Partida Rol por web

Cae la noche y Lordsholm arde, y aquí y allá sólo hay polvo, eco de gritos, disparos y un humo negro como el carbón. Las calles, demasiado estrechas para una ciudad imperial, son el vivo ejemplo de una decadencia económica y moral, que ahora parece manifestarse con especial fuerza en forma de escombros, torres semidestruidas y edificios derribados. No hay grandes obras, y es sencillo perderse entre las docenas de calles iguales repletas de edificios anodinos puramente funcionales. No hay diseño, no hay individualismo, no hay identidad, solo cajas de hormigón que almacenan vidas... cada hora menos.

En las calles cunde el caos, y no es raro que os crucéis pequeños grupos de personas dificilmente identificables. ¿Rebeldes? ¿Leales? ¿Refugiados? Todos corren de un lado para otro, evitando cruzarse con nadie y menos con vosotros. A medida que os acercáis a los almacenes, estos encuentros cada vez son menos frecuentes: es zona de enfrentamiento, y la población civil lo sabe y lo evita.

Finalmente, tras sortear diversos obstáculos, calles intransitables que os hacen dar un rodeo y atravesar un par de incendios llegáis a la zona de los almacenes, al sur del distrito, en la zona de éste más cercana al mar (como parece lógico). Dichos almacenes son subterráneos, y a cielo abierto solo asoman unos accesos en forma de cabinas metálicas pintadas de colores distintivos según un código que relaciona color y género de lo almacenado. Tras una pequeña investigación, alcanzáis los accesos a los almacenes de armas y blindaje. Los sistemas de autodefensa están desactivados, las cámaras han sido arrancadas y las ametralladoras automáticas yacen inermes como árboles secos. No hay rastro de ningún responsable del almacén ni de las fuerzas de seguridad, pero parece evidente que alguien ha llegado antes.

Sepheram había permanecido en silencio desde que la batalla concluyera.

Las nubes de humo aún surgían en volutas de su bólter pesado, cuando el capitán Ascote había adoptado la forma de una hembra humana, muy bien dotada para los estándares de su raza de origen, aunque aquel fue un mero dato que la mente del marine relegó a un segundo plano por carecer de importancia para su misión.

No. Lo importante estribaba en para quién trabajaba aquella miembro del Officio Assassinarum. La inquisidora enviada al sector, Elissia Kalistradi. Una autoridad superior, que aún los astartes respetaban, aunque fuera a regañadientes. Sólo restaba saber si seguía con vida. Por ahora, lo mejor será hacerse con los suministros necesarios para una acción prolongada meditaba el astartes. Aparentemente, sus hermanos opinaban igual que él, y pronto fue decidido el curso a seguir.

Sepheram gruñó, en medio de la noche, mientras caminaba rodeado de sus hermanos y de una turba de guardias imperiales que los miraban como si fueran ángeles salvadores. Bueno, al menos, eso habían sido por un momento. Pero el frenesí de la batalla se había evaporado al poco de la victoria, y el ángel sangriento ansiaba más. No importaba. Con una infestación tiránida en ciernes, pronto su sed se saciaría.

Los almacenes ya se encontraban a la vista. Resultaba evidente que alguien se les había adelantado. Las medidas de defensa habían sido desmanteladas, y no quedaba aparentemente nada en pie que pudiera detener a los rebeldes de entrar a saquear el complejo.

Pero eso significaba que tampoco nada haría frente a los miembros de la Guardia de la Muerte.

Sepheram dirigió su vista al hermano apotecario, esperando instrucciones. Tal vez fuera un bárbaro ansioso de beber las mieles de la batalla, pero sabía cuándo debía aguardar las órdenes. No siempre convenía entrar destrozándolo todo, por divertido que fuera.

