Partida Rol por web

Una vez claro que solo Kartag continuaba en el empeño de reducir al metálico ofidio por la fuerza, Desdemona y Leviathan entraron en acción. La ágil semidemonio esperó su momento, sin dejar de moverse, fintando, por si la serpiente decidía atacarla de nuevo, y en un momento en que la cobra se erguía sobre su poderoso torso, le clavó la espada..., o intentó hacerlo, porque la punta de su arma chocó contra el cuello plateado, provocando otro chispazo, y una pequeña muesca, que provocó otro mudo siseo de la serpiente, aunque el brillo de sus ojos parecía ir apagandose en intensidad.

Leviathan, tras despedirse de Erilyn, agarró su espadón, que descansaba contra la pared, y acercandose con dos poderosos trancos, descargó un potente golpe contra la serpiente, pero el rapido ofidio esquivó el golpe.

Entonces todos pudieron escuchar el bufido de Zoak. Parecía que su paciencia tocaba a su fin, si no lo había hecho ya. El fuego de su espada, quizá respondiendo a la ira que ardía dentro de él, aumentó en intensidad, antes de que, de un potente golpe, tratase de descabezar a la serpiente. Pero nada, esa ira parecía estar restandole precisión, pues su golpe pasó unos centímetros por encima de su cabeza, dejando una pequeña estela de fuego. Entonces, bajó la cabeza, y ni corto ni perezoso, arremetió con los cuernos. Siendo tan pequeña como era, la serpiente, el minotauro a punto estuvo de clavar su único cuerno en el suelo, pero corrigió el movimiento justo a tiempo!! Sin embargo, la oportunidad de golpear a la condenada serpiente había pasado.

Kartag espero a que su compañero draconiano le echare una mano, pero éste no estaba por la labor. Intentando golpear una y otra vez a la serpiente como si esta fuera la culpable de algo. Acercándose como pudo volvió a sentir como esta conseguía evitarle en el último momento. Lastima, pensó el monje clérigo.

Muere. De. Una. Maldita.Vez. Botas. Con. Dientes siseo Baigron moviendo su espada en arcos para tratar de fintar y pillar desprevenida a la dichosa bestia metalica. Para ser una cosa tan pequeña, su mordisco era doloroso y para rematar la faena, era venenoso.

Gracias a su constitucion draconica, Baigron se habia librado de lo peor del veneno, pero el picotazo al orgullo dolía igualmente; de hecho el baaz, creia que era lo peor de toda esta situacion. Dejando aparte la obvia naturaleza metalica del bicho del diablo; era una bestia que no les llegaba a ninguno de ellos ni a las rodillas.

Vista desde fuera, y sin tener en cuenta la más que probable peligrosidad del veneno de la cobra metálica, la situación se había tornado incluso en cómica, con seis de los héroes rodeando al escurridizo ofidio mientras este trataba de clavar sus colmillos en sus enemigos.

Baigron, al parecer hastiado de la situación, continuó haciendo oídos sordos a su congénere kapak, y lanzando estocadas con poca precisión, pero la cobra, quizá imbuida de algún instinto de supervivencia por su creador, las evitó todas. Kartag, con la premisa de mantenerse lejos de los venenosos colmillos, trató de nuevo de apresar a la serpiente, pensando que reduciendola, quizá pudieran utilizarla ellos mismos, pero de nuevo el plateado animal se escurrio entre sus garras. Pero esta vez no sólo se zafo del draconiano, si no que, con un movimiento electrizante lanzó su cabeza hacia uno de sus brazos, pero no era fácil pillar desprevenido al antiguo monje, ahora clérigo de Majere, que con su sexto sentido esquivó el mordisco. La tensión seguía flotando sobre la sala del tesoro: un paso en falso podía significar la muerte.

La cosa sería cómica si no fuese tan peligrosa. Estaban todos tratando de acabar con la serpiente metálica, pero ésta se resistía a morirse esquivando todos los espadazos del grupo.

Por Kiri-Jolith ¿qué nos está pasando? El demonio ha costado menos de acabar con él que ésta cosa mecánica. Si ni siqueira está viva.

Pero para su consternación la serpiente evitó nuevamente el espadazo de Tarben. El cual estaba empezando a preocuparse.

Leviathan con la cara roja, coge un impulso muy rápido por sus brazacos y la vuelve a descargar con aún más fuerza y precisión- ¡ESQUIVA ESTO!- le ruge mientras calcula que no podrá hacerlo, su espada ocupa demasiado espacio, dejándola sin sitio donde moverse entre tanta, espada, bastonazos, garras... Aprovecha el inminente golpe para apuntillar- ¡Kiri-Joilth, dame la fuerza que no le das a los PECADORES DE PENSAMIENTO y guía la mano de TU VERDADERO PALADIN!- dice todo lo serio que puede.

