que Alira no haría nunca algo así pero con Bjoggo no las tengo todas conmigo y prefiero no preguntar.

—El hombre con el que hablaba no tenía muy buena impresión de El Cuervo Herido y me gustaría evitar problemas el tiempo que estemos aquí. Al menos, durante tanto tiempo como pueda costearme mi bolsa que, lamentablemente, promete ser muy poco. Propongo acercarnos a Los Cinco Dragones como propone Alira y preguntar al menos por sus precios, si resultan ser prohibitivos... bueno, entonces ya veremos qué hacemos.

El druida pareció tomarse con humor mis palabras, pero no perdió la ocasión de hacerme una advertencia. En otras circunstancias seguramente le habría gruñido, pero estaba contenta porque aquel asunto del callejón se hubiera solucionado.

- Así que… ¿Se supone que tú eres amable entre los sureños? Cómo serán los demás… - volví a bromear, callando un momento para escuchar la propuesta de Alira y las palabras del kender, quien en seguida se esfumó junto a su hija.

Entonces escuché como Bjoggo aceptaba pagar la primera ronda, diciendo que se lo cobraría.

- Mejor cóbraselo a Alira, parece que le sobra el dinero. – dije con media sonrisa, en referencia a que la elfa prefería la más costosa de las posadas, antes de dejar al druida con su animal y acercarme al resto de compañeros.

En ese momento Leoden preguntaba si podíamos permitirnos aquello, cosa que también Argos parecía estar pensando. Pronto expuso que su situación económica no era muy buena, si bien no necesitaba demasiado, terminando por comentar que alojarnos en diferentes posadas era otra opción.

- ¿Será buena idea separarnos? – dije pensando en voz alta, nuevamente con mi dedo índice en la barbilla. – El Cuervo Herido no puede ser tan malo, aunque claro, yo he dormido en sitios mucho peores… - mascullé pensativa, separando la mano de mi rostro.

En ese momento Driexaril también daba su opinión al respecto, decantándose por la posada de Los Cinco Dragones al igual que Alira, aunque proponiendo el ir a preguntar a esta por sus precios; al parecer decidida a alojarse allí a menos que los precios fueran demasiado elevados.

- Aunque los precios no fueran prohibitivos, la otra posada es más barata. - apunté, terminando por mirar a las elfas. - ¿No sería mejor ahorrar por lo que pueda suceder? Con que ignoremos a esos tipos supuestamente problemáticos debería ser suficiente, ¿no?