Salgo de la Capilla junto a mis Hermanos de Batalla y a los dos escuadrones de Guardias Imperiales que se disponen a ser nuestro apoyo. Asiento con aprobación a los Sargentos de ambos grupos por su valor y dedicación a la causa del Emperador. Muchos pensarían que es su deber y que no debe premiarse el cumplimiento del mismo, pero los humanos normales son débiles y esa debilidad se extiende a sus voluntades, las que flaquean con mucha facilidad. En las circunstancias actuales, cualquiera en sus lugares habría cedido, pero ellos se mantuvieron y, no conforme con ello, se ofrecen ahora para buscar la chance de tomar la ofensiva, cuando muchos preferirían quedarse en la seguridad del grupo principal detrás de las trincheras. Eso es digno y lo bueno siempre debe recalcarse para que se note y se vuelva costumbre.

Avanzo junto a mis hombres por las calles de la destruida ciudad. Mis ojos notan como el lugar está siendo devastado a gran velocidad y como, a medida que avanza el tiempo, se sella aun más la destrucción definitiva de todo este mundo. Finalmente y después de una marcha no demasiado gratificante, llegamos a lo que parecen ser los almacenes. El lugar parece haber sido saqueado antes, pero no es nada que deba desanimarme a priori, pues primero debemos examinarlos nosotros mismos antes de emitir juicios. No dudo en la mano del Emperador guiando nuestra búsqueda.

Hablo a los soldados de la Guardia Imperial para impartirles órdenes inmediatas:

 - "Sargento Red, usted cubrirá la entrada. Quiero este lugar lleno de cobertura y un puesto defensivo ahora, el Pelotón Alfa se encargará de la defensa de la entrada. Sargento Black, el escuadrón Bravo se encargará de poner a punto todo ese equipo defensivo. Quiero esas ametralladoras activas y colocadas en todo el perímetro del almacén. Ambos escuadrones se apoyarán en caso de un ataque unidireccional hasta que nosotros salgamos del complejo. Quiero la zona fortificada como si este fuese el último bastión. ¿Ha quedado claro?"

Acto seguido giro hacia mis Hermanos de Batalla y les hablo:

 - "Nosotros entraremos en el almacén y averiguaremos si vale la pena defenderlo. En caso positivo, haremos que la FDP fortifique esta posición. De ser negativo, nos iremos a la Casa de los Ecos. ¿Alguna duda?"

Saco mi espada de sierra y mi pistola bolter, una en cada mano y me preparo para entrar en el lugar y acabar con lo que sea que esté allá dentro aguardándonos. Aun recuerdo cuando fuimos a buscar al primer pelotón de veteranos al polo norte en Macragge y encontramos los túneles de la base infectados de tiránidos que nos emboscaban en cada paso. No caeré en esa trampa nuevamente.

El sargento Black responde a las órdenes dadas:

- Mi señor, hay un problema. Las ametralladoras pertenecen al sistema autónomo de defensa del almacén, no pueden utilizarse aparte. Necesitamos activarlas desde algún control interno, si no ha sido destruido

Skold se levanta tras examinar el cuerpo del cabecilla rebelde y se encuentra con dos pelotones de hombres bien formados alrededor de la capilla imperial. Los observa con detenimiento, pasea alrededor, de un lado a otro, con calma y suficiencia, es un Astarte y sabe que los está asombrando. Retira su casco y lo cuelga de la servoarmadura - ¿ver la palidez de la cara de un marine asusta verdad? - Skold se planta enfrente de los pelotones con gesto serio, muy cerca de la primera fila. Siente como su presencia incomoda a los soldados, les gustaría retroceder un paso pero no lo hacen con orgullo 

...far hjælper disse stakkels mennesker...er bange...

Skold está disfrutando con la incomodidad de los soldados, comienza a reírse en voz alta... - ¡Camaradas! Vamos a liberar esta jodida ciudad. Lo están haciendo realmente bien manteniendo esta posición, es hora de hacer algo más...

...

Mientras caminan por la ciudad en guerra los habitantes evitan cruzarse con sus fuerzas, es lógico, Skold puede oler el miedo. De hecho, Skold puede oler la sangre vertida, la batalla anterior, la destrucción... las rachas de viento que agitan su melena le traen olores con una nitidez casi olvidada. Con su pálida cabeza desnuda, sin el casco, Skold se siente realmente bien, realmente cómodo, realmente lobo - Sabéis soldados, es bueno soltarse la melena de vez en cuando, uno se siente más libre... Los Astartes tenemos que tener algo de cuidado con las radiaciones ultravioleta ya veis porque, pero el viento se agradece... - Skold espera que con comentarios así se relajen los ánimos, pues los soldados están verdaderamente tensos, eso Skold también puede olerlo...