El aire vibró con un silbido tras las potentes palabras del enorme Thelgaariano, cuando el filo de su espadón surcó el aire y, esta vez sí, acertó de pleno en el cuello de la cobra, que se había levantado de nuevo, dispuesta a atacar. Aunque el cuerpo de metal presentó cierta resistencia al acero del espadón, una chispa explotó en el viciado aire de la boveda cuando este cortó en dos al ofidio, haciendo que cayese en dos partes, con estruendo, contra el suelo. Poco a poco, la luz azulada que iluminaba la mirada de la cobra se apagó, y esta quedó inmovil en el suelo, como si realmente, fuese una figura de metal, partida en dos pedazos...

Todos se miraron, mientras recuperaban el resuello, y confirmaron que Baigron se encontraba bien, pese a la mordedura. De algún modo, el draconiano había mantenido al ralla al veneno que sin duda la serpiente le habia inoculado. Observaron las tres esferas abiertas, y las dos que quedaban por abrir:

> En la primera, Tarben había visto un libro encuadernado en piel negra con bordados carmesíes, con las letras "E.N." en la parte delantera.

> En la tercera, Desdemona había liberado, sin querer, a la serpiente plateada, y nada mas parecía haber en ella. Estaba claro que solo era una trampa.

> En la quinta, Kartag había visto, varios cientos de monedas de cobre llenando el cuerpo de la esfera.

Que esconderían las otras dos esferas?? Pronto lo descubrirían...

Maldita sea,¿todos bien? siseo Baigron, caminando hasta el muro mas cercano. Una vez alli, apoyo la espalda contra el muro y se deslizo hasta el suelo, donde acabo sentado y siseando por las heridas de todo el dia y los restos del veneno que aun le corrian por las venas.

Gracias a los...ah, diablos, gruño Baigron que ya no sabia no en nombre de que juramentar; el veneno no habia sido efectivo contra su constitucion antinatural, pero descansar un ratito, mientras los demas exploraban las esferas y lo que fuera que habia en ellas, le parecia muy buena idea.

Tarben siguió unos instantes en tensión hasta que quedó claro que la serpiente mecánica estaba destrozada. Después volvió a respirar algo más relajado.

¿Estáis todos bien?

Aunque se dirigía al grupo en general su mirada se posaba en Desdemona, pero la apartó rapidamente cuando ella le miró. No estaba seguro de por qué.
La pequeña criatura no parecía haber herido a nadie de gravedad, lo cual era un alivio porque estaba muy mal de curaciones.

Bueno. Parece que de momento ya está, aunque nos quedan dos esferas por abrir. Hagamosló de una en una y con cuidado.

El clérigo se acercó a la que tenía más a mano y la agarró para abrirla.

Espero que no haya más sorpresas.

Leviathan a su vez agarra la otra esfera sin más contemplaciones y la abre.

Tras el mortal espadazo de Leviathan, la magnifica serpiente metálica fue partida en dos, acabando con una de los mejores ingenios que había visto en su vida. 

Alzando las manos y mirando a sus compañeros sin saber que decir, el seguidor de Majere cogió los retales metálicos y los guardo en su bolsa. A continuación salió de la estancia en dirección a Erilyn y pasando a ésta avanzo por el pasillo con la intención de vigilar para no ser sorprendidos.

Durante el silencio que siguió a la caída de los dos inertes trozos de serpiente metálica, cada uno mantuvo el aliento de distinta forma, pero una vez el tintineo metálico se apagó, fueron soltando el aire y reactivandose de nuevo. Baigron se sentó en el suelo, con la espalda sobre la fría pared, la exploración de las catacumbas de la torre se le estaba antojando excesivamente larga. Kartag, levantó los brazos, contrariado, y abandonó la estancia, con la escusa de proteger la retaguardia. Erilyn, aún conteniendo la respiración, se asomó por encima del hombro de Anubis, echando un vistazo aa la sala abovedada. Cuando vio que el extraño constructo había sido destruido, suspiró, y se santiguo.

Tarben y Leviathan enviandando sus espadas, se dirigieron cada uno a una de las dos esferas que continuaban cerradas, y sin apenas pensarlo, abrieron las tapas a la una:

>  En la que abrió Leviathan, sin apenas esfuerzo, pues la tapa pivoto sin problema sobre la inexistente charnela, el gigantón solámnico encontró varios frascos de cristal, finamente tallados y cerrados con unos pequeños corchos sellados con cera. Del cuello de cada uno colgaba un fino hilo de plata que ataba una etiqueta. En cada una aparecía escrita con pulcritud una palabra escrita en infernal, como pudo constatar Desdemona, que observaba desde un lateral: "Encoger", "Dulce", "Hablar" y "Nadar". Desde fuera, todas parecían iguales , un líquido denso y blanco fluctuaba en su interior.