Elyas no había dicho nada desde que abandonaron la capilla. Cuando llegaron al almacen y el hermano apotecario dio las órdenes, él ya sabía lo que tenía que hacer

- Si tan importante es este sitio, me extraña que no hayan dejado ni una mísera fuerza defensiva. Tal vez sea una trampa y estén esperando a que nos metamos dentro para atacar. Yo me quedaré fuera para apoyar a los soldados en caso de que las fuerzas rebeldes decidan atacar ahora.

Elyas sabía que los dos escuadrones de las FDP que les seguían no podrían mantener la moral mucho tiempo en caso de que aquello fuera una trampa; la presencia de un Marine Espacial les ayudaría a conservar la calma y la fe en la victoria. Además, en espacios cerrados no podía usar los retrorreactores y eso le suponía una desventaja.

Voy a ponerme en marcha cuando escucho las palabras del Sargento Black, a quien respondo después de mirar más atentamente las ametralladoras:

 - "Entonces sus hombres formarán un perímetro por el flanco izquierdo, mientras que el Escuadrón Alfa formará un perímetro en el flanco derecho. Ambos grupos cubrirán esta entrada con su vida."

"Asumo que entre los miembros no hay ingenieros capaces de adaptar esas defensas a uso manual. Tendremos que verlo nosotros desde dentro."

Luego escucho las palabras del Hermano Elyas y pienso en esa posibilidad, la que es sumamente probable. Pienso un momento y le respondo:

 - "Tienes razón, Hermano, pero no serás tu quien se quede aquí. El Hermano Sepheram cubrirá junto con los soldados. El alcance de su arma y su poder devastador le hacen mucho más apto para cubrir una posición que tu capacidad de asalto. Él es defensivo mientras que tu eres ofensivo. Entrarás con nosotros pues cabe la posibilidad también de que las defensas del almacén no funcionen pues lo que verdaderamente protege este lugar está dentro esperándonos, arrastrándose en las sombras."

Comienzo a caminar, listo para lo que sea que nos encontremos dentro. Si nos toca combatir en espacio reducido, como son los pasillos subterráneos, quien realmente no podrá luchar con libertad es nuestro Devastador. El Marine de asalto puede combatir sin usar sus propulsores, pero usar un bolter pesado con nosotros delante es una conducta demente.

Tenía sentido, por supuesto. La idea de arrasarlo todo con el bólter pesado desde luego era atractiva, pero claro, si en medio de tu arco de tiro están tus hermanos... la diversión se trunca ipso facto.

Sepheram asintió ante la órden del apotecario, girándose hacia los miembros de la guardia imperial allí reunidos.

Muy bien , palomitas rugió con su gutural voz, cargada de ironía y siglos de desprecio por el débil ser humano normal Ya teneis vuestras órdenes. Cubrid los flancos, y dejad que yo me encargue de lo que se atreva a asomar por aquí cerca.

El Angel Sangriento ocupó su lugar en el parapeto central, rodeado por un puñado de los guardias, que serían bendecidos con el honor de quedarse cerca de él para ver cómo se hacían las cosas al modo astartes, se llevó el enorme bólter contra el hombro, y giró lentamente, observando a los hombres que estarían bajo su mando.

No os equivoqueis. Estamos en guerra. Este planeta no durará una mierda si flaqueamos, de modo que quiero que cada uno de vosotros derribe al menos diez objetivos antes de ni siquiera pensar en que pueda morir. Y cuando penseis eso, pensareis que morireis por el Emperador, que os acogerá en su gloria, y entonces matareis diez o veinte más. Para entonces, esos mierdas que se hacen llamar traidores, estarán tan acojonados porque no hay modo de mataros, que se cagarán en sus pantalones de traidores. Entonces, cuando olais el miedo de esos hijos de puta, vais y matais otros diez. Sólo por darme el gusto. ¿COMPRENDIDO?

Elyas se quedó pensativo unos segundos; no le gustaba la idea de no poder moverse con libertad en caso de que hubiese un combate, pero entendió la lógica del apotecario. En esa situación, era mejor que la potencia de fuego de Sepheran se usase para defender el almacen desde el exterior. Asintió y se dispuso a entrar en el almacén

- De acuerdo. Vamos

Entráis en el almacén, un complejo de salas rectangulares separadas unas de otras por planchas de metal y puertas con diferentes niveles de seguridad (en su mayoría, bajos), que están todas abiertas por alguna clase de fallo en el sistema. El complejo al completo está oscuro como la boca del lobo y todo lo que os recibe es... silencio. Ni crujidos metálicos, ni reverberaciones de voces de trabajadores, ni máquinas funcionando. Parece claro que todo el que trabajaba aquí ha abandonado este lugar, bien para luchar por salvar su vida, bien para evitar la lucha.

Atravesáis varias salas con material de poco o nulo interés: materias primas industriales, planchas de diversos materiales, a quién le importa. Algunas de ellas han sido saqueadas, lo que os da una idea de que el almacén lleva un tiempo abierto y que ha entrado gente antes que vosotros.

Finalmente, al cabo de un rato en el que vuestra impaciencia se incrementa y tras bajar varios niveles de profundidad llegáis a la zona en la que deberían estar las municiones. La sala, sumida en la penumbra, ha sido saqueada, pero el Officio Munitorum es conocido por su eficiencia y aún quedan municiones (desordenadas aquí y allá, todo sea dicho) de sobra para vuestros dos regimientos de soldados. Las municiones, no obstante, no pueden utilizarse para armas bólter y muy probablemente éstas se encuentren en una sala de seguridad especial en subniveles aún más profundos*

El discurso parece hacer efecto entre los soldados. Una parte de ellos se sienten enardecidos por la peculiar forma de dar ánimos, mientras que los otros están demasiado asustados como para llevar la contraria o bien quedar en evidencia entre sus compañeros. Con rapidez inesperada, todos ocupan sus puestos ante un posible ataque enemigo.

Tu ojo experto, desarrollado en un centenar de batallas, te permite rápidamente ver una grave desventaja. Descontando tu bólter pesado, carecéis por completo de armas pesadas. Ni siquiera una ínfima ametralladora. En caso de ser atacados por vehículos (o, el Emperador no lo quiera, por alguna clase de bestia blindada), estaréis practicamente indefensos ante ella. O más bien, no podréis derribarlo de ningún modo. Tanto el sargento Red como el sargento Black parecen ser conscientes de esto también

Skold camina el primero, atento a cualquier indicador de presencia enemiga, tratando de escuchar más allá de los metálicos sonidos de sus suelas...demasiado ruido, tratando de ver en la oscuridad que les rodea...alerta, calma sus nervios tarareando una canción de cuna de su planeta natal ...barn sover og sover, men krokodillen vil komme og æde dig... no tiene miedo, pero cierta dosis de adrenalina potenciará su sistema nervioso. Lo sabe, por eso se mueve en el dulce equilibrio de la calma tensa. El ambiente es opresivo, puede sentirlo en su pálida tez desnuda, en ocasiones un lobo debe de cazar a cara descubierta...

...når ulven jagt, ørn venter...

Al entrar en la cámara de municiones inspecciona las salidas, solo después se dedica a mirar con asombro el armamento de la sala - Por el trono!!! No tocaría una de estas armas ni aunque el Emperador mismo me lo ordenase...- consciente de su blasfemia se corrige a si mismo - ...esto, quiero decir, son pésimas. Esta es la única que merece la pena para asustar chiquillos - dice señalando el rifle automático - al menos puede proporcionar fuego de cobertura, aunque sea de fogueo jaja - se desternilla y mira al hermano Lucian*** - ¿qué opinaría de esto el señor especialista en "no, yo disparo desde lejos"?