> Antes de abrir la suya, el corazón de Tarben latía desbocado, pues, si no estaba equivocado, allí tenía que estar la primera de la fichas del Tablero de Khas de M'Fistos que la divina providencia le había confiado recuperar, a través de su Comandante, Lord Fasthel Du Terminaard. El alma se le cayó a los pies cuando, al abrir, también sin apenas esfuerzo, solo vio varios estuches de piel oscura, pulcramente tratados, de los que contienen despachos o conjuros. Entonces vió un brillo debajo, al mover los estuches, lo encontró allí: un peón de 15cm de alto, tallado mas allá de la perfección en niveo marmol, con la forma de un lancero de la extinta Istar. Apenas había hecho caso a los 5 estuches de pergaminos que allí había, pero a buen seguro que contenían algo interesante, pues en todos rebotaba algo dentro al moverlos.

Al fin, siseo Baigron desde su postura en el suelo al ver la dichosa figurita.

Uh, pociones y algo en bolsas de cuero, ¿pergaminos?, se nota que este sitio era propiedad de un mago, hay parafernalia magica por todos lados, medito Baigron desde su posicion sentada, dudada que ninguna de las propiedades del mago fueran del uso de un clerigo venido a menos como el, pero bueno, cualquier agujero es refugio cuando llega la tormenta.

Cuando Tarben cogió la figura por un momento desapareció la sala y todos los que estaban con él. Tan sólo se encontraba el objeto, él y su fe.
Ya siente de por sí el toque de su dios cuando comulga con él y le reza por sus conjuros. Cuando los lanza tanto en combate, como cuando sana y ayuda a sus amigos. Pero aquello era diferente.

Se encontraba en una misión divina. Una busqueda peligrosa y mortal que podía cambiar el devenir de las cosas. Estaba allí, y era parte de algo más grande que él mismo o que cualquiera. Y habían dado un paso ya en la dirección correcta.

Sí, aún quedaban muchos por dar. Y seguramente serían aún más dificiles y complicados que el que habían dado. Es más, era más que posible que alguno de los que estaban allí no vieran el final. Puede que incluso él mismo. Pero eso no le importaba. No era lo importante. Aquella pieza era una señal. Una señal divina. Y el tenerla en su mano indicaba que era merecedor de ella.

Gracias señor por señalarme el camino. Por ayudarme a llegar hasta aquí. Y por permitirme continuar en él.

Luego la realidad volvió a su alrededor y miró a sus compañeros con una sonrisa reconfortante en el rostro.

Bueno. Ya tenemos una. Estamos en el buen camino. Ahora hay que continuar.

Cuando Tarben agarró la figurita, una sensación de beatitud se apoderó de su cuerpo, poco a poco, con calma, empezando por la mano que la sostenía: de algún modo, podía sentir, sabía, que su Dios estaba complacido, o al menos, aquel de los Dioses bondadosos sintonizado con la estatuilla. Estaba convencido de que éste le protegería.

Pero no era solo eso, también sabía que, llegado el caso, ese Dios le ayudaría.

Siempre y cuando su determinación y su fe resultaran tan rectas e inquebrantables.

Se acerco a las esferas que sus compañeros habían abierto, y cogió los estuches de cuero -igual esto le sirve a alguien, dijo mirando al mago- luego se percato -o a ti Baigron ¿quien sabe? sea como sea este no es su sitio- los cogió llevándolos a la mochila más cercana, luego puso una mano es su cintura, cambio el eso de una pierna a otra y torciendo el gesto -¿y ahora que? en la salida ya sabemos que hay- sonrió al ver la cara de Traben, ¿como podía darle tanta alegría una figura? -ala ya tienes tu premio- le dijo sonriendo como al niño que consigue una chuchería que lleva pidiendo tiempo.

Es una idea respondio Baigron a Desdemona con lo que se podria considerar una sonrisa entre los draconianos. Aunque esta era la torre de un mago, la magia arcana dista mucho de ser mi fuerte. Quizas sean conjuros de emergencia, como esas pociones de ahi.

Las heridas picaban y Baigron aun tenia un regusto extraño del veneno que le habian inyectado; sabia que estaba fuera de peligro, pero aun  asi era un sensacion extraña por decir algo.

-Sólo hay una salida, lo único que hay que hacer es aprovechar el momento oportuno para dejar atrás el campamento enemigo- va diciendo el gigantón mientras enfunda su arma enorme en los enganches de la espalda. Estira una mano, pidiéndole a Tarben con educación, para coger la pieza que llevan buscando tanto tiempo.

Una especie de lancero de alguna civilización antigua porque no me suena mucho. La pieza mágica no parece gran cosa, pero algo le dice que no es común, están en el camino, ahora si se puede decir que estamos más cerca del final. Le devuelve la pieza a Tarben y asiente con la cabeza orgulloso.

Después sale al pasillo tras Kartag, y junto con Eirim.

Leviathan mira de reojo a Tarben repitiendo para sí mismo su frase.

"Gracias señor por señalarme el camino. Por ayudarme a llegar hasta aquí. Y por permitirme continuar en él" ¿Se cree que ha llegado sólo hasta aquí?...