Entro junto con dos de mis hermanos al bendito almacén. Comienzo a recorrerlo buscando cosas de utilidad y la presencia de hostiles en su interior, pero nada de eso percibo en varios minutos de búsqueda. Bajamos por los niveles, cada vez más tenso  y empuñando mis armas preparado para la lucha. Recuerdo como si fuera ayer las emboscadas que los tiránidos nos hicieron en el polo norte de Macragge y como esas temibles bestias pueden ocultarse en las sombras de los corredores sin ser detectadas hasta que era demasiado tarde, por lo cual no bajo ni un momento la guardia mientras avanzo.

Finalmente llegamos a una zona donde hay ciertas armas. Sonrío por lo que podemos brindarles a las FDP, cosas que les darán la capacidad de responder de mejor manera a los asaltos de las fuerzas rebeldes. Armados y pertrechados, pueden aguantar mucho más para darnos a nosotros el tiempo suficiente de completar con nuestra misión.

Aun así nuestra búsqueda no está completa. Tomo uno de los rifles automáticos y me lo guardo en la espalda pues sé que tendrá utilidad en ciertos casos. Luego me giro a mis compañeros:

 - "Este lugar tiene mucho que ofrecerles a los miembros de las FDP que les ayudarán a resistir el tiempo que necesitamos, pero aun no hemos completado de buscar acá. Debe haber algo más y no podemos dejarles este sitio a los soldados sin asegurarnos de que no haya ninguna sabandija oculta en los niveles más profundos. Debemos limpiar bien el lugar, así que seguiremos bajando hasta haberlo asegurado todo. Tomen lo que quieran y sigamos."

Miro las municiones y tomo balas del rifle que me he quedado, además de unas granadas. Luego salgo de la habitación y me dirijo al resto del complejo en busca del resto de cosas que se oculten para nosotros y que no hayan podido saquear los rebeldes. Si hay algo mejor, el sistema de seguridad probablemente les haya impedido el paso, pero no lo hará con nosotros, pues son pocas las cosas que se ponen en nuestro camino y terminan íntegras.

Elyas se acercó a las cajas donde guardaban las granadas de fragmentación y se hizo con unas cuantas; eran perfectas para cubrir sus asaltos con una lluvia de metralla. Al resto de las armas ni les prestó atención; no le resultaban más útiles que una piedra pesada. Asintió cuando el hermano apotecario propuso seguir explorando el almacén en busca de la cámara de seguridad.

- Ahora mismo me gustaría tener un lanzallamas a mano. Nada como el promethium para matar insectos en espacios cerrados.

Sepheran activó el comunicador interno de la servoarmadura, para que sólo sus tres hermanos escucharan sus palabras.

Más vale que os deis prisa en activar las defensas automáticas del complejo, hermanos.  rugió su voz atronadora, en medio de la estática del canal Estos tipos parecen animados, pero no durarán ni diez minutos si no tenemos armas pesadas más allá de mi bólter. Y desde luego, si los traidores cuentan con apoyo pesado, ni siquiera yo podré detenerlos.

La grave voz de Sepheram llegó entrecortada (probablemente a causa de la profundidad) a través del comunicador:

Más va ................ eis prisa en .................... sas automáticas del complejo, hermanos.  rugió su voz atronadora, en medio de la estática del canal Estos tipos parecen ................ ni diez minutos si no tenemos armas pesadas ............. lter. Y desde luego, si los traidores cuentan con apoyo pesado ....................... os.

¡Por el Trono! Necesitan nuestra ayuda. Hemos de subir deprisa las armas automáticas que encontremos en el complejo. Esos tipos rebeldes y sacrílegos los exterminarán en diez minutos si no les proporcionamos armas pesadas. ¡Necesitan nuestros bolters! - Mientras habla, selecciona a toda prisa toda clase de armas de fuego, buscando las armas más adecuadas para mantener una línea de combate - Si es cierto que los rebeldes cuentan con apoyo pesado están perdidos - Skold se mueve de aquí para allá, tratando de encontrar algún recipiente en el que portar las armas seleccionadas.

Hecho esto, utiliza su transmisor para dar el mensaje a su hermano Sepheram - Mensaje recibido. Confirmo la solicitud de ayuda y armas. Nos dirigimos hacía la parte superior del complejo.

La voz de Skold responde, entrecortada, por el Vox:

- ...saje recibido. Confirmo ............ da y armas. Nos dirigimos hacía .................... ejo.